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 #1118298  por Pandilla
 
Gracias a Dios nosotros estamos en el fin del mundo y, además, gracias a la modernidad que existen las tuneleras que fayan o pifian el y de rumbo.

:arrow: *cafe*
 #1118697  por Pandilla
 
LA UNIVERSIDAD EN LA CÁRCEL:TEORÍA, DEBATES, ACCIONES

Desde hace más de diez años, distintos equipos, cátedras y programas de la Facultad de ilosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires realizan actividades en cárceles o asociadas a la problemática del encierro, el sistema penal, los derechos y la inclusión de las personas privadas de libertad ambulatoria o ya liberadas. Este artículo describe y analiza parte de esa experiencia de trabajo, desarrollada en un ámbito específico como es el de la educación en contextos de encierro. En especial, considera los aspectos teóri-
cos, perspectivas de abordaje crítico y modalidades de intervención de la Universidad en la cárcel, tomando los principales lineamientos, debates y acciones organizadas por el Programa de Extensión en Cárceles dependiente de la Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil de la Facultad.
http://www.pensamientopenal.com.ar/doct ... s-acciones

Saludos
 #1119321  por Pandilla
 
El compañero menos pensado

Es el Centro Universitario que funciona en la Unidad 48 y depende de la Universidad Nacional de San Martín. Dicta Sociología y otras carreras humanísticas. Guardiacárceles y detenidos son compañeros de estudio. Y también hay alumnos de “afuera” que eligen ese lugar para cursar.

“Este es mi lugar en el mundo”, afirma Jessica en diálogo con Página/12. Lo curioso del caso es que ella, que nunca estuvo privada de su libertad, encontró lo que estaba buscando en el Centro Universitario de San Martín (Cusam), una casa de estudios que depende de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y que funciona en la Unidad Penitenciaria 48 del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), en José León Suárez. Jessica no es la única que viene del “afuera” a estudiar Sociología en un ámbito carcelario. Y por si fuera poco, sus compañeros de estudios, hombres y mujeres procedentes de la U-48 y de las unidades 46 y 47, ubicadas las tres en el mismo predio, en Camino del Buen Ayre y Debenedetti, en algunos casos son personas privadas de su libertad y en otras, guardias del SPB que han logrado, juntos, “romper el estigma” que siempre ha separado –y separa– a los que están de un lado y del otro de los barrotes de la cárcel.

Además de la charla con internos, externos y guardias, este diario entrevistó a la directora del Cusam, Gabriela Salvini, y a Martín Maduri, el primer interno egresado del centro universitario (ver notas aparte).

Gabriela tiene 40 años, está cursando la carrera de Trabajo Social y el año que viene va a gozar de salidas transitorias. Antes trabajaba para una fuerza de seguridad y tuvo la posibilidad de estudiar, pero recién ahora sigue una carrera universitaria. “Cuando supe del Centro Universitario me anoté, hace un año, para empezar la carrera, porque me pareció muy interesante y porque me va a abrir posibilidades cuando llegue la hora de salir a la calle”. La ayudó a tomar la decisión el hecho de que algunas compañeras ya estaban estudiando y la entusiasmaron.

“Estudiar es una buena manera de usar el tiempo muerto que tenemos en algo que nos puede ayudar, no sólo para la causa sino para nuestra vida productiva posterior, en la vida personal de cada uno de nosotros”, reflexiona. Gabriela recibe las visitas de sus padres, de una hermana y de sus sobrinos. “No tengo hijos, no soy casada.” Su proyecto es terminar una carrera que le demandará cinco años.

“Lo que quiero es seguir estudiando acá, con el mismo grupo de estudiantes, porque tenemos un grupo muy bueno de compañeros, y después empezar a trabajar, a volver a la vida que tenía antes de estar en esta situación.” Planea volver a vivir “con los viejos” en el barrio donde nació, el Talar de Pacheco, porque ahora más que nunca comprendió “la necesidad del afecto de la familia”.

El cabo primero Sebastián Ortiz es el encargado de traer, a diario, a las y los estudiantes alojados en la Unidad 47, que al igual que la 46 tiene pabellones para hombres y módulos para mujeres. Lo particular, en el caso de Ortiz, es que él también se queda para asistir a los cursos que se dictan en el Cusam. “Al principio uno tiene ese estigma (el de la difícil convivencia con los internos), pero nosotros hemos formado un vínculo, un nexo, tenemos una relación de compañerismo, de camaradería, de iguales, acá somos todos compañeros; es otro el trato, una vez que se cruza el portón somos todos estudiantes.”

Ortiz es psicólogo social y uno de sus objetivos era el de hacer “informes ambientales” para el SPB, pero como su título no lo avalaba para tal función, además del hecho de haber sido designado para los traslados de internos e internas al Cusam se anotó “para seguir la carrera de Sociología, pero en segundo año tengo la opción de seguir Trabajo Social, porque yo quiero conseguir la licenciatura en esa especialidad”. Comenta que “en lugar de quedarme acá tomando mate (mientras espera a los internos que estudian), aprovecho el tiempo y sigo la carrera”.

El cabo del SPB es casado, tiene dos hijos, y su esposa, Natalia, que es docente en una escuela que está fuera del espacio carcelario “también viene a estudiar acá, con nosotros, dos veces por semana”. Los dos están “armando un vínculo acá y la verdad es que se crea un buen ambiente; es muy buena idea y esperamos que siga progresando”.

Soledad tiene 33 años, está detenida desde hace un año y seis meses por cuestiones menores y espera salir el año que viene. Es de San Fernando, terminó la secundaria cuando estaba “afuera” y ahora cursa el primer cuatrimestre de la carrera de Sociología. Coincide en que la relación es muy buena porque “no hay distancia entre internos y guardias”. Afirma que “es muy lindo estar acá, estudiando, porque nos despeja la cabeza”. Comenta que el hecho de venir a estudiar, en el caso de ella, de lunes a jueves de 10 a 18, significa “un compromiso porque tenemos que dedicarle mucho tiempo al estudio, si es que realmente queremos seguir”.

Ella está cursando cuatro materias: sociología, epistemología, historia general y filosofía. Confía en que la sociología le va a abrir en el futuro “muchos caminos”. Elogia a los profesores porque “nos ayudan mucho, son muy buenos, porque en mi caso, por ejemplo, hace ya muchos años que terminé la secundaria y no había seguido estudiando, de manera que cuesta, cuesta arrancar”. Está contenta porque “hay mucha gente que sale y no tiene nada, en cambio nosotros vamos a tener recursos y eso es bueno, sobre todo cuando una tiene afuera a sus padres y a una familia que nos está esperando”.

“Tenemos a mano una posibilidad para salir mejor parados y mejor acompañados por la familia, porque afuera hay una sociedad que siempre te está juzgando”, dice.

Florencia y Anahí son empleadas administrativas del Servicio Penitenciario Bonaerense y también estudian en el Cusam. A Florencia se le hacía difícil, por cuestiones de horarios y modalidad de trabajo, seguir la carrera de Trabajo Social en otras universidades. “Fue raro elegir el Cusam porque existe una distancia (entre internos y personal del SPB) y era todo un desafío.” Antes de decidirse lo conversó con una compañera de oficina y después convenció a Anahí para que ambas se inscribieran en el centro universitario; lo hicieron en junio pasado, luego de acomodar los horarios para poder cumplir con sus tareas habituales en el SPB.

Florencia reconoce que “puede ser chocante la relación que se da entre el personal del SPB y los internos, porque a veces hay caras de culo, pero eso no existe en el Cusam, porque nos llevamos muy bien”. Reconoce, también, que “eran ellos los que nos tenían que admitir a nosotros, porque es su universidad, porque está en el ámbito de ellos, aunque sea una universidad pública, pero no hubo discriminación contra nosotras, nos llevamos muy bien”. Florencia tiene 26 años, vive con su pareja y tiene un hijo pequeño.

Anahí, por su parte, señala que saben que “en todas las unidades penitenciarias no es tan fácil la relación entre el servicio y los internos, pero acá estamos en una universidad y el estudio nos hace bien a todos; todos deberíamos tener la posibilidad de estudiar”. Ambas elogian “las pilas que ponen (los internos), en algunos casos para terminar primero la primaria y la secundaria, para recién poder ingresar a la Universidad”. Una de las observaciones de Anahí apunta a que “el hecho de estar en un ámbito universitario modifica incluso hasta la forma de hablar” de los internos porque “rompen el molde del ámbito carcelario y se meten de lleno en la universidad, con un entusiasmo que se les nota a todos”. Anahí, a los 26 años, está en pareja, por ahora no tiene hijos y está convencida de que “en el Cusam todos nos estamos preocupando por mejorar y para poder aportar lo mejor de nosotros a la sociedad, y en eso coincidimos todos los que estudiamos acá”. La conclusión de ambas es que “somos iguales, aunque nos separe una reja”.

Jessica tiene 26 años viene a estudiar al Cusam desde el “afuera”, no está privada de su libertad ni es personal del SPB. “Es una historia un poco larga –advierte– porque empezó a partir de un compañero de militancia con el que estamos trabajando en el Centro Cultural Los Amigos, del barrio Sarmiento, que es donde yo vivo.” Empezaron a trabajar juntos hace tres años y medio: “El me contó que estuvo en cana, que estudió en el penal 48, en el Cusam; al principio no entendía la cosa, pero como él es un re-ejemplo para todos nosotros, lo empecé a seguir y empecé a comprender la historia”.

Dice que su compañero “forma parte de un grupo de sujetos que vinieron a ayudar a los pibes que están en los barrios para que no estén en la calle, ni drogándose, ni cayendo en ninguna otra cosa, para que no les pase lo mismo que les pasó a ellos”. Desde que se conocen “él siempre me dijo que tenía que estudiar y hace un año y medio me trajo al Cusam para que lo conociera”. Desde el momento en que vino con Mario Cruz, el compañero de militancia, “me cayó la ficha, conocí a todos los que están acá y quieren hacer algo para que los pibes no caigan en lo que cayeron ellos y volví a estudiar, aunque no pensaba en volver”.

Jessica terminó el secundario y había iniciado, hace años, una carrera universitaria que luego dejó “por esas cosas de la vida”. Desde junio Jessica está estudiando Trabajo Social en el Centro Universitario que funciona en la U-48.

Admite que, al principio, le costó un poco la situación de estar sentada al lado de un guardia penitenciario. “A los internos yo los considero mis compañeros, pero era raro lo de los guardias, hasta que empezamos a compartir un mate, a cagarnos de risa juntos, esto se convirtió en una experiencia muy interesante, pero sobre todo por el hecho de venir desde afuera a compartir con compañeros que están en cana y que son iguales a vos.”

Jessica sostiene que “para saber qué es el Cusam, hay que venir a conocerlo, porque no tiene nada que ver con lo que piensa alguna gente que está afuera y que tiene que entender que estudiar es un derecho que una persona no puede perder por el hecho de estar privada de su libertad; no pueden perder el derecho al estudio y a la libertad de expresión”.

Y vuelve a poner el ejemplo de Mario: “Es alguien que estuvo diez años preso y en vez de salir para seguir choreando, siguió estudiando para recibirse (este año obtendrá el título de sociólogo) y para ayudar a los pibes del barrio para que no caigan en la misma que había hecho él antes de caer en cana”.

Ella siempre prioriza “lo colectivo, porque esto es un colectivo de trabajo donde todos ponemos el hombro”. Haber llegado al Cusam es “haber encontrado mi lugar en el mundo”, concluye.
http://www.pagina12.com.ar/diario/socie ... 10-25.html
 #1119902  por Pandilla
 
El compañero menos pensado

Es el Centro Universitario que funciona en la Unidad 48 y depende de la Universidad Nacional de San Martín. Dicta Sociología y otras carreras humanísticas. Guardiacárceles y detenidos son compañeros de estudio. Y también hay alumnos de “afuera” que eligen ese lugar para cursar.

“Este es mi lugar en el mundo”, afirma Jessica en diálogo con Página/12. Lo curioso del caso es que ella, que nunca estuvo privada de su libertad, encontró lo que estaba buscando en el Centro Universitario de San Martín (Cusam), una casa de estudios que depende de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y que funciona en la Unidad Penitenciaria 48 del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), en José León Suárez. Jessica no es la única que viene del “afuera” a estudiar Sociología en un ámbito carcelario. Y por si fuera poco, sus compañeros de estudios, hombres y mujeres procedentes de la U-48 y de las unidades 46 y 47, ubicadas las tres en el mismo predio, en Camino del Buen Ayre y Debenedetti, en algunos casos son personas privadas de su libertad y en otras, guardias del SPB que han logrado, juntos, “romper el estigma” que siempre ha separado –y separa– a los que están de un lado y del otro de los barrotes de la cárcel.

Además de la charla con internos, externos y guardias, este diario entrevistó a la directora del Cusam, Gabriela Salvini, y a Martín Maduri, el primer interno egresado del centro universitario (ver notas aparte).

Gabriela tiene 40 años, está cursando la carrera de Trabajo Social y el año que viene va a gozar de salidas transitorias. Antes trabajaba para una fuerza de seguridad y tuvo la posibilidad de estudiar, pero recién ahora sigue una carrera universitaria. “Cuando supe del Centro Universitario me anoté, hace un año, para empezar la carrera, porque me pareció muy interesante y porque me va a abrir posibilidades cuando llegue la hora de salir a la calle”. La ayudó a tomar la decisión el hecho de que algunas compañeras ya estaban estudiando y la entusiasmaron.

“Estudiar es una buena manera de usar el tiempo muerto que tenemos en algo que nos puede ayudar, no sólo para la causa sino para nuestra vida productiva posterior, en la vida personal de cada uno de nosotros”, reflexiona. Gabriela recibe las visitas de sus padres, de una hermana y de sus sobrinos. “No tengo hijos, no soy casada.” Su proyecto es terminar una carrera que le demandará cinco años.

“Lo que quiero es seguir estudiando acá, con el mismo grupo de estudiantes, porque tenemos un grupo muy bueno de compañeros, y después empezar a trabajar, a volver a la vida que tenía antes de estar en esta situación.” Planea volver a vivir “con los viejos” en el barrio donde nació, el Talar de Pacheco, porque ahora más que nunca comprendió “la necesidad del afecto de la familia”.

El cabo primero Sebastián Ortiz es el encargado de traer, a diario, a las y los estudiantes alojados en la Unidad 47, que al igual que la 46 tiene pabellones para hombres y módulos para mujeres. Lo particular, en el caso de Ortiz, es que él también se queda para asistir a los cursos que se dictan en el Cusam. “Al principio uno tiene ese estigma (el de la difícil convivencia con los internos), pero nosotros hemos formado un vínculo, un nexo, tenemos una relación de compañerismo, de camaradería, de iguales, acá somos todos compañeros; es otro el trato, una vez que se cruza el portón somos todos estudiantes.”

Ortiz es psicólogo social y uno de sus objetivos era el de hacer “informes ambientales” para el SPB, pero como su título no lo avalaba para tal función, además del hecho de haber sido designado para los traslados de internos e internas al Cusam se anotó “para seguir la carrera de Sociología, pero en segundo año tengo la opción de seguir Trabajo Social, porque yo quiero conseguir la licenciatura en esa especialidad”. Comenta que “en lugar de quedarme acá tomando mate (mientras espera a los internos que estudian), aprovecho el tiempo y sigo la carrera”.

El cabo del SPB es casado, tiene dos hijos, y su esposa, Natalia, que es docente en una escuela que está fuera del espacio carcelario “también viene a estudiar acá, con nosotros, dos veces por semana”. Los dos están “armando un vínculo acá y la verdad es que se crea un buen ambiente; es muy buena idea y esperamos que siga progresando”.

Soledad tiene 33 años, está detenida desde hace un año y seis meses por cuestiones menores y espera salir el año que viene. Es de San Fernando, terminó la secundaria cuando estaba “afuera” y ahora cursa el primer cuatrimestre de la carrera de Sociología. Coincide en que la relación es muy buena porque “no hay distancia entre internos y guardias”. Afirma que “es muy lindo estar acá, estudiando, porque nos despeja la cabeza”. Comenta que el hecho de venir a estudiar, en el caso de ella, de lunes a jueves de 10 a 18, significa “un compromiso porque tenemos que dedicarle mucho tiempo al estudio, si es que realmente queremos seguir”.

Ella está cursando cuatro materias: sociología, epistemología, historia general y filosofía. Confía en que la sociología le va a abrir en el futuro “muchos caminos”. Elogia a los profesores porque “nos ayudan mucho, son muy buenos, porque en mi caso, por ejemplo, hace ya muchos años que terminé la secundaria y no había seguido estudiando, de manera que cuesta, cuesta arrancar”. Está contenta porque “hay mucha gente que sale y no tiene nada, en cambio nosotros vamos a tener recursos y eso es bueno, sobre todo cuando una tiene afuera a sus padres y a una familia que nos está esperando”.

“Tenemos a mano una posibilidad para salir mejor parados y mejor acompañados por la familia, porque afuera hay una sociedad que siempre te está juzgando”, dice.

Florencia y Anahí son empleadas administrativas del Servicio Penitenciario Bonaerense y también estudian en el Cusam. A Florencia se le hacía difícil, por cuestiones de horarios y modalidad de trabajo, seguir la carrera de Trabajo Social en otras universidades. “Fue raro elegir el Cusam porque existe una distancia (entre internos y personal del SPB) y era todo un desafío.” Antes de decidirse lo conversó con una compañera de oficina y después convenció a Anahí para que ambas se inscribieran en el centro universitario; lo hicieron en junio pasado, luego de acomodar los horarios para poder cumplir con sus tareas habituales en el SPB.

Florencia reconoce que “puede ser chocante la relación que se da entre el personal del SPB y los internos, porque a veces hay caras de culo, pero eso no existe en el Cusam, porque nos llevamos muy bien”. Reconoce, también, que “eran ellos los que nos tenían que admitir a nosotros, porque es su universidad, porque está en el ámbito de ellos, aunque sea una universidad pública, pero no hubo discriminación contra nosotras, nos llevamos muy bien”. Florencia tiene 26 años, vive con su pareja y tiene un hijo pequeño.

Anahí, por su parte, señala que saben que “en todas las unidades penitenciarias no es tan fácil la relación entre el servicio y los internos, pero acá estamos en una universidad y el estudio nos hace bien a todos; todos deberíamos tener la posibilidad de estudiar”. Ambas elogian “las pilas que ponen (los internos), en algunos casos para terminar primero la primaria y la secundaria, para recién poder ingresar a la Universidad”. Una de las observaciones de Anahí apunta a que “el hecho de estar en un ámbito universitario modifica incluso hasta la forma de hablar” de los internos porque “rompen el molde del ámbito carcelario y se meten de lleno en la universidad, con un entusiasmo que se les nota a todos”. Anahí, a los 26 años, está en pareja, por ahora no tiene hijos y está convencida de que “en el Cusam todos nos estamos preocupando por mejorar y para poder aportar lo mejor de nosotros a la sociedad, y en eso coincidimos todos los que estudiamos acá”. La conclusión de ambas es que “somos iguales, aunque nos separe una reja”.

Jessica tiene 26 años viene a estudiar al Cusam desde el “afuera”, no está privada de su libertad ni es personal del SPB. “Es una historia un poco larga –advierte– porque empezó a partir de un compañero de militancia con el que estamos trabajando en el Centro Cultural Los Amigos, del barrio Sarmiento, que es donde yo vivo.” Empezaron a trabajar juntos hace tres años y medio: “El me contó que estuvo en cana, que estudió en el penal 48, en el Cusam; al principio no entendía la cosa, pero como él es un re-ejemplo para todos nosotros, lo empecé a seguir y empecé a comprender la historia”.

Dice que su compañero “forma parte de un grupo de sujetos que vinieron a ayudar a los pibes que están en los barrios para que no estén en la calle, ni drogándose, ni cayendo en ninguna otra cosa, para que no les pase lo mismo que les pasó a ellos”. Desde que se conocen “él siempre me dijo que tenía que estudiar y hace un año y medio me trajo al Cusam para que lo conociera”. Desde el momento en que vino con Mario Cruz, el compañero de militancia, “me cayó la ficha, conocí a todos los que están acá y quieren hacer algo para que los pibes no caigan en lo que cayeron ellos y volví a estudiar, aunque no pensaba en volver”.

Jessica terminó el secundario y había iniciado, hace años, una carrera universitaria que luego dejó “por esas cosas de la vida”. Desde junio Jessica está estudiando Trabajo Social en el Centro Universitario que funciona en la U-48.

Admite que, al principio, le costó un poco la situación de estar sentada al lado de un guardia penitenciario. “A los internos yo los considero mis compañeros, pero era raro lo de los guardias, hasta que empezamos a compartir un mate, a cagarnos de risa juntos, esto se convirtió en una experiencia muy interesante, pero sobre todo por el hecho de venir desde afuera a compartir con compañeros que están en cana y que son iguales a vos.”

Jessica sostiene que “para saber qué es el Cusam, hay que venir a conocerlo, porque no tiene nada que ver con lo que piensa alguna gente que está afuera y que tiene que entender que estudiar es un derecho que una persona no puede perder por el hecho de estar privada de su libertad; no pueden perder el derecho al estudio y a la libertad de expresión”.

Y vuelve a poner el ejemplo de Mario: “Es alguien que estuvo diez años preso y en vez de salir para seguir choreando, siguió estudiando para recibirse (este año obtendrá el título de sociólogo) y para ayudar a los pibes del barrio para que no caigan en la misma que había hecho él antes de caer en cana”.

Ella siempre prioriza “lo colectivo, porque esto es un colectivo de trabajo donde todos ponemos el hombro”. Haber llegado al Cusam es “haber encontrado mi lugar en el mundo”, concluye.
http://www.pensamientopenal.org.ar/sann ... arcelaria/
 #1119903  por Pandilla
 
El Papa recibió a Los Espartanos, el equipo de rugby de un penal bonaerense.

El papa Francisco tuvo una audiencia con reclusos de la Unidad Penitenciaria 48 de máxima seguridad de San Martín en la provincia de Buenos Aires, que lograron a fuerza de trabajo bajar la reincidencia de los que obtienen la libertad y gracias a una gran labor en equipo producto del rugby.

Los Espartanos son un grupo de presos que lograron formar un equipo en la cárcel. Este jueves, 30 Espartanos, de los cuales diez ya se encuentran en libertad, tuvieron una audiencia privada con Francisco, quien personalmente los invitó grabándoles un video.

"Lo que hacen ustedes es como el canto que dice 'En el arte de ascender lo que importa no es no caer, si no, no permanecer caído'", les manifestó.

Eduardo "Coco" Oderigo, un abogado y exjugador del SIC, es el padre de la criatura. El exmedioscrum encontró en el deporte una herramienta de inclusión para los reclusos de una de las prisiones más peligrosas de la provincia de Buenos Aires.

"Según las estadísticas del propio penal, el 65% de ellos, al salir, vuelve a delinquir; en los siete años que llevo adelante esta tarea de mi equipo, sólo el 1% reincidió", explica Oderigo, quien comenzó con la iniciativa en 2009.

La visita al Vaticano representa un gran premio para los Espartanos, quienes también se refugian en la religión para superar los días de encierro en el penal: todos los viernes se juntan a rezar el rosario y encuentran un espacio de redención en la fe.
http://www.ambito.com/noticia.asp?id=813801
 #1120014  por Pandilla
 
Seminario Permanente del Centro de Estudios de Ejecución Penal: Escuelas en contexto de encierro

En el marco del Seminario Permanente del Centro de Estudios de Ejecución Penal, el pasado 17 de septiembre en el Salón Azul, se llevó adelante la actividad Escuelas en contexto de encierro, con la exposición de Griselda Iglesias y Jimena Leoni.

Para comenzar, Griselda Iglesias expuso una serie de aportes teóricos para poder reflexionar junto con la película, que se mostró posteriormente, sobre cómo se desarrolla la educación en la cárcel de San Martin, que es una cárcel de máxima seguridad. Asimismo, expuso que la educación como derecho humano se debe analizar en la complejidad del entorno carcelario.

En lo que atañe a cómo se entendió históricamente la educación en contexto de encierro, la oradora indicó que entre los 50 y los 70, se planteaba como educación especial y correccional. Luego, pasó a una educación de adultos y desde los años 90 a la actualidad, se considera al individuo un sujeto de derecho y cambia el entendimiento en términos jurídicos de la persona que está privada de su libertad. “Tenemos a la educación como un derecho humano más allá de cualquier condición social, económica, etnia, orientación sexual, privación de la libertad, entre otros”, manifestó Iglesias. Más adelante, añadió que hay educación primaria y secundaria; hay formación profesional, capacitación de oficios desde los años 60/70 y hay educación terciaria y universitaria, pero no llega a todos los espacios. Luego, destacó como fundamental la oferta educativa no escolar. “En las prisiones hay un montón de actores, que no son el Estado, que van teniendo participación en el sistema penitenciario en el ámbito educativo. “Tenemos programas de alfabetización, tanto del servicio penitenciario, como de las universidades; intervenciones de ONG; intervenciones pastorales religiosas; universidades con proyectos de extensión; talleres del servicio penitenciario y talleres llevados adelante por los propios”, concluyó.
A su turno, Jimena Leoni comentó acerca de la experiencia que tuvo en la cárcel en el año 2011. A raíz de su visita, se interesó por realizar su tesis pensando en los sujetos que están privados de su libertad. “Me encontré con un espacio en el que se habilitaban las prácticas artísticas. En esa cárcel que prisioniza, deteriora, genera violencia”, expuso. A modo de conclusión, la oradora puntualizó: “Si bien es cierto que hay un montón de dificultades cotidianas para estudiar en la cárcel, o para hacer talleres de arte como de los que participé, la realidad es que la mayor parte de la población carcelaria viene de sectores pobres, donde quizás no tuvieron o no accedieron a una educación; la escuela los ha expulsado en más de una oportunidad y tampoco han tenido posibilidad de experimentar prácticas artísticas. Entonces, lo paradójico de la cárcel es que es un lugar de encierro pero que promueve con lógica emancipadora un montón de espacios a los que quizás ellos no hubieran tenido acceso”.
http://www.derecho.uba.ar/derechoaldia/ ... erro/+5853
 #1121149  por Pandilla
 
Educar en prisión, más económico que encarcelar.

El Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena, indica que en Corrientes hay 887 personas detenidas y en nuestro país, 69060, de las cuales, casi 2800 no tienen ninguna educación. Estas cifras no incluyen a detenidos alojados en comisarías y alcaidías provinciales Estudios sostienen que los programas de reinserción cuestan menos y disminuyen el índice de reincidencia.

Hay datos que suman números y forman estadísticas. Y son eso: números en listas que se hacen porcentajes. Eso existe y es real. Ahora bien, cuando colocamos un rostro, una mirada detrás de ellos, podemos entonces llegar a ver que esos ‘tanto por ciento’ son ni más ni menos que seres humanos.
A partir de allí, bien podríamos realizar el siguiente ejercicio: “¿cuántas veces hemos pensado en la importancia de acceder a una buena educación?” Seguramente responderíamos que muchas, incontables. Pero si la pregunta se hace un poquito más larga e inquirimos, “¿cuántas veces hemos pensado en la importancia que tiene acceder a una buena educación para quienes están en las cárceles?”, entonces la respuesta se acota, y así resulta que las veces en que hemos pensado en ello pueden ir desde “muy pocas” a “nunca”.
Sin embargo deberíamos pensar en esto más de lo que creemos, pues se supone que quienes están en las cárceles, cuando salgan, deberán reintegrarse a la sociedad dado que la mayoría son eventualmente liberados. Y, como es de suponer, el proceso de reinserción es una transición dura que conlleva dificultades emocionales y prácticas no solo para quienes salen libres de las prisiones sino para sus familias y comunidad en general. Por eso, cuanto más y mejor educados regresen a la vida en sociedad, existen más posibilidades de realizar una vida fuera del delito y crecer como ser humano en beneficio de todos.
En un informe elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (Guía de Introducción a la Prevención de la Reincidencia y la Reintegración Social de Delincuentes - New York, 2013) se remarca: “Las sociedades no pueden permitirse el lujo de dejar de invertir en integración social y en programas de reintegración para delincuentes. Tales programas son una parte esencial de toda estrategia completa de prevención del delito. Invertir en prisiones, sin una inversión complementaria en programas de rehabilitación y reintegración, no producen una reducción significativa de la reincidencia. De hecho pueden complicar el problema. (...). Dichos programas pueden ser implementados a mucho menor costo que el de encarcelamiento y pueden producir algunos resultados muy efectivos en materia de costos. La reducción de la cantidad de delincuentes que vuelven a delinquir significa menos víctimas, mayor seguridad comunitaria y menos presión para los organismos policiales.”
Un estudio realizado por la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN) reveló que de los 132 egresados que tenía el Programa en 2013, un 84 % "no volvió a ser encontrado culpable de cometer nuevos hechos ilícitos". Es decir que, "8 de cada 10 graduados del Programa no han vuelto a ser condenados".
Ahora bien ¿se estudia en las cárceles de nuestra provincia? Y cuando hablamos de estudio nos referimos, además, al estudio terciario y/o universitario. Pese a que actualmente existe un acercamiento con la Universidad del Nordeste para ello, aún no existe educación superior en las cárceles. Aquí hay que recordar que eso está reglamentado por ley (leyes 24.660, 26.695 y Ley de Educación Nacional 26.206 – Ver relacionada).

DATOS PARA TENER EN CUENTA
Según datos del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (SNEEP), el total de internos bajo el Sistema Penitenciario Nacional, en nuestro país asciende, a diciembre de 2014, a 69.060 personas. Los Condenados alcanzan al 48%; Procesados, 51%; Otros 1%.
El delito de mayor frecuencia es el robo y/o intento de robo.
Las edades de los detenidos, en su mayoría, oscilan entre los 25 y 34 años (39% de la población carcelaria).
El 96% de la población carcelaria es masculina. El 94% es de nacionalidad argentina.
Al momento de ingresar a la cárcel la mayoría está desocupada (44%).
El 39% tiene la escuela primaria completa y el 31% incompleta. El 17% tiene el secundario incompleto y sólo el 7% lo tiene completo. Un 2% se divide entre los que tienen estudios universitarios o terciarios completos y los que no. Un 4% de la población no tiene ningún estudio, es decir, casi 2800 personas.
El 51% de los presos de todo el país no participa de ningún programa educativo dentro de las cárceles.
De acuerdo a este mismo informe, en Corrientes existen 887 internos bajo el Sistema Penitenciario Nacional, y se señala que la Unidad Número 1 – Penal Capital, es el centro de detención más poblado, con 431 internos cuando la capacidad edilicia es para 340.
Pero a la cifra total de encarcelados en Corrientes, debe sumársele los alojados en comisarías o en alcaidías. En el interior de la provincia los detenidos están a disposición de la Policía, por lo que hay detenidos en comisarías y alcaidías como la de Pasos de los Libres, Santo Tomé, Mercedes o Goya.

EDUCAR EN LAS CÁRCELES NO ES IMPOSIBLE
Uno de los buenos ejemplos a seguir, es el de la Universidad de Buenos Aires cuyo programa UBA XXII, este año, cumplió treinta años. UBA XXII es un Programa de la Universidad de Buenos Aires, dependiente de la secretaria de Asuntos Académicos, que dicta carreras de grado y cursos presenciales (actividades de extensión) en establecimientos del Servicio Penitenciario Federal.
Tiene por finalidad garantizar el acceso a la formación universitaria curricular y extra curricular de personas que se encuentran privadas de su libertad ambulatoria. Desde la propia UBA se señala que “su metodología de cursada es la que lo distingue del resto de las propuestas universitarias y le otorga la condición de experiencia única en el mundo”.
Desde 1985, unos 3000 presos pasaron por este programa y más de 500 se graduaron de alguna de las carreras que se ofrecen en diferentes cárceles federales: Contador Público, Derecho, Letras, Psicología, Sociología. También hay talleres y actividades educativas complementarias.
Por otra parte, en la Universidad Nacional de Cuyo también se aplica un programa de estudio que cuenta con 100 estudiantes universitarios detenidos. Estos son acompañados y orientados semanalmente por un equipo de estudiantes tutores disciplinares.
A su vez, del pabellón de máxima seguridad de Florencio Varela (provincia de Buenos Aires) indican que desde que funcionan talleres de lectura, una editorial y una biblioteca, las muertes violentas dentro de la cárcel se redujeron a cero.

SITUACIÓN EDUCATIVA EN LA CÁRCELES CORRENTINAS
Actualmente existen conversaciones para implementar un programa educativo propicio y actualizado. Mientras tanto, ¿qué sucede?
Por ejemplo, en el Establecimiento Penitenciario Número 6 “Cárcel de Procesados Varones Gral. San Martín”, ubicado en la localidad de San Cayetano, no hay formación en oficios, apenas existen horarios disponibles y no hay espacio físico para que los detenidos puedan terminar sus estudios básicos. Hay que decir que este establecimiento comparte espacio con internos de la Unidad Penal Número 1 de nuestra capital quienes están alojados en el pabellón 4 de Máxima Seguridad y en el pabellón de Aislamiento. Solo en este establecimiento penitenciario provincial hay alojados 343 internos cuando sus plazas son 239.
El caso de la Unidad Penal Nº 1, bajo el Servicio Penitenciario Nacional tiene la particularidad de que en él hay alojados internos con condenas muy largas. Así las cosas, actualmente, si un interno quiere estudiar debe hacerlo fuera de la cárcel, pero para ello debe cumplir con la mitad de su condena. Y si dijimos que existen muchos detenidos con condenas muy largas, éstos deberán esperar, por ejemplo, 15 años para poder estudiar afuera si es que la condena fue de 30 años. No pocas veces, quienes se encuentran en el penal, han concluido sus estudios primarios o secundarios allí dentro, pero si quieren continuar sus estudios tendrán que aguardar muchos años –por ejemplo, 15- para realizar una carrera terciaria o universitaria.
Por otra parte, a partir del Proyecto de Educación Superior y Artística para personas en situación de cárcel, ya se han realizado reuniones con la directora de Enseñanza Superior, profesora Susana Nugara y con la subsecretaria de Educación, Gabriela Albornoz, ambas del Ministerio de Educación de la Provincia de Corrientes. También se ha conversado este tema con la Secretaria Académica de la Universidad del Nordeste, María Viviana Godoy y la Secretaria General Legal y Técnica, también de la UNNE, Dra. Mónica Anis.
El Proyecto de Educación Superior y Artística fue acordado en noviembre de 2013 e intervinieron en él: Superior Tribunal de Justicia, doctora Teresita Zacarías, Juzgado de Ejecución de Condena, subsecretaría de Extensión Universitaria-Delegación Corrientes, el Doctor Elvio Eduardo Ríos, Decano de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UNNE; Jefatura del Servicio Penitenciario Provincial, Coordinación de las Modalidades de Educación en Contexto de Encierro; dirección del Museo de Artesanías Tradicionales de la Provincia de Corrientes, Coordinación de la Comisión Arquidiocesana de Justicia y Paz, Colectivo Solidario Yajá Porá y Red de Derechos Humanos de Corrientes.
Por lo pronto, todavía hay quienes dentro de las cárceles necesitan estudiar, tener una mejor educación para abrir sus mentes, evaluar errores, pensar dos veces antes de reincidir y seguir viviendo, no existiendo. Confiar en que la educación acerca al mundo, aunque se esté en condición de encierro.
http://www.pensamientopenal.org.ar/educ ... ncarcelar/
 #1121342  por Pandilla
 
“La educación reduce el daño que causa la prisión” (por Leandro Halperín)

El sistema penitenciario daña a la sociedad, a sus trabajadores y a los prisioneros. La pena trasciende la perdida de la libertad ambulatoria, los daños que provoca deterioran los vínculos mas relevantes y esmerila la expectativa de una vuelta al medio libre alejada del conflicto. Derechos fundamentales como la salud o la educación se convierten en privilegios, y conceptos intrascendentes para el común -como tiempo o espacio- adquieren un nuevo significado al perderse la administración de los mismos. No prepara para la vuelta al medio libre, estigmatiza y reproduce las conductas que sanciona.
Traspasando los muros de la prisión, el Estado se convierte en lo que dice prevenir, delinque y muestra su peor cara cuando deja de cumplir con su indelegable rol de garante de derechos para transformarse en su principal violador.
En este contexto ingresó la Universidad de Buenos Aires a la prisión hace ya 30 años, era 1985 y la primavera democrática invitaba a imaginar nuevos abordajes para viejos conflictos. Aulas reemplazaron a las celdas, docentes a penitenciarios y alumnos a presos. Una experiencia inédita en el mundo que amplió los márgenes de la universidad pública, que puso a disposición las herramientas que posee para mejorar la accesibilidad y el ejercicio de derechos fundamentales, herramientas que integran, que brindan verdaderas opciones para elegir como se quiere vivir la vida.
La educación brinda oportunidades y el acceso a las mismas ha permitido reformular las relaciones con el adentro y con el afuera.
Efectos no buscados, por no ser tarea de la Universidad, se han convertido en símbolos del Programa UBA XXII. A los conflictos intramuros que tienen a la violencia como medio de solución, nuestros estudiantes y graduados lo reemplazaron por los instrumentos que la ley otorga; el Habeas Corpus ocupó el lugar del motín aunque lamentablemente pareciera que muchos representantes del Estado siguen prefiriendo lo contrario, y hoy defenderse con la ley es más peligroso que usar la violencia en las cárceles federales argentinas, traslados compulsivos, perdida de beneficios, ofertas de trabajo en horario de estudio, acusaciones infundadas a docentes y toda clase de artimañas han sido puestas en marcha por la administración penitenciaria para evitar el acceso a las aulas de la universidad en la cárcel.
La reincidencia ocupa un acápite especial en el resultado obtenido, si bien la educación no es medicina contra el delito, no puede soslayarse el efecto integrador de manera pacífica que la distribución del conocimiento tiene en el seno de nuestra comunidad. Así como cerca de uno (1) de cada dos (2) detenidos reincide en el delito (46,5%), en el caso de los que se gradúan en la Universidad de Buenos Aires esta cifra se reduce a apenas el 15 %. Su explicación no está en la labor de la universidad pública en contextos de encierro, más bien se encuentra en la ausencia de políticas inclusivas por parte del Estado antes de la producción del conflicto que es atendido por el sistema penal.
La educación reduce el daño que causa la prisión y beneficia al conjunto de la sociedad, por lo que se torna de imposible explicación con la razón, el por qué de la oposición de otras áreas del Estado que tienen a su cargo el diseño y la implementación de las políticas penitenciarias.
Una nueva forma de relacionarse desde la cárcel nace con los Centros universitarios, por sobre todas las cosas un nuevo compromiso es asumido por la persona privada de libertad; ahora se es también un/a estudiante, y su comunicación con sus nuevas relaciones responden a otros parámetros y a otras expectativas.
Los nuevos códigos y metodología de convivencia hacia adentro de la cárcel sufren mutaciones que no son fácilmente asimiladas por el sistema penal. Quienes pretenden integrarse de manera no conflictiva al medio libre con un título universitario, sufren la discriminación y la falta de oportunidades laborales. El estigma de ser un “ex preso” los sigue acompañando a pesar de ser, ahora también, graduados de la Universidad de Buenos Aires.
Nuestra sociedad debe definir si la pena termina con su cumplimiento o si vamos a condenar a seguir transitando estos templos del terror a aquellos que alguna vez fueron seleccionados por el sistema penal y pagaron sus deudas con el mismo, nuestra sociedad debe definir si la educación es una herramienta de integración y progreso individual y social o es un privilegio para aquellos que tienen los recursos para acceder y mantenerse en el sistema educativo.
Por nuestra parte, docentes, estudiantes y trabajadores de la Universidad pública seguimos impulsando en todo el país la creación de mas espacios como UBA XXII. Lo hacemos convencidos que la educación es un derecho que el Estado tiene la obligación de garantizar, que construye sociedades pacíficas a la vez que genera hombres y mujeres verdaderamente libres.

* ex director del Programa UBA XXII
http://www.pensamientopenal.org.ar/la-e ... -halperin/
 #1122635  por Pandilla
 
Sobre las instituciones públicas y el derecho a la educación en cárceles (por Francisco Scarfó)

Hace unas semanas, en la ciudad de La Plata, Argentina, se realizó un encuentro de universidad y cárcel. Los temas evidentemente versaron sobre el rol de la universidad en su ya tradicional acción de docencia, investigación y extensión en el contexto de la cárcel.

Entre las dificultades que se planteaban, la poca articulación institucional tanto hacia adentro como hacia afuera de la universidad en función de la educación en contextos de privación de la libertad fue una de las más destacadas, potenciando la idea de que en esa articulación se fortalecen las acciones de las instituciones públicas involucradas en la garantía, desarrollo y ampliación del impacto del derecho. Y es ahí donde me detengo esta vez e invito a reflexionar.

¿Qué instituciones públicas deben articular acciones y esfuerzos para garantizar el desarrollo pleno y de calidad del derecho a la educación en la cárcel?

Recordemos que ya hemos dicho que con instalar escuelas y poner docentes no alcanza… es solo una condición necesaria para garantizar el derecho. De igual manera que el aspecto normativo: que este escrito el derecho en una o varias leyes es un buen comienzo, pero hay que ver cómo se concretiza, cómo se garantiza, cómo se ejecuta. Y si a esto le sumamos, lo ya planteado en otros artículos: lo dificultoso y azaroso que es llevar adelante procesos formativos en el espacio de la cárcel, ya sea a nivel macro como microestructural en términos de ejecutar el derecho, deja a las claras la necesaria articulación de las instituciones públicas responsables en mayor y menor medida de la garantía del derecho a la educación.

Para comenzar, es dable que pensemos en estas instituciones públicas, más allá y más acá de la escuela… sabiendo que la escuela, ya sea dentro y fuera de la cárcel, es la institución que torna viable el derecho a la educación. Pensar en los roles de estas instituciones para con la educación y la cárcel, pensar en cuánto pueden fortalecer la labor de los/as educadores/as diariamente, pensar en definitiva en la articulación entre ellas en términos ineludibles de robustecimiento de la calidad en el desarrollo de la educación en contexto de encierro.

En primer lugar los servicios penitenciarios tienen un rol destacado y diría vital en esto de dar condiciones favorables y de cumplimiento de ley para que todos/as las personas privadas de la libertad accedan y disfruten de la educación. Cuestiones que van desde la infraestructura (aulas completas, sala maestros/as, baños), documentación, certificación y legajos educativos, abastecimiento de materiales de trabajo áulico, organización de las actividades diarias de la cárcel que incluya y privilegie el acceso a la educación, la promoción de la educación entre los/as detenidos/as, las garantías de condiciones generales de detención favorables a la personas detenidas (los traslados compulsivos, las sanciones disciplinarias, el acceso a la salud, alimentación, no violencia entre pares, seguridad, no maltratos, visitas a familiares, acceso a la justicia, entre otros).

En segundo lugar el poder judicial. Los/as jueces de ejecución penal, los/as defensores/as oficiales y los/as fiscales de estado tiene un rol preponderante en esto de observar el cumplimiento del derecho. La normativa y las condiciones de realización del derecho en cuanto a su vigilancia, control, garantía, promoción, respeto y disfrute es materia específica de estos/as funcionarios/as. Su desempeño opera como un resguardo a situaciones de vulneración del derecho a la educación en la cárcel. Esto se evidencia no solo en la observancia del cumplimiento de la ley de ejecución penal en lo referido al tratamiento penitenciario sino en el cumplimiento de la normativa de Derechos Humanos que hacen al derecho a la educación y su vulneración un hecho judicializable.

En tercer lugar las defensorías del pueblo, procuraciones penitenciarias u organismos de control estatal de cárceles. Estas instituciones tienen el cometido estricto de monitorear, controlar y promover los Derechos Humanos en las cárceles. Su trabajo es vital para desenmarañar situaciones y casos que se presentan como vulneraciones al disfrute de la educación. Sus acciones se basan en lo normativo y en la investigación, generando informes sustantivos que dan visibilidad a la cuestión. Recordemos que en general son organismos defensores de los Derechos Humanos, autárquicos de los poderes de la república y por ello es clave tener claro su intervención en este tema.

En cuarto lugar la sociedad civil (ONGs y universidades) y organismos estatales (ministerios y secretarias como el de trabajo, desarrollo social, salud, etc.), que operan en general en la articulación con acciones formativas y de promoción que se ofrecen en las cárceles y que a veces también suelen tener un rol de denuncia, control y monitoreo de los Derechos Humanos.

La misión y responsabilidad indiscutida de los ministerios de educación (a cargo de las escuelas – también la universidad se ubicaría en este nivel) y de justicia (a cargo de las cárceles) para con la educación obliga a una articulación normada, reglada y proactiva, para que justamente las otras instituciones públicas sean convocadas por estos ministerios para fortalecer el cumplimiento y disfrute con calidad del derecho a la educación.

Sabemos que el contexto de la cárcel es hostil y poco amigable en pos del desarrollo de los Derechos Humanos. Sabemos que la cárcel suele ser un lugar poco visible en las agendas públicas en función de la vigencia de derechos. Sabemos que las escuelas y los/as educadores/as muchas veces se encuentran en soledad haciendo su trabajo.

Sabemos que la leyes amparan con más o menos claridad la garantía de la educación en la cárcel… por todo esto es indispensable evidenciar roles de las instituciones públicas que hacen a la educación y promover su articulación en pos de una calidad real en el desarrollo del derecho a la educación en la cárcel. Es algo difícil, pero no imposible…solo resta voluntad política y convencimiento de que en estos espacios de encierro punitivo hay sujetos de derechos.

Francisco Scarfó, educador en cárceles desde el 1992, magister en Derechos Humanos por la Universidad Nacional de La Plata, fundador y actual presidente del GESEC (Grupo de Estudio Sobre Educación en Cárceles).
http://www.pensamientopenal.org.ar/sobr ... co-scarfo/
 #1123026  por Pandilla
 
Presos que estudian: el 85% no vuelve a la cárcel

Educación. Mucho más que nuevos conocimientos.La tasa de reincidencia en el delito es casi tres veces más baja. Clarín accedió en exclusiva al Centro Universitario de Devoto, donde las autoridades no son guardias sino docentes.

Para llegar a estas aulas hay que dejar el DNI en la puerta: el documento que acredita tu identidad se reemplaza por un cartón con un número. También hay que entregar el celular, mostrar lo que llevás en la mochila, atravesar un detector de metales. Luego sigue una sucesión de pasillos, puertas custodiadas que se cierran en cuanto uno pasa; el silencio, la luz débil, el calor; el aire espeso del encierro. Hasta que un cartel indica la frontera de un territorio distinto: el de la universidad en la cárcel.

El Centro Universitario Devoto (CUD) es una de las cinco sedes que la UBA tiene dentro del sistema carcelario, en el marco de su programa UBA XXII, que acaba de cumplir 30 años. Las otras cuatro están en penales de Ezeiza. El espacio del CUD contrasta con el resto de la cárcel de Devoto: allí los presos circulan libremente, las paredes están tapadas por bibliotecas repletas de libros (los primeros ejemplares los donó Ernesto Sabato) y la autoridad no son los guardias sino los docentes.

La universidad introduce una lógica diferente en la cárcel, y sus efectos superan los de cualquier propuesta “resocializadora”. Según un estudio de la Facultad de Derecho y la Procuración Penitenciaria de la Nación, la tasa de reincidencia de los presos que estudian una carrera en prisión es casi tres veces más baja que la de los presos que no estudian (15% versus 40%): la mayoría no vuelve a delinquir.

“No es el castigo lo que transforma la conducta humana, sino la educación. La universidad no solo aporta una herramienta laboral, sino que reconstruye la humanidad que la cárcel aniquila. La educación es lo único que produce verdadera inclusión social; es lo que nos permite proyectar un futuro diferente del pasado que nos trajo hasta acá”, reflexiona S.B., uno de los internos de Devoto. Para él, como para sus compañeros, el CUD representa “un oasis en medio de la prisión”.

En las cárceles se dicta el CBC y las carreras de Ciencias Económicas, Exactas, Sociales, Derecho, Filosofía y Letras y Psicología. La más elegida es Abogacía (60%), seguida de Sociología y Contador Público. El programa ya tuvo 3000 alumnos y 500 egresados; la mayoría termina la carrera afuera.

A lo largo de estos 30 años hubo varios conflictos entre la Universidad y el Servicio Penitenciario; uno de los momentos más críticos fue entre 2009 y 2013, cuando las autoridades penitenciarias cerraron las aulas, además de amenazar a docentes y golpear a estudiantes. Ningún funcionario del Ministerio de Justicia, del que dependen las cárceles, participó de los festejos por el aniversario de UBA XXII.

“La universidad no es medicina contra el delito, no es su función bajar la reincidencia. Pero lo que logra la UBA muestra lo que podría ser el país si el Estado invirtiera lo necesario en educación –plantea Leandro Halperín, ex director de UBA XXII–. No es casual que la seguridad y la educación estén en crisis en Argentina; sin educación no hay oportunidades de elegir. Claro que la falta de educación no explica todo el delito: ¿cuántos poderosos roban en saco y corbata?”.

El único requisito que tienen los internos para anotarse es haber terminado la secundaria, no importa qué delito hayan cometido. De todos modos, las estadísticas oficiales señalan que el 91% de los presos no terminó la escuela; a nivel nacional solo un 2% accede a educación universitaria en la prisión. Para poder acercar esta opción a más personas, desde la UBA reclaman apoyo económico del Estado y aseguran que todos los gobiernos le han negado una partida presupuestaria específica.

“Queremos que el acceso a la educación en la cárcel sea una política de Estado. Esta iniciativa, pionera a nivel nacional e internacional, se ha mantenido sin fondos del Estado, aunque los hemos pedido varias veces: la sostienen el apoyo de todas las facultades y el compromiso y el amor de los docentes, que no se han desalentado frente a los obstáculos. Acá vienen a dar clase los titulares de cátedra”, describe el rector Alberto Barbieri.

Desde la UBA apuntan tejer redes con otras universidades para esta propuesta tenga alcance nacional. Marta Laferriere, fundadora y coordinadora académica de UBA XXII, sintetiza: “Hemos logrado que los muros de la cárcel se vuelvan porosos. Más allá del título, la universidad instala en la prisión un espacio de paz y solidaridad, les devuelve la palabra a los internos. A muchos de ellos el Estado los abandonó al nacer y acá, en la cárcel, tiene la última oportunidad de reconocerlos como sujetos”.

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Aunque es ley, la mitad de los presos no accede a la educación

A pesar del gran impacto en la disminución de la reincidencia, los presos que acceden a la educación universitaria en la cárcel son una minoría: apenas 2%. Según datos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, en 2014 el 51% de los presos no participó de ningún programa educativo. Esto, a pesar de que en 2011 se aprobó la Ley 26.695, que establece que los ministerios de Educación y Justicia deben garantizar el acceso de todos los presos a la escuela primaria y secundaria. La norma preveía un plazo de hasta dos años para que se tomaran las medidas necesarias para respetar el derecho a la educación de los presos, pero aún no se logró este objetivo. Según cifras oficiales, el 91% de la población carcelaria no terminó la escuela y uno de cada tres (31%) ni siquiera completó la primaria. Cuando se aprobó la Ley 26.695, el 57% de los presos no accedían a educación en la cárcel. En estos 4 años la cifra cayó un 11%.

Adriana Puiggrós, una de las diputadas impulsoras de la ley, afirma: “Los presos conocen la norma y la consideran propia. Seis meses después de su aprobación se dictó la reglamentación, así que está en plena vigencia”. Puiggrós explica que “incluso hay jurisprudencia a favor de su aplicación, pese a la resistencia inicial de algún juez”.
Además de la posibilidad de acceder a un título, la ley define que los internos cuentan con beneficios (“estímulos educativos”) en función de los ciclos educativos que vayan completando. Así pueden reducir el período de aplicación de la pena hasta 20 meses (si terminan la universidad). Además, la educación no puede ser objeto de premios ni castigos: no se puede sancionar a un interno privándolo del derecho de ir a clase o impidiéndole que rinda un examen.
http://www.clarin.com/sociedad/presos-e ... 52181.html
 #1123314  por Pandilla
 
Una universidad virtual para los presos del penal de Olmos

Se inauguró un centro de educación a distancia que beneficiará a 80 internos; los internos tendrán acceso a clases en vivo y a tutorías en línea.

LA PLATA.- El primer Centro de Educación Superior a Distancia en contexto de encierro funcionará en la Unidad Penal N° 1 de Olmos. Los presos ya no tendrán que salir a cursar: la universidad, en forma virtual, llegó a la cárcel. En tres aulas con acceso a Internet y a una plataforma virtual de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), los internos que quieran estudiar Sociología, Derecho o Psicología podrán hacerlo a través de la pantalla. Así, los 80 detenidos que ya están cursando podrán, a partir del año que viene, ver las clases en vivo, entrar en la biblioteca en línea y tener tutores virtuales.

Víctor, que estudia Derecho y está en 2° año, y Gustavo, que empezó este año Periodismo, estudiaban en un centro universitario que funcionaba en el penal, en un espacio prestado por la escuela secundaria. Ahora tienen un lugar propio donde concentrarse en lo suyo y lograr su objetivo: reintegrarse a la sociedad con un título de grado.

Ese lugar consiste en tres aulas nuevas con computadoras, conexión a Internet, cocina y baños. Y equipamiento con tecnología que les permite tener acceso a una plataforma virtual, en principio de la UNLP y en un futuro, de otras universidades. A través de una pantalla los estudiantes podrán ver, en vivo, las clases de la facultad.

Víctor, Gustavo y el resto de los 80 internos que ya estudian carreras universitarias verán a sus docentes como si estuvieran frente a una película. Y con las computadoras podrán acceder a una biblioteca virtual, a la guía de recursos, a los foros para intercambiar ideas y contenidos, y debatir con docentes y otros alumnos, además de contar un apoyo educativo con tutorías virtuales.

Más beneficios

"Además de que es bueno para los internos, esto ayuda en la logística, porque que un preso vaya a estudiar [fuera de la cárcel] requiere de por lo menos de tres guardias y se corre el riesgo de que haya fugas. Además, con las aulas adentro se amplía la matrícula", explicaron a LA NACION fuentes penitenciarias.

El convenio, hasta ahora, es para que esta nueva modalidad la cursen los alumnos de Derecho, Sociología y Psicología, aunque en el futuro piensan darles la oportunidad a quienes estudian otras carreras, y en otras universidades. El personal del Servicio Penitenciario Bonaerense también podrá usar las aulas y estudiar bajo esta nueva modalidad virtual o semipresencial.

"Tener el título no es ganar el Prode", dijo Ricardo Casal, ministro de Justicia provincial a los internos en la apertura de este centro, el viernes pasado. Prosiguió: "Nadie se va hacer rico por obtener un título, no va a cambiar la vida de un día para otro ni van a abrirse unas puertas doradas de un futuro extraordinario; la educación solamente les va a dar autoestima, mayor análisis sobre el desarrollo del ser humano hacia el futuro y, por supuesto, el discernimiento absoluto de que una oportunidad tomada a tiempo, como ésta, sin dudas abre una expectativa a un futuro seguramente mejor que el pasado vivido hasta este momento".

Además, el ministro recordó que las estadísticas indican que a mayor educación es menor el nivel de reincidencia. Aunque insistió con que, más allá de ese dato, "hay en la educación una llama que se incorpora y que motoriza hacia el futuro". El obispo de La Plata, Héctor Aguer, también estuvo presente en la apertura del aula virtual universitaria y dio su bendición al lugar.
http://www.lanacion.com.ar/1852272-una- ... l-de-olmos

Saludos
 #1124075  por Pandilla
 
De la cárcel a un festival de cine en Portugal: la inspiradora historia de Mario Cruz

Estudió sociología en la Unidad Penitenciaria 48 de San Martín, donde estuvo detenido; ya en libertad, participó de la realización de un cortometraje que fue premiado en Europa.

El avión comienza a desplazarse por la pista. Va tomando velocidad. Los pasajeros están sentados con sus cinturones abrochados cuando las ruedas se despegan del suelo y todo se inclina. Mario siente una fuerza invisible que lo empuja contra su asiento. Por un segundo, tiene miedo. Pero luego el vuelo adquiere estabilidad y recuerda por qué está ahí: tras diez años de encierro, es un hombre libre y viaja, por primera vez, a Europa.

Mario Cruz obtuvo su libertad hace poco más de tres años, luego de haber cumplido su condena. Durante sus últimos dos años en la Unidad Penitenciaria 48 comenzó a estudiar Sociología en el Centro Universitario San Martín (Cusam), carrera que continúa cursando hoy y de la cual le quedan pocas materias para recibirse.

Al salir de prisión, Mario creó junto con un compañero el Centro Cultural y Deportivo los Amigos de Barrio Sarmiento (Villa Ballester), en la zona en la que vivió durante un tiempo. En ese contexto conoció a estudiantes de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (UBA) y surgió la idea de hacer un cortometraje sobre una actividad cotidiana de los chicos del barrio: el cirujeo.

"Queríamos mostrar lo que hacen los pibes para morfar y para ayudar a sus familiar. Traducir a la ficción el día a día del barrio", explicó Mario. "Mi rol era ayudar al encuentro entre los realizadores y los pibes. Por ejemplo, para elegir a los actores", detalló.

Mario explicó que para la selección hicieron un "casting no tradicional". "Invitamos a varios pibes a desarmar una computadora. Los que mejor lo hicieron son los que quedaron en el corto", contó.

El resultado fue "Cosa de Niños", un cortometraje que obtuvo un premio en el Lisbon & Estoril Film Festival, en Portugal. Mario viajó a recibir el reconocimiento junto con Diego Escárate, director del corto, y otros compañeros.

Mirá el documental
http://www.lanacion.com.ar/1854483-de-l ... mario-cruz
 #1129408  por Pandilla
 
La cárcel de Devoto por dentro: cucarachas, comida podrida y hacinamiento

Informe del Sistema de Control de Cárceles
Advirtió a las autoridades del penal que deben respetar los derechos de los detenidos, garantizar las cuatro comidas diarias y las condiciones mínimas de higiene y salubridad.

Apenas un mes atrás, un tribunal prohibió al Servicio Penitenciario Federal enviar detenidos con problemas de salud al hospital que funciona dentro de la cárcel de Devoto, a raíz de las denuncias de suciedad y hacinamiento formuladas por la fiscalía especializada en violencia institucional (PROCUVIN). La decisión fue adoptada por el juez de instrucción Manuel De Campos.
Hace apenas unas horas, un informe realizado por una comitiva del Sistema Interinstitucional de Control de Cárceles confirma y reafirma la dramática situación estructural del penal de Devoto, motivo por el cual se solicitó la reubicación de siete presos allí alojados. El organismo, que preside el juez Gustavo Hornos, tiene como objetivo la protección de los derechos humanos de las personas privadas de su libertad.
La actividad se llevó a cabo el martes de esta semana, cuando la mencionada comitiva realizó un monitoreo sorpresivo al Complejo Penitenciario Federal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (ex Unidad 2 de Devoto) en el marco de una serie de inspecciones que realiza el Sistema de Coordinación y Seguimiento de Control Judicial de Unidades Carcelarias.
Según la publicación del Centro de Información Judicial (CIJ), finalizada la recorrida se hizo una reunión con el subdirector interinamente a cargo del Complejo y allí se le remarcaron las deficiencias advertidas durante toda la recorrida. "En primer lugar, y como cuestión urgente se señaló que no es posible habilitar sectores que no reúnan requisitos mínimos para el alojamiento de personas y se convino en la necesidad de realojar a los internos que estaban en retenes con urgencia respetando todas sus garantías, seguridad y previa revisación médica. Se trata de sectores de pequeñas dimensiones donde se habían alojado personas sin camas, ni baños, ni las mínimas condiciones de higiene y salubridad", dice un párrafo del informe.
Las autoridades se comprometieron a trasladar a los detenidos que se encontraban en esos puntos, denominados "retenes", a Sectores de Alojamiento Transitorio (SAT) o a los pabellones en los casos que fuera posible. Se trata de espacios con sanitarios, ventilación, y acceso a agua corriente las 24 horas, están ubicados a la salida de cada Celular.
El escrito insiste y advierte sobre "la imperiosa necesidad de que todas las personas alojadas en el Complejo accedan efectivamente a las prestaciones de asistencia médica en tiempo y forma y ligado a ello que se garantice el suministro de las 4 (cuatro) comidas, y que sean adecuadas tanto en calidad como cantidad, y en horarios adecuados".

El informe es acompañado por una serie de imágenes impactantes, aunque no sorprendentes, ya que la precariedad de las cárceles en Argentina es una problemática que se viene denunciando desde hace mucho tiempo.

"Se observó gran cantidad de cucarachas en todos los sectores visitados, estos insectos han formado sus nidos y la fumigación es ineficiente, ello sumado a que la entrega de elementos de higiene personal y de limpieza es una vez por mes en el mejor de los casos, circunstancias que en conjunto producen potenciales focos infecciosos que afectan a los allí alojados", cierra, contundente, el escrito.
Consecuencia de esto, el Servicio Penitenciario Federal informó que puso en marcha un programa de refacciones en el Complejo Penitenciario de Devoto, atento a lo dispuesto por la jueza en lo penal Fabiana Palmaghini.

La medida implicó el traslado temporal masivo de 140 internos para efectivizar las obras de reparación de los pabellones 9, 10 y 11 y del Hospital Penitenciario Central 2. En ese mismo sentido, el Subsecretario de Relaciones con el Poder Judicial y Asuntos Penitenciarios del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, Juan Bautista Mahiques, ordenó realizar una auditoría interna y externa integral en el Servicio Penitenciario Federal, con el objetivo de detectar posibles irregularidades en el manejo de la administración de las cárceles federales durante gestiones anteriores y, a la vez, obtener un diagnóstico que permita detectar necesidades con vistas a una reforma en el sistema penitenciario que incluye, entre otros proyectos, el traslado del penal de Devoto.
http://www.clarin.com/policiales/Devoto ... 47237.html
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