El hombre que más tiempo lleva detenido en la Argentina
El mundo todavía estaba conmovido por la llegada del hombre a la Luna, Richard Nixon aún era presidente de los Estados Unidos y ya sellaba su futuro mandando a espiar el cuartel demócrata del edificio Watergate. Anastasio Somoza dejaba por un rato el poder en Nicaragua, un comando palestino mataba a 11 israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich y un soldado japonés se enteraba algo tarde en Guam de que la Segunda Guerra Mundial había acabado. Aquí, Rolando Rivas, taxista llenaba las pantallas en blanco y negro, el dictador Alejandro Lanusse gobernaba el país y un nene bien de Vicente López llamado Carlos Eduardo Robledo Puch caía preso por 11 crímenes, 17 robos y dos violaciones.
Era 1972.
Hoy el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos se prepara para visitar Cuba, la NASA transmite imágenes desde Marte, el mundo cabe en un teléfono celular y aquí ya no está tan lejos. Argentina suma 33 años seguidos de democracia, mira series por Internet y se fanatiza con series de tevé turcas.
Es 2016. Y Robledo Puch sigue preso.
El mayor asesino civil que haya conocido este país se convirtió este mes en el preso con más años en prisión de nuestra historia. Lleva 44, pero no quiere sumar más: acaba de pedir, por medio de una carta dirigida a la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, un “indulto extraordinario”.
“Señora Vidal: He cumplido inexorablemente con todos los plazos legales y cronológicos que la ley estipula desde que fui detenido aquel fatídico jueves 3 de febrero de 1972”, dice el texto manuscrito, al que accedió Clarín. “La presente se ha convertido en una pena que se agotaría con la muerte, siendo que la pena de muerte no cuenta con precedentes en nuestro país; y no sería bueno que justo ahora se estableciera uno porque, señora Vidal, se transformaría en una pena desproporcionada, cruel, inhumana y degradante. Razón por la cual, señora gobernadora de la provincia de Buenos Aires, Robledo Puch está solicitando un indulto extraordinario inmediato”.
“El Angel de la Muerte” lo bautizaron los diarios de 1972. Hijo ejemplar, trilingüe –estudió inglés y alemán–, asiduo concurrente a misa y dueño de una sensibilidad particular para el piano, Robledo Puch empezó a robar a mano armada a los 16 años. No quería llenarse la panza, sino tener plata para comprarse motos y manejar cupés Dodge Polara. A los 18 empezó a asesinar a sus víctimas y a los 20 lo detuvieron. En su último asalto, además de matar al sereno de una ferretería, ejecutó a su cómplice, sin darse cuenta de que el joven tenía el DNI en un bolsillo: la Policía lo identificó y llegó hasta él.
Robledo Puch, hoy preso en Sierra Chica, pasó toda su vida adulta en prisión. “Ni los nazis condenados a prisión en el juicio de Nüremberg, ni Nelson Mandela en Sudáfrica sufrieron la cárcel a que fui sometido con apenas 20 años recién cumplidos”, dice en su carta de 20 páginas. Y cita al Martín Fierro.
Luego jura que fue víctima de una conspiración. “En momentos de la última etapa del gobierno del general Lanusse, en medio de una crisis socioeconómica (...) les vine de perilla para desviar la atención de la ciudadanía sobre los temas verdaderamente importantes”, le cuenta a Vidal. “Y me hicieron pedazos, estando yo aislado de todo, sin poder hacer nada”.
Su versión es que los asesinatos fueron cometidos por uno de sus cómplices, Jorge Ibañez, y que a él lo inculparon por un supuesto “arreglo” que habría hecho el padre de éste con un juez y un comisario. En la carta, jura que se pagaron coimas en “pesos ley 18.188” y que después a él lo torturaron, algo de lo que jamás hubo indicio alguno. De hecho, en el expediente judicial confesó todos los homicidios. “A mí me picanearon, no para arrancarme confesión alguna, sino con el objeto de amedrentarme”, apunta en el texto a la gobernadora. Y señala que lo condenaron “sin testigos oculares, ni personas que me acusen, sin huellas dactilares ni de calzado”. No aclara que mató a las víctimas y a sus cómplices para no dejar testigos.
Condenado a reclusión perpetua más la pena accesoria de reclusión por tiempo indeterminado, la defensa de Robledo viene pidiendo desde hace tiempo su libertad, al considerar que la sentencia se le debió dar por cumplida a los 35 años de encierro. Sin embargo, ningún juez se la quiere conceder. El último tribunal en negársela fue la Cámara de Casación bonaerense, que en 2015 se basó en una pericia psiquiátrica que indicó: “No reúne las condiciones para el reingreso al medio libre. Carece de mentalidad reflexiva del accionar transgresor, reconociendo tan sólo ser autor de los robos cometidos con el fin de ayudar a los necesitados”.
En su carta, reafirma que no admite sus crímenes. “Independientemente de las épocas que me tocó vivir, para mí siempre fue lo mismo: haber perdido mi libertad sin merecerlo, o bien merecerlo por los únicos hechos de robo que sí he cometido, pero jamás un homicidio (...) Gobernadora Vidal: yo no he matado ni lastimado jamás a nadie”, indica. Y ruega: “Apelo a su razonamiento humanitario más allá de toda ley o empirismos, la cual ha convertido mi pena en una condena inexorablemente perpetua, en el sentido de que sólo se agotaría con la muerte física en prisión, lo que impediría la reincorporación a la sociedad”.
Robledo cita al filósofo Michel Foucault –“si hay incorregibles es preciso decidirse a eliminarlos; pero, en cuanto a todos los demás, las penas no pueden funcionar más que si tienen un término”– yrevindica al almirante Emilio Massera: dice que durante la dictadura que éste encabezó nunca “les faltó algo a los internos” en las cárceles.
“Hoy se ha desarrollado una poderosa industria, en la cual los encarcelados son simplemente puestos en ‘fila india’ sobre la cadena de montaje de una producción de presos, que en nuestro país no para de crecer, al punto que hoy sumamos 69.000 internos tan sólo en la provincia de Buenos Aires. Me pregunto y le pregunto a V.S. a cuánto debe ascender el presupuesto necesario para la manutención de tal cantidad de internados (...) ¡Cuánta fuerza laboral inactiva en las cárceles argentinas! Fuerza laboral que podría incorporarse a fábricas y empresas, ya que las cárceles no poseen una infraestructura adecuada para hacer algo provechoso, ya que se vive en condiciones de hacinamiento, de suciedad, de una pésima alimentación y una carencia casi total de fármacos e insumos hospitalarios. De manera tal que no se puede vivir en prisión”, señala este símbolo del fracaso del sistema penitenciario argentino para rehabilitar presos.
El preso cuenta que sufre de asma y de EPOC (enfermedad pulmonar) y que no recibe los medicamentos adecuados. Que no le queda nada, ya que le expropiaron la casa heredada de sus padres por no pagar impuestos. Pero que igual quiere ser libre. “Señora Gobernadora: estoy convencido que para V.S. no sería más que tener la decisión política necesaria y, como mujer, demostrar por sí sola tener valor para estampar la firma que decrete mi libertad, sin que por ello le vaya a temblar el pulso (...) Así escribo y así soy: un hombre de 64 años con la mirada límpida de quien siempre ha mirado de frente”, concluye el asesino que cayó en 1972 por matar a serenos mientras dormían y que baleó a varias de sus víctimas por la espalda.
http://www.clarin.com/policiales/Robled ... 47904.html
El mundo todavía estaba conmovido por la llegada del hombre a la Luna, Richard Nixon aún era presidente de los Estados Unidos y ya sellaba su futuro mandando a espiar el cuartel demócrata del edificio Watergate. Anastasio Somoza dejaba por un rato el poder en Nicaragua, un comando palestino mataba a 11 israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich y un soldado japonés se enteraba algo tarde en Guam de que la Segunda Guerra Mundial había acabado. Aquí, Rolando Rivas, taxista llenaba las pantallas en blanco y negro, el dictador Alejandro Lanusse gobernaba el país y un nene bien de Vicente López llamado Carlos Eduardo Robledo Puch caía preso por 11 crímenes, 17 robos y dos violaciones.
Era 1972.
Hoy el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos se prepara para visitar Cuba, la NASA transmite imágenes desde Marte, el mundo cabe en un teléfono celular y aquí ya no está tan lejos. Argentina suma 33 años seguidos de democracia, mira series por Internet y se fanatiza con series de tevé turcas.
Es 2016. Y Robledo Puch sigue preso.
El mayor asesino civil que haya conocido este país se convirtió este mes en el preso con más años en prisión de nuestra historia. Lleva 44, pero no quiere sumar más: acaba de pedir, por medio de una carta dirigida a la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, un “indulto extraordinario”.
“Señora Vidal: He cumplido inexorablemente con todos los plazos legales y cronológicos que la ley estipula desde que fui detenido aquel fatídico jueves 3 de febrero de 1972”, dice el texto manuscrito, al que accedió Clarín. “La presente se ha convertido en una pena que se agotaría con la muerte, siendo que la pena de muerte no cuenta con precedentes en nuestro país; y no sería bueno que justo ahora se estableciera uno porque, señora Vidal, se transformaría en una pena desproporcionada, cruel, inhumana y degradante. Razón por la cual, señora gobernadora de la provincia de Buenos Aires, Robledo Puch está solicitando un indulto extraordinario inmediato”.
“El Angel de la Muerte” lo bautizaron los diarios de 1972. Hijo ejemplar, trilingüe –estudió inglés y alemán–, asiduo concurrente a misa y dueño de una sensibilidad particular para el piano, Robledo Puch empezó a robar a mano armada a los 16 años. No quería llenarse la panza, sino tener plata para comprarse motos y manejar cupés Dodge Polara. A los 18 empezó a asesinar a sus víctimas y a los 20 lo detuvieron. En su último asalto, además de matar al sereno de una ferretería, ejecutó a su cómplice, sin darse cuenta de que el joven tenía el DNI en un bolsillo: la Policía lo identificó y llegó hasta él.
Robledo Puch, hoy preso en Sierra Chica, pasó toda su vida adulta en prisión. “Ni los nazis condenados a prisión en el juicio de Nüremberg, ni Nelson Mandela en Sudáfrica sufrieron la cárcel a que fui sometido con apenas 20 años recién cumplidos”, dice en su carta de 20 páginas. Y cita al Martín Fierro.
Luego jura que fue víctima de una conspiración. “En momentos de la última etapa del gobierno del general Lanusse, en medio de una crisis socioeconómica (...) les vine de perilla para desviar la atención de la ciudadanía sobre los temas verdaderamente importantes”, le cuenta a Vidal. “Y me hicieron pedazos, estando yo aislado de todo, sin poder hacer nada”.
Su versión es que los asesinatos fueron cometidos por uno de sus cómplices, Jorge Ibañez, y que a él lo inculparon por un supuesto “arreglo” que habría hecho el padre de éste con un juez y un comisario. En la carta, jura que se pagaron coimas en “pesos ley 18.188” y que después a él lo torturaron, algo de lo que jamás hubo indicio alguno. De hecho, en el expediente judicial confesó todos los homicidios. “A mí me picanearon, no para arrancarme confesión alguna, sino con el objeto de amedrentarme”, apunta en el texto a la gobernadora. Y señala que lo condenaron “sin testigos oculares, ni personas que me acusen, sin huellas dactilares ni de calzado”. No aclara que mató a las víctimas y a sus cómplices para no dejar testigos.
Condenado a reclusión perpetua más la pena accesoria de reclusión por tiempo indeterminado, la defensa de Robledo viene pidiendo desde hace tiempo su libertad, al considerar que la sentencia se le debió dar por cumplida a los 35 años de encierro. Sin embargo, ningún juez se la quiere conceder. El último tribunal en negársela fue la Cámara de Casación bonaerense, que en 2015 se basó en una pericia psiquiátrica que indicó: “No reúne las condiciones para el reingreso al medio libre. Carece de mentalidad reflexiva del accionar transgresor, reconociendo tan sólo ser autor de los robos cometidos con el fin de ayudar a los necesitados”.
En su carta, reafirma que no admite sus crímenes. “Independientemente de las épocas que me tocó vivir, para mí siempre fue lo mismo: haber perdido mi libertad sin merecerlo, o bien merecerlo por los únicos hechos de robo que sí he cometido, pero jamás un homicidio (...) Gobernadora Vidal: yo no he matado ni lastimado jamás a nadie”, indica. Y ruega: “Apelo a su razonamiento humanitario más allá de toda ley o empirismos, la cual ha convertido mi pena en una condena inexorablemente perpetua, en el sentido de que sólo se agotaría con la muerte física en prisión, lo que impediría la reincorporación a la sociedad”.
Robledo cita al filósofo Michel Foucault –“si hay incorregibles es preciso decidirse a eliminarlos; pero, en cuanto a todos los demás, las penas no pueden funcionar más que si tienen un término”– yrevindica al almirante Emilio Massera: dice que durante la dictadura que éste encabezó nunca “les faltó algo a los internos” en las cárceles.
“Hoy se ha desarrollado una poderosa industria, en la cual los encarcelados son simplemente puestos en ‘fila india’ sobre la cadena de montaje de una producción de presos, que en nuestro país no para de crecer, al punto que hoy sumamos 69.000 internos tan sólo en la provincia de Buenos Aires. Me pregunto y le pregunto a V.S. a cuánto debe ascender el presupuesto necesario para la manutención de tal cantidad de internados (...) ¡Cuánta fuerza laboral inactiva en las cárceles argentinas! Fuerza laboral que podría incorporarse a fábricas y empresas, ya que las cárceles no poseen una infraestructura adecuada para hacer algo provechoso, ya que se vive en condiciones de hacinamiento, de suciedad, de una pésima alimentación y una carencia casi total de fármacos e insumos hospitalarios. De manera tal que no se puede vivir en prisión”, señala este símbolo del fracaso del sistema penitenciario argentino para rehabilitar presos.
El preso cuenta que sufre de asma y de EPOC (enfermedad pulmonar) y que no recibe los medicamentos adecuados. Que no le queda nada, ya que le expropiaron la casa heredada de sus padres por no pagar impuestos. Pero que igual quiere ser libre. “Señora Gobernadora: estoy convencido que para V.S. no sería más que tener la decisión política necesaria y, como mujer, demostrar por sí sola tener valor para estampar la firma que decrete mi libertad, sin que por ello le vaya a temblar el pulso (...) Así escribo y así soy: un hombre de 64 años con la mirada límpida de quien siempre ha mirado de frente”, concluye el asesino que cayó en 1972 por matar a serenos mientras dormían y que baleó a varias de sus víctimas por la espalda.
http://www.clarin.com/policiales/Robled ... 47904.html
"2017, te espero - UNITE".