Quirón:
Este tema de las angustias e inseguridades del profesional novel -y a veces no tan novel- no sólo lo viví yo a su debido tiempo, sino que me interesó siempre como uno más de los aspectos sociales vinculados a las profesiones universitarias que no reciben la debida atención por parte de quienes deberían contribuír a asesorar a la juventud argentina en su etapa de orientación vocacional. Como muchos otros temas a los que por lo general se les escapa en nuestro país, por incómodos y políticamente incorrectos, éste tiene numerosos planos de lectura. Pero como tu “post” apunta al plano más simple, que es el de la vivencia personal y la duda sobre cómo encarar tu futuro, te hago algunos aportes, sin que por ello pretenda dármelas de “maestro ciruela”: simplemente te transmito el fruto de algunas lecturas hechas a través de los años, y de mi personal observación de la vida.
Años atrás (bastantes), leí un artículo del “Selecciones del Readers Digest”que se dirigía a los muchos jóvenes que como vos pasan por los primeros desalientos de encontrarse con el diploma enrollado en la mano, y sin atisbar dirección clara en el horizonte. El autor desarrollaba un enfoque que me pareció verdaderamente original, por lo nunca pensado: sostenía que era un error considerar la adquisición de un título profesional terciario como un “fin”, sino que siempre, aún desde los inicios del estudiantado, debía enfocarse como un “medio” para contribuír a la autorrealización. Ponía de relieve la capacitación y la ampliación de visión y de horizontes que implica una carrera universitaria, en contraposición con una visión estrecha y utilitaria del mero ejercicio y posicionamiento profesional con vistas a vivir exclusivamente de ello. Y daba varios ejemplos, incluyéndose a él mismo, de cómo gente de éxito había comenzado su vida laboral invocando un título universitario dado, pero luego había tenido la flexibilidad y la visión de aplicar su formación terciaria a otros campos, en los que realmente se mostraron talentosos, y lograron sentirse verdaderamente realizados. Para decirlo a la criolla: se dieron cuenta de que su formación universitaria les abría la visión para abrirse camino en muchos otros campos que eran ajenos a su capacitación “formal”, y se realizaron en esas novedosas áreas con las que nunca antes se hubieran imaginado que habrían de lidiar. Laconclusión podía ser que no hay que obstinarse ciegamente en creer que un título universitario está hecho única y exclusivamente para ejercerlo en la forma más clásica y formal. Es una capacitación que puede dar mucho más de sí, con tal que uno no se encierre tercamente en cerrarse los horizontes. El título no es un fin, es simplemente un medio más para la autorrealización. Ni más ni menos que eso.
Cambiando de enfoque, te diría que tu planteo de estudiar otra carrera complementaria no es lo ideal (¡y te lo digo yo, que seguí dos que tienen bastante poco que ver entre sí, salvo accidentales puntos de contacto en campos como la medicina legal, la administración médica, y la auditoría médica!). Es mucho más razonable buscar una especialización dentro de la abogacía, una especialización que tenga sentido y verdadero mercado profesional en una sociedad de limitados alcances como la nuestra actual, de modo de no llevarse desilusiones posteriores. Hay que evitar por lo tanto las especializaciones muy sofisticadas, que requieren de un medio económico-industrial altamente desarrollado, o las que sólo podrían ejercerse en el seno nada confiable de una administración pública a la que en nuestro medio sólo se suele ingresar por vías poco transparentes. En suma, hay que ser realista: “es lo que hay…” De cualquier modo, es evidente que los buenos viejos tiempos de la abogacía general se han terminado. Quien crea que podrá tomar divorcios y temas de familia junto con algunas defensas penales, y una asesoría comercial y empresarial, está frito. Hoy hay que tratar de entender a fondo los temas, y, por sobre todo, tener clara visión del sustrato fáctico de los temas, eso que por lo general las universidades no te dan. Hay que adquirirlo por uno mismo.
Si, pese a todo, te sigue inquietando la posibilidad de coleccionar otro diploma de carrera de largo aliento, te diré que he conocido unos cuantos casos de dobles diplomas. De los célebres, me vienen a la mente el de Spota (el autor del tratado de D. Civil en 12 tomos), que era abogado e ingeniero civil, y el de ArturoYungano (que fuera juez civil y médico legista hasta su temprano fallecimiento, y con quien tuve el privilegio de colaborar en docencia), entre otros que han tenido menor repercusión académica. En estos casos, creo que predominó más la inquietud intelectual que la practicidad de su aplicación, y que una de las dos profesiones fue la definitoria fuente de sus ingresos materiales, siendo la otra sólo un gusto personal por el saber enciclopédico, una suerte de irrefrenable espíritu renacentista. Quizá los que mejor rédito material y pecuniario sacaron de una doble profesión fueron los abogados con un segundo diploma vinculado a las Ciencias Económicas, o viceversa. De allí que, de aconsejar, me inclino por esta combinación. Pero insisto: no es nada práctico encarar esas hazañas intelectuales con el sólo objetivo de incrementar la posibilidad de oportunidades laborales.
Espero que estas reflexiones te sirvan de aporte, al igual que a tantos otros jóvenes ingresados al mercado profesional. Un cordial saludo.