Mensaje de Marga Recalde a la Agrupación JPDescamisados:
Asunto: “Kirchner va a pasar a la historia como el Perón o el Yrigoyen del siglo XXI”
Dirigente del campo popular, en su libro Combatiendo al capital Marcelo Koenig aporta una perspectiva desde la militancia ante las trampas del capitalismo actual. La recuperación de la política como el legado del ex presidente.
La historia del campo popular en la Argentina es rica en dirigentes que supieron combinar la pasión de la militancia con el desarrollo de una teoría política con la que interpelar a la sociedad. Es la tradición que en los ’40 cultivaron los integrantes de FORJA y con la que el peronismo formaría a toda una generación de “cuadros”.
Marcelo Koenig es parte de esa tradición. Abogado, profesor en Teoría del Estado e Historia Política Argentina en la Facultad de Derecho de la UBA y en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, Koenig es uno de los dirigentes de ese arco popular que viene apoyando las transformaciones impulsadas por el
kirchnerismo y que enfrenta la muerte de Néstor Kirchner con “esa mezcla de dolor y esperanza” que por estos días se vio en la Plaza de Mayo.
Con las vivencias colectivas que acumuló como secretario general de la organización política Malón –fundada en 1995– y del más reciente Movimiento Peronista Revolucionario (MPR), Koenig –que también dirige la revista Oveja Negra– acaba de publicar el libro Combatiendo al capital, donde aporta una perspectiva sudamericana del Estado nacional en los tiempos de la globalización y la exclusión.
“El libro –recordó el autor– empezó con la idea de explicarnos a nosotros mismos, en plena época de apogeo del neoliberalismo, qué nos estaba pasando. No en la coyuntura, sino en un nivel más profundo. Ver cuáles eran las condiciones reales de la dependencia.” Por eso Koenig no buscó “hacer un libro erudito de teoría, sino uno de teoría vinculada a la práctica política. Un libro que fuera una herramienta.”
–En ese sentido, ¿cuál es la finalidad de esta herramienta?
–No sólo describir lo dura que es la realidad, sino también plantear los caminos de su transformación. No sólo reseñar esos mecanismos de dominación, que aparecen como inexorables e inexpugnables, sino además ver la debilidad que tienen, en tanto que no dan respuestas a tres cuartas partes de la humanidad. Porque el momento en que la dominación capitalista se muestra como más perfecta, es también su momento de agonía, cuando deja afuera de la inclusión a las mayorías.
–¿Cómo influyó en esta lectura el proceso vivido en estos años?
–Hoy el proceso popular latinoamericano va en un mismo sentido y si se miran las distintas coyunturas históricas de la región, ninguna fue tan favorable como la actual, salvo la de la etapa de la independencia. Esta es una de las novedades de este proceso y por eso permite pensar en que es posible un modo de relación entre los hombres y un sistema económico y cultural mucho más justo que el capitalismo. Como contrapartida, está la capacidad del capitalismo no para resolver las crisis sino para gestionarlas, de repensarse a sí mismo. Estoy convencido de que como todo sistema histórico, tuvo un origen, tiene un desarrollo y tendrá un fin, pero ese fin no es algo predeterminado. Dependerá de lo que puedan construir los pueblos.
–En ese marco, ¿qué lectura se puede hacer de la impresionante movilización popular que fue a despedir a Néstor
Kirchner?
–Una primera lectura es cómo las cadenas de dominación son endebles frente a la vida de los pueblos, en el sentido de que el pueblo argentino logró romper la exclusión política, que es una de las claves de esa dominación. Lo que se vio es la recuperación de la política y ese quizás sea el legado más importante de Kirchner. Uno de los ejes que planteo en el libro es que las democracias fueron vaciadas y viciadas, porque la exclusión implica la demonización de la política, la idea de que es sucia, de que hay que escaparle. Pero cuando la democracia vuelve a tener sentido, cuando la decisión de hombres y mujeres con el voto empieza a encontrar reflejo en los gobernantes y en un proyecto de país, entonces el pueblo responde.
–Y en esa respuesta, ¿qué mensaje le dio a la dirigencia política?
–El mensaje no fue “pobre Cristina”, sino “fuerza Cristina”, y eso es fundamental. Fue un mensaje de lucha. Había una mezcla de dolor y esperanza. “Kirchner nos devolvió el protagonismo. Cristina es la continuidad de ese protagonismo y nosotros estamos acá para garantizarlo”, ese fue uno de los mensajes que se oyó.
–Volviendo al libro, en él plantea la necesidad de construir una mirada propia sobre procesos globales. En esa tarea, ¿bastan las categorías clásicas del campo popular o las del peronismo?
– La pregunta es si es posible pensar desde el peronismo fenómenos que en su época o no existían. Estoy convencido de que sí, porque el peronismo es una matriz de cómo pensar, una manera de pararse sobre los intereses nacionales y populares para hacer una lectura de la realidad, lectura no ausente de contradicciones y matices, pero que hacen a la composición de una mirada en constante construcción. Y esto no significa repetir una doctrina como si fuera un dogma, como hacen algunos sectores de la izquierda dogmática, que recitan a Marx, a Trotsky o a Lenin. Lo mismo pasa con ciertos sectores del peronismo más ortodoxo, que creen que Perón ya previó todo lo que iba a pasar, como una especie de Nostradamus criollo. Los líderes políticos pueden pensar lo que pueden pensar en sus circunstancias históricas. Nadie que produce política escapa a su circunstancia histórica. No existen los claveles del aire. El saber está situado, no hay un saber fuera de la situación.
–En la Argentina, ¿qué camino se abre para el campo popular?
–Creo que las próximas elecciones van a ser las primeras desde el ’83 en que se van a discutir proyectos de país. Estamos en una etapa donde se comienza a plantear la discusión más seria. Es decir, ya no se trata de salir de la crisis, ya no alcanza con lo hecho, sino que empieza la discusión sobre la profundización, sobre pensar un proyecto estratégico para salir de este sistema de dominación. Ya no discutamos si a la sonrisa de “Alica Alicate” se le gana con otra sonrisa mejor o cómo los publicistas nos generan una campaña. Avancemos en una estrategia más profunda, que signifique construir la patria que soñamos. Y sólo se puede construir esa patria con un trabajo como el que en su momento hicieron los militantes forjistas, que leyeron las condiciones reales de la dependencia de su época. Se trata de ver cuál es el corset que hoy impone el capitalismo mundial.
–¿Y cuáles serían ahora los mecanismos de esa dominación?
–El capitalismo en su etapa actual, naturalmente vinculada al capital financiero, que es como una especie de cáncer sobre el propio capitalismo, genera cada vez menos trabajo y más exclusión, fruto de las formas de producción y consumo por las que han optado los grupos transnacionales. No hay inclusión posible en el capitalismo en esta etapa. Y en la medida en que nos vayamos integrando al mercado mundial en las condiciones que nos plantean los grupos económicos, la exclusión va a ser mayor, así se den los mejores niveles de inversión directa extranjera.
–Parece una encrucijada donde mejor, peor. ¿Cómo se sale?
–Hay que lograr un proceso integrador, no sólo incluyente. Porque hasta este momento el capitalismo siempre incluía, lo hacía para explotar, pero incluía. La idea no es que miles golpeen las puertas de las fábricas y digan “quiero ser explotado”. La integración se refiere a que la construcción del futuro debe hacerse sin explotación, con participación democrática y protagonismo de las masas populares.
–En ese proceso de integración, ¿qué rol cumple lo regional?
–Es clave. Porque no se trata sólo de un repliegue hacia el mercado interno, sino de resignificar al Estado nacional o Plurinacional en Sudamérica. La liberación no se puede resolver en solitario. Hoy estamos dando argumentos para arrimar más leña al fuego de una idea que tiene más de 200 años: que la única manera de que Sudamérica sea un actor importante y no uno subordinado es con un proceso de integración política, económica, social y cultural, que permita desplegar la potencialidad de esta parte del mundo, que fue expresamente fragmentada por aquellos que querían dominarla.
–¿Cómo se maneja el vacío que dejó una figura como la de Kirchner?
–La figura de Kirchner es irremplazable. Lo que va a haber es un nuevo esquema que se construirá en estos meses por venir. Los procesos en Latinoamérica encarnan en personas concretas. Kirchner va a pasar a la historia como el Perón o el Yrigoyen del siglo XXI, y en ese sentido es irremplazable. Pero en política los vacíos siempre se llenan y cómo se haga va depender de muchos factores. Uno será el nivel de madurez que tenga la militancia para construir un canal transformador de participación política y estar a la altura de la historia.
"2017, te espero - UNITE".