¡Hola a todos! Ante todo, gracias por crear éste espacio en el que poder plantear nuestras dudas.
Hoy me doy cuenta que soy una persona distraída, confiada y de buena fe; y que la combinación de éstos tres atributos, más que en un buen tipo, parecen haberme convertido en un bobo. En febrero de éste año comenzó a trabajar en casa una señora en tareas domésticas. Muy eficiente. Al mes, mes y medio, viendo que realizaba sus tareas de acuerdo a lo esperado, le ofrecí ponerla en blanco, como marcaba la ley. No quiso, prefería que la dejara así, que cualquier cosa, me dice, lo iríamos viendo más adelante. Ese “más adelante” llegó en Junio de éste año. Me pidió estar en blanco, por un tema de obra social, para la cobertura de sus chicos, etcétera; estuve de acuerdo. Hice el trámite correspondiente y así quedó, blanqueada. En agosto, dos meses más tarde apenas, de sopetón, me dice que va a rencunciar, que se va. En instancias de juntarnos en el correo para hacer el telegrama de renuncia, dos días después, me avisa que no (en rigor, le envía un mensaje por whats up a mi mujer), que no renuncia como había decidido, porque, argumenta, está enferma, tuvo un “ataque de pánico”, sin agregar más detalles.
Hablo con una amiga abogada, me asesoro como puedo, le envío carta documento a ésta señora, intimando se presente a trabajar. No sólo no se presenta, sino que me envía carta documento ratificando que se encuentra enferma y que yo la estoy despidiendo en esa circunstancia. Y que voy a tener que hacerme cargo de los gastos médicos, porque la obra social en la que la inscribí cuando la dí de alta (una obra social de Maestranza) por alguna razón no muy clara para mí, no le sirve. Reclama, de paso, su antigüedad en el puesto, informando que yo la tuve en negro desde febrero hasta agosto de éste año. Y que, para colmo, se considerará despedida...
Y así se produce un pin pon de telegramas y cartas documento, asesorado por mi amiga abogada, (tres de ida y tres de vuelta) en donde mi ex empleada me termina informando que me accionará judicialmente, agregando que soy un mentiroso, falso, mendaz, haciendo uso de esa artillería de epítetos judiciales que nunca terminan de sorprenderme. No obstante, lo real es que jamás se me envió la licencia médica, o algún documento que acreditase constancia de que esté verdaderamente enferma. Lo unico que sucedió, en términos de hechos, es que ella dejó de venir a trabajar a casa, luego de dos meses de estar en blanco y, entre tanto, me espetó tres candentes telegramas en donde soy de todo menos un tipo hecho y derecho.
Yo sé, por mi abogada amiga, que tengo que esperar la citación del juzgado, dado que ella intentó hablar con el abogado de mi ex empleada doméstica, y éste, telefónicamente, no le anticipó las pretenciones de su parte, sino que directamente habló de llevarme a instancia judicial.
Me gustaría saber -y disculpen mi ignorancia en estos asuntos judiciales, a los que he llegado virgen, no sé si afortunadamente, a los cincuenta años- de qué maneras puedo prepararme para defenderme, qué tiempos y qué caminos tengo. La verdad es que, más allá del fangote de dinero que probablemente me quieran robar, abusando de las bondades de las leyes, yo me siento muy ofendido en mi buena fe y no puedo creer que no existan otros rumbos alternativos para emprender algún procedimiento judicial, no sé, acaso preventivo, para guardar mi honor y buen nombre. Sé también que, a más de uno, quizá ésto que escribo ahora le esboze una sonrisa. De lo que se trata, me decía mi abogada, es de que te saquen la menor cantidad de plata posible. Ya lo sé. Pero hay otra dimensión del honor que también quisiera salvaguardar y respetar, porque siempre he vivido con la mejor predisposición hacia el prójimo, de buena fe y, más allá de todo, dentro de la ley. Hoy me siento un tonto, estafado, y me resulta muy dolorosa la situación por la que me están haciendo atravesar.
Les dejo un abrazo a todos y -si he aburrido y hecho catársis- las debidas disculpas también.
Max.
Hoy me doy cuenta que soy una persona distraída, confiada y de buena fe; y que la combinación de éstos tres atributos, más que en un buen tipo, parecen haberme convertido en un bobo. En febrero de éste año comenzó a trabajar en casa una señora en tareas domésticas. Muy eficiente. Al mes, mes y medio, viendo que realizaba sus tareas de acuerdo a lo esperado, le ofrecí ponerla en blanco, como marcaba la ley. No quiso, prefería que la dejara así, que cualquier cosa, me dice, lo iríamos viendo más adelante. Ese “más adelante” llegó en Junio de éste año. Me pidió estar en blanco, por un tema de obra social, para la cobertura de sus chicos, etcétera; estuve de acuerdo. Hice el trámite correspondiente y así quedó, blanqueada. En agosto, dos meses más tarde apenas, de sopetón, me dice que va a rencunciar, que se va. En instancias de juntarnos en el correo para hacer el telegrama de renuncia, dos días después, me avisa que no (en rigor, le envía un mensaje por whats up a mi mujer), que no renuncia como había decidido, porque, argumenta, está enferma, tuvo un “ataque de pánico”, sin agregar más detalles.
Hablo con una amiga abogada, me asesoro como puedo, le envío carta documento a ésta señora, intimando se presente a trabajar. No sólo no se presenta, sino que me envía carta documento ratificando que se encuentra enferma y que yo la estoy despidiendo en esa circunstancia. Y que voy a tener que hacerme cargo de los gastos médicos, porque la obra social en la que la inscribí cuando la dí de alta (una obra social de Maestranza) por alguna razón no muy clara para mí, no le sirve. Reclama, de paso, su antigüedad en el puesto, informando que yo la tuve en negro desde febrero hasta agosto de éste año. Y que, para colmo, se considerará despedida...
Y así se produce un pin pon de telegramas y cartas documento, asesorado por mi amiga abogada, (tres de ida y tres de vuelta) en donde mi ex empleada me termina informando que me accionará judicialmente, agregando que soy un mentiroso, falso, mendaz, haciendo uso de esa artillería de epítetos judiciales que nunca terminan de sorprenderme. No obstante, lo real es que jamás se me envió la licencia médica, o algún documento que acreditase constancia de que esté verdaderamente enferma. Lo unico que sucedió, en términos de hechos, es que ella dejó de venir a trabajar a casa, luego de dos meses de estar en blanco y, entre tanto, me espetó tres candentes telegramas en donde soy de todo menos un tipo hecho y derecho.
Yo sé, por mi abogada amiga, que tengo que esperar la citación del juzgado, dado que ella intentó hablar con el abogado de mi ex empleada doméstica, y éste, telefónicamente, no le anticipó las pretenciones de su parte, sino que directamente habló de llevarme a instancia judicial.
Me gustaría saber -y disculpen mi ignorancia en estos asuntos judiciales, a los que he llegado virgen, no sé si afortunadamente, a los cincuenta años- de qué maneras puedo prepararme para defenderme, qué tiempos y qué caminos tengo. La verdad es que, más allá del fangote de dinero que probablemente me quieran robar, abusando de las bondades de las leyes, yo me siento muy ofendido en mi buena fe y no puedo creer que no existan otros rumbos alternativos para emprender algún procedimiento judicial, no sé, acaso preventivo, para guardar mi honor y buen nombre. Sé también que, a más de uno, quizá ésto que escribo ahora le esboze una sonrisa. De lo que se trata, me decía mi abogada, es de que te saquen la menor cantidad de plata posible. Ya lo sé. Pero hay otra dimensión del honor que también quisiera salvaguardar y respetar, porque siempre he vivido con la mejor predisposición hacia el prójimo, de buena fe y, más allá de todo, dentro de la ley. Hoy me siento un tonto, estafado, y me resulta muy dolorosa la situación por la que me están haciendo atravesar.
Les dejo un abrazo a todos y -si he aburrido y hecho catársis- las debidas disculpas también.
Max.