Perversión:
Placer criminal. El caso Candela, el secuestro y muerte de Tomás en Lincoln, el asesinato de las chicas francesas en Salta y el crimen de Bastien, quien murió después de que su padre lo metiera en un lavarropas en funcionamiento, nos llevan a reflexionar sobre la perversión. En esta nota, distintos especialistas analizan la cuestión.
Están los crímenes en los que hay un motivo claro: dinero, celos, herencias, venganzas, problemas familiares. Pero después están los otros: cuando no se entiende por qué el ensañamiento, por qué ese golpe extra, esa brutalidad que va más allá del “motivo”. Esos casos son los que más voces de indignación levantan, donde la muerte no es el medio para lograr un fin –dinero, herencias, venganzas– sino que el dolor y el sufrimiento ajenos son el fin en sí mismo. ¿Qué pasa cuando el padecimiento de la víctima se confunde con el placer del victimario? Aparece, en esas ocasiones, al menos desde el sentido común, la palabra “perversión”. ¿Qué significa? ¿Cómo se distingue a un perverso? ¿Cuáles son sus características?
CAUSA Y EFECTO.No requiere un ejercicio de memoria enumerar los casos de violencia y tortura que terminaron en muerte en los últimos meses en la Argentina: Candela Sol Rodríguez, de 11 años –asesinada en agosto por lo que se presume una venganza– cuya autopsia revela asfixia y sofocación pero, además, que le destrozaron la cara. También en agosto, dos turistas francesas fueron brutalmente violadas, golpeadas y luego asesinadas en Salta por al menos tres lugareños. Más cerca en el tiempo, Tomás Dameno Santillán, de 9 años, habría sido asesinado en la localidad de Lincoln por la expareja de su madre, Adalberto Cuello, quien le habría roto la cabeza a palazos, literalmente. Un caso similar ocurrió poco después en Miramar, donde un chico de 12 años apareció estrangulado en su casa. El principal sospechoso es el novio de la hermana. El caso más reciente es el de Marcelo Tomaselli, el violador que se casó con su víctima, Carla Figueroa, de 19 años, a quien habría matado una semana después de salir de la cárcel, donde estaba justamente por haber violado a Carla bajo amenaza de un cuchillo.
Del otro lado del Atlántico, la muerte de un chico de 3 años en Francia escandalizó al mundo. Su padre, Christophe Champenois, metió a su hijo Bastien en el lavarropas de su casa y luego lo puso en funcionamiento, causando así la muerte del nene, con gran parte de sus huesos rotos. La madre lo llevó al hospital y adujo que se había caído de una escalera. Fue la hermana de Bastien, de 5 años, quien le contó a la policía lo que había ocurrido. Ahora, los dos padres se encuentran detenidos.
En todos los casos podríamos decir que quien llevó a cabo estos actos de violencia tiene una conducta con fines trastocados y perniciosos, que causan daño en el otro. Y ésa, dice el psicólogo y psicoterapeuta Miguel Espeche, es la definición de la perversión. También en el orden de las definiciones, el Dr. Andrés Rascovsky, presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina, aporta la suya: “Perverso es aquel que obtiene placer personal y goza lastimando al otro”.
Si bien en muchos casos se identifica a la perversión con la sexualidad, como en los casos de violaciones y pedofilia, es una patología que tiene otras formas de manifestación. Entre las más obvias e identificables en los casos policiales nombrados arriba, está la violencia. Sin embargo, la perversión también puede aparecer bajo la forma de la obtención de placer en la humillación del otro, o incluso puede aparecer en la política, en el afán desmedido de dominio sobre los demás.
En sus distintas formas, sin embargo, subyacenlas mismas bases, explican los especialistas. Por un lado, está la incapacidad de reconocer dónde termina uno y empieza el otro y, de ahí, la carencia de empatía sobre el sufrimiento ajeno. “En una relación entre dos personas, el perverso elige al otro como extensión de sí mismo, como lo que él quisiera ser o lo que fue. En ese sentido, el perverso tiene una fijación narcisista”, señala Rascovsky. Por otra parte, y si bien la perversión puede aparecer de formas diferentes, coinciden los especialistas, siempre tiene un origen sexual. “Asocian al dolor con el erotismo –dice Espeche–, como si tuvieran una conexión errónea entre las dos, que termina en perjuicio del resto de la gente.”
PERSONALIDADES PELIGROSAS. En muchos de los casos policiales locales donde hubo víctimas de perversos, sorprende el vínculo cercano entre víctima y victimario. La pregunta sobresale enseguida: ¿no sospechó la madre de Tomás que su expareja podría ser una persona peligrosa para su hijo? ¿No pudo leer en un hombre con el que convivió síntomas de lo que luego sucedió? A un nivel más general, ¿se puede reconocer a un perverso entre conocidos, familiares, vecinos? “No es fácil –responde Espeche–. Puede serlo cuando se trata de personas muy transparentes y precarias. Pero no cuando el perverso tiene cierto nivel intelectual”. En la misma línea, Rascovsky considera: “Lo pueden ocultar, como el padrastro de Tomás. Es un sujeto disociado, con una personalidad oculta, que puede ser incluso desconocida para sí mismo”. De acuerdo al psicoanalista, entre los síntomas visibles de un perverso puede identificarse un cierto tipo de pensamiento, una tendencia a desmentir la realidad y a llevar a cabo conductas egoístas. “Hay una omnipotencia personal, un permitirse cualquier cosa, y falta de conciencia por el otro. En la intimidad puede notarse que obtienen placer por situaciones anormales y falta de empatía”, puntualiza.
Otra característica de la perversión es su relación complicada con la culpa. Vienen al caso las imágenes de Anders Behring Breivik, el noruego que con 32 años mató a 77 personas en julio pasado, y mostraba una sonrisa de soslayo mientras se lo llevaban preso.
De acuerdo a Espeche, en ocasiones el perverso vive sus acciones con culpa, “incluso conviven con ella como con un viejo amigo, que no los moviliza a reducir su acción perversa”, pero en otras reconocen que lo que hacen o sienten no es normal, aunque el goce es más importante que eso. “Si bien conocen las normas del juego, no les importa. El perverso conoce la ley, pero obtiene el placer transgrediéndola. Es distinto al impulsivo o al ignorante que no entiende el orden de las cosas”, explica.
Por su parte, el Dr. Rascovsky desarrolla: “En una parte de su personalidad siente culpa, en la otra no. Es como si la cultura le debiese algo. Como si haber tenido una infancia difícil, que puede ser el origen de la perversión, lo convirtiese para siempre en víctima y le diera un pase libre”. Según la Dra. Ana Rozenbaum de Schvartzman, médica psicoanalista, es esa dificultad para experimentar un sentimiento de culpa lo que deja perpleja a la sociedad entera cuando ocurren casos extremos de perversión: “Tienen sus propios códigos y los dan vuelta. Eso es lo que sorprende al otro. Porque los seres humanos sentimos culpa. Entonces, no se sabe cómo reaccionar. Producen un estado de perplejidad. La víctima suele preguntarse por qué me pasa esto, mientras que el perverso nunca se pregunta por qué hace lo que hace”.
ELLOS Y NOSOTROS. Casos como el del asesino serial noruego, bautizado como el “monstruo de Oslo”, y el del Christophe Champenois, el asesino de su propio hijo, en Francia, tienen el poder de sorprender por tener lugar en sociedades catalogadas como “desarrolladas”, y sin una conflictividad social tan latente como, por ejemplo, la nuestra. Perversos hay en todos lados, podría ser la conclusión. Sociedades como la noruega incluso, indica Rascovsky, podrían dar lugar a este tipo de patologías: “Es gente muy fría, muy disociada. Han logrado riqueza económica, pero no necesariamente riqueza individual”. El mismo puede ser el caso de las familias aristocráticas, donde la afectividad, la vida emocional, puede estar más canalizada y menos expuesta. “Las sociedades más primitivas mantienen una calidez superior a la de lugares desarrollados. En la vida cosmopolita nuestra, el otro es siempre un potencial enemigo, todos son anónimos”, completa el psicoanalista.
Por otra parte, también es diferente para las distintas sociedades lo que entra en la categoría de lo perverso. Las relaciones maritales de algunas sociedades árabes, donde el hombre puede mantener a varias mujeres, incluso de edades muy jóvenes, puede rozar lo perverso ante la mirada occidental, mientras que lo mismo puede ocurrir con la libertad sexual de las mujeres occidentales bajo la lupa de un musulmán.
A su vez, los indicadores de lo perverso van cambiando a lo largo de la historia. En su tiempo, por ejemplo, los escritores Flaubert y Baudelaire fueron enjuiciados por “Madame Bovary” y “Las flores del mal”, respectivamente, por su supuesta obscenidad, mientras que hoy son obras que no sorprenden en ninguna biblioteca.
Esta omnipresencia de la perversión en todas las formas sociales y de la flexibilidad en sus parámetros, nos lleva a preguntarnos: si bien con límites claros que nos alejan de lo patológico y del daño a los demás, ¿todos tenemos perversiones? “Todos tenemos una condición fetichista –responde Rascovsky–, objetos que valoramos especialmente, o la capacidad de disfrutar de situaciones que a otros les parecerían ridículas”.
Los chicos, de acuerdo a la Dra. Rozenbaum, “son perversos por definición, por ejemplo, cuando disfrutan de matar a un bichito”. Pero en la gran mayoría de los casos, cuando empiezan a aplicar las convenciones sociales normales, pierden esa característica.
Por otra parte, Espeche considera: “Que alguien desvíe en algún momento su libido hacia lo que se supone que no corresponde, no quiere decir que sea un perverso. Uno puede sentir cierto morbo viendo películas con tripas sueltas, pero llega un momento en el que dice ‘basta’. Es una tecla del alma, pero no toda la partitura”. El problema, claro, es cuando sí es toda la partitura, y sobre todo, cuando esa partitura empieza a sonar.
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Saludos.
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