En llamada del mismo día, donde “CLAUDIA: Dicen que saben todo, dicen que YA ESTA, ACABO de escuchar que es una mina de ahí, de CARMEL. CONY: no creo para mí no. CLAUDIA: Che este teléfono está pinchado. CONY: obvio, el mío, el de mis empleados, de todos los celulares y todos los teléfonos de los que viven en CARMEL, no te puede decir quién es el asesino, risa de por medio, no mentira… sé lo mismo que sabe todo el mundo, por chusmeríos, por lo que corre acá que puede ser cualquier disparate, cualquier cosa” (ver cassette nº 18 de fecha 26/12/2002, fs. 45/46).
En una conversación posterior entre Cony e Irene, en la que la primera le dijo que Mirta había hablado con Noelia, “que si hablaba con vos le diga que necesitaba plata, que la llamaron a declarar que está todo bien…”.
El llamado del 27/12/2002 entre Cony y Mariana en el que reiteradamente queda en evidencia que por teléfono no quieren dar detalles sobre cuestiones relacionadas con la muerte de María Marta “CONY: bueno, pero por teléfono no que lo voy a decir MARIANA: Bueno pero te quiero decir al margen… yo lo que te digo es lo siguiente he… “NO BODI… NO NAME… VERY DANGER” (ver cassette nº 19 de fecha 27/12/2002, fs. 48, 49 y 50).-
Aparece entonces con meridiana claridad que era “vox populi” y no se ocultaba, que el teléfono de línea de la familia Bártoli perteneciente al Carmel estaba intervenido, porque Cony que estaba viviendo transitoriamente en ese domicilio lo comentó con Mariana, vecina del country y su amiga Claudia que realizó la llamada entrante advirtió esa misma circunstancia.
Ninguna de ellas manifestó asombro, sorpresa o lo puso en duda, sino que lo aceptaron como un hecho. Pero además, Cony le dijo a su amiga que estaban “pinchados” todos los teléfonos y celulares de los que vivían en el Carmel; y en su segunda conversación con Mariana, quedó en evidencia la precaución con que manejaban sus expresiones, cuidándose de no decir nada por teléfono que pudiera ser revelador de circunstancias en torno al óbito de María Marta.-
Me pregunto, ¿esta circunstancia no debían haberla advertido también Bártoli y su familia, no se lo había hecho saber Cony o alguno de los vecinos o amigos del Carmel, o tampoco ellos se habían dado cuenta?
De las conversaciones mantenidas entre los imputados, sus familiares y amigos íntimos –incluido Horacio García Belsunce, de quien no puede decirse por lo que refirió en la audiencia, que ignorara la posibilidad cierta de una intervención telefónica, y su abogado y amigo “Pepe” Scelzi-, ninguno se imaginó, comentó ni evaluó la posibilidad de que tuvieran sus teléfonos intervenidos, cuando dijeron que sabían que el fiscal pensaba que eran encubridores del hecho ilícito.-
En este orden de ideas, me llama la atención el tenor de las conversaciones mantenidas que se escucharan en la última jornada de audiencia de prueba, en las que los interlocutores brindan largos, detallados y reiterativos discursos acerca de lo que ya dijeran en declaración en la causa, pretendiendo justificar su inocencia, dando la impresión del análisis total de los diálogos, que no parecen dirigidos a su interlocutor, sino que tienen el carácter de “mensajes” destinados a un público más amplio.-
Dejando de lado la participación de Guillermo Bártoli (sin perjuicio de señalar que sobre la misma volveré más adelante al analizar cuestiones comunes a todos los imputados), me detengo en el estudio de los hechos que la Fiscalía pusiera en cabeza de Horacio García Belsunce.-
Ellos son dos.-
El primero, haber participado de la reunión en la que se debatió la naturaleza del elemento metálico hallado por Juan Hurtig debajo del cuerpo de María Marta y que finalmente –a sabiendas de que era una bala y que con ello contribuían a ocultar el crimen del que había sido víctima la nombrada- fuera arrojado por este último al inodoro del baño ubicado en el primer piso del domicilio en el que la misma cohabitaba junto a Carlos Carrascosa.-
EL segundo, el llamado que Horacio García Belsunce le hiciera al Comisario Mayor Angel Domingo Casafús pidiéndole al mismo que “parara” a la policía que estaba dirigiéndose al lugar.-
Ambos episodios históricos forman parte de una realidad incontrovertible, que fue incluso reconocida por el propio imputado al prestar la declaración que rola a fs. 827/836, incorporada al juicio por su lectura.-
En lo tocante al previo de los acontecimientos –hallazgo de plomo deformado- habré de abordar la cuestión tratando de manera conjunta las situaciones de Horacio García Belsunce y Juan Carlos Hurtig, mientras que en ocasión de avanzar sobre la comunicación que el primero mantuviera con Angel Domingo Casafús, incluiré en el desarrollo del trabajo al imputado Sergio Binello.-
Pero vayamos por partes.-
Ingresando al análisis de lo que sucediera en derredor al encuentro –y posterior descarte- en la escena del crimen del primer proyectil que de acuerdo a la secuencia de disparos de la que diera cuenta Moreira partieran del arma matadora, nada mejor que hacerlo trayendo a consideración el descargo que al respecto efectuara el propio Horacio García Belsunce (ver fojas 827/836) quien al ser preguntado por ello se manifestó diciendo que “en un determinado momento me llama John y me dice, Hora, vení y me lleva al baño, en el baño, cuando llego estaba Dino, el marido de mamá, Yayo mi cuñado el marido de María Laura y John. Me señalan una cosa en el suelo y me dice Hora, mira, esto estaba debajo del cuerpo de María Marta. Lo miro, no me dice absolutamente nada. Agarro un pedazo de papel higiénico (esto lo debo haber aprendido de las películas) lo levanto, lo pongo más cerca para verlo, no me decía nada, les digo, miren yo no entiendo nada, ¿pero ustedes qué me están queriendo decir? No, que se yo, nada, entonces qué carajo estamos haciendo acá, ¿ustedes lo que me están queriendo decir es que esto puede ser una bala? Yo no entiendo nada, pero para mí esto no tiene nada que ver con nada. Cuando lo veo y miro los pestiletes de las ventanas, me pareció que era una cosa de esas por la forma de las que tienen las trabas de las ventanas o lo que más se asemejaba era a los pitutos, soportes de los estantes de las bibliotecas. ¿A alguno le parece otra cosa? No, no, no, llamémoslo a Carlos, la misma pregunta. Esto dice John que estaba debajo de María Marta cuando la levantaron con Dino, ¿a vos te dice algo? El gordo dice no, no me dice nada y agrega algo que para mí es terminante en mi convicción que no era importante para nada. La frase de Carlos es: Es posible que sea una de las tantas cosas que usaron los médicos en la resucitación, motivo por el cual decidimos tirarlo por el wáter y me fui” (sic).-
Me resulta sugestivo que, el cuidado en el tratamiento y manipulación que tuvo con el elemento que hallaron tirado debajo del cuerpo de María Marta es el que “películas mediante”, se sigue con aquellos objetos relevantes para una investigación con el fin de no borrar huellas o alterar pruebas.-
Por su parte, Juan Carlos Hurtig declaró primero a fs. 773/777 y sobre el tópico que distrae nuestra atención sostuvo que “…yendo al tema del ocultamiento del que hablan, lo del pitutito, cuando yo la levanto a María Marta, no había ninguna duda que había sido un accidente porque además la revisaron dos médicos y nadie dijo nada… Cuando la levanto a María Marta, yo la levanto de la cabeza… y mi viejo (Constantino Hurtig) de los pies, en ningún momento vi que nada se le cayera de la cabeza, tenía una lastimadura con sangre y pelo enmarañado, la levanté, la puse en la cama, y en los brazos yo tenía sangre, me ensucié… Ahí vuelvo al baño para lavarme, cuando me lavo, al salir me encuentro con el pitutito éste en el piso, justo debajo de María Marta, no en la alfombra sino en el piso del baño. Lo llamo al viejo, y le pregunto si sabía qué era eso, el viejo me dice que no tiene ni idea, le digo, llamalo a Yayo, me dice no tengo la más puta idea, pará llamémoslo a Horacio, cuando viene dice esto es un pitutito de algo y empieza a ver en los armarios y en el vanitori… No me acuerdo quién, dice esperá que lo llamo a Carlos, él lo mira y dice… puede ser… de los paramédicos porque cuando estuvieron armaron un despelote tremendo acá, paso siguiente, decimos qué hacemos con esto, nada, tiralo, tirémoslo… me deben haber dicho tiralo porque no era nada… En ese momento nadie pensó que podía llegar a ser una bala, nadie llegó a la conclusión de que esto era una bala y se tiró… yo no pensé que estaba relacionada con la muerte de María Marta…” (sic), no obstante lo cual y preguntado que fuera luego para que explicara por qué si no se representó tal posibilidad es que llamó a su padre, a Horacio y a Carlos si solo era un pituto, contestó: “…mejor dicho, yo íntimamente pensé que podía llegar a tener algo que ver con la muerte de María Marta, pero no se los hice ver a los que fueron al baño… fue una intuición mía, cuando nadie me dijo che, esto es una bala, o un pedazo de palo… yo íntimamente me dije si la revisaron dos médicos y no encontraron nada qué boludeces estás pensando… yo lo que pensé íntimamente cuando llamo –es- que podía ser algo de un ataque a María Marta pero cuando vienen y me dicen pero puede ser un pitutito, un coso, me quedé con esa versión… en ningún momento nadie dudó y en ningún momento se entró en discusión –de- si era una bala, de pique los que entraban… no ponían un halo de duda y cuando entró Horacio y dijo que podía ser un pitutito de un estante dijimos: ah, bueno, y cuando entró Carlos y dijo que podía ser de los paramédicos nos quedamos tranquilos…”, reconociendo finalmente que quien arrojara físicamente el plomo deformado en el inodoro fue él en persona, y que se deshizo del mismo en dicho lugar “porque era el único… que yo vi para tirar algo en el baño” (sic).-
Más tarde, con el debate en marcha, Juan Hurtig volvió a prestar su particular versión de los hechos, expresándose en esta nueva oportunidad –palabras más, palabras menos- de igual modo a como lo hiciera primitivamente en su declaración escrita.-
Pero pese a los esfuerzos desplegados por el nombrado en el sentido de sostener la versión de que en la tertulia de la que tomara parte y que se celebrara en el baño –puerta entreabierta mediante- ubicado en el primer piso del domicilio de su hermana, no se mencionó bajo ningún concepto el término bala, las evidencias demuestran que ha sucedido todo lo contrario.-
Adviértase que Horacio García Belsunce dijo en relación a ello, que incluso preguntó a quienes lo habían convocado a la reunión (entre los que claro está mencionó a su medio hermano Juan Hurtig): ¿ustedes lo que me están queriendo decir es que esto puede ser una bala?
Ello quiere decir, que para que el imputado Horacio García Belsunce se haya manifestado de esa manera tuvo que existir en alguno de los congregados en el lugar la mención como “disparador” -o sugerencia al menos- de dicha posibilidad, caso contrario no se explica el interrogante que el nombrado les dirigiera a los mismos.-
También Horacio Zarracán (esposo de María Laura García Belsunce y mencionado por Horacio García Belsunce como Yayo en su injurada) y Balbino Ongay contradijeron a Juan Carlos Hurtig.-
En efecto, el primero de los nombrados y tras relatar que en relación a la muerte de su cuñada María Marta tomó conocimiento de la misma a través de un llamado telefónico que le hiciera a su casa Irene Hurtig, el mismo día domingo 27 de octubre de 2002 “entre siete y media y ocho” (sic) comentándole en concreto que María Marta había tenido un accidente en el baño falleciendo a consecuencia del mismo, nos contó que concurrió al Carmel arribando al mismo aproximadamente a las 21:00 horas, siendo que yendo en concreto a lo que es de interés aquí, nos contó que estuvo un tiempo arriba hasta que bajó, volviendo a subir “al rato” (sic) cuando le pidieron que lo haga “porque habían encontrado algo en el baño” (sic) siendo que al hacerlo Carlos Carrascosa, Juan Hurtig, Horacio García Belsunce y el Dr. Constantino Hurtig le preguntaron qué era algo metálico que en ese momento le mostraron, por lo que tras sentarse en el bidet y observarlo les dijo que no tenía la menor idea, mencionándose primero de que podría tratarse de un traba estante, y también que “en un momento se dijo que podía ser una bala” (sic) aclarando que cuando le preguntaron por ese elemento se lo mostraron “con un papel abajo y el plomo montado sobre él” (sic), no recordando que alguien se haya ido –preguntado en concreto que fuera por la persona de John Hurtig- mientras todo ello ocurría. Por otra parte, y completando su relato, indicó que en ese momento María Marta ya estaba en la cama, notándole “en la zona derecha de la cabeza… un golpecito” (sic), siendo que al ser preguntado acerca del destino dado por entonces a ese plomo, dijo no saberlo, refriendo al respecto que “yo creería que lo pusieron arriba de la mesa, del lavatorio” (sic), no obstante lo cual y exhibido que le fuera el plomo desnudo hallado en la cámara séptica del domicilio de la familia Carrascosa dijo que “eso no era lo que vi, era más largo, con una puntita atrás, eso tenía una continuación, y con puntas que salían, a eso le falta otro pedazo… eso no era, seguro” (sic).-
Esta última rigurosa negación del testigo obliga a preguntarme lo siguiente.-
¿Le fue exhibido a Zarracán el plomo desnudo que Juan Hurtig hallara debajo de los restos mortales de su hermana?, ¿o le mostraron otro, lo suficientemente distinto de aquél como para no permitirle la posibilidad de relacionarlo con lo que efectivamente era, con características quizá, que pudieran hacerles suponer que se trataba de una parte de un desfibrilador o de un porta estante, asegurándose con ello que una genuina duda de éste –frente a cualquier contingencia futura- pudiera sumarse a las impostadas y fingidas dudas de aquellos?
Es muy probable por cierto.-
Nótese que Zarracán no fue el único testigo que sembrara un manto de duda en punto a lo dicho.-
Traigo a modo de ejemplo para robustecer el asunto en trato, el testimonio de María Luisa Enriqueta Lanusse, la cual nos contó que tras mover el cuerpo de María Marta, Juan le dijo “encontré esto… mirá, ¿qué será esto?”, preguntándole la dicente posteriormente a Constantino Hurtig -quien también estuvo en la reunión del baño y por tanto debió escuchar lo mismo que Yayo Zarracán-, el cual sugestivamente se refirió únicamente a que podía ser un elemento para sostener un estante introduciendo la posibilidad de que fuera un desfibrilador -¿quién mejor que un médico (como él) para determinar si se correspondía con ese elemento?-, pero ninguna certeza arrimó al extremo, omitiendo toda referencia a que pudiera tratarse de una bala. Por último y exhibido que le fuera a la testigo el plomo del que venimos hablando y preguntada que fuera para que dijera si se trataba del mismo que viera la noche del 27 de octubre de 2002, dijo: “yo lo vi más claro, no hubiera jurado que fuera tan gris” (sic).-
Por su parte, Balbino Ongay, cuyo testimonio obrante a fs. 696/697 fuera incorporado al juicio por su lectura –a raíz de su fallecimiento- en los términos del art. 366 del digesto de forma, dijo que tras haberse enterado de la muerte de María Marta García Belsunce por un llamado telefónico que le hiciera un amigo suyo, Ernesto Otamendi, el mismo día 27 de octubre de 2002 entre las 20:30 y 21:00 horas, informándole que “María Marta había tenido un accidente y que se había ahogado en la bañera” (sic), concurrió al Carmel junto al nombrado, la mujer del mismo de nombre Graciela Maggio, y su esposa, Graciela Lucía Del Cioppo, arribando al lugar promediando las 22:00 horas. Refirió también, que una vez allí se encontró con mucha gente, como ser “todos los del grupo de los lunes” (sic) –entre los cuales mencionó a Roberto Tabbush, Mario Carassale, Oscar Chiesa y Marcelo Ussey- observando junto a los mismos a Carlos Carrascosa. Asimismo, expresó que después de estar con esta gente fue a saludar a Horacio García Belsunce padre e hijo, a Marielita, la esposa del primero, y también a María Laura García Belsunce, la cual le dijo de ir a ver el cuerpo de María Marta refiriéndole que el mismo se hallaba todavía en el baño, a lo que el declarante se negó “para no impresionarme” (sic), hasta que después de estar un buen rato en la planta baja de la casa, saludando, le informaron que ya se podía subir a verla –a María Marta- lo que así hizo, observándola en la cama –más sobre el lado del baño- y llegando incluso a tomarle la mano, notando en ese momento que la misma tenía como un raspón en la frente del lado izquierdo. Por último, indicó que al cabo de una hora (tiempo en el cual estuvo junto al cuerpo) comenzó a dialogar con Dino Hurtig, “en el baño de arriba” (sic), preguntándole al mismo cómo había sido la muerte de María Marta, a lo que éste le respondió que la nombrada se había golpeado y caído sobre la bañera, ahogándose, comentándole enseguida que habían encontrado una “esquirla” o una “cosa rara” debajo del cuerpo de ella, permaneciendo el declarante en el lugar hasta las 04:00 horas aproximadamente, momento en el cual se retiró junto con Otamendi, creyendo que en el viaje de regreso “algo” le hizo saber a este último respecto a lo manifestado por Dino Hurtig en punto al hallazgo de una “esquirla”, estando sí seguro que al día siguiente o durante los días posteriores, “no lo recuerdo exactamente” (sic), le comentó “ese tema de la esquirla” (sic) a su esposa y a la señora de Otamendi.-
En el mismo orden, dijo Romero Victorica que al contarle Horacio del hallazgo de una especie de “plomito” (sic) y que en el lugar había abundante sangre, “en lo personal pensó en una bala”.-
A su vez, Ernesto Otamendi, tras la operatoria del art. 366 inc. 4º del CPP –fs. 1107 y siguientes de la IPP nro. 19.279- dijo que Ongay le comentó en el velorio que habían hallado “un casquillo”, “cerca de donde estaba María Marta”, y pensó de inmediato en una “cápsula servida”, por lo que en cuenta de la pérdida de sangre en la cabeza, tuvo dudas acerca de la versión del accidente.-
Javiera Marqués Rosas, explicó que la noche de la muerte de su cuñada, su entonces esposo Juan Hurtig le preguntó si sabía cómo era una bala, describiéndole lo que a su criterio era una.
Se interrogó a la testigo si tenía algún conocimiento especial sobre armas y municiones que hubiera hecho que recurriera a ella buscando una respuesta, pero dijo que no, quedando a mi criterio inexplicado entonces porqué dijo Marqués Rosas logró tranquilizar a Juan, el cual después le contó que había encontrado “algo” que después tiró.-
Si Juan Hurtig relacionó el elemento que encontró con una bala, ¿por qué lo tiró?, ¿no es que acaso sus dudas en tal sentido habían quedado en el pasado luego de que su hermano Horacio y su cuñado Carlos Carrascosa le transmitieran serenidad al referirle que podía tratarse de un porta estante uno, o de un accesorio utilizado por los médicos el otro?
Si dicho hallazgo mereció un “cónclave” en el baño, esto nos remite cuanto menos a una valoración acerca de la importancia que pudiera tener en el cuadro de situación que se estaba viviendo. Si no fuera así, parece absurdo que en la situación del momento –traslado de María Marta a la cama, su posterior cambio de ropa, acondicionamiento del lugar, consuelo de las personas mayores (en especial progenitores de la víctima) y recepción de quienes estaban llegando al domicilio anoticiados de lo que había ocurrido- un grupo de familiares de la víctima se reunieran justamente en el lugar de ocurrencia del hecho, a debatir sobre el hallazgo de una pieza de metal (nada menos que encontrada en aquellas circunstancias debajo del cuerpo sin vida de María Marta, tomándola con un trozo de papel y manipulándola como de si de una prueba se tratase), la cual fuera luego descartada por el inodoro.-
Ha tratado la Defensa del imputado Juan Hurtig, brillantemente asistido técnicamente por el Doctor Riguera (hay abogados que enaltecen el ejercicio de la profesión y créanme que éste último es uno de ellos) de sembrar un manto de duda en punto a la posibilidad de que el momento en el que se mencionara en la afamada reunión el término bala, haya coincidido con el preciso instante en el que el nombrado en primer término se ausentara de la misma y fuera en búsqueda de Carlos Carrascosa.-
Pero ello no ha sido así.-
Si bien Carlos Alberto Carrascosa, en su injurada de fs. 850/855 vta., expresó que “Más tarde llegó John, ni idea la hora, en un momento dado me busca, y me dice, vení que quiero que veas una cosa, subo, me hace entrar en el baño y me muestra algo, un fierrito, y me dice ¿vos sabes qué es esto? Yo realmente, no tenía la menor idea y le dije mirá acá hubo tanto despliegue de cosas por los médicos que debe haber sido algo de eso, y no le di ni importancia. Dijeron, qué hacemos lo tiramos y lo tiraron” (sic), no es menos cierto que de acuerdo a los dichos de Horacio García Belsunce, la referencia a este elemento aconteció en los primeros momentos en que tuvo lugar la reunión del baño, corroborado ésto por el propio Zarracán.-
Lo expuesto, me impide dar acogida favorable a la hipótesis de la defensa.-
Tengo para mí que ha resultado el imputado Hurtig sumamente contradictorio en sus expresiones.-
Una muestra más de ello –como si las apuntadas fueran pocas- fue que Juan Hurtig en su primigenia declaración prestada en Fiscalía, dijo que no vio en el cuerpo de su hermana rasguños, deformaciones en el rostro u otra circunstancia que le hubiera llamado la atención y que pudieran justificar las “intuiciones” que mencionara, pero en el debate dijo que a la mañana siguiente tras presentarse en él la duda, le preguntó a Guillermo Bártoli, en presencia de Romero Victorica, si a su hermana no la habían golpeado. No ha quedado claro en función de qué es que realiza la pregunta, qué circunstancia fue la lo llevó a representarse esa posibilidad. ¿O fue también una intuición? Tampoco nos dijo cuál fue la respuesta de Bártoli. Sin embargo, este último, en ocasión de deponer a tenor del art. 308 el ritual, dos días después que Juan, aclaró ese extremo, explicando que su cuñado le contó que “había encontrado un pedacito de metal, y que eso se podría haber desprendido de algo con lo cual lo hubieran golpeado” (sic), insistiendo el deponente en que todo indicaba que se trataba de un accidente.
No termino de entender las dudas de Juan, ¿pensó que el metal hallado era parte de un elemento con el que habían golpeado a María Marta?, ¿un estante?, ¿un desfibrilador?, ¿entonces qué sentido tenía preguntarle a Javiera Marques Rosas si sabía cómo era una bala?
En una suerte de enredos e intentando desvincularse de lo que es objeto de imputación (que tiró una de las balas que partieran del arma criminal sabiendo que lo era) no ha podido Juan Hurtig esclarecer cuándo efectivamente nacieron sus dudas en torno a la muerte de María Marta, ya que si estamos a sus afirmaciones en el sentido de que ello sucedió “recién” cuando notó que la nombrada tenía sus zapatillas secas, situación que –con razón por cierto- era incompatible con “el resbalón” que decían había sufrido la misma en el baño, no logro armonizar esta idea con las razones que diera el propio Hurtig a la hora de explicar qué fue lo que lo llevó a preguntar una y otra vez y a diferentes personas acerca de la naturaleza del elemento metálico que luego dio en llamarse “el pituto”, ya que al respecto y en una palpable contradicción con lo antes dicho precisó: “yo íntimamente pensé que podía llegar a tener algo que ver con la muerte de María Marta, pero no se los hice ver a los que fueron al baño… fue una intuición mía, cuando nadie me dijo che, esto es una bala, o un pedazo de palo… yo íntimamente me dije si la revisaron dos médicos y no encontraron nada qué boludeces estás pensando… yo lo que pensé íntimamente cuando llamo –es- que podía ser algo de un ataque a María Marta pero cuando vienen y me dicen pero puede ser un pitutito, un coso, me quedé con esa versión”.-
¿Entonces?
Pareciera ser, a la vista de los acontecimientos, que dos fueron los momentos en los que Hurtig se representó que la muerte de su hermana podía no deberse a un simple accidente doméstico. Uno, cuando halló debajo de su cuerpo el plomo deformado, y otro, cuando advirtió que las zapatillas que María Marta tenía colocadas al momento en que encontrara su irremediable final estaban secas.-
Pero si sus dudas en punto a ese primer momento se agotaron –como expusiera el propio imputado- luego de escuchar a su hermano Horacio y a Carlos Carrascosa, ¿por qué volvieron después?, ya que al decir de su por entonces esposa, entrada la madrugada del día lunes 28 de octubre, el imputado se mostraba intranquilo preguntando justamente –a ella- cómo era una bala.-
Relacionar ese interrogante de Juan Hurtig con el “tema de las zapatillas puestas” como fuente de sus dilemas es una auténtica quimera.-
Pero la discusión no se agota aquí.-
Hago notar que la seguridad que Horacio García Belsunce dijo poseer en punto a la “insignificancia” del elemento metálico hallado por Juan Hurtig debajo del cuerpo sin vida de su hermana, y la calma que este último dijo haber vivenciado luego de escuchar las palabras del primero, chocan abiertamente con las manifestaciones del testigo Romero Victorica.-
En efecto, repasando el testimonio del por entonces Fiscal ante los Tribunales Nacionales de Casación, advierto que el mismo refirió haber recibido un llamado de su amigo Horacio García Belsunce anoticiándolo que su hermana María Marta había tenido un accidente. Que fue con su mujer al velorio y en un aparte Horacio le dijo “mirá, acá hay cosas que no me cierran”, hablándole de la fractura de cráneo y pérdida de masa encefálica, el hallazgo de un “plomito” en el baño que habían tirado, y que “había abundante sangre”, como así también que Juan Hurtig fue el primero en sospechar las razones del accidente.-
Dijo este testigo también, que ante sus indagaciones en el velorio -advertidas por otros conforme lo dijeran en el debate- Juan estaba “muy nervioso” y “un poco fastidiado”, lo cual no deja de sorprenderme, porque en todo caso, la presencia de un Fiscal, aunque fuera de manera no oficial, debió haberle traído algo de sosiego a sus nervios, pues justamente iba a encaminar sus dudas de un modo concreto para despejarlas, máxime cuando se trataba de un “amigo” de la familia y en especial de su hermano Horacio.-
Pero aún más llama mi atención la conversación que tuvo con el testigo, cuando le preguntó si sabía en qué iba a terminar su actividad, exponiendo –con marcado prejuicio que roza lo inverosímil- que únicamente iba a conseguir que al llegar la policía “prueba que vino un villero que le pegó con un fierro la mató y se fue, y yo a mi hermana no la recupero”.-
No puedo dejar de notar que de todas las hipótesis posibles que pudieren dar respuestas a las dudas acerca del modo de muerte de María Marta, esbozó la que en definitiva y autopsia mediante se acreditó (utilización de un arma de fuego).
Refirió el testigo que -contrariamente a lo esperable en función de lo que Juan Hurtig y Horacio García Belsunce nos dijeran en torno a que tenían dudas acerca del modo de producirse la muerte de María Marta- su gestión creó malestar con ambos, y que el último hasta lo llamó “bocón”.-
Pregunto, ¿qué fue lo que dijo de más Romero Victorica? ¿En qué se fue de boca? ¿En acompañar la teoría de una causal de muerte distinta a la del accidente doméstico?, ¿en haberle sugerido a Guillermo Bártoli que buscara el certificado de defunción para entregárselo al fiscal?
Recordemos rápidamente que también Romero Victorica corroboró a Degastaldi en cuanto a que en la reunión familiar nadie le dijo al Fiscal acerca de las sospechas de la familia, la cual se aferraba y transmitió únicamente la versión del accidente. En este punto no puedo entonces menos que preguntarme por qué Horacio García Belsunce le dice que tiene dudas.-
¿Y Juan Hurtig?
Hablaron de dudas que no refrendaron ante Molina Pico. ¿Todos fueron receptáculos de sus dudas para Juan Hurtig menos el propio Fiscal instructor? ¿Precisamente ante Molina Pico calla?
Me pregunto porqué no las expusieron ante la autoridad y, por lo que se escuchó en la audiencia, parece que la molesta intervención de Romero Victorica lo convirtió en un “bocón”, por lo que no fue al entierro, y no volvió a tener noticias de Horacio hasta que recibió un llamado suyo en el que apesadumbrado y como llorando, le dijo: “Juan, teníamos razón en nuestras dudas, a María Marta la mataron de cinco tiros” (sic).-
Resumiendo, así planteado el caso pareciera pues bien que a Juan Hurtig lo tranquilizó y lo sacó de sus dudas –aunque después (pero por otra razón) volvieron- quien nunca dejó de tenerlas, ya que al decir de Romero Victorica cuando llegó a la casa de María Marta -el día siguiente a la reunión del baño- Horacio –García Belsunce- lo llamó a un aparte para decirle que habían cosas que no le cerraban.-
Insostenible por donde se lo mire.-
En esta misma línea no puedo dejar de soslayar que Horacio García Belsunce nos dijo que dialogó muy poco con Carlos Carrascosa; ni siquiera coincidía con que María Marta era torpe; con Irene Hurtig ni siquiera habló; con Guillermo Bártoli no tiene recuerdo de haberlo hecho; es decir, su información era escasa, siendo incluso tal situación reconocida por el propio imputado en el juicio cuando al ser advertido de todas estas cuestiones por mi colega en el ejercicio de la función, Dr. Introzzi Truglia, dijo: “es todo tal cual como lo dijo” (sic).-
Entonces: si esto fue así ¿qué es lo que motivó a Horacio García Belsunce a asumir con tanta certeza que el evento luctuoso en realidad se trató en lo que a su mecánica se refiere de un accidente, concluyendo que era todo tan claro?
A este interrogante formulado al imputado en el marco del debate mismo, éste respondió diciendo que “si bien yo no tengo porqué descreer de lo que me dice Carlos, cuando a María Marta la ponen en la cama voy al baño y ahí me hago la composición” (sic).-
Conclusión: El imputado relata todo como él se imagina, sin ningún fundamento. Es decir, asume que todo es inferencia sobre inferencia. Incluso frente a las dudas de Juan y al hallazgo del pituto.-
Pero lo que es más interesante todavía, es el "destino" dado a ese elemento.-
La versión que nos diera Hurtig en cuanto a que su poder de elección se vio limitado al único lugar donde podía hacerlo, el inodoro, habida cuenta de la inexistencia en el lugar de algún cesto de basura o similar, se ve seriamente comprometida a partir de lo manifestado en relación a ello por la señora Beatriz Michelini, quien dijera que cuando llegó al lugar se encontró con el cuerpo de María Marta "en el piso", "mitad en el baño y la otra mitad sobre la alfombra del dormitorio", la que finalmente -luego de que sucediera todo lo ya relatado en lo que a su participación personal en el hecho se refiere y sobre lo que no he de volver a fin de evitar repeticiones fatigosas en beneficio del lector- tiró en un cesto de basura que se encontraba en el baño, debajo de la mesa, con un broderie que lo cubría. Explicó también, que si bien en un momento bajó "el baldecito" a la planta baja para deshacerse como si se trataran de residuos tanto del broderie que lo cubría como de "la alfombrita", luego volvió al baño del primer piso dejándolo nuevamente en su lugar.-
Intentó la Defensa del imputado Hurtig a través de sucesivas e incisivas preguntas, crear una suerte de duda en punto a si el cesto de basura se encontraba "a la vista" de todos, o si por el contrario podía pasar desapercibido frente a los ojos de cualquier persona que ocasionalmente pasara por el lugar, encargándose Michelini de despejar cualquier incertidumbre posible al asegurar –ratificando lo que dijo sobre el punto desde un comienzo mismo de la investigación (ver fs. 1085/1090 vta.) que el mismo "estaba a simple vista" (sic), indicando inclusive en la imagen de fs. 5 vta. margen superior del legajo de fotografías, el sitio donde el mismo se encontraba (debajo de la mesada, en un lugar al descubierto que se observa ubicado entre medio del mobiliario del vanitori).-
A propósito, no está demás destacar aquí en abono de lo afirmado por Michelini sobre el punto, lo manifestado por la testigo Lanusse, quien avalando la circunstancia introducida por aquélla señaló en el debate -quedando constancia de ello en el acta- que “en el baño de María Marta había un canastito chiquito, como para tirar papelitos, era un cesto común para tirar cosas como de maquillaje, como los hay en todos los baños” (sic).-
La existencia de este cesto de basura no es un dato menor en esta historia, no obstante lo cual, y aún para el caso de sostenerse su inexistencia, me resulta cuanto menos llamativa la conducta de Juan Hurtig que arrojara un elemento metálico por el inodoro, cuando es por todos sabido que ciertos elementos, ya sea de metal (clavos, tuercas, etc.) o plásticos, pueden provocar obstrucciones en las cañerías, máxime cuando no se trataba de su propia casa.-
Otros de los que han declarado en el juicio, a pedido de la Defensa del imputado Hurtig, fueron Naldo Fabián Dasso, Pablo Javier Bilbao y Javier Nilkinson.-
El primero, abogado y amigo de Juan Hurtig dijo haber recibido un llamado de Fernando Aragón cuando estaban realizando una diligencia judicial en casa de Carlos Carrascosa en la que participara Juan, y que ante su pedido los aconsejó en cuanto a la firma del acta formalizada al efecto.
Sin embargo, y a pesar de su amistad y profesión, dijo que en el velorio no vio ni habló con Juan, únicamente lo hizo con Horacio quien no le dijo nada en particular o relevante.-
Por su parte, sabemos por Pablo Javier Bilbao que al día siguiente al entierro –martes- Juan le pidió un turno para que le colocara un diente, porque partía de viaje el miércoles. Más allá de resultar llamativo que dejara para último momento la posibilidad de un arreglo dental si con anterioridad conocía de su necesidad de viajar, nos dijo el testigo que en dicha oportunidad Juan le contó de la muerte de su hermana por un “accidente” pero que a él “no le cerraba”, manifestaciones que ratificó al regreso del viaje.
Advierto que aparece como una constante en Juan Hurtig estas expresiones de dudas a distintas personas de su círculo familiar y de relaciones, más o menos cercanas, en contraposición a la actitud asumida ante Romero Victorica –quien dijo que se molestó con él ante su insistencia en saber qué había pasado con María Marta, es decir tratar de evacuar esas dudas que tanto lo atormentaban-, y ante la autoridad judicial y policial que concurrió al velorio, a quienes identificó como tales. Noto además que si bien explicaba a todos los mencionados que tenía dudas, éstas versaban en torno a que María Marta tenía las zapatillas puestas, pero fue selectivo en cuanto a quiénes les decía que había hallado un “pituto” y que lo había arrojado al inodoro, porque muchos de los testigos nada dijeron que les hubieran contado sobre el particular.-
En este orden de ideas, Javier Nilkinson, relacionado laboralmente con Juan Hurtig desde el año 1994, dijo que en el velorio éste le comentó “estoy un poco contrariado con esto… hay algunas cosas que no me terminan de cerrar… dicen que falleció… en un accidente en la ducha, pero tenía las zapatillas puestas”, y que “era como que había algo que no podía precisar qué era pero que no le cerraba” (sic.) -reitero aquí que tampoco le dijo a este testigo de su hallazgo del “pituto”-, siendo reiterativo en la expresión de sus dudas, hasta que en un viaje a San Antonio de Areco en el que estaban juntos, Juan recibió un llamado telefónico transmitiéndole el resultado de la autopsia.-
Contó que en dicha oportunidad Juan, alterado, decía “cómo puede ser, como puede ser, si yo la tenía en brazos, debe ser un error” (sic), explicándole luego que su hermana tenía cinco tiros en la cabeza y que eso no podía ser porque la había tenido en sus brazos.-
No entiendo esta sorpresa del imputado Hurtig ante la noticia de que María Marta no había fallecido por un accidente en la ducha.-
¿No había sido el propio Juan quien desde el primer momento había dudado de su ocurrencia, y había intuido que “algo no le cerraba”?
¿No había sido Juan Hurtig la persona que había encontrado un “pituto” debajo del cuerpo de María Marta y había averiguado por la posibilidad de que fuera una bala?
¿No había sido él mismo quien evaluara ante Romero Victorica como hipótesis de ocurrencia que su hermana había sido víctima de una persona que ingresara la casa y la sorprendiera, dándole muerte?
En estas circunstancias, ¿de qué error hablaba Juan, si él era el que tenía dudas, las cuales se vieron corroboradas definitivamente con el resultado de la autopsia?, ¿o debemos creer que a esa altura de la investigación quería que se le hiciera la autopsia a su hermana para comprobar que estaba equivocado y la muerte de María Marta verdaderamente había sido por un accidente en el baño?
El testigo nos da la respuesta cuando dijo que a partir de esa llamada las dudas de Juan “se convirtieron en certeza”.-
No faltarán voces precipitadas en alzarse contra este razonamiento, aduciendo que mal podría considerarse a Hurtig "un encubridor" del homicidio de su hermana, cuando fue precisamente él quien alertó a la investigación acerca de la existencia de lo que podría tratarse de una bala, llegando inclusive a colaborar personalmente en su posterior búsqueda y recupero.-
A ello, debo responder diciendo que Juan Hurtig no dijo nada de sus dudas a la autoridad policial en la primera oportunidad que tuvo y recién habló del pituto cuando la realización de la autopsia era cuestión de tiempo, por lo que entiendo que dicha conducta no tuvo otro norte más que el de mejorar su más que comprometida situación procesal.-
Ha quedado asimismo acreditado que Carlos Carrascosa, Horacio García Belsunce y su abogado Scelzi concurrieron a la firma Cazadores solicitando entrevistarse con los vigiladores que habían estado el día del fallecimiento de María Marta García Belsunce, y tras una consulta con el abogado de la empresa (en virtud de que estos empleados habían prestado declaración en la Fiscalía –conforme testimonial de Maciel el 11 de noviembre de 2002-) se les recomendó que no lo hicieran, lo que se comunicó también a quienes pedían por esa reunión.-
Recordó el testigo Miguel Angel Spiccia (quien trabajaba en la firma Cazadores desempeñándose para el mes de octubre del año 2002 como representante legal de la misma) que estas personas además preguntaron si los empleados de la empresa utilizaban por esa época revólveres calibre 32 respondiéndoles negativamente.-
Surge entonces de un mero cotejo de fechas que el pedido a la firma Cazadores y la interrogación acerca de si los vigiladores utilizaban armas calibre 32, fue el sábado siguiente a la semana en que prestaran declaración los empleados de la firma Cazadores, pero antes de la operación de autopsia –el 2 de diciembre de 2002-.
Ante ello se impone el interrogante de porqué se interesaron por conocer el calibre de las armas que usaban los vigiladores.-
¿Acaso sospechaban que uno de ellos había tenido algo que ver con la muerte de María Marta, y que además la misma se había producido por el uso de armas de fuego?
Pero aún resulta más significativo que preguntaran justamente por el calibre 32, que resultara ser el del arma utilizada para acabar con la vida de María Marta. ¿O es que conocían cómo y con qué se habían producido las heridas fatales a la mencionada víctima?
No tengo dudas que la respuesta afirmativa cae de maduro.-
Sólo me resta agregar en punto al testimonio de Spiccia, que para contrarrestar lo afirmado por el mismo la Defensa trajo al debate como testigo al Dr. José Scelzi, el cual negó que la reunión a la que hiciera referencia el representante legal de la firma Cazadores haya tenido lugar con anterioridad a la operación de autopsia.-
Advierto que conforme surge del VAIC –fs. 51 de la carpeta L1-, el primer contacto con Licinio Scelzi se realiza desde el celular de Binello –Coppol SA-, la noche del 27 a las 09:46:14 pm hs., y que conforme surge de las declaraciones a tenor del art. 308 del ceremonial, de Juan Hurtig y de Horacio García Belsunce incorporadas por lectura al debate, concurrieron a dichos actos con el mentado abogado como su defensor técnico en esta causa.-
Ello más allá de la referencia que hiciera el propio letrado en cuanto a su intervención profesional y en colaboración por la amistad que los une a los imputados en la misma.-
Estas circunstancias me llevan a considerar sus dichos como interesados y parciales, pues el testigo se ha visto limitado en sus respuestas por el secreto profesional –del cual no recuerdo haber escuchado que fuera relevado por ninguno de sus antiguos asistidos-, lo que claramente se entremezcla con aquellos otros datos de la realidad que hubiera podido recoger desde su carácter de amigo de familiares y relaciones de María Marta.-
En el mismo sentido la transcripción de conversaciones de la carpeta “A” de escuchas telefónicas en las que se pone de resalto el asesoramiento y contacto referidos (vcia. fs. 14 y vta. del 13/12/02).-
Pasando a otro tema e ingresando a analizar la segunda de las imputaciones atribuidas a Horacio García Belsunce, y también aquélla que le fuera endilgada a Sergio Binello, parto de la base de que ha quedado claro para mí que la noche del día 27 de octubre de 2002 hubo expresos pedidos (García Belsunce) y directivas (Binello) de los antes nombrados en miras a lograr evitar el ingreso de personal policial al barrio.-
Divido el tema en dos puntos, ya que uno deriva o depende -en lo que a su efectiva ocurrencia se refiere y siguiendo un orden secuencial lógico- necesariamente del otro.-
Por ende, el primero ha de ser el de la presencia –o no- de la policía en el Carmel (o sus inmediaciones) toda vez que de no haberse dado en la realidad esta situación precedente ningún sentido tendría un posterior llamado –o mejor dicho varios- efectuados por distintas personas (Horacio García Belsunce y Sergio Binello) a diferentes interlocutores (Casafús y White entre otros) tendientes a evitar el acceso de la misma al lugar.-
Y para demostrar que ciertamente la policía se dirigió (aunque no llegó a ingresar por las razones que más adelante –como segundo punto- expondré) con destino al Country Carmel durante la noche del día 27 de octubre de 2002 horas después de que María Marta fuera asesinada en su domicilio ubicado en el interior del mismo, nada mejor que comenzar por traer a consideración el testimonio de Fernando Luis Domínguez.-
En efecto, el nombrado relató que trabajaba en Cazadores como personal de vigilancia y que como tal su jornada de labor comenzaba a las siete de la tarde terminando a las siete de la mañana del día siguiente, custodiando en lo personal “la parte de afuera del country –Carmel-, con la patrulla” (sic), la cual estaba siempre apostada “sobre la calle Petrel, que es una calle paralela a Monseñor D’andrea” (sic) y que se comunica con el Carmel a través de la calle Colibrí, aclarando que esa consigna se establecía allí “a partir de las siete y media, luego de dejar a los vigiladores que salían del turno de la mañana en la estación de Villa Rosa” (sic), permaneciendo luego en el mismo lugar hasta las 23:00 horas.-
Yendo en concreto a sus vivencias del día 27 de octubre de 2002, nos contó que cuando estaba llevando al turno saliente, observó dos ambulancias que ingresaban al country, y que estando ya de regreso en su puesto, entre las 21:30 y las 22:30 horas aproximadamente –o bien, alrededor de las 20:30/21:30 horas, según declaración de fs. 661, que sobre el punto ratificara- la presencia de una patrulla identificable con las balizas encendidas “que venía hacia mí” (sic), dando la vuelta detrás suyo para volver y tomar el camino El Colibrí con destino al Carmel –ya que no hay otras edificaciones en el lugar terminando esa calle en el Campus de una Universidad-, motivo por el cual llamó a la guardia del mismo para avisar que la policía iba para allí, creyendo que “no era una patrulla de la Comisaría de Pilar” (sic), sino de “una Departamental distinta, San Martín o San Isidro” (sic), recibiendo a los quince minutos una comunicación desde Carmel informándole que al lugar “no había ido nadie” (sic).-
Finalmente, dijo que más tarde esto mismo pudo habérselo comentado a un compañero de trabajo de apellido Toledo, “puede ser, típico comentario entre dos guardias de la misma empresa” (sic), y que lo que él observara podría haber sido captado a su vez por las cámaras de seguridad del country, mencionando dos, “creo que eran la 10 y la 11” (sic).-
Asintiendo en lo cardinal las manifestaciones de Domínguez, Horacio Fabián Toledo nos contó que cumplía funciones en el barrio cerrado “La Martinica” como vigilador, de 7 de la tarde a 7 de la mañana, y que por ello conocía el Country Club Carmel, ya que el mismo estaba ubicado frente al primero, conociendo por tal motivo a Fernando Luis Domínguez “de vista… porque el pasaba con una camioneta, cubría la parte de afuera del Carmel, también era vigilador como yo y trabajaba para la misma empresa… Cazadores” (sic).-
Aseguró además, que el día 27 de octubre de 2002, sin poder precisar la hora, una ambulancia se presentó en la guardia de La Martinica preguntando dónde quedaba el Carmel, siendo que tras ser preguntado para que dijera si observó la presencia de algún móvil policial a esa fecha, en su horario de trabajo, y responder que no, aclarando que “no estaba permanentemente en la guardia, hacía recorrida, no sabría decirle si alguien la vio” (sic), le fue leída a pedido de la Fiscalía y en los términos del art. 366 inc. 4º del Ceremonial su declaración de fs. 655 y siguientes, ratificando –luego de hacerlo claro está- el testigo en la oralidad propia del debate el acápite de la misma que dice: “Que con relación a la aparición de un patrullero o móvil policial, el dicente manifiesta que nunca un patrullero se hizo presente en “La Martinica” y por ende nunca llamaron al “Carmel” para avisar que un patrullero iba para ese lugar. Sí recuerda con relación a esto último que otro vigilador de la misma empresa de apellido Domínguez quien ese día cubrió como patrullero (con un vehículo de la empresa apostado en las afueras del barrio), le comentó que el que avisó sobre el patrullero fue él, aclarándole que en momentos que se encontraba sobre la calle Petrel, fue interceptado por un patrullero de la policía los cuales le preguntaron donde quedaba la entrada del Country Carmel, para luego de indicarles por donde se tenían que dirigir para llegar a dicho lugar, el móvil se dirigió para allí. Que por ese motivo fue que éste vigilador se comunicó vía celular hacia la guardia del Carmel y le dio aviso de que el patrullero se dirigía para dicho lugar”.-
Pero Domínguez –y por extensión Toledo- no han sido los únicos que se refirieran al tema, ya que también dio cuenta de la presencia policial en el lugar el vigilador Páez.-
En efecto, éste último refirió que por intermedio de las cámaras de video observó que “una camioneta” (sic) de la fuerza policial se acercó al barrio deteniéndose “a doscientos o trescientos metros” (sic) de su puerta, y que tal situación la puso en conocimiento de Maciel, por radio, acotando el declarante que este móvil luego de permanecer “unos cinco o diez minutos detenido… parado ahí” (sic), “pegó la vuelta” (sic) y se fue de allí.-
Concatenado con ello, Maciel nos contó que el día del hecho en horas de la tarde-noche lo llamaron diciéndole que venía un patrullero al Carmel, situación que a su vez se la comentó al Presidente del Club, Alberto E. White, quien al respecto dijo: "que no pase… ¿alguien llamó? (sic), siendo que luego de que desde le guardia le respondieran que no, agregó "vamos para allá que yo lo arreglo… los esperamos en la puerta" (sic), aclarando el declarante que finalmente y por causas que desconoce, "la policía nunca apareció por el barrio" (sic).-
Lo dicho por Maciel nos conduce a su vez a White -cuyo testimonio obra a fs. 346/348 de estas actuaciones y fuera incorporado al juicio por su lectura con motivo de su fallecimiento y con apego en lo normado por el art. 366 del ritual- quien manifestara que el día del hecho a las "ocho y pico" (sic) y en circunstancias en las que regresaba de Pilar luego de haber concurrido a una misa, se dirigió a la proveeduría del country enterándose allí que María Marta había tenido un accidente falleciendo a consecuencia del mismo, siendo que en lo que es de interés resaltar, explicó que en un momento determinado le modularon de la guardia informándole que habían llamado de la policía para decir que venía un patrullero al barrio, o bien que alguien de la guardia había visto "por las cámaras… que un patrullero quería entrar, que se mandaba” (sic), situación ésta que intentó poner en conocimiento de Carrascosa, llamándolo por teléfono, siendo atendido finalmente por Sergio Binello, a quien le comunicó la novedad, recibiendo por parte de éste la respuesta sobre la cual habré de detenerme más adelante, habida cuenta de formar la misma el núcleo de la acusación que pesa en su contra.-
Cuestionó el Dr. Caride la veracidad del testigo Páez, argumentando que no resulta posible que la observación de la que diera cuenta el nombrado no haya quedado registrada en las grabaciones de las cámaras de seguridad, sobre todo teniendo en cuenta lo dicho por el testigo en punto a que “el patrullero llegó, se detuvo y se volvió… quedó cinco o seis minutos detenido y se retiró” (sic).-
Ya me he ocupado en cierto punto del tema al detenerme en el análisis de la línea de tiempo que trazara el Dr. Blanco en su alegato.-
No podemos basarnos en las imágenes captadas por las cámaras de seguridad para desacreditar a un testigo, primordialmente, por las graves falencias que presentan, no sólo de imagen sino también de conjunción consecutiva de las muestras.-
A modo de ejemplo, y tomando una de las tantas muestras posibles, en el horario de las 19:24 horas, hay cinco o seis imágenes consecutivas captadas por la cámara de seguridad direccionada hacia la calle Petrel en las que no se visualiza absolutamente nada, es decir, no hay registros grabados de lo que se ve “en vivo” a través del monitor, lo que permite razonadamente pensar que lo que no se ve en los mismos puede haber pasado y no estar registrado.-
De hecho, nadie pone en duda la llegada de las dos ambulancias al Carmel aunque sólo se observe a través de las imágenes el ingreso de una de ellas (a las 19:47:19 horas).-
No hay registro visual alguno en relación a la primera de las ambulancias, más allá de que su concurrencia al lugar –siempre en función de las vistas de los fotogramas- pueda presumirse a partir de las imágenes en las que se observa la aproximación “a lo lejos” de un vehículo de gran porte (19:24:30 y 19:24:41 horas) respecto del cual no sabemos siquiera a ciencia cierta cuál fue en definitiva su destino, ya que como quedara dicho, el ingreso del vehículo de emergencia tripulado por Gauvry Gordon y su chofer, no fue asentado –para poder establecer allí y de manera indubitable un juego de relaciones- en la planilla de fs. 23 y siguientes.-
¿Por qué entonces voy a creer que las ambulancias (las dos) estuvieron y el patrullero no?
Por una sencilla razón.-
El análisis de la prueba debe hacerse de manera ensamblada con el conjunto probatorio, y ese elenco es precisamente el que me permite alcanzar la certeza requerida en punto a que efectivamente un patrullero concurrió al lugar, y que el mismo fue visto no sólo por Domínguez sino también por Páez.-
Volviendo sobre mis pasos, y aun tomando por cierto que la imagen captada a las 19:24:41 horas registró en imagen el ingreso de la ambulancia en la que viajaba Gauvry Gordon, no deja de ser una realidad que cada uno de los móviles de emergencia se observan en los fotogramas “una única vez”, “o a la sumo dos”, con lo cual si tenemos en cuenta que algunos de ellos son totalmente inteligibles y que a su vez, entre una imagen y la que le sucede en el tiempo, hay un “salto” de entre cuatro y seis segundos, bien pudo el paso del patrullero no haber quedado registrado por una cámara que, dicho sea de paso –lo dijo Páez entre otros- capta en imagen un radio, franja o trayecto de tan solo cien metros.-
Omite sin embargo el distinguido defensor mencionar una aclaración efectuada por Páez, en el sentido de que más allá de su deducción, lo cierto es que aseguró en el debate que durante ese lapso de tiempo, lejos de estar pendiente de lo que hacía o dejaba de hacer el móvil policial, estuvo dedicado a los quehaceres propios de su actividad (es una realidad que el ingreso -y egreso- de personas al Carmel no se suspendió por el lastimero suceso que involucrara a María Marta, pudiendo incluso predicarse –a la luz de lo que me emerge de la planilla de fs. 23 y siguientes- que por el contrario y conocida su muerte por allegados a la familia el mismo fue en aumento) observándolo al mismo –si bien es cierto en lo que “podría” decirse una misma posición- tan sólo en dos oportunidades, cuando “me avisan que está llegando un móvil policial” y “lo veo”, y después –transcurridos esos seis minutos, cuando “se va”.-
Continúa...........
En una conversación posterior entre Cony e Irene, en la que la primera le dijo que Mirta había hablado con Noelia, “que si hablaba con vos le diga que necesitaba plata, que la llamaron a declarar que está todo bien…”.
El llamado del 27/12/2002 entre Cony y Mariana en el que reiteradamente queda en evidencia que por teléfono no quieren dar detalles sobre cuestiones relacionadas con la muerte de María Marta “CONY: bueno, pero por teléfono no que lo voy a decir MARIANA: Bueno pero te quiero decir al margen… yo lo que te digo es lo siguiente he… “NO BODI… NO NAME… VERY DANGER” (ver cassette nº 19 de fecha 27/12/2002, fs. 48, 49 y 50).-
Aparece entonces con meridiana claridad que era “vox populi” y no se ocultaba, que el teléfono de línea de la familia Bártoli perteneciente al Carmel estaba intervenido, porque Cony que estaba viviendo transitoriamente en ese domicilio lo comentó con Mariana, vecina del country y su amiga Claudia que realizó la llamada entrante advirtió esa misma circunstancia.
Ninguna de ellas manifestó asombro, sorpresa o lo puso en duda, sino que lo aceptaron como un hecho. Pero además, Cony le dijo a su amiga que estaban “pinchados” todos los teléfonos y celulares de los que vivían en el Carmel; y en su segunda conversación con Mariana, quedó en evidencia la precaución con que manejaban sus expresiones, cuidándose de no decir nada por teléfono que pudiera ser revelador de circunstancias en torno al óbito de María Marta.-
Me pregunto, ¿esta circunstancia no debían haberla advertido también Bártoli y su familia, no se lo había hecho saber Cony o alguno de los vecinos o amigos del Carmel, o tampoco ellos se habían dado cuenta?
De las conversaciones mantenidas entre los imputados, sus familiares y amigos íntimos –incluido Horacio García Belsunce, de quien no puede decirse por lo que refirió en la audiencia, que ignorara la posibilidad cierta de una intervención telefónica, y su abogado y amigo “Pepe” Scelzi-, ninguno se imaginó, comentó ni evaluó la posibilidad de que tuvieran sus teléfonos intervenidos, cuando dijeron que sabían que el fiscal pensaba que eran encubridores del hecho ilícito.-
En este orden de ideas, me llama la atención el tenor de las conversaciones mantenidas que se escucharan en la última jornada de audiencia de prueba, en las que los interlocutores brindan largos, detallados y reiterativos discursos acerca de lo que ya dijeran en declaración en la causa, pretendiendo justificar su inocencia, dando la impresión del análisis total de los diálogos, que no parecen dirigidos a su interlocutor, sino que tienen el carácter de “mensajes” destinados a un público más amplio.-
Dejando de lado la participación de Guillermo Bártoli (sin perjuicio de señalar que sobre la misma volveré más adelante al analizar cuestiones comunes a todos los imputados), me detengo en el estudio de los hechos que la Fiscalía pusiera en cabeza de Horacio García Belsunce.-
Ellos son dos.-
El primero, haber participado de la reunión en la que se debatió la naturaleza del elemento metálico hallado por Juan Hurtig debajo del cuerpo de María Marta y que finalmente –a sabiendas de que era una bala y que con ello contribuían a ocultar el crimen del que había sido víctima la nombrada- fuera arrojado por este último al inodoro del baño ubicado en el primer piso del domicilio en el que la misma cohabitaba junto a Carlos Carrascosa.-
EL segundo, el llamado que Horacio García Belsunce le hiciera al Comisario Mayor Angel Domingo Casafús pidiéndole al mismo que “parara” a la policía que estaba dirigiéndose al lugar.-
Ambos episodios históricos forman parte de una realidad incontrovertible, que fue incluso reconocida por el propio imputado al prestar la declaración que rola a fs. 827/836, incorporada al juicio por su lectura.-
En lo tocante al previo de los acontecimientos –hallazgo de plomo deformado- habré de abordar la cuestión tratando de manera conjunta las situaciones de Horacio García Belsunce y Juan Carlos Hurtig, mientras que en ocasión de avanzar sobre la comunicación que el primero mantuviera con Angel Domingo Casafús, incluiré en el desarrollo del trabajo al imputado Sergio Binello.-
Pero vayamos por partes.-
Ingresando al análisis de lo que sucediera en derredor al encuentro –y posterior descarte- en la escena del crimen del primer proyectil que de acuerdo a la secuencia de disparos de la que diera cuenta Moreira partieran del arma matadora, nada mejor que hacerlo trayendo a consideración el descargo que al respecto efectuara el propio Horacio García Belsunce (ver fojas 827/836) quien al ser preguntado por ello se manifestó diciendo que “en un determinado momento me llama John y me dice, Hora, vení y me lleva al baño, en el baño, cuando llego estaba Dino, el marido de mamá, Yayo mi cuñado el marido de María Laura y John. Me señalan una cosa en el suelo y me dice Hora, mira, esto estaba debajo del cuerpo de María Marta. Lo miro, no me dice absolutamente nada. Agarro un pedazo de papel higiénico (esto lo debo haber aprendido de las películas) lo levanto, lo pongo más cerca para verlo, no me decía nada, les digo, miren yo no entiendo nada, ¿pero ustedes qué me están queriendo decir? No, que se yo, nada, entonces qué carajo estamos haciendo acá, ¿ustedes lo que me están queriendo decir es que esto puede ser una bala? Yo no entiendo nada, pero para mí esto no tiene nada que ver con nada. Cuando lo veo y miro los pestiletes de las ventanas, me pareció que era una cosa de esas por la forma de las que tienen las trabas de las ventanas o lo que más se asemejaba era a los pitutos, soportes de los estantes de las bibliotecas. ¿A alguno le parece otra cosa? No, no, no, llamémoslo a Carlos, la misma pregunta. Esto dice John que estaba debajo de María Marta cuando la levantaron con Dino, ¿a vos te dice algo? El gordo dice no, no me dice nada y agrega algo que para mí es terminante en mi convicción que no era importante para nada. La frase de Carlos es: Es posible que sea una de las tantas cosas que usaron los médicos en la resucitación, motivo por el cual decidimos tirarlo por el wáter y me fui” (sic).-
Me resulta sugestivo que, el cuidado en el tratamiento y manipulación que tuvo con el elemento que hallaron tirado debajo del cuerpo de María Marta es el que “películas mediante”, se sigue con aquellos objetos relevantes para una investigación con el fin de no borrar huellas o alterar pruebas.-
Por su parte, Juan Carlos Hurtig declaró primero a fs. 773/777 y sobre el tópico que distrae nuestra atención sostuvo que “…yendo al tema del ocultamiento del que hablan, lo del pitutito, cuando yo la levanto a María Marta, no había ninguna duda que había sido un accidente porque además la revisaron dos médicos y nadie dijo nada… Cuando la levanto a María Marta, yo la levanto de la cabeza… y mi viejo (Constantino Hurtig) de los pies, en ningún momento vi que nada se le cayera de la cabeza, tenía una lastimadura con sangre y pelo enmarañado, la levanté, la puse en la cama, y en los brazos yo tenía sangre, me ensucié… Ahí vuelvo al baño para lavarme, cuando me lavo, al salir me encuentro con el pitutito éste en el piso, justo debajo de María Marta, no en la alfombra sino en el piso del baño. Lo llamo al viejo, y le pregunto si sabía qué era eso, el viejo me dice que no tiene ni idea, le digo, llamalo a Yayo, me dice no tengo la más puta idea, pará llamémoslo a Horacio, cuando viene dice esto es un pitutito de algo y empieza a ver en los armarios y en el vanitori… No me acuerdo quién, dice esperá que lo llamo a Carlos, él lo mira y dice… puede ser… de los paramédicos porque cuando estuvieron armaron un despelote tremendo acá, paso siguiente, decimos qué hacemos con esto, nada, tiralo, tirémoslo… me deben haber dicho tiralo porque no era nada… En ese momento nadie pensó que podía llegar a ser una bala, nadie llegó a la conclusión de que esto era una bala y se tiró… yo no pensé que estaba relacionada con la muerte de María Marta…” (sic), no obstante lo cual y preguntado que fuera luego para que explicara por qué si no se representó tal posibilidad es que llamó a su padre, a Horacio y a Carlos si solo era un pituto, contestó: “…mejor dicho, yo íntimamente pensé que podía llegar a tener algo que ver con la muerte de María Marta, pero no se los hice ver a los que fueron al baño… fue una intuición mía, cuando nadie me dijo che, esto es una bala, o un pedazo de palo… yo íntimamente me dije si la revisaron dos médicos y no encontraron nada qué boludeces estás pensando… yo lo que pensé íntimamente cuando llamo –es- que podía ser algo de un ataque a María Marta pero cuando vienen y me dicen pero puede ser un pitutito, un coso, me quedé con esa versión… en ningún momento nadie dudó y en ningún momento se entró en discusión –de- si era una bala, de pique los que entraban… no ponían un halo de duda y cuando entró Horacio y dijo que podía ser un pitutito de un estante dijimos: ah, bueno, y cuando entró Carlos y dijo que podía ser de los paramédicos nos quedamos tranquilos…”, reconociendo finalmente que quien arrojara físicamente el plomo deformado en el inodoro fue él en persona, y que se deshizo del mismo en dicho lugar “porque era el único… que yo vi para tirar algo en el baño” (sic).-
Más tarde, con el debate en marcha, Juan Hurtig volvió a prestar su particular versión de los hechos, expresándose en esta nueva oportunidad –palabras más, palabras menos- de igual modo a como lo hiciera primitivamente en su declaración escrita.-
Pero pese a los esfuerzos desplegados por el nombrado en el sentido de sostener la versión de que en la tertulia de la que tomara parte y que se celebrara en el baño –puerta entreabierta mediante- ubicado en el primer piso del domicilio de su hermana, no se mencionó bajo ningún concepto el término bala, las evidencias demuestran que ha sucedido todo lo contrario.-
Adviértase que Horacio García Belsunce dijo en relación a ello, que incluso preguntó a quienes lo habían convocado a la reunión (entre los que claro está mencionó a su medio hermano Juan Hurtig): ¿ustedes lo que me están queriendo decir es que esto puede ser una bala?
Ello quiere decir, que para que el imputado Horacio García Belsunce se haya manifestado de esa manera tuvo que existir en alguno de los congregados en el lugar la mención como “disparador” -o sugerencia al menos- de dicha posibilidad, caso contrario no se explica el interrogante que el nombrado les dirigiera a los mismos.-
También Horacio Zarracán (esposo de María Laura García Belsunce y mencionado por Horacio García Belsunce como Yayo en su injurada) y Balbino Ongay contradijeron a Juan Carlos Hurtig.-
En efecto, el primero de los nombrados y tras relatar que en relación a la muerte de su cuñada María Marta tomó conocimiento de la misma a través de un llamado telefónico que le hiciera a su casa Irene Hurtig, el mismo día domingo 27 de octubre de 2002 “entre siete y media y ocho” (sic) comentándole en concreto que María Marta había tenido un accidente en el baño falleciendo a consecuencia del mismo, nos contó que concurrió al Carmel arribando al mismo aproximadamente a las 21:00 horas, siendo que yendo en concreto a lo que es de interés aquí, nos contó que estuvo un tiempo arriba hasta que bajó, volviendo a subir “al rato” (sic) cuando le pidieron que lo haga “porque habían encontrado algo en el baño” (sic) siendo que al hacerlo Carlos Carrascosa, Juan Hurtig, Horacio García Belsunce y el Dr. Constantino Hurtig le preguntaron qué era algo metálico que en ese momento le mostraron, por lo que tras sentarse en el bidet y observarlo les dijo que no tenía la menor idea, mencionándose primero de que podría tratarse de un traba estante, y también que “en un momento se dijo que podía ser una bala” (sic) aclarando que cuando le preguntaron por ese elemento se lo mostraron “con un papel abajo y el plomo montado sobre él” (sic), no recordando que alguien se haya ido –preguntado en concreto que fuera por la persona de John Hurtig- mientras todo ello ocurría. Por otra parte, y completando su relato, indicó que en ese momento María Marta ya estaba en la cama, notándole “en la zona derecha de la cabeza… un golpecito” (sic), siendo que al ser preguntado acerca del destino dado por entonces a ese plomo, dijo no saberlo, refriendo al respecto que “yo creería que lo pusieron arriba de la mesa, del lavatorio” (sic), no obstante lo cual y exhibido que le fuera el plomo desnudo hallado en la cámara séptica del domicilio de la familia Carrascosa dijo que “eso no era lo que vi, era más largo, con una puntita atrás, eso tenía una continuación, y con puntas que salían, a eso le falta otro pedazo… eso no era, seguro” (sic).-
Esta última rigurosa negación del testigo obliga a preguntarme lo siguiente.-
¿Le fue exhibido a Zarracán el plomo desnudo que Juan Hurtig hallara debajo de los restos mortales de su hermana?, ¿o le mostraron otro, lo suficientemente distinto de aquél como para no permitirle la posibilidad de relacionarlo con lo que efectivamente era, con características quizá, que pudieran hacerles suponer que se trataba de una parte de un desfibrilador o de un porta estante, asegurándose con ello que una genuina duda de éste –frente a cualquier contingencia futura- pudiera sumarse a las impostadas y fingidas dudas de aquellos?
Es muy probable por cierto.-
Nótese que Zarracán no fue el único testigo que sembrara un manto de duda en punto a lo dicho.-
Traigo a modo de ejemplo para robustecer el asunto en trato, el testimonio de María Luisa Enriqueta Lanusse, la cual nos contó que tras mover el cuerpo de María Marta, Juan le dijo “encontré esto… mirá, ¿qué será esto?”, preguntándole la dicente posteriormente a Constantino Hurtig -quien también estuvo en la reunión del baño y por tanto debió escuchar lo mismo que Yayo Zarracán-, el cual sugestivamente se refirió únicamente a que podía ser un elemento para sostener un estante introduciendo la posibilidad de que fuera un desfibrilador -¿quién mejor que un médico (como él) para determinar si se correspondía con ese elemento?-, pero ninguna certeza arrimó al extremo, omitiendo toda referencia a que pudiera tratarse de una bala. Por último y exhibido que le fuera a la testigo el plomo del que venimos hablando y preguntada que fuera para que dijera si se trataba del mismo que viera la noche del 27 de octubre de 2002, dijo: “yo lo vi más claro, no hubiera jurado que fuera tan gris” (sic).-
Por su parte, Balbino Ongay, cuyo testimonio obrante a fs. 696/697 fuera incorporado al juicio por su lectura –a raíz de su fallecimiento- en los términos del art. 366 del digesto de forma, dijo que tras haberse enterado de la muerte de María Marta García Belsunce por un llamado telefónico que le hiciera un amigo suyo, Ernesto Otamendi, el mismo día 27 de octubre de 2002 entre las 20:30 y 21:00 horas, informándole que “María Marta había tenido un accidente y que se había ahogado en la bañera” (sic), concurrió al Carmel junto al nombrado, la mujer del mismo de nombre Graciela Maggio, y su esposa, Graciela Lucía Del Cioppo, arribando al lugar promediando las 22:00 horas. Refirió también, que una vez allí se encontró con mucha gente, como ser “todos los del grupo de los lunes” (sic) –entre los cuales mencionó a Roberto Tabbush, Mario Carassale, Oscar Chiesa y Marcelo Ussey- observando junto a los mismos a Carlos Carrascosa. Asimismo, expresó que después de estar con esta gente fue a saludar a Horacio García Belsunce padre e hijo, a Marielita, la esposa del primero, y también a María Laura García Belsunce, la cual le dijo de ir a ver el cuerpo de María Marta refiriéndole que el mismo se hallaba todavía en el baño, a lo que el declarante se negó “para no impresionarme” (sic), hasta que después de estar un buen rato en la planta baja de la casa, saludando, le informaron que ya se podía subir a verla –a María Marta- lo que así hizo, observándola en la cama –más sobre el lado del baño- y llegando incluso a tomarle la mano, notando en ese momento que la misma tenía como un raspón en la frente del lado izquierdo. Por último, indicó que al cabo de una hora (tiempo en el cual estuvo junto al cuerpo) comenzó a dialogar con Dino Hurtig, “en el baño de arriba” (sic), preguntándole al mismo cómo había sido la muerte de María Marta, a lo que éste le respondió que la nombrada se había golpeado y caído sobre la bañera, ahogándose, comentándole enseguida que habían encontrado una “esquirla” o una “cosa rara” debajo del cuerpo de ella, permaneciendo el declarante en el lugar hasta las 04:00 horas aproximadamente, momento en el cual se retiró junto con Otamendi, creyendo que en el viaje de regreso “algo” le hizo saber a este último respecto a lo manifestado por Dino Hurtig en punto al hallazgo de una “esquirla”, estando sí seguro que al día siguiente o durante los días posteriores, “no lo recuerdo exactamente” (sic), le comentó “ese tema de la esquirla” (sic) a su esposa y a la señora de Otamendi.-
En el mismo orden, dijo Romero Victorica que al contarle Horacio del hallazgo de una especie de “plomito” (sic) y que en el lugar había abundante sangre, “en lo personal pensó en una bala”.-
A su vez, Ernesto Otamendi, tras la operatoria del art. 366 inc. 4º del CPP –fs. 1107 y siguientes de la IPP nro. 19.279- dijo que Ongay le comentó en el velorio que habían hallado “un casquillo”, “cerca de donde estaba María Marta”, y pensó de inmediato en una “cápsula servida”, por lo que en cuenta de la pérdida de sangre en la cabeza, tuvo dudas acerca de la versión del accidente.-
Javiera Marqués Rosas, explicó que la noche de la muerte de su cuñada, su entonces esposo Juan Hurtig le preguntó si sabía cómo era una bala, describiéndole lo que a su criterio era una.
Se interrogó a la testigo si tenía algún conocimiento especial sobre armas y municiones que hubiera hecho que recurriera a ella buscando una respuesta, pero dijo que no, quedando a mi criterio inexplicado entonces porqué dijo Marqués Rosas logró tranquilizar a Juan, el cual después le contó que había encontrado “algo” que después tiró.-
Si Juan Hurtig relacionó el elemento que encontró con una bala, ¿por qué lo tiró?, ¿no es que acaso sus dudas en tal sentido habían quedado en el pasado luego de que su hermano Horacio y su cuñado Carlos Carrascosa le transmitieran serenidad al referirle que podía tratarse de un porta estante uno, o de un accesorio utilizado por los médicos el otro?
Si dicho hallazgo mereció un “cónclave” en el baño, esto nos remite cuanto menos a una valoración acerca de la importancia que pudiera tener en el cuadro de situación que se estaba viviendo. Si no fuera así, parece absurdo que en la situación del momento –traslado de María Marta a la cama, su posterior cambio de ropa, acondicionamiento del lugar, consuelo de las personas mayores (en especial progenitores de la víctima) y recepción de quienes estaban llegando al domicilio anoticiados de lo que había ocurrido- un grupo de familiares de la víctima se reunieran justamente en el lugar de ocurrencia del hecho, a debatir sobre el hallazgo de una pieza de metal (nada menos que encontrada en aquellas circunstancias debajo del cuerpo sin vida de María Marta, tomándola con un trozo de papel y manipulándola como de si de una prueba se tratase), la cual fuera luego descartada por el inodoro.-
Ha tratado la Defensa del imputado Juan Hurtig, brillantemente asistido técnicamente por el Doctor Riguera (hay abogados que enaltecen el ejercicio de la profesión y créanme que éste último es uno de ellos) de sembrar un manto de duda en punto a la posibilidad de que el momento en el que se mencionara en la afamada reunión el término bala, haya coincidido con el preciso instante en el que el nombrado en primer término se ausentara de la misma y fuera en búsqueda de Carlos Carrascosa.-
Pero ello no ha sido así.-
Si bien Carlos Alberto Carrascosa, en su injurada de fs. 850/855 vta., expresó que “Más tarde llegó John, ni idea la hora, en un momento dado me busca, y me dice, vení que quiero que veas una cosa, subo, me hace entrar en el baño y me muestra algo, un fierrito, y me dice ¿vos sabes qué es esto? Yo realmente, no tenía la menor idea y le dije mirá acá hubo tanto despliegue de cosas por los médicos que debe haber sido algo de eso, y no le di ni importancia. Dijeron, qué hacemos lo tiramos y lo tiraron” (sic), no es menos cierto que de acuerdo a los dichos de Horacio García Belsunce, la referencia a este elemento aconteció en los primeros momentos en que tuvo lugar la reunión del baño, corroborado ésto por el propio Zarracán.-
Lo expuesto, me impide dar acogida favorable a la hipótesis de la defensa.-
Tengo para mí que ha resultado el imputado Hurtig sumamente contradictorio en sus expresiones.-
Una muestra más de ello –como si las apuntadas fueran pocas- fue que Juan Hurtig en su primigenia declaración prestada en Fiscalía, dijo que no vio en el cuerpo de su hermana rasguños, deformaciones en el rostro u otra circunstancia que le hubiera llamado la atención y que pudieran justificar las “intuiciones” que mencionara, pero en el debate dijo que a la mañana siguiente tras presentarse en él la duda, le preguntó a Guillermo Bártoli, en presencia de Romero Victorica, si a su hermana no la habían golpeado. No ha quedado claro en función de qué es que realiza la pregunta, qué circunstancia fue la lo llevó a representarse esa posibilidad. ¿O fue también una intuición? Tampoco nos dijo cuál fue la respuesta de Bártoli. Sin embargo, este último, en ocasión de deponer a tenor del art. 308 el ritual, dos días después que Juan, aclaró ese extremo, explicando que su cuñado le contó que “había encontrado un pedacito de metal, y que eso se podría haber desprendido de algo con lo cual lo hubieran golpeado” (sic), insistiendo el deponente en que todo indicaba que se trataba de un accidente.
No termino de entender las dudas de Juan, ¿pensó que el metal hallado era parte de un elemento con el que habían golpeado a María Marta?, ¿un estante?, ¿un desfibrilador?, ¿entonces qué sentido tenía preguntarle a Javiera Marques Rosas si sabía cómo era una bala?
En una suerte de enredos e intentando desvincularse de lo que es objeto de imputación (que tiró una de las balas que partieran del arma criminal sabiendo que lo era) no ha podido Juan Hurtig esclarecer cuándo efectivamente nacieron sus dudas en torno a la muerte de María Marta, ya que si estamos a sus afirmaciones en el sentido de que ello sucedió “recién” cuando notó que la nombrada tenía sus zapatillas secas, situación que –con razón por cierto- era incompatible con “el resbalón” que decían había sufrido la misma en el baño, no logro armonizar esta idea con las razones que diera el propio Hurtig a la hora de explicar qué fue lo que lo llevó a preguntar una y otra vez y a diferentes personas acerca de la naturaleza del elemento metálico que luego dio en llamarse “el pituto”, ya que al respecto y en una palpable contradicción con lo antes dicho precisó: “yo íntimamente pensé que podía llegar a tener algo que ver con la muerte de María Marta, pero no se los hice ver a los que fueron al baño… fue una intuición mía, cuando nadie me dijo che, esto es una bala, o un pedazo de palo… yo íntimamente me dije si la revisaron dos médicos y no encontraron nada qué boludeces estás pensando… yo lo que pensé íntimamente cuando llamo –es- que podía ser algo de un ataque a María Marta pero cuando vienen y me dicen pero puede ser un pitutito, un coso, me quedé con esa versión”.-
¿Entonces?
Pareciera ser, a la vista de los acontecimientos, que dos fueron los momentos en los que Hurtig se representó que la muerte de su hermana podía no deberse a un simple accidente doméstico. Uno, cuando halló debajo de su cuerpo el plomo deformado, y otro, cuando advirtió que las zapatillas que María Marta tenía colocadas al momento en que encontrara su irremediable final estaban secas.-
Pero si sus dudas en punto a ese primer momento se agotaron –como expusiera el propio imputado- luego de escuchar a su hermano Horacio y a Carlos Carrascosa, ¿por qué volvieron después?, ya que al decir de su por entonces esposa, entrada la madrugada del día lunes 28 de octubre, el imputado se mostraba intranquilo preguntando justamente –a ella- cómo era una bala.-
Relacionar ese interrogante de Juan Hurtig con el “tema de las zapatillas puestas” como fuente de sus dilemas es una auténtica quimera.-
Pero la discusión no se agota aquí.-
Hago notar que la seguridad que Horacio García Belsunce dijo poseer en punto a la “insignificancia” del elemento metálico hallado por Juan Hurtig debajo del cuerpo sin vida de su hermana, y la calma que este último dijo haber vivenciado luego de escuchar las palabras del primero, chocan abiertamente con las manifestaciones del testigo Romero Victorica.-
En efecto, repasando el testimonio del por entonces Fiscal ante los Tribunales Nacionales de Casación, advierto que el mismo refirió haber recibido un llamado de su amigo Horacio García Belsunce anoticiándolo que su hermana María Marta había tenido un accidente. Que fue con su mujer al velorio y en un aparte Horacio le dijo “mirá, acá hay cosas que no me cierran”, hablándole de la fractura de cráneo y pérdida de masa encefálica, el hallazgo de un “plomito” en el baño que habían tirado, y que “había abundante sangre”, como así también que Juan Hurtig fue el primero en sospechar las razones del accidente.-
Dijo este testigo también, que ante sus indagaciones en el velorio -advertidas por otros conforme lo dijeran en el debate- Juan estaba “muy nervioso” y “un poco fastidiado”, lo cual no deja de sorprenderme, porque en todo caso, la presencia de un Fiscal, aunque fuera de manera no oficial, debió haberle traído algo de sosiego a sus nervios, pues justamente iba a encaminar sus dudas de un modo concreto para despejarlas, máxime cuando se trataba de un “amigo” de la familia y en especial de su hermano Horacio.-
Pero aún más llama mi atención la conversación que tuvo con el testigo, cuando le preguntó si sabía en qué iba a terminar su actividad, exponiendo –con marcado prejuicio que roza lo inverosímil- que únicamente iba a conseguir que al llegar la policía “prueba que vino un villero que le pegó con un fierro la mató y se fue, y yo a mi hermana no la recupero”.-
No puedo dejar de notar que de todas las hipótesis posibles que pudieren dar respuestas a las dudas acerca del modo de muerte de María Marta, esbozó la que en definitiva y autopsia mediante se acreditó (utilización de un arma de fuego).
Refirió el testigo que -contrariamente a lo esperable en función de lo que Juan Hurtig y Horacio García Belsunce nos dijeran en torno a que tenían dudas acerca del modo de producirse la muerte de María Marta- su gestión creó malestar con ambos, y que el último hasta lo llamó “bocón”.-
Pregunto, ¿qué fue lo que dijo de más Romero Victorica? ¿En qué se fue de boca? ¿En acompañar la teoría de una causal de muerte distinta a la del accidente doméstico?, ¿en haberle sugerido a Guillermo Bártoli que buscara el certificado de defunción para entregárselo al fiscal?
Recordemos rápidamente que también Romero Victorica corroboró a Degastaldi en cuanto a que en la reunión familiar nadie le dijo al Fiscal acerca de las sospechas de la familia, la cual se aferraba y transmitió únicamente la versión del accidente. En este punto no puedo entonces menos que preguntarme por qué Horacio García Belsunce le dice que tiene dudas.-
¿Y Juan Hurtig?
Hablaron de dudas que no refrendaron ante Molina Pico. ¿Todos fueron receptáculos de sus dudas para Juan Hurtig menos el propio Fiscal instructor? ¿Precisamente ante Molina Pico calla?
Me pregunto porqué no las expusieron ante la autoridad y, por lo que se escuchó en la audiencia, parece que la molesta intervención de Romero Victorica lo convirtió en un “bocón”, por lo que no fue al entierro, y no volvió a tener noticias de Horacio hasta que recibió un llamado suyo en el que apesadumbrado y como llorando, le dijo: “Juan, teníamos razón en nuestras dudas, a María Marta la mataron de cinco tiros” (sic).-
Resumiendo, así planteado el caso pareciera pues bien que a Juan Hurtig lo tranquilizó y lo sacó de sus dudas –aunque después (pero por otra razón) volvieron- quien nunca dejó de tenerlas, ya que al decir de Romero Victorica cuando llegó a la casa de María Marta -el día siguiente a la reunión del baño- Horacio –García Belsunce- lo llamó a un aparte para decirle que habían cosas que no le cerraban.-
Insostenible por donde se lo mire.-
En esta misma línea no puedo dejar de soslayar que Horacio García Belsunce nos dijo que dialogó muy poco con Carlos Carrascosa; ni siquiera coincidía con que María Marta era torpe; con Irene Hurtig ni siquiera habló; con Guillermo Bártoli no tiene recuerdo de haberlo hecho; es decir, su información era escasa, siendo incluso tal situación reconocida por el propio imputado en el juicio cuando al ser advertido de todas estas cuestiones por mi colega en el ejercicio de la función, Dr. Introzzi Truglia, dijo: “es todo tal cual como lo dijo” (sic).-
Entonces: si esto fue así ¿qué es lo que motivó a Horacio García Belsunce a asumir con tanta certeza que el evento luctuoso en realidad se trató en lo que a su mecánica se refiere de un accidente, concluyendo que era todo tan claro?
A este interrogante formulado al imputado en el marco del debate mismo, éste respondió diciendo que “si bien yo no tengo porqué descreer de lo que me dice Carlos, cuando a María Marta la ponen en la cama voy al baño y ahí me hago la composición” (sic).-
Conclusión: El imputado relata todo como él se imagina, sin ningún fundamento. Es decir, asume que todo es inferencia sobre inferencia. Incluso frente a las dudas de Juan y al hallazgo del pituto.-
Pero lo que es más interesante todavía, es el "destino" dado a ese elemento.-
La versión que nos diera Hurtig en cuanto a que su poder de elección se vio limitado al único lugar donde podía hacerlo, el inodoro, habida cuenta de la inexistencia en el lugar de algún cesto de basura o similar, se ve seriamente comprometida a partir de lo manifestado en relación a ello por la señora Beatriz Michelini, quien dijera que cuando llegó al lugar se encontró con el cuerpo de María Marta "en el piso", "mitad en el baño y la otra mitad sobre la alfombra del dormitorio", la que finalmente -luego de que sucediera todo lo ya relatado en lo que a su participación personal en el hecho se refiere y sobre lo que no he de volver a fin de evitar repeticiones fatigosas en beneficio del lector- tiró en un cesto de basura que se encontraba en el baño, debajo de la mesa, con un broderie que lo cubría. Explicó también, que si bien en un momento bajó "el baldecito" a la planta baja para deshacerse como si se trataran de residuos tanto del broderie que lo cubría como de "la alfombrita", luego volvió al baño del primer piso dejándolo nuevamente en su lugar.-
Intentó la Defensa del imputado Hurtig a través de sucesivas e incisivas preguntas, crear una suerte de duda en punto a si el cesto de basura se encontraba "a la vista" de todos, o si por el contrario podía pasar desapercibido frente a los ojos de cualquier persona que ocasionalmente pasara por el lugar, encargándose Michelini de despejar cualquier incertidumbre posible al asegurar –ratificando lo que dijo sobre el punto desde un comienzo mismo de la investigación (ver fs. 1085/1090 vta.) que el mismo "estaba a simple vista" (sic), indicando inclusive en la imagen de fs. 5 vta. margen superior del legajo de fotografías, el sitio donde el mismo se encontraba (debajo de la mesada, en un lugar al descubierto que se observa ubicado entre medio del mobiliario del vanitori).-
A propósito, no está demás destacar aquí en abono de lo afirmado por Michelini sobre el punto, lo manifestado por la testigo Lanusse, quien avalando la circunstancia introducida por aquélla señaló en el debate -quedando constancia de ello en el acta- que “en el baño de María Marta había un canastito chiquito, como para tirar papelitos, era un cesto común para tirar cosas como de maquillaje, como los hay en todos los baños” (sic).-
La existencia de este cesto de basura no es un dato menor en esta historia, no obstante lo cual, y aún para el caso de sostenerse su inexistencia, me resulta cuanto menos llamativa la conducta de Juan Hurtig que arrojara un elemento metálico por el inodoro, cuando es por todos sabido que ciertos elementos, ya sea de metal (clavos, tuercas, etc.) o plásticos, pueden provocar obstrucciones en las cañerías, máxime cuando no se trataba de su propia casa.-
Otros de los que han declarado en el juicio, a pedido de la Defensa del imputado Hurtig, fueron Naldo Fabián Dasso, Pablo Javier Bilbao y Javier Nilkinson.-
El primero, abogado y amigo de Juan Hurtig dijo haber recibido un llamado de Fernando Aragón cuando estaban realizando una diligencia judicial en casa de Carlos Carrascosa en la que participara Juan, y que ante su pedido los aconsejó en cuanto a la firma del acta formalizada al efecto.
Sin embargo, y a pesar de su amistad y profesión, dijo que en el velorio no vio ni habló con Juan, únicamente lo hizo con Horacio quien no le dijo nada en particular o relevante.-
Por su parte, sabemos por Pablo Javier Bilbao que al día siguiente al entierro –martes- Juan le pidió un turno para que le colocara un diente, porque partía de viaje el miércoles. Más allá de resultar llamativo que dejara para último momento la posibilidad de un arreglo dental si con anterioridad conocía de su necesidad de viajar, nos dijo el testigo que en dicha oportunidad Juan le contó de la muerte de su hermana por un “accidente” pero que a él “no le cerraba”, manifestaciones que ratificó al regreso del viaje.
Advierto que aparece como una constante en Juan Hurtig estas expresiones de dudas a distintas personas de su círculo familiar y de relaciones, más o menos cercanas, en contraposición a la actitud asumida ante Romero Victorica –quien dijo que se molestó con él ante su insistencia en saber qué había pasado con María Marta, es decir tratar de evacuar esas dudas que tanto lo atormentaban-, y ante la autoridad judicial y policial que concurrió al velorio, a quienes identificó como tales. Noto además que si bien explicaba a todos los mencionados que tenía dudas, éstas versaban en torno a que María Marta tenía las zapatillas puestas, pero fue selectivo en cuanto a quiénes les decía que había hallado un “pituto” y que lo había arrojado al inodoro, porque muchos de los testigos nada dijeron que les hubieran contado sobre el particular.-
En este orden de ideas, Javier Nilkinson, relacionado laboralmente con Juan Hurtig desde el año 1994, dijo que en el velorio éste le comentó “estoy un poco contrariado con esto… hay algunas cosas que no me terminan de cerrar… dicen que falleció… en un accidente en la ducha, pero tenía las zapatillas puestas”, y que “era como que había algo que no podía precisar qué era pero que no le cerraba” (sic.) -reitero aquí que tampoco le dijo a este testigo de su hallazgo del “pituto”-, siendo reiterativo en la expresión de sus dudas, hasta que en un viaje a San Antonio de Areco en el que estaban juntos, Juan recibió un llamado telefónico transmitiéndole el resultado de la autopsia.-
Contó que en dicha oportunidad Juan, alterado, decía “cómo puede ser, como puede ser, si yo la tenía en brazos, debe ser un error” (sic), explicándole luego que su hermana tenía cinco tiros en la cabeza y que eso no podía ser porque la había tenido en sus brazos.-
No entiendo esta sorpresa del imputado Hurtig ante la noticia de que María Marta no había fallecido por un accidente en la ducha.-
¿No había sido el propio Juan quien desde el primer momento había dudado de su ocurrencia, y había intuido que “algo no le cerraba”?
¿No había sido Juan Hurtig la persona que había encontrado un “pituto” debajo del cuerpo de María Marta y había averiguado por la posibilidad de que fuera una bala?
¿No había sido él mismo quien evaluara ante Romero Victorica como hipótesis de ocurrencia que su hermana había sido víctima de una persona que ingresara la casa y la sorprendiera, dándole muerte?
En estas circunstancias, ¿de qué error hablaba Juan, si él era el que tenía dudas, las cuales se vieron corroboradas definitivamente con el resultado de la autopsia?, ¿o debemos creer que a esa altura de la investigación quería que se le hiciera la autopsia a su hermana para comprobar que estaba equivocado y la muerte de María Marta verdaderamente había sido por un accidente en el baño?
El testigo nos da la respuesta cuando dijo que a partir de esa llamada las dudas de Juan “se convirtieron en certeza”.-
No faltarán voces precipitadas en alzarse contra este razonamiento, aduciendo que mal podría considerarse a Hurtig "un encubridor" del homicidio de su hermana, cuando fue precisamente él quien alertó a la investigación acerca de la existencia de lo que podría tratarse de una bala, llegando inclusive a colaborar personalmente en su posterior búsqueda y recupero.-
A ello, debo responder diciendo que Juan Hurtig no dijo nada de sus dudas a la autoridad policial en la primera oportunidad que tuvo y recién habló del pituto cuando la realización de la autopsia era cuestión de tiempo, por lo que entiendo que dicha conducta no tuvo otro norte más que el de mejorar su más que comprometida situación procesal.-
Ha quedado asimismo acreditado que Carlos Carrascosa, Horacio García Belsunce y su abogado Scelzi concurrieron a la firma Cazadores solicitando entrevistarse con los vigiladores que habían estado el día del fallecimiento de María Marta García Belsunce, y tras una consulta con el abogado de la empresa (en virtud de que estos empleados habían prestado declaración en la Fiscalía –conforme testimonial de Maciel el 11 de noviembre de 2002-) se les recomendó que no lo hicieran, lo que se comunicó también a quienes pedían por esa reunión.-
Recordó el testigo Miguel Angel Spiccia (quien trabajaba en la firma Cazadores desempeñándose para el mes de octubre del año 2002 como representante legal de la misma) que estas personas además preguntaron si los empleados de la empresa utilizaban por esa época revólveres calibre 32 respondiéndoles negativamente.-
Surge entonces de un mero cotejo de fechas que el pedido a la firma Cazadores y la interrogación acerca de si los vigiladores utilizaban armas calibre 32, fue el sábado siguiente a la semana en que prestaran declaración los empleados de la firma Cazadores, pero antes de la operación de autopsia –el 2 de diciembre de 2002-.
Ante ello se impone el interrogante de porqué se interesaron por conocer el calibre de las armas que usaban los vigiladores.-
¿Acaso sospechaban que uno de ellos había tenido algo que ver con la muerte de María Marta, y que además la misma se había producido por el uso de armas de fuego?
Pero aún resulta más significativo que preguntaran justamente por el calibre 32, que resultara ser el del arma utilizada para acabar con la vida de María Marta. ¿O es que conocían cómo y con qué se habían producido las heridas fatales a la mencionada víctima?
No tengo dudas que la respuesta afirmativa cae de maduro.-
Sólo me resta agregar en punto al testimonio de Spiccia, que para contrarrestar lo afirmado por el mismo la Defensa trajo al debate como testigo al Dr. José Scelzi, el cual negó que la reunión a la que hiciera referencia el representante legal de la firma Cazadores haya tenido lugar con anterioridad a la operación de autopsia.-
Advierto que conforme surge del VAIC –fs. 51 de la carpeta L1-, el primer contacto con Licinio Scelzi se realiza desde el celular de Binello –Coppol SA-, la noche del 27 a las 09:46:14 pm hs., y que conforme surge de las declaraciones a tenor del art. 308 del ceremonial, de Juan Hurtig y de Horacio García Belsunce incorporadas por lectura al debate, concurrieron a dichos actos con el mentado abogado como su defensor técnico en esta causa.-
Ello más allá de la referencia que hiciera el propio letrado en cuanto a su intervención profesional y en colaboración por la amistad que los une a los imputados en la misma.-
Estas circunstancias me llevan a considerar sus dichos como interesados y parciales, pues el testigo se ha visto limitado en sus respuestas por el secreto profesional –del cual no recuerdo haber escuchado que fuera relevado por ninguno de sus antiguos asistidos-, lo que claramente se entremezcla con aquellos otros datos de la realidad que hubiera podido recoger desde su carácter de amigo de familiares y relaciones de María Marta.-
En el mismo sentido la transcripción de conversaciones de la carpeta “A” de escuchas telefónicas en las que se pone de resalto el asesoramiento y contacto referidos (vcia. fs. 14 y vta. del 13/12/02).-
Pasando a otro tema e ingresando a analizar la segunda de las imputaciones atribuidas a Horacio García Belsunce, y también aquélla que le fuera endilgada a Sergio Binello, parto de la base de que ha quedado claro para mí que la noche del día 27 de octubre de 2002 hubo expresos pedidos (García Belsunce) y directivas (Binello) de los antes nombrados en miras a lograr evitar el ingreso de personal policial al barrio.-
Divido el tema en dos puntos, ya que uno deriva o depende -en lo que a su efectiva ocurrencia se refiere y siguiendo un orden secuencial lógico- necesariamente del otro.-
Por ende, el primero ha de ser el de la presencia –o no- de la policía en el Carmel (o sus inmediaciones) toda vez que de no haberse dado en la realidad esta situación precedente ningún sentido tendría un posterior llamado –o mejor dicho varios- efectuados por distintas personas (Horacio García Belsunce y Sergio Binello) a diferentes interlocutores (Casafús y White entre otros) tendientes a evitar el acceso de la misma al lugar.-
Y para demostrar que ciertamente la policía se dirigió (aunque no llegó a ingresar por las razones que más adelante –como segundo punto- expondré) con destino al Country Carmel durante la noche del día 27 de octubre de 2002 horas después de que María Marta fuera asesinada en su domicilio ubicado en el interior del mismo, nada mejor que comenzar por traer a consideración el testimonio de Fernando Luis Domínguez.-
En efecto, el nombrado relató que trabajaba en Cazadores como personal de vigilancia y que como tal su jornada de labor comenzaba a las siete de la tarde terminando a las siete de la mañana del día siguiente, custodiando en lo personal “la parte de afuera del country –Carmel-, con la patrulla” (sic), la cual estaba siempre apostada “sobre la calle Petrel, que es una calle paralela a Monseñor D’andrea” (sic) y que se comunica con el Carmel a través de la calle Colibrí, aclarando que esa consigna se establecía allí “a partir de las siete y media, luego de dejar a los vigiladores que salían del turno de la mañana en la estación de Villa Rosa” (sic), permaneciendo luego en el mismo lugar hasta las 23:00 horas.-
Yendo en concreto a sus vivencias del día 27 de octubre de 2002, nos contó que cuando estaba llevando al turno saliente, observó dos ambulancias que ingresaban al country, y que estando ya de regreso en su puesto, entre las 21:30 y las 22:30 horas aproximadamente –o bien, alrededor de las 20:30/21:30 horas, según declaración de fs. 661, que sobre el punto ratificara- la presencia de una patrulla identificable con las balizas encendidas “que venía hacia mí” (sic), dando la vuelta detrás suyo para volver y tomar el camino El Colibrí con destino al Carmel –ya que no hay otras edificaciones en el lugar terminando esa calle en el Campus de una Universidad-, motivo por el cual llamó a la guardia del mismo para avisar que la policía iba para allí, creyendo que “no era una patrulla de la Comisaría de Pilar” (sic), sino de “una Departamental distinta, San Martín o San Isidro” (sic), recibiendo a los quince minutos una comunicación desde Carmel informándole que al lugar “no había ido nadie” (sic).-
Finalmente, dijo que más tarde esto mismo pudo habérselo comentado a un compañero de trabajo de apellido Toledo, “puede ser, típico comentario entre dos guardias de la misma empresa” (sic), y que lo que él observara podría haber sido captado a su vez por las cámaras de seguridad del country, mencionando dos, “creo que eran la 10 y la 11” (sic).-
Asintiendo en lo cardinal las manifestaciones de Domínguez, Horacio Fabián Toledo nos contó que cumplía funciones en el barrio cerrado “La Martinica” como vigilador, de 7 de la tarde a 7 de la mañana, y que por ello conocía el Country Club Carmel, ya que el mismo estaba ubicado frente al primero, conociendo por tal motivo a Fernando Luis Domínguez “de vista… porque el pasaba con una camioneta, cubría la parte de afuera del Carmel, también era vigilador como yo y trabajaba para la misma empresa… Cazadores” (sic).-
Aseguró además, que el día 27 de octubre de 2002, sin poder precisar la hora, una ambulancia se presentó en la guardia de La Martinica preguntando dónde quedaba el Carmel, siendo que tras ser preguntado para que dijera si observó la presencia de algún móvil policial a esa fecha, en su horario de trabajo, y responder que no, aclarando que “no estaba permanentemente en la guardia, hacía recorrida, no sabría decirle si alguien la vio” (sic), le fue leída a pedido de la Fiscalía y en los términos del art. 366 inc. 4º del Ceremonial su declaración de fs. 655 y siguientes, ratificando –luego de hacerlo claro está- el testigo en la oralidad propia del debate el acápite de la misma que dice: “Que con relación a la aparición de un patrullero o móvil policial, el dicente manifiesta que nunca un patrullero se hizo presente en “La Martinica” y por ende nunca llamaron al “Carmel” para avisar que un patrullero iba para ese lugar. Sí recuerda con relación a esto último que otro vigilador de la misma empresa de apellido Domínguez quien ese día cubrió como patrullero (con un vehículo de la empresa apostado en las afueras del barrio), le comentó que el que avisó sobre el patrullero fue él, aclarándole que en momentos que se encontraba sobre la calle Petrel, fue interceptado por un patrullero de la policía los cuales le preguntaron donde quedaba la entrada del Country Carmel, para luego de indicarles por donde se tenían que dirigir para llegar a dicho lugar, el móvil se dirigió para allí. Que por ese motivo fue que éste vigilador se comunicó vía celular hacia la guardia del Carmel y le dio aviso de que el patrullero se dirigía para dicho lugar”.-
Pero Domínguez –y por extensión Toledo- no han sido los únicos que se refirieran al tema, ya que también dio cuenta de la presencia policial en el lugar el vigilador Páez.-
En efecto, éste último refirió que por intermedio de las cámaras de video observó que “una camioneta” (sic) de la fuerza policial se acercó al barrio deteniéndose “a doscientos o trescientos metros” (sic) de su puerta, y que tal situación la puso en conocimiento de Maciel, por radio, acotando el declarante que este móvil luego de permanecer “unos cinco o diez minutos detenido… parado ahí” (sic), “pegó la vuelta” (sic) y se fue de allí.-
Concatenado con ello, Maciel nos contó que el día del hecho en horas de la tarde-noche lo llamaron diciéndole que venía un patrullero al Carmel, situación que a su vez se la comentó al Presidente del Club, Alberto E. White, quien al respecto dijo: "que no pase… ¿alguien llamó? (sic), siendo que luego de que desde le guardia le respondieran que no, agregó "vamos para allá que yo lo arreglo… los esperamos en la puerta" (sic), aclarando el declarante que finalmente y por causas que desconoce, "la policía nunca apareció por el barrio" (sic).-
Lo dicho por Maciel nos conduce a su vez a White -cuyo testimonio obra a fs. 346/348 de estas actuaciones y fuera incorporado al juicio por su lectura con motivo de su fallecimiento y con apego en lo normado por el art. 366 del ritual- quien manifestara que el día del hecho a las "ocho y pico" (sic) y en circunstancias en las que regresaba de Pilar luego de haber concurrido a una misa, se dirigió a la proveeduría del country enterándose allí que María Marta había tenido un accidente falleciendo a consecuencia del mismo, siendo que en lo que es de interés resaltar, explicó que en un momento determinado le modularon de la guardia informándole que habían llamado de la policía para decir que venía un patrullero al barrio, o bien que alguien de la guardia había visto "por las cámaras… que un patrullero quería entrar, que se mandaba” (sic), situación ésta que intentó poner en conocimiento de Carrascosa, llamándolo por teléfono, siendo atendido finalmente por Sergio Binello, a quien le comunicó la novedad, recibiendo por parte de éste la respuesta sobre la cual habré de detenerme más adelante, habida cuenta de formar la misma el núcleo de la acusación que pesa en su contra.-
Cuestionó el Dr. Caride la veracidad del testigo Páez, argumentando que no resulta posible que la observación de la que diera cuenta el nombrado no haya quedado registrada en las grabaciones de las cámaras de seguridad, sobre todo teniendo en cuenta lo dicho por el testigo en punto a que “el patrullero llegó, se detuvo y se volvió… quedó cinco o seis minutos detenido y se retiró” (sic).-
Ya me he ocupado en cierto punto del tema al detenerme en el análisis de la línea de tiempo que trazara el Dr. Blanco en su alegato.-
No podemos basarnos en las imágenes captadas por las cámaras de seguridad para desacreditar a un testigo, primordialmente, por las graves falencias que presentan, no sólo de imagen sino también de conjunción consecutiva de las muestras.-
A modo de ejemplo, y tomando una de las tantas muestras posibles, en el horario de las 19:24 horas, hay cinco o seis imágenes consecutivas captadas por la cámara de seguridad direccionada hacia la calle Petrel en las que no se visualiza absolutamente nada, es decir, no hay registros grabados de lo que se ve “en vivo” a través del monitor, lo que permite razonadamente pensar que lo que no se ve en los mismos puede haber pasado y no estar registrado.-
De hecho, nadie pone en duda la llegada de las dos ambulancias al Carmel aunque sólo se observe a través de las imágenes el ingreso de una de ellas (a las 19:47:19 horas).-
No hay registro visual alguno en relación a la primera de las ambulancias, más allá de que su concurrencia al lugar –siempre en función de las vistas de los fotogramas- pueda presumirse a partir de las imágenes en las que se observa la aproximación “a lo lejos” de un vehículo de gran porte (19:24:30 y 19:24:41 horas) respecto del cual no sabemos siquiera a ciencia cierta cuál fue en definitiva su destino, ya que como quedara dicho, el ingreso del vehículo de emergencia tripulado por Gauvry Gordon y su chofer, no fue asentado –para poder establecer allí y de manera indubitable un juego de relaciones- en la planilla de fs. 23 y siguientes.-
¿Por qué entonces voy a creer que las ambulancias (las dos) estuvieron y el patrullero no?
Por una sencilla razón.-
El análisis de la prueba debe hacerse de manera ensamblada con el conjunto probatorio, y ese elenco es precisamente el que me permite alcanzar la certeza requerida en punto a que efectivamente un patrullero concurrió al lugar, y que el mismo fue visto no sólo por Domínguez sino también por Páez.-
Volviendo sobre mis pasos, y aun tomando por cierto que la imagen captada a las 19:24:41 horas registró en imagen el ingreso de la ambulancia en la que viajaba Gauvry Gordon, no deja de ser una realidad que cada uno de los móviles de emergencia se observan en los fotogramas “una única vez”, “o a la sumo dos”, con lo cual si tenemos en cuenta que algunos de ellos son totalmente inteligibles y que a su vez, entre una imagen y la que le sucede en el tiempo, hay un “salto” de entre cuatro y seis segundos, bien pudo el paso del patrullero no haber quedado registrado por una cámara que, dicho sea de paso –lo dijo Páez entre otros- capta en imagen un radio, franja o trayecto de tan solo cien metros.-
Omite sin embargo el distinguido defensor mencionar una aclaración efectuada por Páez, en el sentido de que más allá de su deducción, lo cierto es que aseguró en el debate que durante ese lapso de tiempo, lejos de estar pendiente de lo que hacía o dejaba de hacer el móvil policial, estuvo dedicado a los quehaceres propios de su actividad (es una realidad que el ingreso -y egreso- de personas al Carmel no se suspendió por el lastimero suceso que involucrara a María Marta, pudiendo incluso predicarse –a la luz de lo que me emerge de la planilla de fs. 23 y siguientes- que por el contrario y conocida su muerte por allegados a la familia el mismo fue en aumento) observándolo al mismo –si bien es cierto en lo que “podría” decirse una misma posición- tan sólo en dos oportunidades, cuando “me avisan que está llegando un móvil policial” y “lo veo”, y después –transcurridos esos seis minutos, cuando “se va”.-
Continúa...........
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