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Charlas de café. Hilo social y cualquier tema de interés o entretenimiento.

 #222774  por marale
 
Palomaaaaaa, una tarjeta amarilla por aqui, por favor :)

 #222869  por jimena_e
 
marale escribió:
gadriana escribió:
jimena_e escribió: pero me da mas hambre!!!!!!!!!!
Mire:

Si canta bien, seguro va a terminar con una docena de los de miga taponando su boca.
Si canta mal, seguro le tapan la boca también 8)[/quote


Disculpe, ¿me dice dónde hay un quiosco?
por Hernán Casciari
Angustia Oral

Una familia ecuatoriana, marroquí, boliviana, rumana o peruana, cuando descubre que lo ha perdido todo, compra un pasaje de oferta y viaja a España para seguir siendo pobre en otro país. Una familia argentina, en cambio, antes de sucumbir económicamente, antes de caer en lo más bajo y hediondo de la indigencia, hace un último esfuerzo y pone un quiosco en su propio barrio. Lo último que hace un argentino antes de bajar los brazos no es buscar nuevos horizontes, sino endeudarse con un proveedor de golosinas.

Por ese motivo, y no por otro, en España no hay argentinos pobres. Quiero decir, no hay argentinos pidiendo monedas por las calles de Madrid, ni latinkings rosarinos en Barcelona, ni mafias porteñas, ni familias mendocinas que mandan a sus hijos a robar teléfonos, ni mendigos bandoneonistas, ni prostitutas de veinte euros que se llamen Carolina o Daniela. Hay pobres de casi todas las razas y colores, pero no argentinos. La razón es sencilla: los pobres de Argentina no emigran, mueren quiosqueros en sus propias casas, mueren alimentándose con golosinas caducadas y sin conocer el mundo.

En otros países se usa más el suicidio, el exilio, el alcoholismo o la degradación personal. Los argentinos tenemos un sistema un poco más extraño de asimilar el fracaso. Abrimos la ventana que da a la calle (en general la habitación del abuelo muerto), ocultamos la cama y la mesa de luz, llenamos el ropero de galletitas, alfajores y cigarrillos Jockey Club, y nos jugamos la última ficha a la mínima expresión del microemprendimiento: el quiosco propio.

Es una jugada extraña, porque lo que menos hace falta en Argentina son quioscos (hay uno cada ventisiete metros). Pero sin embargo siempre alguien supone que poniendo otro más no pasará nada malo. Algunos pocos están bien provistos, pero la mayoría son quioscos tan escasos como la creatividad de sus dueños, y solamente te ofrecen veinte o treinta cosas inútiles (en un buen quiosco debe haber, como mínimo, más de doscientas cosas inútiles). Y entonces ocurre que la frase que más utiliza un quiosquero novato es “de eso no tengo, pero me están por traer”.

Más de la mitad de los argentinos ha sido dueño alguna vez de un quiosco. Y el 98% de la población tiene un amigo que trabajó en uno. El quiosco forma parte de la vida diaria de los argentinos, mucho más de lo que nosotros mismos imaginamos mientras vivimos allí. Solamente nos damos cuenta de la importancia de los quioscos el día que emigramos y desaparecen de nuestra vista.

A España sólo se muda la clase media argentina: el joven profesional, el futbolista incipiente, el cantante malo pero honrado, el psicólogo mentiroso, el publicista sensible y también su novia, la modelo descerebrada. Pero el argentino pobre se queda en casa. Y la verdad es que esta tendencia nos está matando. A nosotros, digo: a los argentinos de clase media que vivimos en España, la ausencia de quioscos nos está dejando un vacío en el alma y otro, de dimensiones similares, en el estómago.

Como es por todos sabido, los argentinos no entramos a los quioscos por necesidad alimenticia, sino por angustia oral. Según un estudio, el ser humano que camina tranquilamente por la calle piensa en sexo cada ocho segundos. Los argentinos también, pero usamos los siete segundos restantes para fantasear con cosas rellenas de dulce de leche. Nuestro ritmo mental se comporta con esta cadencia:

—...teta, cabsha, fantoche, shot, cubanito, concha, jorgito, milka, tubbi tres, tubbi cuatro, culo, aero blanco, minitorta de águila, teta, cabsha, fantoche triple —y vuelta a empezar.

Cuando un argentino pisa España por primera vez y recorre los bulevares sin rumbo fijo, descubre a los quince minutos que algo va mal, muy mal en su paseo, pero no atina a descubrir qué es. Es como caminar por las calles de un mundo paralelo, casi idéntico, pero con siete errores. ¿Qué es lo que me pasa—se pregunta el argentino—, por qué me vienen estas ganas de llorar? Al rato, descolocado su aparato digestivo, el recién llegado descubre el fallo: ha andado más de veinte minutos por una avenida y no se ha topado con ningún quiosco.

Por lo general, la primera conversación entre un argentino recién llegado y un español es la siguiente:

—Disculpe, ¿me dice dónde hay un quiosco?

—¿De periódicos? —pregunta el español.

—No, no. De cigarros, biromes, chocolatines, hilo de coser, alfajores, tarjetas de teléfono, cinta scotch, libros, tornillos, hojas cánson, planisferios, revistas, pelotas de rugby, linternas, ginebra bols, desodorante, helados, alcohol fino, café, panchos con savora y desinfectante para matar sapos.

El español indica como puede:

—Vamos a ver —dice—. Los cigarros los encuentra en el estanco, el hilo en la tienda, los libros en los supermercados, el helado en la heladería, la comida rápida en un burger, los tornillos y la linterna en la ferretería, las hojas y el mapa en la papelería, la revista en el odontólogo, el alcohol en los bares, las pelotas de rugby en Francia, y lo demás no tengo ni pajolera idea porque no existe.

—¿Y los alfajores?

—De eso por aquí no hay.

—¿Y entonces qué comen ustedes cuando van por la calle?

—Generalmente cosas con atún o con chorizo.

—¿Y dónde compran eso?

—En la panadería.

El quiosco es una de las costumbres argentinas más difíciles de explicar a un español. Es posible que te escuche con atención y más tarde te diga “ya, ya, entiendo”, pero en realidad sigue en blanco. Sólo se hace una idea fugaz, pero no puede ir muy lejos con la idea. Su estructura moral no concibe que en un solo sitio se puedan conseguir todas las cosas del mundo, a cualquier hora del día o de la noche. El español medio no comprende el concepto de síntesis, ni la urgencia de tener un antojo a las tres de la mañana.

Hay otras muchas costumbres argentinas que el español no comprende: el peronismo, por ejemplo; la televisión por cable, la palabra “prolijo”, el relato radiofónico de fútbol en donde el locutor entienda de fútbol, la ironía publicitaria, la autocrítica, el cine subtitulado, etcétera. Son todas nebulosas difusas en el cerebro ibérico. Pero la ausencia del concepto ‘quiosco’ es, de todas sus taras, la más grave.

El día que el español conozca las ventajas de los quioscos es posible que se convierta en una raza entretenida. En vez de gastarse las monedas en las tragaperras y las horas muertas en los bares, comería más alfajores y descubriría que nadie puede ser dichoso en un país en el que al chocolate duro lo rellenan con chocolate blando.

Es hora de que los argentinos pobres de Argentina descubran que hay que instalar los quioscos aquí, en España, donde de verdad hacen muchísima falta, y no en el propio barrio, donde ya el nicho está saturado y en caída libre.

Somos miles y miles los argentinos que, en España, no sabemos qué hacer cuando caminamos por la calle. Vamos en ayunas a los trabajos, no tenemos envoltorios que tirar en la vereda, hace años que no nos robamos un encendedor del estante de abajo, lustros enteros sin leer el horóscopo del bazooka. Y lo que es peor: estamos a punto de olvidar el olor de la bananita dolca, que es peor que olvidar el rostro de nuestras madres.

:roll: :roll: :) :wink:

HERMOSISIMO HASTA LAS LAGRIMAS :cry: :cry: ZSE LO VOY A MANDAR A MIS MEJORES AMIGOS QUE SE FUERON A VIVIR A ESPAÑA

 #222874  por jimena_e
 
attorney escribió:A mí la lluvia
Antonio Birabent

A mi la lluvia no me inspira,
ni me lleva a una salida,
y las letras no me salen
y me sube para arriba
y a mi no, a mi no, a mi no.
Y si me mojo no me encuentro,
y solamente estoy mojado,
aburrido y amargado.
Y la lluvia es un infierno,
y a mi no, a mi no, a mí no.
Y la cabeza se me inunda
de preguntas de segunda
que se adueñan de mi,
me patean y me ahogan
Y a mi no, a mi no, a mi no…

A mi la lluvia,
a mi la lluvia no me inspira
y no me lleva,
no me lleva a una salida,
por eso no me invites
a tu casa a mojarme,
en tu húmeda imaginación.

A mi la lluvia,
a mi la lluvia no me inspira
y no me lleva,
no me lleva a una salida,
por eso no me invites
a tu casa a mojarme.
Yo no quiero bañarme
en tu húmeda imaginación.
,ME HABIA RECORRIDO TODO PA CONSEGUIR ESTA CANCION!!JAJAJ JUSTO CON EL TITULO SE ME OCURRIO , PENSAR QUE YO LO FUI A VER EN LAS EPOCAS QUE SACO ESTA CANCION :roll:

 #223528  por LorenaM2008
 
Doncella_de_Orleans escribió:Si, pero de ahí a postearlo... :roll:
Hola Donce... FELIZ DÍA!!!
espero que no te haya caido mal mi comentario, el de que no hay que ser tan amarga, era en chiste.
Besos

 #223790  por Doncella_de_Orleans
 
LorenaM2008 escribió:
Doncella_de_Orleans escribió:Si, pero de ahí a postearlo... :roll:
Hola Donce... FELIZ DÍA!!!
espero que no te haya caido mal mi comentario, el de que no hay que ser tan amarga, era en chiste.
Besos
Hola Lore, gracias por el saludo, feliz día para vos también.
Te cuento, algunas cosas soy, otras me hago. Amarga, me hago. :wink:
Saludos!