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 #79229  por Pandilla
 
Interesante análisis:

Una boda en Punta del Este, un almuerzo peronista con polémicas en el microcentro y un cumpleaños en San Telmo fueron lo más saliente de esta semana. El balneario oriental (en realidad, la vecina Rocha) se prepara para el verano (y más fiestas) con algún cuestionamiento a proyectos inmobiliarios que podrían cambiarle la cara; allí se habló del «tema edecanas», y que este cambio de sexo en los militares que asistirán a la presidente se debería más a un tema de celos que a la corrección política. En un restorán, un economista provocó la ira de algunos de sus contertulios con imputaciones de dudosa comprobación a gobiernos anteriores, y explicó el poder de convicción de un alumno suyo, hoy futuro ministro. Veamos.

 «País alienante, la Argentina: el gobierno se hace votar una ley de emergencia cuando no hay emergencia (¿cómo se llamará la ley el día que haya una emergencia?) y un proyecto político de centro (Mauricio Macri) que empieza en la Capital endeudándose en el exterior, aumentando los impuestos y aprobándose superpoderes para el jefe. ¿Esa es la alternativa al kirchnerismo? No hay posibilidad de cambio, entonces: hay que resignarse porque carecemos de destino; ya parecemos gobernados por los que egresarán del colegio secundario Carlos Pellegrini, quienes pueden derribar al rector cuando se les da la gana.» Párrafo de un invitado en una fiesta del otro lado del río.
Mucho Tortugas en Punta del Este, casi anticipando la temporada veraniega. Gente de ese country bonaerense para acompañar a su vecino y médico Ramón Leiguarda (uno de los dueños del Fleni), cuya hija se casó en La Candelaria -cerca del Puerto- y luego festejó en el hotel Las Cumbres, atractivo lugar para el week end sin compañía oficial (según observaban algunos pícaros caballeros). Dos presencias casi incunables en la fiesta, seguramente pacientes o consultores del padrino, no habituales en este tipo de eventos y casi desaparecidos de la acción social en los últimos tiempos: Amalia Lacroze de Fortabat (de celeste riguroso como le gusta, enjoyada como más le gusta, más delgada y no por una dieta) y Carlos Pedro Blaquier, de impecable traje oscuro con su mujer Cristina Khallouf, sin celebrar la última decisión del Congreso que lo habilita generosamente para desarrollarse -como al magnate George Soros- aún más en el negocio del azúcar (bioetanol). También él parecía más pálido y delgado.

 Como fue al mediodía, las mujeres con traje de cóctel y los hombres, como militares, casi todos uniformados con saco azul (unos pocos sin corbata: Teddy García Mansilla y Pacho O'Donnell). Magro copetín con abundancia de tragos, luego una entrada con jamón y una ensalada de quesos, bife de lomo salseado con papas y, de postre, una tarteleta de frutilla con helado (y un aditamento curioso: una botellita con una salsa inglesa para cambiar los sabores). Santiago Soldati, Constancio Vigil, Bernardo Neustadt, Jorge Pereyra de Olazábal, el oftalmólogo Roberto Zaldívar, Carlos Tramutola padre, Alejandro Bulgheroni, el reaparecido Ricardo Cossio de la DGI, Jorge Fiorito, Carlos Fontán Balestra, Alito Tfeli (a quien asediaban con preguntas sobre Carlos Menem), gente que elegía la mesa donde ubicarse -salvo Blaquier y la Fortabat, con asientos fijos-, para charlar hasta el hartazgo pues el baile comenzó pasadas las 18 y el reparto del cotillón a las 19. Como es de imaginar, a esa hora no quedaba ningún mayor de 40 años.
Clima no precisamente kirchnerista, obvio, más curioso del futuro gobierno (o del actual, que es lo mismo) que de lo que pueda producir. Preguntas como «¿esto de las edecanas es porque le gusta a ella o es porque él puede considerarse un hombre celoso?». Se coincidió en que podría ser una aspiración de la señora Cristina, pero un conocedor señaló que a él, ni en broma, le gustan los comentarios sobre la belleza de su mujer. Menos, las miradas. Hasta, en el colmo de la interpretación sobre esos nocivos sentimientos, sugirió que algún funcionario o cercano perdió relevancia por algún atrevimiento oral o visual. Comentarios de verano, claro, como la insistencia sobre una porfía en el matrimonio, luego de las elecciones, en que ambos pujaron con vehemencia por la introducción o no de nuevos ministros o secretarios de Estado. Más o menos lo que ya filtró el periodismo, con el agregado de una frase atribuida a la dama: «Yo no te molesté en los 4 años y medio de gobierno, espero que hagas lo mismo conmigo». Gente que quizás quiere ver en el horizonte lo que no se percibe en la superficie.

 Mezclados con opiniones enojadas por el affaire Botnia, las demoras de Aerolíneas Argentinas en los vuelos ( muchos llegaron con 4 horas de atraso al balneario) y hasta la megafiesta que los vendedores inmobiliarios de Miami (de Bal Harbour) preparan para este fin de año en Punta del Este, también se precisaron otros datos. Por ejemplo, cierto disgusto del obediente Héctor Capaccioli con su numen Alberto Fernández, ya que el encargado de las obras sociales se imaginó titular del PJ de la Capital o ministro de Trabajo -en realidad no lo imaginó: se lo anticiparon- y, como se sabe, deberá persistir en la categoría de funcionario influyente (en lo sindical) pero relegado. Además, ve el encumbramiento de una Graciela Ocaña que no le es simpática en el Ministerio de Salud y, por supuesto, ese ascenso no le sienta bien. Al respecto, como había muchos médicos en la celebración, se comentó que varios de los jóvenes que acompañan a la « hormiguita» convertida en ministro deslizan rayos y centellas sobre la gestión de Ginés González García, quien marcha de embajador a Chile. Dicen -estos recién llegados o a punto de llegar, calificados a sí mismos como los «4-40» (por la banda que acompaña al cantante caribeño Juan Luis Guerra), algo así como un sub-20 de la Salud- que el ministro está asediado por difíciles cuestiones judiciales y le imputan anomalías en su administración. Profesionales del sector, no demasiado proclives a González García, sin embargo replicaban: hay que reconocerle avances contra la mortalidad infantil en el noroeste, ciertas desprolijidades no podrían negar esta realidad.
Después, comentarios en las mesas de algunos vecinos reconocidos de Rocha contra el desarrollo inmobiliario que piensa realizar Eduardo Costantini en esa zona poco explotada sobre la playa uruguaya: entienden que perderán la paz en la que ellos invirtieron (afectados, entre otros, Soldati, Eduardo Antelo, los Rocca de Techint, Bulgheroni). Pero el progreso llega, claro. Más eufórico estaba un empresario dedicado a la yerba mate: ocurre que los brasileños -según contaba- han creado una cerveza a partir de la planta que nutre al mate, que ya se vende en ese país (Dado Bier), producto que el próximo año llegará para la venta al Uruguay y a la Argentina. Casi todos entusiasmados por la posible expansión de plantaciones dedicadas a un solo servicio (el mate) que, al revés del lúpulo tradicional, la nueva bebida ofrece más propiedades naturales, energizantes y estimulantes. ¿Habrá que invertir en yerba mate?, se preguntaban los más despiertos. Al tiempo que discurrían, viajeros casi todos, sobre la nueva complicación que instalaron los Estados Unidos para ingresar a su país: cada visitante, como ya se sabe, desde este mes deberá aplicar sus 10 dedos para comprobar su identidad en la Aduana, una forma de controlar mejor a los viajeros por razones de seguridad, pero que agregará demoras a un acceso ya particularmente hoy demorado. El precio a pagar, tal vez, para no soportar nuevos atentados. A nadie, igual, ese proceso lo pone contento. Mientras, el autor de la parrafada que inició este quincho, desafió a varios contertulios: «Apuesto la cifra que quieran. Yo creo que los Kirchner no renuevan su mandato, que al concluir Cristina se van y no se presentan a ninguna reelección. Dejarán a otro candidato». Sorpresa ante la propuesta, tanta que ninguno se atrevió a meter la mano en el bolsillo para aceptar el reto. Recordaban con alguna aprensión que el desafiante personaje, siempre crítico al gobierno, fue uno de los primeros -hace 4 años- que anticipó la no presentación de Kirchner a un segundo mandato y que le reservaba a su esposa esa oportunidad.

* Almuerzo con debate, anuncios, controversias y hasta alguna reyerta oral que casi termina en física. Todo en un mismo combo, en «Chiquín», adonde el economista Javier González Fraga fue como invitado y presunto homenajeado (por ser padre, padrino, abuelo o sponsor del futuro ministro Martín Lousteau) a la peña que promueve Antonio Cafiero. Ingratos, sin embargo, los asistentes se cruzaron con González Fraga como si no respetaran su posible influencia en el próximo gobierno -al menos, es lo que se desprendió de sus palabras-; finalmente, la mayoría era peronista, al decir de Jorge Luis Borges, incorregible. «Moreno (Guillermo, secretario de Comercio) sólo se quedará tres meses». Anticipo de González Fraga que alertó al auditorio. Sin respirar, continuó: «Le dije a Martín que se banque a Moreno y que no proteste, que diga todo que sí, que aguante tener colegas lamentables y acusados de corrupción». Consejo cínico que, al parecer, aceptó el propio Lousteau (aunque nadie conoce, siquiera, una denuncia de corrupción contra Moreno).
Finalmente, como aseguró el disertante, el verdadero ministro será Kirchner (Néstor). Hubo un bife de chorizo con verduras, también un bombón suizo, el que se derritió con la temperatura del discurso.
«Muchos consideran a Martín un pendejo, pero eso no es así: son esos rulos ridículos los que lo hacen parecer un alumno de primer año de la facultad», bromeó advirtiendo con un pronóstico: «Con Martín seguirá el dólar alto, el campo deberá entender que las retenciones son la base de la justicia social, que los ricos debemos pagar más impuestos, el desafío es bajar la pobreza y terminar de una vez con la nefasta herencia de los años noventa». Primer quiebre de la audiencia: todos recordaron que González Fraga sirvió como presidente del Banco Central a Carlos Menem y que, en rigor, se despidió impotente para controlar la situación económica. Para colmo, en su charla, confesó: «Estuve un año en la oposición, acompañando a Roberto Lavagna, pero ahora hay que ayudar al gobierno». Esto es, había dejado la garrocha en la puerta.

 Empezó el tumulto cuando respondió Carlos Grosso, uno de los asistentes junto a Cafiero, Moisés Ikonicoff, Ana Kessler, Fernando Galmarini, Lucas Marisi, Duilio Brunello, Nicolás Weizs-Wassing, Félix Borgonovo, Mariano Caucino, Jorge Hugo Herrera Vegas y Abel Posse. Suave, quien fuera controvertido intendente (a quien, de paso, le celebraron el cumpleaños número 64), dijo: «Te escucho, Javier, en defensa del dólar alto como dogma de fe (casi como Guido Di Tella con el dólar recontraalto, su númen inspirador por lo visto) y me hacés acordar a los noventa, cuando no se podía cuestionar el uno a uno. ¿No te parece que es hora de abandonar el enamoramiento de las herramientas económicas? Decile a Lousteau que si no hace cambios, vamos a terminar en el Rodrigazo, como De la Rúa fue a la híper por conservar el uno a uno». Pocas respuestas del invitado y otras voces críticas, diciendo «eso de que se va Moreno te lo crees sólo vos, ya se comió tres ministros de Economía», hasta una desagradable derivación en un clima de hostilidad: « Escuchame, Javier, sos el padre intelectual de Lousteau, de Prat-Gay (Alfonso), de Pedro Lacoste, de otros también, tus alumnos me parece que te mandan al geriátrico» ( Grosso entonces sacó a relucir una teoría sobre el final de varias generaciones de políticos y economistas).

 Alguno gritaba que Lousteau tiene «menos equipo que Rosario Central», otro que la inflación argentina es la más alta del mundo con salarios basura por el dólar alto, imprecisiones varias que también alcanzaban al orador. Fue mejor el capítulo cuando, por ensalzar al futuro ministro, González Fraga aludió a un presunto carácter de indomable, también de persuasivo, relatando la anécdota del título que escribió con él: «Sin Atajos». «Yo no le quería poner ese nombre, pero Martín me persuadió.
Luego -reconoció-, cuando se lo conté a mi mujer, ésta me intrigó: '¿Y te vas a dejar influir por tu alumno?'. Entonces, volví al día siguiente, le impuse las jinetas y volvimos a discutir. Por último, acepté el nombre que él proponía.»
Hasta allí rispideces y amabilidades, pero luego avanzó en imputarle a Menem los problemas de radarización que padece el país y que, por esa falta, se había contribuido al incremento del narcotráfico. Allí saltaron varios, entre ellos Weizs-Wassing y Borgonovo al grito de «no te voy a permitir», casi a punto de arrojar platos y botellas. Se saldó a medias el pleito con algunas aclaraciones -en rigor, el ímpetu de González Fraga apuntaba más a objetar a Domingo Cavallo que a Menem-, y todo se diluyó al final cuando alguien recordó, ya entre peronistas reconciliados, una fiesta a la que fue hace pocos días el riojano (cumpleaños de Paola Spatola), pasaron un video en su homenaje, lo aplaudieron de pie, mientras el brazo derecho de Néstor Kirchner en la Cámara de Diputados, sonrojado e incómodo, se preguntaba: «¿Qué estoy haciendo yo aquí? ¿Y si se entera Néstor?» Pues, parece que ya se enteró.

 El mejor chiste cordobés es para un ministro. Lo llaman «ballena blanca» porque tiene (y es) el «mayor bobo del mundo». Se evita el nombre, el que no se pudo obtener siquieraen el cumpleaños 58 de José Manuel de la Sota, en su casa de Riverside (Río Cuarto), bien cargado de alcohol como corresponde a cualquier celebración de esa provincia. Recibía él mismo, junto a su pareja Adriana Nazario, casi como un embajador y ofreciendo -para establecer un código hacia el futuro- sándwiches de chorizo con champagne. Mujeres de largo, enfiestadas, la mitad de los 200 invitados hombres de riguroso oscuro. La otra estrella de la reunión, el nuevo gobernador Juan Schiaretti, reciénllegado de su luna de miel con Alejandra Vigo, también el vice Héctor «Pichi» Campana y su no menos conocida mujer. A ninguno de los dos pareció importarle que el saliente gobernador ya haya marcado la cancha en contra de los Kirchner.
Hubo videos como en los casamientos, se emocionó De la Sota por fotos que no recordaba de su padre, explotaron fuegos artificiales que concluyeron con la leyenda «58 años no es nada» que el homenajeado decidió compartir con varios de los presentes sesentones al estímulo de «no lo digo sólo yo». Tardaba la comida, el chorizo se había disipado y, de pronto, llovieron carnes de vaca y cordero, pollos asados, ensaladas varias, amplio y abierto surtido como el de la mesa final de postres. Fiestón, diría un cordobés de antaño en su Pumita.

 Casi un espectáculo aparte fue el remedo de « Bailando por un sueño» en el que participaron ministros, secretarias y hasta un ex jefe de Policía (quien, finalmente, fue el ganador), gente de destreza en las pistas.
Luego, luciendo camisa negra, saco igual y una chalina blanca, De la Sota se disfrazó de Cacho Castaña e interpretó varios temas del aguardentoso autor de «Café La Humedad». No fue lo más lucido de la noche, tal vez lo menos esperado, aunque el honor de cantante lo salvó con «Me gustan las mujeres con pasado», tema con múltiples recorridos. Si lo profesional de la voz no lo alcanzaba, su hija Natalia lo salvó del aprieto: interpretó «Nostalgias» con pasional jerarquía explicando luego que «los De la Sota somos todos tangueros».
Algunos funcionarios que perdieron el puesto en la transición salieron a bailar invocando «a ver si nos ve Schiaretti y se acuerda de nosotros», cortaron juntos la torta los dos gobernadores por una Córdoba mejor, uno empezando ahora con Cristina pidiendo ayuda como su antecesor, éste pronunciando desde la vereda de enfrente la mayor y dura crítica con los santacruceños Kirchner: «Yo no quiero que las retenciones sean coparticipables porque eso sería apropiarse de un pedazo de un mal impuesto. Quiero que se queden en el bolsillo de los productores, no conozco ningún chacarero que tenga cuenta en Suiza. Ellos reinvierten acá, en este país, mientras todavía no sabemos en qué se gastan otros recursos. En la Argentina, los impuestos antes se repartían 70% para las provincias, 30% para la Nación. Ahora es al revés en un país que se dice federal».

 Sesenta años, pero esta vez para una escuela: la del Cuerpo de Abogados del Estado, organismo que depende de la Procuración del Tesoro, con lo cual la responsabilidad del festejo quedó en manos de Osvaldo Guglielmino.
Generoso, invitó a colegas que lo anticiparon en el cargo ( Rodolfo Díaz, el duhaldista Rubén Citara), pero se excusó de convocarlo a Horacio Rosatti, quien también fue ministro de su propio gobierno. Razón: lo desprecia personalmente. Y él, como se sabe, lo personal suele incluirlo en las cuestiones oficiales.
Servicio breve, cambio de titularidades -Eugenio Palazzo es reemplazado al frente de la escuela por María José Rodríguez, conocida como «Cleopatra» por su cabello azabache y su particular flequillo-, versiones de que Guglielmino dejaría su puesto en manos de Rodolfo Iribarne, lo que significaría un declive para su padrino Carlos Zannini, ya afectado por la remoción de Miguel Peirano en Economía. Al respecto, comentaban que también Zannini estaría en conflicto con el sempiterno Moreno: le frenó el expediente por las retenciones a la minería. Debe creer que puede haber menos inversiones en el sector, nadie va a pensar que existen otras razones. Lo más simpático de la reunión fue el comentario sobre la jueza María Romilda Servini de Cubría: decían que la habían visto toda vestida de dorado en una discotheque, La France, pero en el festejo del colegio de su nieta, quien cantó con otras alumnas, mientras ella se dedicaba -olvidando la elegancia- a sacar no menos de 50 fotografías de la interpretación.

 Más cumpleaños y, como corresponde, el asesor adaptó el suyo al del jefe. Pero el del asesor fue más divertido, pues el jefe -Jorge Telerman-celebró módicamente en la sala contigua a su despacho en la Municipalidad, casi una despedida: varios ministros, legisladores (hasta un K como Juan Manuel Olmos) y el empresario Eduardo Elzstain. Mientras, su asesor Oscar Feito, en La Trastienda, organizó para sus 50 una fiesta de mayor relieve que incluyó, como si fuera una costumbre, la participación de una banda (Los Jurásicos) que dirige Augusto Rodríguez Larreta. Lo que obligó el comentario bromista del legislador Hugo Franco: «El pibe armó la banda, pero es el hermano el que armó la gran banda que reemplazará a Jorge» (por Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gabinete de Mauricio Macri).
Hubo una gigantografía con el diario del día en que nació Feito (también, hace medio siglo, se combatía el alza del costo de vida), actuación menos amateur del cómico Fabio Alberti, tres muchachas apetitosas y un alud de periodistas más gente de la política: el embajador Juan Pablo Lohlé (Brasil, Enrique Rodríguez, Cristian Rittondo, Juan Pablo Schiavi, Eduardo Angeloz hijo y Antonio Carrizo. Una sorpresa: Guillermo Seita, quien fue armador de conspiraciones en tiempos de Domingo Cavallo, luego se retiró a un gimnasio a meditar y, ahora, acompaña a Schiaretti en Córdoba. Mucha charla sobre las escuchas telefónicas de la SIDE -alguien hizo un pormenorizado detalle de la vida de Fernando Pocino, al que le atribuyen responsabilidad en este metier, incluyendo su ingreso de la mano de Enrique Nosiglia, también su delegación en Chile y, sobre todo, el contacto con la señora Cristina cuando estuvo derivado en el Congreso de la Nación.

 Algunos se le aproximaban a Lohle -aparentemente será confirmado-sobre la visita de Lula para la jura de Cristina y, de paso, ofrecerle un almuerzo en la residencia Pereda, el lunes 10, al primer ministro de Francia François Fillon- y, especialmente, en torno a una caza de brujas oficial en uno de los organismos dedicados al control estadístico (el IPEA). Ya desplazaron a cuatro, entre ellos a un argentino, se repiten situaciones como las del INDEC. Nada comentaba Lohlé, un cercano dijo: «En Brasil pasará esto, podrá ser peor, igual van a ser investment grade el año próximo».

Comentario extractado del diario Ambito Financiero, Sección "Charlas de quincho", Edición del día Lunes 03-12-2007.
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ROBERT MCLIAM WILSON, NOVELISTA IRLANDES DE BELFAST

“En la Argentina se le dio al miedo formas nuevas”

Viene de los arrabales industriales del Ulster y vive en París por el éxito de sus novelas. Como todo irlandés del Norte es experto en eso de vivir en una guerra civil en cámara lenta y en hacer cosas como comprar en “liquidaciones por bombas”. Original, transgresor, enterado de la Argentina, un visitante que piensa las cosas desde un ángulo particular.

Por Andrew Graham-Yooll

P–Los irlandeses se han beneficiado de los cambios políticos y económicos en la Unión Europea, pero aun así muchas veces vuelven sobre el tema del orgullo de clase, de la clase trabajadora pisoteada de Belfast, Irlanda del Norte, donde siempre se vuelve al pasado y al tema de clase en el contexto de la violencia, los “problemas”.
R–El orgullo de pertenecer a una clase trabajadora ha sido un elemento muy fuerte en la historia moderna y particularmente en Belfast, que estuvo a la par de esas ciudades del norte de Inglaterra y Escocia que vieron crecer a gigantes industriales. En Belfast esa historia tuvo un efecto enorme en los tiempos de recesión económica y de violencia política en los años ‘80. Belfast duplicó su población dos veces en cuarenta años en el siglo XIX, y rápidamente dominó la industria naviera, la de hilanderías de lino, de fabricación de sogas, en todo el mundo. Esa era la capital de Irlanda del Norte. Fue el centro, y esa dominación industrial duró tan sólo unos cuarenta años. Y se terminó. La población estalló en número, y cuando esos oficios y las industrias colapsaron, la gente se quedó con una gran ciudad donde realmente no sabía qué hacer.
P–¿Cómo se conecta esa decadencia, la pérdida de la razón del orgullo trabajador y el conflicto armado que vendría?
R–Se puede conectar el pasado con el conflicto. El orgullo de la clase obrera provenía de la necesidad y la conciencia de hacer algo. Lo reconozco casi biológicamente. Si hago algo con las manos en cualquier semana, siento como si fuera trabajo de veras, logré algo que se puede ver. La labor de músculo dignifica en una forma en que no lo hace la labor mental. Hace unos días estuve en Arlès (Francia) tratando de completar un escrito, y desde la ventana del departamento se veía el andamio en un obra enfrente. Aseguro que me daba vergüenza estar ahí tipeando en la PC, mientras los albañiles trabajaban. Sentí la misma vergüenza que recuerdo de los 16 años, cuando miraba trabajar a mi familia en Belfast. Ese orgullo de la clase trabajadora de Belfast se hizo más fuerte cuando desapareció el trabajo, porque el desempleo en algunas zonas, en las católicas principalmente, era un insulto que sólo se podía enfrentar con el orgullo de pertenecer a un grupo.
P–¿A qué edad se fue de Belfast?
R–A los 18. Me fui de casa a los 16, pero decidí terminar los estudios. Tuve un tiempo en la calle y ciertas dificultades, que hubieran sido mucho más complicadas en un lugar como Londres. Pero en Belfast, ser un chico de la calle en una ciudad de provincia es más fácil. Seguí yendo a la escuela, y me rajaba si me buscaban mis padres, aunque no me buscaban mucho. Por suerte era una escuela de módulo mixto (Grammar School, medio estatal, medio administración privada), y era católica. Si hubiera sido una escuela del estado británico no me hubieran dejado quedarme, sería ilegal por no estar a cargo de nadie. Los curas me dijeron que siguiera, que los boletines los mandarían a mi madre, como formalidad. Había una flexibilidad admirable.
P–Esto fue hace veinticinco años, aun en medio de los Problemas. Palabra extraña, ¿no?, para describir los tiempos de violencia en Irlanda del Norte.
R–Ah, no, a mí me parece que expresa el problema muy bien, los Problemas. No refleja esa sensación imperial de los británicos en otras partes, como Malasia o Chipre, o alguna colonia lejana. Para nosotros realmente fue un problema local, y la palabra tiene otro sentido. Creo que es así en Inglaterra también ahora. La palabra no tiene la asociación con disciplinar al colonizado de los años cincuenta. Tiene más que ver con un problema familiar, “familiares de mierda”, eso. Está dentro de los términos de “me peleo con mi padre, detesto a mi madre, odio la Navidad”, ese tipo de cosas que describe una familia difícil, no sólo en las peleas. En cierta forma, Problemas está perfecto para Irlanda del Norte porque describe un pésimo matrimonio, de veinticinco años: había una pareja peleada, y cada uno se parecía, vivía bajo el mismo techo, no se podía distanciar, y estaban totalmente obsesionada el uno con el otro con exclusión de todo lo demás. Era un Problema familiar. El lenguaje del conflicto de Irlanda del Norte no es lo mismo que la modificación del idioma que se hizo en otros países, entre ellos la Argentina. Es el caso de llamar Proceso a lo que ocurrió entre 1976 y 1983. Hubo varios casos desde la Segunda Guerra Mundial, no muchos, y la Argentina es uno. Esa práctica tiene una calidad muy moderna, que supone la incorporación del concepto de lo posible. En la Argentina hubo algo que trataba al miedo en formas nuevas. La gente descubría nuevas formas de terror. El miedo instalado por el régimen no era como el de Stalin, donde se sabía de dónde venía aun cuando uno creía que camarada Stalin desconocía lo peor. Se sabía que el terror salía directamente del Estado. No había nada extraño en eso. En el caso argentino el régimen era director y a la vez marginado de fuerzas oscuras. Las cosas feas venían de varias direcciones, de la guerrilla y de los hombres de uniforme. Existía el estado de sitio, una especie de toque de queda benévolo que se ignoraba, pero que podía ser invocado cuando se prohibían cosas como reuniones familiares. Esta clase de regla tiene cualidades mágicas, instalan el miedo a la oscuridad, el miedo a lo desconocido. La gente comienza a tenerse miedo, a no asociarse con familiares de detenidos, de una forma bastante diferente a lo que fue la Unión Soviética en los años ’30, y de ninguna forma comparable con lo de Irlanda del Norte. Las autoridades aquí necesitaban poco para imponer el miedo. La gente reaccionó al miedo muy hábilmente.
P–Esto trae a cuento el libro A Lexicon of Terror, “Un léxico del terror”, de la estadounidense Marguerite Feitlowitz, que hizo un estudio del discurso de Emilio Massera.
R–Es un libro muy conocido. Lo que observó fue que el eufemismo cargaba una amenaza muy especial, que lo que podía suceder no sólo era incontrolable, era inevitable. Eso le habla a lo más oscuro del ser humano, donde el miedo al poder supera todo, el poder desconocido cambia las leyes físicas del universo. Es una situación muy interesante porque no es fácil lograrla para un estado, una burocracia. Por lo general el análisis y la propaganda lo atribuyen a grupos insurgentes, a terroristas, a rebeldes. Pero lograr el poder del Estado e imponer esa forma de miedo muy real y especial me parece que se logró en la Argentina por primera vez. Y va a ser muy difícil copiar, a pesar de los manuales que se lo atribuyen a los muy distinguidos franceses en Argelia. Lo que descoloca en la violencia ideológica es su falta de pragmatismo. Si hay un hombre rico, no importa su fortuna, se lo mata. No se emplea a trabajadores, se los mata. La ideología mete miedo.
P–Vamos, me está hablando como si no hubiese habido miedo en Irlanda del Norte.
R–Hubo miedo. Irlanda del Norte dio dos cosas al mundo de la amenaza política. La primera, que la violencia es sustentable, duró mucho, no murieron tantos: 3500 en casi treinta años, y podía seguir. Esa cifra en Irak pertenece a una semana pesada, y eso no es sustentable por treinta años. La situación tuvo la magnitud de un inconveniente, un atoramiento del tránsito, una tormenta grande. Se podía vivir con facilidad. Cuando yo era chico mi ropa siempre venía de las liquidaciones de material “dañado por bombas”. Era normal. No era un liquidación de temporada, era “Liquidación por bombas”. Normal. La primera vez que entré a un comercio grande en Londres levanté los brazos, para que me revisaran. Acto automático en Belfast. Me di cuenta: qué boludo, parado ahí como un pito. Entonces estiré los brazos como si estuviera bostezando, para disimular. La segunda, Irlanda del Norte fue escenario del terrorismo “puro”, sin mayor proyección. La gente que murió en Irlanda del Norte, al margen de los delatores, no fue muerta por sí mismas sino por todos los demás, para que todos participaran del incidente. A medida que la situación se hizo sustentable, por el paso del tiempo, era más difícil llamar la atención. Los asesinos entonces buscaron formas más estilizadas, más desagradables. El IRA los llamaba “espectaculares”. Bombas grandes. Lo que está desapareciendo de la memoria es que el IRA cometía acciones horrendas a nivel individual. Les gustaba matar gente en frente de los niños. Eso a nadie le gustaba. No se podía escuchar algo así en el noticiero e ignorarlo. El asesinato frente a los niños perduraba. No asustaba, duraba. Había que tener cuidado cuando se iba a la puerta. Antes de irme de casa había visto situaciones peligrosas. A partir de cierto momento, era peligroso contestar un llamado a la puerta. Sonaba el timbre y al abrir la persona era baleada. Sucedió muchas veces. Una noche escuché el timbre y fui hacia la puerta y me pregunté si serían hombres con metrallas. Me di cuenta de que si yo pensaba eso estaba atrapado. Era fácil lograr la duda. No es necesario ir a la facultad para aprender eso.
P–Su primera novela, Ripley Bogle (en castellano lo publicó Tusquets), sobre un linyera irlandés en Londres, rebalsa ese tipo de instancia... Su publicación ofendió a muchos en Belfast, católicos y protestantes. ¿Cuándo la empezó a escribir?
R–Más o menos a los diecisiete, en 1980. En esa etapa me inspiraba Joyce, y un poco Nabokov.
P–Ripley Bogle entonces giraba en torno de la aplicación de todo lo leído a la realidad vivida, cosa que hace el personaje principal, con el nombre del título.
R–Fue la obra de un hombre muy joven (se publicó en 1998, cuando tenía 33 años). Comencé a escribir la novela a los 22. A esa edad es un texto desde donde el autor grita, “miren lo que hice, cuántas palabras que sé, miren todo lo que leí”. Eso disculpa muchas debilidades. Sin embargo, todos tenemos algo a esa edad que nunca volveremos a tener. Es una energía productiva que jamás volverá existir. Además, no se siente miedo. Yo escribí cuatro novelas con el mismo título antes de llegar a la publicada. Cambiaron muchísimo cada vez que las reescribía.
P–¿Quién era Ripley Bogle?
R–Un compañero de universidad que había ido al colegio en Edimburgo me dijo que había visto el nombre en esas placas que hay en muchas escuelas con los nombres de ex alumnos que murieron en diferentes guerras. En la placa estaba un Ripley Bogle y el nombre le había quedado en la memoria a mi compañero. Luego de publicar la novela me entrevistaron en la radio, o en TV, y recibí una carta de un hombre cuyo nombre era David Bogle. Ripley Bogle había sido su hermano. El hermano, piloto de la fuerza aérea (RAF), había muerto en 1946. No respondí de inmediato y cuando lo hice, el hombre, de 85 años y ciego, había muerto. Ay, qué mal me sentí. Luego encontré muchos Bogle. Hay varios de ese nombre en una comunidad caribeña en Londres. Uno se llama Metric Bogle. ¡Qué nombre! Siempre quise escribir, desde niño. Mis lecturas me inspiraban, agregaba personajes a lo leído. Comencé a leer a los ingleses del siglo XIX, tuve una temporada de Camus, le siguió Orwell, y a los quince descubrí James Joyce. ¡Wow! Fue fabuloso. Esa es la edad en que hay que leer a Joyce, porque le habla directamente a uno. Hay algo muy inmaduro en Joyce. Ahí decidí que yo escribiría algo. Luego fui a la universidad y se frenó todo.
P–Fue a la universidad... Pero antes me dijo que fue docente sin diploma.
R–Sí, enseñé en la universidad un tiempo, porque había leído mucho más que todos los demás. Me fui antes de terminar, sin diploma. Fui a la Universidad de Cambridge y abandoné, era lógico que abandonara. Logré entrar porque aun sin tener buenas notas de la secundaria, me presenté y pasé el examen de ingreso específicamente para las universidades de Oxford y Cambridge. Pasé porque había leído mucho.
P–En la etapa antes de la universidad, en Belfast, cuando comenzó a escribir, ¿lo hacía en la biblioteca?
R–No siempre. Estaba en la calle, borracho muchas veces, escribía en los pubs, en cafés. Trabajé de albañil. Lo de sin techo era esporádico, luego alquilaba una pieza porque tenía subsidio por desempleo. Después fui a la universidad. Escribí las primeras versiones de mi novela, me eduqué, fui a la universidad. Pude vivir como lo hice porque ése fue el último momento de la historia moderna en que eso se podía hacer. Tenía la ventaja de una buena escuela, que era la ruta al progreso de la clase trabajadora. Si uno andaba bien, podía seguir. Había logrado evadirme de la educación estatal, donde se decide por adelantado si uno va a salir adelante o quedar atrapado. Las ventajas existieron en el Reino Unido en la segunda mitad del siglo XX. Yo venía de lo más bajo. Ni siquiera tengo las marcas de la (vacuna) BCG porque los médicos no se animaban a entrar en el barrio donde yo vivía. Ninguno de mi grupo fue vacunado contra la polio. Era una zona salvaje. Yo me metí, por medio de los libros, en una buena escuela y en la mejor universidad. Utilicé el sistema. Si hubiera vivido en Inglaterra, y con tres años menos, todo eso hubiera sido imposible. Utilicé el sistema antes de que me alcanzaran los burócratas.
P–Usted es bastante más joven que aquella generación de ingleses de clase trabajadora (John Braine, Alan Sillitoe, y otros) que llegaron a la universidad a partir de los años ’50.
R–Pero venía de la misma banda, quizá de más abajo. Quizás hasta sintiendo la misma incertidumbre: ¿debe, puede, uno dejar su clase? ¿Rechaza uno su propia gente al educarse? En Irlanda y Escocia fue diferente a Inglaterra, porque en esos dos países la ruta tradicional a la educación está abierta a todos, en particular donde hay rivalidad entre protestantes y católicos. Los protestantes en las ciudades buscaron ser aprendices en las grandes industrias y astilleros. A los católicos no les daban trabajo, por lo que fueron al colegio, cada familia tenía un hijo cura, uno abogado, uno médico, etcétera. Fue una tradición, había enorme movilidad social en Irlanda del Norte. Está cambiando. En otros tiempos se veían las diferencias en las ventanas. Ventana católica, había libros. Ventana protestante, había herramientas. La clase media católica educada era profesional. La clase media protestante se dedicó al comercio y a la industria. Eso ha cambiado, pero aun ahora en la burguesía católica no hay más que una generación entre la profesión y la villa miseria. Conozco hombres con título, que hablan elegante, parecen aristócratas, y sé que a los diez años no tenían zapatos. Eso también hizo la diferencia en la violencia. Era una lucha entre dos clases trabajadoras que no se tocaban. En la lucha no había diferencia de clase, nada de izquierda ni derecha. Sólo la guerra. Eran nacionalismos que competían. A la clase media le fue bien durante los Problemas.
P–Usted vive en París, y vivió en Italia. ¿Qué fue lo que le hizo escapar del Reino Unido?
R–Parecen disfrutar más de la vida en Italia y Francia. Me gusta cómo disfrutan en sus ciudades.
P–Pero la vida es buena en Londres, o Manchester.
R–No, la vida es difícil. La cultura define a la vida como difícil, que es dura. Uno sobrevive la semana, arriba al fin de semana con la premisa de que hay que destruirse en borracheras o drogas. No es por placer, es porque la vida es dura. Además, me gusta ser un irlandés en París.

¿POR QUE ROBERT MCLIAM WILSON?
Lo leído, lo hablado, lo bebido
Por Andrew Graham-Yooll
A la ola de turismo cosmopolita que llega a la Argentina hay que agregar las excursiones de personalidades de la cultura. Robert McLiam Wilson (43), novelista irlandés, oriundo de Belfast, pasó por Buenos Aires y Jujuy, invitado por el British Council. Meteórico en sus reacciones, fumador constante, hombre con calle, venido de la pobreza urbana industrial de su país, lector obsesivo desde temprana edad, su reconocimiento proviene de dos novelas (entre media docena de libros publicados). La primera, Eureka Street (“La calle Eureka”, 1989), gira en torno de un joven que se hace rico de golpe en medio de la violencia de Belfast. La segunda novela, Ripley Bogle (1996), traducida a 26 idiomas y la más conocida, tiene por personaje a un linyera jovencito e irlandés que recorre Londres con sus memorias de una vida sufrida en Irlanda del Norte. La vivencia del joven de la calle arrasó en las librerías inglesas, enfureció en Belfast, y permitió a McLiam Wilson instalarse en Italia primero y luego en Francia.
El personaje de ficción, producto de los niveles sociales de la Irlanda indigente, es rechazado en la escuela primaria por infradotado, y para no volver a casa comienza, a los cinco años, a leer en la biblioteca pública. A los nueve es tan bien leído que es declarado un genio. El creador del linyera, McLiam Wilson, comenzó a leer con velocidad, hambre y furia algo más tarde, pero para los dieciocho años sus conocimientos de la literatura y los hechos del mundo le permitieron ganar una beca en la Universidad de Cambridge, en Inglaterra. De ahí se propuso ver al mundo a través de lo vivido, lo leído, y también lo bebido.
Vivió siete años en Londres. Regresó a Belfast para hacer una película para la BBC: “Convencido de que la odiaría, y me enamoré de la ciudad y de la que sería mi esposa. Me casé, tenía tantas ganas de tener mujer e hijos, que me olvidé de encamarme con todas, como hacen los muchachos hoy. ¡Qué imbécil!”.
Observaciones de McLiam Wilson: “Me gustó mucho la traducción al francés. Tuve un excelente traductor. Al leer la traducción pienso que todos los pasajes buenos son míos y los malos del traductor. La presentación en España fue un desastre, yo no estaba a tono con la situación”.
En los Estados Unidos, “mi novela fue un fracaso. No es lo que quieren. La colectividad irlandesa quiere historias de héroes. En realidad, si fuera a tener éxito en EE.UU. no me lo perdonaría. No quiero tener éxito ahí. En la presentación en Nueva York el pública me odiaba y yo los detestaba a ellos. La seguridad me tuvo que proteger, y a la vez frenar. Eran violentos porque no les gustaba ver cómo pintaba a la gente de Belfast, y soy católico y es mi gente. Los irlandeses emigrados son prostitutas de su pasado. Venden lo que no existe. Por Dios, se ponen polleras. Si la pollera (kilt) es horrible, es escocesa. Cómo la va usar un irlandés. Y usan bombines verdes, truchos, tan poco sinceros. Esos que hacen profesión de irlandeses son una basura. Seamus Heaney (poeta, Premio Nobel) es una prostituta. Cruza el Atlántico ida y vuelta, escribiendo de verdes cerros nacionalistas”.
Este diálogo tuvo lugar en Buenos Aires, antes de que viajara a Jujuy. Fumaba un cigarrillo tras otro. A la noche se fue a la cancha de Boca a ver un partido. “La gente encargada de cuidarme no quería ir. Estaban preocupados por mi seguridad. Los irlandeses sobrevivimos a todo. Les digo a los ingleses que si quieren sobrevivir, que se hagan pasar por irlandeses.”
 #80584  por Pandilla
 
Viernes, 07 de Diciembre de 2007

ENTREVISTA CON MARCELO CAVAROZZI, POLITOLOGO

“La tarea es recomponer los espacios de integración social”

Para Cavarozzi, la Argentina está dividida en cuatro circuitos sociales escindidos y ninguna de las fuerzas políticas vigentes logra comunicarlos. Revertir esa tendencia iniciada con la dictadura, señala, requiere reconstruir un Estado capaz de generar la inclusión de los diferentes sectores.
Por Javier Lorca

Marcelo Cavarozzi propone una mirada de tiempos largos para analizar el presente político y las urgencias que enfrentará el nuevo gobierno. Examina el devenir argentino y advierte una persistente escisión entre cuatro “circuitos sociales” incomunicados por la ausencia de un Estado en cuya reconstrucción “se ha avanzado muy poco en los últimos cinco años”. Lo que conlleva un mismo riesgo para el oficialismo y la oposición: “Es potencialmente peligroso tanto suponer que se va a poder seguir cimentando una mayoría electoral en los escombros de la Argentina rota, como suponer que los miembros ilustrados de la Argentina moderna les tienen que enseñar a los pobres cómo votar y comportarse”, dice Cavarozzi, decano de la Escuela de Política y Gobierno (Unsam).

P–¿Concuerda con las interpretaciones dominantes sobre el escenario poselectoral, las que señalan un corte entre las grandes ciudades y el resto del país, o entre clases populares y clases medias altas, o una reaparición de la dicotomía peronismo-antiperonismo?

R–No me atrae ninguna de esas explicaciones. La que menos me atrae es la que plantea peronismo-antiperonismo: esa dicotomía ya no funciona, no tiene en la sociedad argentina la encarnadura que llevó a que por décadas existiera un enfrentamiento entre dos subculturas políticas antagónicas. No es más así, ni creo que lo vuelva a ser. Descartada esa explicación, se podría pensar a la sociedad argentina organizada en torno de cuatro circuitos que se tocan muy poco entre sí. El hecho de que estos circuitos se toquen poco entre sí tiene que ver con la erosión de la política. La paradoja de la Argentina hasta los ’70 fue que la política era muy turbulenta –a veces tanto que era letal–, pero era una actividad que vinculaba a los diferentes circuitos de la sociedad, los enlazaba. Ese funcionamiento de la política estructuraba a la Argentina desde el siglo XIX, pero a partir del gobierno militar, se produjeron tres oleadas de destrucción de esa cultura política.

P–¿Cómo operaron?

R–La primera oleada fue el gobierno militar mismo, que profundizó un proceso de destrucción de redes sociales, del Estado de derecho e incluso de cuadros públicos. Para tomar un solo ejemplo, el del INTA, que fue casi desmantelado. La segunda oleada vino por el feroz impacto de la deuda, que coincidió con la democracia. En vez de aportar fondos a la sociedad, el Estado pasó a succionar fondos para pagar servicios de la deuda: dejó de ser un Estado subsidiador para transformarse en un Estado succionador. Al romperse el pacto fiscal, perdió la capacidad de convertirse en ancla de una serie de mecanismos que se dirigían a generar espacios de igualdad. Un ejemplo: el desfinanciamiento de la escuela pública, que era autoritaria pero integraba a los pobres con la clase media. La crisis hiperinflacionaria es la culminación de esta oleada de destrucción de la política. Sobre esa circunstancia se monta el imaginario neoliberal, con un discurso antiestatista, la tercera oleada, que destruye política al proponer una actitud pasiva, les dice a los ciudadanos que no se involucren, que la política es una combinación de voto, farándula y clientelismo. Este proceso culmina en la crisis del default, en 2001.

P–Mencionaba cuatro circuitos sociales...

R–Hasta 1975 el funcionamiento estatal político de la sociedad permitía integrar a los cuatro circuitos que voy a describir. Primero, un circuito muy pequeño hasta los ’80, que se expande fenomenalmente con la importancia que cobran los mercados financieros en la geopolítica mundial: es la “Argentina trasnacionalizada”, que crece medrando en el derrumbe del Estado en los ’90, la Argentina de los ricos, los sectores integrados al mercado y la cultura mundial, altos asalariados... que englobaría a un 8 o 10 por ciento de la sociedad. Debajo está la “Argentina moderna”, la que durante cien años se desplegó apoyándose en los sucesivos enviones de crecimiento que generó el Estado. Los ciclos de integración vinculados al radicalismo, el peronismo y el desarrollismo fueron añadiendo como anillos a más sectores sociales dentro de esa Argentina. Este circuito no se puede identificar con clases sociales, sino en términos de actores que se movían en espacios y actividades compartidas. No sólo hay mejoras económicas para estos actores, también hay pérdida de distancias sociales. A partir del ’75, de este circuito se empieza a desprender la “Argentina rota”, el tercer circuito, los que compartían la “Argentina moderna” desde los estratos más bajos, sectores que dependían de las redes de seguridad estatal para su supervivencia e integración social. Cuando se desgaja el Estado, van perdiendo beneficios y espacios. Los lazos entre la “Argentina moderna” y la “Argentina rota” se han debilitado enormemente. El hijo de trabajadores que antes iba a una escuela pública razonable junto al hijo de un comerciante y con maestros bien entrenados, ahora va a una escuela deteriorada, con maestros mal formados y no comparte espacios con las clases medias. Peor todavía, estos circuitos tienden a segregarse espacialmente, en guetos de pobres y guetos de ricos, como señala Rubén Kaztman. Este es el 30 o 40 por ciento de la población, los que no zafaron. Ahora están un poco mejor en cuanto a ciertas redes mínimas, pero no en su integración social. Debajo de todo está la “Argentina sumergida”, la que nunca se integró: los pocos campesinos pobres que hay en el país, los indígenas... Esa Argentina se ha expandido: al fondo del pozo se han caído muchas familias de los últimos migrantes a las zonas metropolitanas, los pobres del Gran Buenos Aires que no sólo viven de, sino sobre la basura.

P–¿Cómo se expresó esa disgregación social en las elecciones?

R–Ninguna de las propuestas electorales logró cruzar esos circuitos. En ese sentido, es potencialmente peligroso, a mediano plazo, tanto suponer que se va a poder seguir cimentando una mayoría electoral en los escombros de la “Argentina rota”, como suponer que los miembros ilustrados de la “Argentina moderna” les tienen que enseñar a los pobres cómo votar y cómo comportarse. Los principales actores políticos fracasan en organizar esos mecanismos, que sin duda en su momento supieron organizar el peronismo y el radicalismo como profundas máquinas integradoras. Más allá de cuántos votos reciban hoy, perdieron esa capacidad.

P–¿La continuidad del peronismo en el poder no atestigua cierta articulación, al menos superior a la de sus adversarios?

R–Claro, tiene un éxito mayor en cuanto a su supervivencia como maquinaria de poder, es mucho más hábil. El ejemplo más dramático de esa “habilidad” del peronismo es que quien paga el costo de romper con la Convertibilidad es el gobierno de la Alianza. El hecho de que el peronismo evite ocupar el centro del escenario en esa ruptura explica que conserve un umbral de votos que, a nivel nacional, pierde el radicalismo. Esto no quiere decir que desaparezcan los múltiples partidos radicales que existen en muchas provincias... El problema del radicalismo es que las bases de poder local no las puede articular en una maquinaria nacional. Y la Argentina es un país presidencialista, donde el PE nacional controla muchos recursos. La pérdida de capacidad para llegar a ese premio mayor, que es la presidencia, es letal para un partido que no pretenda limitarse al vecinalismo. Que los dos últimos gobiernos radicales hayan afrontado las dos crisis más graves de los últimos 25 años tiene un costo.

P–En un contexto de fragmentación social, ¿qué cuestiones deberían encabezar la agenda política y económica del próximo gobierno?

R–El desafío que se le presenta a la política es harto complicado. No simplemente se trata de recrear redes de mínima prestación para la “Argentina rota”, de aprovechar las capacidades dinámicas de la “Argentina moderna”, de rescatar a esa “Argentina sumergida”, sino que la tarea es recomponer el funcionamiento de los espacios de integración social, de enlazamiento, que podríamos llamar las áreas de igualdad. ¿Cómo se hace eso en un momento de descrédito de la política? Es muy difícil. Implica cumplir con varios requisitos que no garantizan el éxito. Primero, reconstruir un Estado que pueda efectivamente regular, que pueda discernir la calidad del agua –o de la educación– que les llega a los pobres –no sólo si les llega– y efectivamente mejorarla. Un Estado que pueda regular a las empresas privadas, que tienden a pensar salvajemente sus beneficios de corto plazo. Un Estado, también, que actúe en aquellos espacios que no son atractivos para la actividad privada. En esta reconstrucción del Estado se ha avanzado muy poco en los últimos cinco años: en la primera mitad nos dedicamos a salir del pozo, pero en la siguiente mitad no se ha empezado a discutir políticamente cómo reconstruir el Estado. Para eso, hacen falta herramientas que han sido severamente erosionadas por esas oleadas de destrucción de la política. En particular, los partidos.

P–¿Qué tendencias observa en el sistema político? ¿Desaparece definitivamente el bipartidismo?

R–La tendencia, a partir del ’91, es que a nivel nacional va quedando una sola sigla, el PJ, con sus diferentes ropajes de época. Mientras que en casi todas las provincias tenemos sistemas bipartidarios o multipartidarios. Y esto es un problema: un modelo que tiende al unipartidismo es inestable. Si una sola sigla tiene la capacidad de articular el funcionamiento de diferentes espacios provinciales, es inestable en la medida en que es muy difícil encontrar reglas de gobierno que no sean autoritarias. La alternancia y la existencia de competencia política producen incentivos que hacen más posible –aunque no segura– la generación de mecanismos estables de funcionamiento de la política. Paradójicamente, al partido gobernante le convendría una oposición con posibilidad de ganar elecciones. Esperemos que el PJ encuentre una manera de organizar sus diferencias internas que no sea desastrosa para el resto del país. Por otra parte, los sistemas unipartidarios no generan los incentivos suficientes para que la elite dominante supere los equilibrios favorables del corto plazo. El actual gobierno todavía no encuentra el modo de aceptar y resolver los dilemas que genera una sociedad demandante, y los inevitables conflictos de intereses. En el plano más superficial esto se manifiesta en la incapacidad para negociar políticamente la inflación, para afrontar los importantes costos sociales que exigen inversiones infraestructurales de largo plazo. O para encarar una reforma fiscal que grave a los sectores de altos ingresos justamente. O, entre otros problemas, atacar la crisis de la educación pública. Es el dilema que enfrenta el nuevo gobierno: más allá de los nombres de nuevos ministros, o de las medidas focalizadas que se puedan tomar, estamos en una etapa diferente que ofrece una oportunidad importante a la sociedad argentina, pero afrontar los dilemas que genera esta oportunidad es políticamente costoso. Tampoco esto es planteado por ninguna de las oposiciones. Una oposición piensa que el país se puede manejar como una empresa y no es así. Y las oposiciones progresistas también le esquivan el bulto a adoptar posiciones sobre los dilemas que afronta el Gobierno.
 #81139  por Pandilla
 
Un Dialogo fuerte e interesante:

Dialogos
Domingo, 09 de Diciembre de 2007
DAVID YALLOP, ESCRITOR INGLES, CRITICO ACERRIMO DE LA IGLESIA

“Entrar en el Vaticano es como lavarse en un mar de hijoputez”

Vino a Buenos Aires a presentar su último libro, El poder y la gloria, un estudio lapidario del reinado de Juan Pablo II. Es un experto en la Iglesia como institución del poder, de sus complicidades y de funcionarios como Pío Laghi, el nuncio durante la dictadura, “que no sé cómo hace para dormir con su conciencia, no debe tener una”.

Por Washington Uranga

Para David Yallop no hay mayor diferencia entre Benedicto XVI y Juan Pablo II. Es más. Asegura que el Papa actual “es la prueba patente de que existe la vida después de la muerte”. Sostiene que “Ratzinger es Wojtyla sin carisma” y esto no representa ningún elogio para el Papa actual, si se tiene en cuenta el crítico perfil que el escritor británico hace de Juan Pablo II, como un hombre ambicioso de poder. “La Iglesia es una organización carente de ambición política; en secreto, sin embargo, y a veces no tanto, invariablemente tiene una agenda política”, escribió Yallop en su último libro, El poder y la gloria. Juan Pablo II: ¿santo o político? Verborrágico, Yallop habla, argumenta, pregunta y se contesta aportando datos y refiriendo anécdotas mientras saborea un té (“por favor, con leche fría”), elogia a Buenos Aires y se queja de los fotógrafos que “me sacan a pasear y todos quieren una foto especial, cada una más extraña”. Teme que el próximo Papa sea “del Opus Dei”, aunque él preferiría que sea “del Tercer Mundo” o, mejor aún, “una mujer negra”. En el diálogo salen los temas más diversos: teología de la liberación, pedofilia, homosexualidad, celibato, las dictaduras latinoamericanas, Ronald Reagan y Leonardo Boff. Pero todas las alusiones giran en torno de la Iglesia y el poder.

P–En varios de sus trabajos usted vincula de distintas maneras a la Iglesia Católica Romana con el poder. ¿Por qué insiste en el tema del poder en relación con la Iglesia?

R–Una famosa expresión respecto del poder dice que “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe en forma absoluta”. Yo creo que de eso se trata cuando uno observa a la Iglesia Católica Romana: de la búsqueda del poder a través de muchos cientos de años. Después de haber perdido los estados pontificios, el poder terrenal de la Iglesia quedó reducido a unas tierras del tamaño del parque St. James de Londres. Desde 1927, cuando se firmó el Tratado de Letrán con Italia (que dio origen al Estado Vaticano), creo que la Iglesia quiere compensar la falta de territorio extendiendo los brazos y aliándose con quienes tienen poder. Es el típico ejemplo que cito en el libro acerca de la relación entre el papa Juan Pablo II y Ronald Reagan, cada uno con su propia agenda. En algunas áreas, pero no en todas, la filosofía de ambos coincidía. Por ejemplo, respecto de Polonia o en relación con la Teología de la Liberación, ambos coincidían. Justamente la teología de la liberación y el apoyo del Papa a las políticas de Reagan en los años ’70, fueron las principales razones que me movieron a escribir este libro. Porque como resultado de esa alianza y de que el Papa haya hablado públicamente a favor de lo que Reagan estaba haciendo, mucho más cientos de miles de personas murieron asesinadas en Centro- américa. Es un crimen perfecto. A diferencia de los asesinatos y de los homicidios de Ruanda, esto es algo que no se ha reconocido. Creo que antes de este libro nadie estableció la conexión entre la bendición del Papa y lo que implicaba esa bendición. Parte de las pruebas son documentos que no han visto la luz antes. Por ejemplo: entré a la biblioteca de Reagan y encontré tres cartas que prueban lo que digo. Me llama mucho la atención el abuso del poder que hacen los gobiernos y la falta de democracia que se desprende de esas acciones.

P–Si observamos el escenario mundial podemos ver que cada vez más el ejercicio del poder está vinculado con discursos religiosos, no sólo católicos. Hay muchas acciones relacionadas con el poder que se apoyan en justificaciones religiosas de distinto signo. Bush utilizó argumentos cristianos para avanzar sobre Irak. Si esto es así, ¿por qué solamente elegir al Papa y a la Iglesia Católica Romana?

R–Porque el Papa tiene más seguidores que todos los demás juntos. Durante gran parte de mi vida, y antes todavía más, y admitiendo que esa realidad está cambiando hoy, la influencia de la Iglesia ha llegado muy lejos. Y esa influencia en muchos casos ha sido contraproducente y destructiva. Con toda pasión sostengo que los dos grandes males a los que yo he estado expuesto durante mi vida son el nacionalismo y el fundamentalismo religioso.

P–¿No hay posibilidad de procesos de liberación vinculados a fenómenos o experiencias religiosas?

R–Depende de quien conduzca esas experiencias religiosas. Por ejemplo: distinto sería si el padre Leonardo Boff hubiera sido Papa. Creo que con esto ya le contesté la pregunta. En mi fantasía el Papa debería ser alguien así, como Leonardo Boff. En una entrevista me preguntaron ¿quién le gustaría que sea el próximo Papa? Contesté: una mujer negra. Se rieron. Sé que me estoy yendo del tema, pero insisto en que sería bueno tener un Papa del Tercer Mundo.

P–El Papa y la Iglesia institucional criticaron la Teología de la Liberación. Usted lo marca en el libro. Pero también hay muchos cristianos comprometidos en procesos de liberación y en procesos revolucionarios como el de Nicaragua.

R–Pero ya vio lo que pasó con eso. El Papa silenció la cosa...

P–Es verdad. Pero en Nicaragua además del cardenal Miguel Obando existe también Ernesto Cardenal, que también es cristiano.

R–Absolutamente cierto. Usted está abonando mi teoría. Por oposición a este Papa “mala cabeza”, una gran parte del movimiento de liberación en América latina era cristiano. Pero el Papa nunca lo aceptó. El quería control, no creía en la democracia. De hecho más de una vez se lo ha escuchado hablar en contra de la democracia, señalándola como una forma inferior. Después de todo él rige un estado totalitario. Pienso que las acciones de la Iglesia no hablan de crecimiento sino de una implosión. Es la destrucción de la Iglesia. Y creo que esto no es del último tiempo. Tengo 70 años y he visto la declinación del poder de la Iglesia a lo largo de mi vida. Es impresionante. La gente deja de ser católica para hacerse evangelista porque considera que, bien o mal, esa estructura les brinda más libertad. El Papa actual, en una actitud que demuestra qué lejos está de la realidad, ya ha condenado por lo menos en diez ocasiones al rock como algo demoníaco. Yo veo todos los días la cantidad de menores de 25 años que dejan de ser católicos. Esto trae más y más destrucción.

P–En el libro usted establece relaciones entre Iglesia Católica, dictaduras, narcotráfico y centros de poder mundial. ¿Qué es hoy entonces la Iglesia Católica Romana? ¿Una suerte de cobertura de la alianza entre todos esos factores?

R–Una multinacional. Hay un capítulo en mi libro que se titula “Vaticano Sociedad Anónima”. Hay intereses que se comparten entre la Iglesia, el narcotráfico... con el apartheid en Sudáfrica, por ejemplo. El régimen sudafricano de ese momento invirtió mucho en el Vaticano y el Vaticano, a su vez, invirtió mucho en el régimen a través del banco del Vaticano. Cuando uno piensa en el apartheid y piensa en los principios de la Iglesia, no se lo puede explicar. Albino Luciani (Juan Pablo I) quería volver a los principios del cristianismo. Lamentablemente lo callaron antes de poder dar el primer paso. El comportamiento de la Iglesia actual es muy poco cristiano si observamos los principios de los orígenes del cristianismo.

P–En varias ocasiones usted se refirió críticamente al cardenal Pío Laghi, que fue nuncio en la Argentina y que ha sido seriamente cuestionado aquí por sus relaciones con la dictadura.

R–Varios regímenes de derecha en América latina fueron alentados por cardenales como Jorge Medina (Chile), Angelo Sodano (n. de r: ex nuncio en Chile), que después se convirtió en secretario de Estado, y Pío Laghi. A ellos hay que agregar el cardenal alemán Hofmann. Este grupo convenció al Papa de la peligrosidad de la Teología de la Liberación. Si uno mira las relaciones de Pío Laghi en la Argentina queda clara cuál era la intención. Lo mandaron a la Argentina en los setenta, en el momento pico de la represión. Como nuncio papal tuvo actividades inusuales mientras estaba en Buenos Aires. En 1976 habló ante la Armada y justificó, desde la perspectiva de la Iglesia Católica, la idea de la guerra justa. Laghi es un hombre que se opone a la teología de la liberación. No me puedo imaginar cómo puede vivir con su conciencia. Yo creería que no la tiene.

P–En su libro usted sostiene que el 20 por ciento de las promociones internas en el Vaticano tienen que ver con relaciones homosexuales. ¿Qué tiene que ver este tema con el estilo de gobierno de la Iglesia y con la institución del celibato?

R–La conexión con el celibato es que el celibato es para otros. No para ellos. No sé si en este grupo al que se refiere hay una conexión de tipo político. Lo que tienen en común es la búsqueda del poder y la forma efectiva de conseguirlo es establecer una vinculación homosexual con un obispo o un cardenal o ciertos miembros destacados de la curia, de tal manera que esa persona se transforme en su mecenas. Y de esta manera se comienza a subir la escalera. Es el poder, otra vez el poder. Hace poco salió a la luz la situación de un monseñor del Vaticano que reconoció su homosexualidad y amenazó con decir todo lo que sabe sobre el tema. De hecho, si lo hace, le va a doler la garganta. No tengo ninguna objeción a la condición homosexual, lo que me importa es la hipocresía. Salvo en una marcha gay, nunca he visto tanta concentración de homosexuales como en el Vaticano y en las universidades americanas e inglesas. Entrar en el Vaticano es como lavarse en un mar de hijoputez. Juan Pablo II se paraba en la Plaza de San Pedro y a los gritos hablaba contra la homosexualidad, y en el mismo momento detrás de él la estaban practicando. Y cuando alguien estaba a punto de ser denunciado públicamente él los protegía. Es el caso del padre Marcial Maciel, mexicano y fundador de los Legionarios de Cristo. Cuando la gente lo denunció ante el Papa por pedofilia, a través de las declaraciones juradas de siete hombres, lo que hizo Juan Pablo II fue ponderarlo diciendo que era un hombre influyente para bien. Es muy perverso decir esto cuando se están aportando pruebas de que ese hombre abusa sexualmente de los jóvenes que llegan hasta él. Hay muchos amigos cercanos del Papa que eran pedófilos, muchos identificados públicamente, y sin excepción la actitud fue protegerlos, defenderlos, enojarse e injuriar a aquellos que los señalaban.

P–¿Cuál es la diferencia entre Benedicto XVI y Juan Pablo II?

R–Ninguna. Es la prueba latente de que existe la vida después de la muerte. Este es Wojtyla. Ratzinger y Wojtyla eran culo y calzón cuando Juan Pablo II vivía. Y este hombre lleva hoy adelante una agenda que es la de Juan Pablo II. Ratzinger es Wojtyla sin carisma. Al Papa le hicieron una operación y le sacaron el carisma. Lo que queda es una versión no carismática de Juan Pablo II. Lo que me preocupa es la fuerza creciente del Opus Dei en la Iglesia. Ellos son los que sostienen a Ratzinger y si no tenemos cuidado quizás ellos, los del Opus Dei, sean el futuro de la Iglesia. Si no tenemos cuidado vamos a tener un Papa miembro del Opus. Quizás esto sería bueno, porque serviría para acelerar la destrucción que ya está en marcha.

P–¿Usted es religioso?

R–Me pregunta algo muy profundo. Es como preguntarme qué es la vida. Depende de lo que quiera decir “religioso”. Si por eso se entiende ir a misa, no soy religioso. No voy a misa. Soy una persona que creció en la fe católica, que fue a una escuela católica, con una gran influencia de mi madre católica. Pero no me es fácil contestarle. Durante muchos años dije que era agnóstico. Mi mujer no es católica, es presbiteriana. Ella me ha preguntado: ¿si te mueres, tengo que llamar un sacerdote? Yo dije: no estaría mal. Pero quiero que tengas la seguridad de que no es un reaccionario. Yo quiero un sacerdote con pensamiento liberal, democrático. Si ser religioso es intervenir, como un “buen samaritano”, en favor de una persona a la que alguien está atacando en la calle, me considero religioso. Si por religioso se entiende alguien ortodoxo, debo decirle que hay muy poco de ortodoxo en mi. Estaría muy contento de volver a la mirada de Cristo, esa que han abandonado los papas.


Un estudioso de la Iglesia
A los setenta años (nació el 27 de enero de 1937) el escritor y periodista David Yallop no tiene la más mínima restricción a la hora de decir que sus libros, fruto de largas investigaciones, le han acarreado malestares, críticas y persecuciones. Casado dos veces, este británico que tiene cinco hijos y se sigue considerando un “hombre religioso”, tampoco se limita a la hora de señalar que se le hace difícil conseguir “editores con los cojones suficientes” para ser capaces de publicar sus libros. “Y después hay que escuchar las observaciones de los abogados”, subraya.
En 1984 publicó una de sus obras más famosas: Por voluntad de Dios. Allí explicó su versión acerca de la muerte de Albino Luciani, el papa Juan Pablo I, a quien según afirma asesinaron mediante envenenamiento para evitar un giro de la Iglesia hacia las fuentes del cristianismo, algo temido tanto por la estructura eclesiástica como por sus aliados del poder internacional. En esa obra reveló la corrupción vaticana, en particular los negociados del Banco Ambrosiano en los cuales estuvo involucrada la Santa Sede. El arzobispo Paul Marcinkus es uno de los denunciados junto con Roberto Calvi, titular del banco italiano.
Varias de las obras de Yallop incursionan en el análisis de hechos policiales, en algunos casos de crímenes no resueltos. Su último libro, El poder y la gloria (Planeta, 684 páginas), puede entenderse como una biografía de Juan Pablo II, pero es, sobre todo, una denuncia de las relaciones de la institución eclesiástica con el poder internacional, en particular con los Estados Unidos, de sus relaciones con el narcotráfico y las dictaduras latinoamericanas. Basándose en documentos de la propia Iglesia, en discursos papales, en informes judiciales y de gobiernos, sumados a investigaciones periodísticas, Yallop explica por qué Juan Pablo II condenó a la Teología de la Liberación y al mismo tiempo desistió de tomar medidas contra obispos y sacerdotes acusados de pedofilia en Estados Unidos y otras partes del mundo y de cuyos abusos recibió pruebas de parte de miembros de la Iglesia y de gente de fuera del ámbito eclesiástico.
 #81954  por Pandilla
 
Michetti: "Sería un gran fracaso no resolver los temas metropolitanos"
Exhortó así a la Presidenta y a Scioli

Miércoles 12 de diciembre de 2007 | Publicado en la Edición impresa 

Son las 17.15 del martes y Gabriela Michetti acaba de recibir las tarjetas personales que la presentan como vicejefa de gobierno porteño. Las mira durante varios segundos y sonríe. Parece que llegan justo a tiempo: en su flamante despacho del segundo piso del Palacio Municipal, confiesa a LA NACION que empieza a sentirse cómoda con su cargo, después de 48 horas de sentir "la tensión por la responsabilidad" de su nuevo papel.

Responde que todavía no recibió ningún llamado telefónico del gobierno nacional para darle la bienvenida como autoridad de la ciudad, pero que tampoco lo espera porque "no se estila". Y reflexiona: "Nosotros tenemos una muy importante predisposición para trabajar con la Nación y con la provincia de Buenos Aires en los temas interjurisdiccionales, como la seguridad y el transporte. Sería un gran fracaso de las tres gestiones si no avanzamos en resolver las cuestiones metropolitanas".

Retoma así la funcionaria algunos lineamientos del discurso que su amigo y jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, brindó domingo último al jurar ante la Legislatura.

P-¿Qué mensaje envía a Cristina Kirchner y a Daniel Scioli?

R-Que nos tenemos que sentar a trabajar juntos, para que la ciudadanía nos vea tratando de conciliar políticas con seriedad, independientemente de los signos políticos. Los tres gobiernos deberíamos sentirnos muy frustrados en 2011, si no hemos logrado, como mínimo, empezar a solucionar los problemas comunes.

P-¿El hecho de ser mujeres servirá para un mayor entendimiento entre usted y la Presidenta?

R-[Piensa un rato antes de contestar] Ojalá que ser mujeres influya y pueda ponerse en juego. El componente de lo femenino facilita la posibilidad de la empatía y de reconocer el lugar desde donde habla el otro. Pero eso no necesariamente va a pasar. Depende de la voluntad de conciliar.

P-¿Le pidieron una reunión por el traspaso de la policía?

R-A ella no. Lo tenemos pendiente. El último pedido fue a la gestión de su marido y no hubo respuesta.

* * *

Michetti dice estar feliz por haber recuperado el look informal de jeans y zapatillas, luego de dos días de vestir arreglada para su jura y la de los ministros del gabinete. También, por haber instalado en su despacho del Poder Ejecutivo los adornos y objetos personales que tenía en su oficina de la Legislatura, a la que igual seguirá relacionada como presidenta del cuerpo y ya no como diputada.

P-Traje mi plantita, la foto con mi hijo Lautaro, otra de papá y mamá, mi fuente de caramelos, mi Virgen de Luján. Y sentí, al fin, que éste era mi lugar.

P-¿Va a estar en este despacho o en la Legislatura?

R-Todavía no lo tengo definido. Creo que hay que tener la flexibilidad suficiente para ir viendo. Por ahora estoy acá, cerca de Mauricio; los dos tenemos la necesidad de estar en contacto y de compartir decisiones. Tampoco quiero perder presencia ni mi rol en la Legislatura para acompañar a Diego Santilli y a nuestros diputados. Presidiré algunas sesiones, en las que se traten temas álgidos.

P-¿Qué leyes enviarán a la Legislatura?

R-Las que crean las agencias ambiental, de turismo y de control comunal.

P-¿Se va a acabar la corrupción en las inspecciones?

R-Sí, si uno logra la profesionalidad de los recursos humanos, y separarlos de la política. Ese es el espíritu de la agencia, lo que no significa desprenderse del poder de policía, que es una atribución del jefe de gobierno.

P-¿Van a combatir la burocracia y la existencia de empleados que supuestamente no trabajan?

R-Nosotros creemos que el Estado y sus empleados deben estar comprometidos al servicio de los ciudadanos. Los funcionarios y empleados que tengan esa vocación de servicio y ese compromiso van a estar totalmente estimulados y amparados. Los que no, van a tener que entender que no pueden formar parte de este Estado.

P-No creerá que darán un paso al costado tan fácilmente...

R-Una vez que estén identificados, se trabajará caso por caso y habrá que evaluar las herramientas correspondientes. Pero nosotros no venimos a sacar gente, sino a darle una función de servicio. El que se comprometa se quedará.

Por Angeles Castro
De la Redacción de LA NACION
 #81977  por Pandilla
 
Los intelectuales del mundo y LA NACION

“Hoy, la mujer es muy superior al hombre”
Lo dice Gary Becker, nobel de Economía

Miércoles 12 de diciembre de 2007 | Publicado en la Edición impresa


Produce un fuerte contraste dialogar con Gary Becker, premio nobel de Economía 1992: su figura endeble y su hablar pausado chocan con lo provocativo de sus ideas. Sirva ésta como ejemplo: “La mujer se convirtió en un ser muy superior al hombre”.

Nacido hace 77 años en un pequeño pueblo minero de Pensilvania, de joven se enamoró de las matemáticas. Es uno de los investigadores que más ayudaron a expandir las fronteras de la economía, por haber sido de los primeros que comenzaron a estudiar temas del comportamiento humano usando herramientas de teoría económica.

Durante décadas, Becker fue resistido y hasta tratado con hostilidad por sus colegas, que no lo consideraban un economista. Mientras tanto, los sociólogos desconfiaban de él justamente porque era un economista.

A comienzos de la década del 50 descubrió, durante un curso de Milton Friedman, que la teoría económica servía para analizar el mundo real. Escribió mucho sobre estos temas en los años 60 y 70. En 1981 publicó un tratado sobre la familia y después se animó a escribir libros de divulgación y columnas periodísticas. En 1992 obtuvo el Nobel por haber extendido el análisis microeconómico a un amplio temario de cuestiones relativas al comportamiento humano. Becker está casado con Guity Nashat, una historiadora dedicada a temas de Medio Oriente. Se desempeña en la Universidad de Chicago. Vino por tercera vez al país, en este caso para brindar una conferencia sobre drogas y crimen en el Laboratorio de Investigaciones sobre Crimen (Licip) de la Universidad Torcuato Di Tella. Se encontró con el ministro Aníbal Fernández, con quien habló animadamente sobre seguridad.

P-Durante mucho tiempo usted fue ignorado por sus colegas economistas. ¿Ha cambiado la opinión de ellos sobre su trabajo?

R-Absolutamente. Los economistas jóvenes están incursionando cada vez más en este tipo de temas. Ya no soy ignorado. He tenido mucho reconocimiento y muchos premios últimamente.

P-Usted ha sido pionero en el estudio de cuestiones aparentemente no económicas. ¿Por qué decidió investigar sobre esos temas?

R-Porque comprendí que las herramientas de los economistas son escasas o malas para discutir problemas relacionados con familia, minorías, educación, crimen, altruismo, discriminación, adicciones, etc. Cuanto más trabajaba más me convencía de que estaba en lo correcto.

P-¿Qué quiso entender al estudiar temas relacionados con la familia?

R-La familia es la clave para el desarrollo de la humanidad. Si repasamos la historia, en los últimos 50 años hemos visto los cambios más radicales en la familia: altas tasas de divorcios, cada vez menos hijos, padres que no viven con sus hijos, el nuevo papel de la mujer, entre otros. Las mujeres están cada vez mejor educadas. Tienen menos hijos y, por consiguiente, más tiempo para ellas. Ya no pasan su vida criando niños: ahora trabajan. El mercado aprecia las habilidades de las mujeres, el conocimiento, y no la fuerza. En muchos países, como los Estados Unidos, más mujeres van a la universidad y obtienen mejores resultados. Se convirtieron en seres superiores al hombre.

P-Usted ha investigado por qué nos casamos y nos separamos. ¿Qué descubrió?

R-Descubrí que la gente tiende a casarse con gente como ella. La gente más educada busca gente educada, gente con pasado de riqueza busca gente de familias ricas... En general, la gente pobre se casa con gente pobre. Y esto ocurre porque el matrimonio es, en términos generales, una sociedad entre marido y mujer para reproducirse a través de los hijos. Y, en general, se divorcian porque la persona elegida no era lo que esperaban.

P-¿No van estas tendencias contra la igualdad?

R-Sí, claro. Platón dijo que era malo que los ricos fueran cerrados y que se debía hacer algo para forzarlos a mezclarse. ¿Se imaginan una intervención para decirle a la gente con quién casarse? Por supuesto que es un factor que genera desigualdad, pero aumenta la eficiencia

P-¿Cómo es eso?

R-La razón por la que los ricos se casan con ricos es que de esa manera pueden conseguir un ingreso adicional. Y ésa es una fuerza determinada por la eficiencia. Un matrimonio así, en principio, genera más riqueza.

P-Siguiendo con la familia, ¿por qué decidimos tener más o menos hijos?

R-La cantidad de hijos por familia viene bajando fuertemente. Hay dos razones. Una es la suba en el valor del tiempo de las madres, especialmente el de las más educadas. La otra, que en una economía moderna como la actual se busca tener chicos mucho más educados, mejor entrenados, y eso cuesta dinero. Si se tiene un montón de hijos, se hace difícil. Los padres se están decidiendo por tener menos hijos para invertir más en cada hijo.

P-En un trabajo usted argumenta que la medida habitual de desigualdad, el ingreso, debería ser complementada con otras, como la esperanza de vida. ¿Cómo es eso?

R-Analizamos casi cien países y encontramos que la desigualdad seguía alta según los ingresos, pero que bajaba fuertemente según la esperanza de vida, porque los países pobres avanzaban más rápidamente en ese aspecto. La razón es que muchas tecnologías y medicinas descubiertas en los países ricos, debido a la globalización y al comercio, empezaron a llegar a los países pobres, desde la penicilina hasta la mejora en el tratamiento de residuos y el acceso al agua limpia.

P-¿Por qué afirma usted que se necesita un mercado en lugar de la donación de órganos tradicional?

R-Es que el actual sistema no funciona. Hay órganos disponibles y gente que los necesita, pero no se encuentran. Hay personas que esperan tres y cinco años. Establecer un mercado de órganos podría ser muy útil para la gente que necesita un trasplante. Hoy son duramente castigados por el sistema.

P-Pero sólo algunos podrían pagar los órganos. ¿Y los pobres?

R-El gobierno podría pagar por ellos. Usar los subsidios, como ocurre con muchos otros bienes y servicios.

P-En la Argentina tenemos un enorme problema de accidentes de tránsito. ¿Qué se puede hacer para mejorar la conducta de los automovilistas?

R-Se debería castigar muy duramente, por ejemplo, a los que conduzcan borrachos. Cobrarles multas e impuestos y hasta ponerlos en prisión. Creo que es una buena solución para ese problema.

P-¿Y con la evasión impositiva?

R-Impuestos sencillos y bajos. Esa es la forma de reducir la evasión. Yo creo que todos querrían pagar si les cobraran 20 centavos por cada dólar que ganan, y no 30, 40 o hasta 50, como ocurre en los países escandinavos.

P-¿Cómo se combate la inseguridad?

R-Es muy difícil combatir el crimen. No soy muy optimista respecto de si se podrá ganar esa pelea. No me refiero a la Argentina solamente, sino a los Estados Unidos y, en general, a todos los países. Hay que pensar alternativas.

P-¿Como cuáles?

R-Como la legalización de las drogas. Yo empezaría con las drogas más fáciles, como la marihuana, y luego iría viendo si se avanza y empezaría a expandirlo al resto de las drogas. Eso es lo que haría.

P-Dos preguntas de actualidad. ¿Cómo será la economía en 2008? ¿Está su país en riesgo de recesión?

R-Puede ser. El riesgo es de una recesión leve, no muy seria, pero recesión al fin, entendida como un crecimiento mucho más lento. 2008 no será tan bueno como 2002 o 2003, pero soy optimista.

P-¿Qué sabe de la economía argentina?

R-No soy un experto, pero mi impresión es que la recuperación ha sido muy importante en los últimos años y hay que darle crédito al Gobierno por eso. Por otro lado, me preocupa el control de precios y que el mercado de trabajo no sea suficientemente libre. Es por eso que el desempleo sigue en torno del nueve por ciento. Creo que el crecimiento costará más de ahora en adelante, a diferencia de lo que ocurrió en la salida de la crisis.

Por Diego Valenzuela
Para LA NACION
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