En su momento denuncié a la madre de mi hija por impedimento ilegal de contacto, sus abogadas patrocinantes para hacerla salir del paso le recomendaron plantear un escenario de violencia doméstica durante la vida de la relación (cosa que censuraron hasta los que conforman su propio entorno), violencia que según ella se vio incrementada luego de una conflictiva laboral que me produjo una crisis psicofísica y que en razón de esa violencia ya desmedida resuelve la separación de la pareja. Lo cierto es caí en un cuadro de angustia y ansiedad que devino en una profunda depresión y que ese elemento estresante podía poner en riesgo la salud de mi hija y su madre y por tanto fui yo quien propuse irme para que no tuvieran la carga que importaba yo en ese momento. A pesar de que la separación se dio en buenos términos, la cosa vino ha degenerarse con el tiempo por cuestiones que en honor a la brevedad omito referir.
En la solicitud de medida cautelar presentada en su momento alegaron que esta parte podía poner en riesgo la integridad física de mi hija y todo lo que es costumbre en estos casos a pesar de que estaba repuesto del cuadro descrito. Se impuso entonces una restricción de contacto. En la primera audiencia de conciliación logré que se reestableciera el contacto entre este padre y su hija, en la segunda apareció una nueva abogada de la matrícula tal como una paracaidista belga que hizo todo lo que tenía a su alcance para evitar las posibilidades de avenimiento y conciliación que es fama es el deber más imperioso en los conflictos de familia.
A pesar de la gravedad de la denuncia resolví no presentar descargo o defensa.
Al mismo tomé la decisión de no asistir a ninguna otra audiencia de conciliación en la sede del Juzgado en tanto esta escoria intelectual que patrocinaba a la madre de mi hija estuviera presente.
Se me permitía ver a mi hija en un espacio impropio como lo era la casa de sus abuelos pero se restringía la posibilidad de que los encuentros fueran en mi departamento.
Como vieron que no me presentaba a las audiencias –había optado en momento por una estrategia que utilizaron en su momento los zapatistas, llamarme a silencio, pueden remitirse a la Quinta Declaración de la Selva Lacandona. 17 de julio de 1998. a ver que tanto puede el silencio- y como mi hija insistía en que quería encontrarse conmigo en mi casa y que no fuera la casa de sus abuelos donde nos viéramos, me ofrecieron primero un régimen de visita por el que sólo podía estar con ella de la mañana a la tarde los sábados y a las dos semana otro en su reemplazo por la que podía retirarla del colegio los jueves para llevarla de vuelta al otro día. Las propuestas fueron declinadas.
El espacio impropio de la casa de los abuelos de mi hija se presentaba a veces hostil a una relación adecuada entre este padre y su hija en tanto no me dejaban oficiar como padre, mi palabra era amputada y más. Para que mi hija no presenciara los conflictos que a raíz de esto se sucedían, decidí no verla si no fuera en mi casa que al cabo también es la casa de mi hija, aunque se me haya convertido en un padre periférico.
Al cabo de un mes sin ver a mi hija, con la madre llegamos a un acuerdo adulto entre las partes por la que podía pasarla a retirarla un viernes del colegio para que pasara el fin de semana en mi casa. Su abogada patrocinante se opuso y convenció a la madre de que no era conveniente tal acuerdo. Cada cual cuida su quinta no?
Esta situación –hay otras que no refiero pero que intervienen- me desbordó por lo que resolví internarme en un neuropsiquiatrico, no soportaba estar más tiempo alejado de mi hija lo que había hecho resurgir el cuadro de angustia y ansiedad.
Con el alta hospitalaria, luego de presenciar violaciones y abusos sexuales en el lugar de internación, estaba dispuesto a aceptar cualquier cosa que se me ofreciera con tal de estar al menos unas pocas horas con mi hija.
Se me impuso un régimen de visitas por el cual sólo podía estar con mi hija los jueves, no se contemplaba la posibilidad de que la viera al menos un fin de semana al mes para tener como corresponde un rato de esparcimiento. El régimen iba a ser revisado al cabo de cuatro semanas. Su abogada se comprometió a redactar lo que tenían por acordado para ponerlo a las firma de las partes para su homologación pero al cabo de tres semanas se comunicó con mi abogada patrocinante y determinó que había que firmar otro distinto. La madre de mi hija ni siquiera estaba enterada de la decisión de su abogada.
Propuse entonces a la madre de mi hija llegar a un acuerdo previo que estuviera ya redactado en el próximo encuentro para no ocurriera lo mismo y cada uno se fuera con copia de lo firmado y una fuera a parar al Juzgado para su homologación, pero no estuvo de acuerdo.
Como eso impuesto anterior iba a ser revisado al cabo de cuatro encuentros y ya habían transcurrido tres planteé la posibilidad de que se ampliaran al partir del quinto los días en que podía estar con mi hija –cabe destacar que por ese momento mi hija manifestaba el deseo de estar cuatro días a la semana conmigo y tres con la madre-, pero la madre se negó.
Puteé como un loco y me restringieron nuevamente el contacto con mi hija.
De junio –fecha del "acuerdo" entre las partes que ni siquiera se puso a la firma- a fines de noviembre no pude ver a mi hija aun cuando no hubiera ninguna disposición judicial al respecto.
En agosto pedí que me dejaran al menos ver por espacio de dos horas a mi hija pero lo negaron. Intenté verla por lo que fui hasta su casa para al menos hablar un rato por la ventana. Pero la madre mandó a llamar a su hermano para que se hiciera presente quien me provocó lesiones que están certificadas por médicos legistas (intentó asfixiarme por ahorcamiento). Se hizo presente la policía y la madre, el hermano y la novia del hermano dijeron que me había presentado a amenazas. Mi hija fue quien salió en mi defensa y dijo a los de azul que todo lo que se decía de mi era mentira, que sólo estábamos hablando y que su tío sin mediar palabra su puso a agredirme.
Después de esta última negación verla por espacio de dos, de tal situación de ilegalidad y la agresión de parte del hermano de la madre de mi hija, no voy a mentir (soy de los que dicen la verdad por amarga que sea y aun contra mí mismo), me sacó al punto de ponerme intimidar, amedrentar, amenazar.
A raíz de mi conducta la madre de mi hija hizo una nueva presentación en el Juzgado que todavía no tuve a la vista.
La abogada renunció al patrocinio de la madre el 10 de noviembre de 2009
Y acá lo extraordinario de todo este culebrón.
Dos semanas después de la renuncia de su abogada y como del Juzgado demoraba la contestación a lo por ellos presentado (deben exigir desde un psico diagnóstico de parte del Cuerpo Médico Forense y hasta tanto como sea posible pedir), la madre propuso un régimen de visita asistido por su propio hermano.
Ya dije algo sobre el tío mi hijo, cabe agregar que en una oportunidad se presentó en mi domicilio con un cuchillo en la cintura como una invitación a resolver la cuestión como en tiempos que relata Borges, en otra lo hizo con arma calibre 22 y durante meses se sirvió de una identidad falsa para amenazar aun antes de que yo imitara esta práctica.
Ya transcurrieron tres encuentros asistidos por el hermano del que me olvidaba decir que es un adicto en recuperación –se daba aun cuando estaba al cuidado de su propia hija- y confiesa pegarse un saque cada tanto.
A la madre le comenté que me recomendaron asistentes sociales que podrían asistir las visitas, que resultaría una erogación de mi parte pero rechaza la oferta porque se demostraría en poco tiempo mi capacidad.
Es claro a la vista de cualquiera que hay un grado de responsabilidad en cada una de las partes en todo esto, a la madre le exijo un acto de desagravio por la denuncia de violencia doméstica y que asuma parte de culpa, pero se niega.
Le expliqué que su matriz de acción es la de la antidialogicidad que sirve a la manipulación, que no me costaría demasiado explicarme y presentar a la vista de todos que los suyos no pueden en todos los casos tomarse como movimientos pacíficos para mantener sano al padre para su hija, hay cosas que ni siquiera traspasan el umbral de su conciencia. Y que hasta podría poner en cuestión su sano juicio.
Esta piba me enfermó con sus planteamientos deficientes, omisiones, falsedades, etc y se convirtió en un fantasma para mi hija.
Le repito que nada le haga pensar que no tenga que dar algún día explicaciones sobre todo lo pasado porque si un día compartió la opinión de la escoria intelectual que la patrocinaba respecto de la necesidad de hacer un borrón y cuenta nueva y asumir como de pasada que a todas las partes esto se les había ido de las manos, no puede entenderse la propuesta y confesión sino como que hay un grado de responsabilidad compartida en que todo haya degenerado a este punto
Al padrino de mi hija le escribía sobre esta cuestión que nunca podrán convidarme, como pretendió Julieta Sabatino (pongo el nombre y apellido de esta mujer porque tengo suficiente como para presentar denuncia ante el Tribunal de Disciplina del CPACF) con su borrón y cuenta nueva, a comportarme como si no existiera algo en lo pasado sobre lo que no tuvieran que intentar explicarse; aceptar la propuesta sería ciertamente para mí una falta contra la memoria, contra esa mnemosyne, que ya desde Platón es el nervio del pensamiento.
No quepan dudas de hay mucho más en esta cuestión de familia pero daría para un libro.
Ahora bien si la madre rechaza la asistencia de un profesional competente en la materia, ¿a quién le pido un informe acerca del desarrollo y resultado del régimen de visitas en cuestión, en el que se destaque la actitud asumida por este padre y su hija, que incluya al mismo tiempo detalles sobre el aspecto habitacional en que se dan los encuentros, una valoración funcional y psicosocial y todo lo que quepa evaluar de estas visitas?
Mi intención no es litigar, ya dije que ni siquiera presenté defensa o descargo, pero cada día me dan más ganas de presentarme en el Juzgado y poner en evidencia que en lugar del criterio que impone la madre, en mi opinión debería operar otro como norma para conocer la verdad.
Sé que el juicio del juez que entiende en la causa no es el que nos espera.
Mi hija tiene 11 años, me recrimina haberme mandado cagadas, pero sabe que no miento y pide trasladar su palabra al Juez, yo no le quiero hacer aparecer a su madre como lo que en verdad es.
En la solicitud de medida cautelar presentada en su momento alegaron que esta parte podía poner en riesgo la integridad física de mi hija y todo lo que es costumbre en estos casos a pesar de que estaba repuesto del cuadro descrito. Se impuso entonces una restricción de contacto. En la primera audiencia de conciliación logré que se reestableciera el contacto entre este padre y su hija, en la segunda apareció una nueva abogada de la matrícula tal como una paracaidista belga que hizo todo lo que tenía a su alcance para evitar las posibilidades de avenimiento y conciliación que es fama es el deber más imperioso en los conflictos de familia.
A pesar de la gravedad de la denuncia resolví no presentar descargo o defensa.
Al mismo tomé la decisión de no asistir a ninguna otra audiencia de conciliación en la sede del Juzgado en tanto esta escoria intelectual que patrocinaba a la madre de mi hija estuviera presente.
Se me permitía ver a mi hija en un espacio impropio como lo era la casa de sus abuelos pero se restringía la posibilidad de que los encuentros fueran en mi departamento.
Como vieron que no me presentaba a las audiencias –había optado en momento por una estrategia que utilizaron en su momento los zapatistas, llamarme a silencio, pueden remitirse a la Quinta Declaración de la Selva Lacandona. 17 de julio de 1998. a ver que tanto puede el silencio- y como mi hija insistía en que quería encontrarse conmigo en mi casa y que no fuera la casa de sus abuelos donde nos viéramos, me ofrecieron primero un régimen de visita por el que sólo podía estar con ella de la mañana a la tarde los sábados y a las dos semana otro en su reemplazo por la que podía retirarla del colegio los jueves para llevarla de vuelta al otro día. Las propuestas fueron declinadas.
El espacio impropio de la casa de los abuelos de mi hija se presentaba a veces hostil a una relación adecuada entre este padre y su hija en tanto no me dejaban oficiar como padre, mi palabra era amputada y más. Para que mi hija no presenciara los conflictos que a raíz de esto se sucedían, decidí no verla si no fuera en mi casa que al cabo también es la casa de mi hija, aunque se me haya convertido en un padre periférico.
Al cabo de un mes sin ver a mi hija, con la madre llegamos a un acuerdo adulto entre las partes por la que podía pasarla a retirarla un viernes del colegio para que pasara el fin de semana en mi casa. Su abogada patrocinante se opuso y convenció a la madre de que no era conveniente tal acuerdo. Cada cual cuida su quinta no?
Esta situación –hay otras que no refiero pero que intervienen- me desbordó por lo que resolví internarme en un neuropsiquiatrico, no soportaba estar más tiempo alejado de mi hija lo que había hecho resurgir el cuadro de angustia y ansiedad.
Con el alta hospitalaria, luego de presenciar violaciones y abusos sexuales en el lugar de internación, estaba dispuesto a aceptar cualquier cosa que se me ofreciera con tal de estar al menos unas pocas horas con mi hija.
Se me impuso un régimen de visitas por el cual sólo podía estar con mi hija los jueves, no se contemplaba la posibilidad de que la viera al menos un fin de semana al mes para tener como corresponde un rato de esparcimiento. El régimen iba a ser revisado al cabo de cuatro semanas. Su abogada se comprometió a redactar lo que tenían por acordado para ponerlo a las firma de las partes para su homologación pero al cabo de tres semanas se comunicó con mi abogada patrocinante y determinó que había que firmar otro distinto. La madre de mi hija ni siquiera estaba enterada de la decisión de su abogada.
Propuse entonces a la madre de mi hija llegar a un acuerdo previo que estuviera ya redactado en el próximo encuentro para no ocurriera lo mismo y cada uno se fuera con copia de lo firmado y una fuera a parar al Juzgado para su homologación, pero no estuvo de acuerdo.
Como eso impuesto anterior iba a ser revisado al cabo de cuatro encuentros y ya habían transcurrido tres planteé la posibilidad de que se ampliaran al partir del quinto los días en que podía estar con mi hija –cabe destacar que por ese momento mi hija manifestaba el deseo de estar cuatro días a la semana conmigo y tres con la madre-, pero la madre se negó.
Puteé como un loco y me restringieron nuevamente el contacto con mi hija.
De junio –fecha del "acuerdo" entre las partes que ni siquiera se puso a la firma- a fines de noviembre no pude ver a mi hija aun cuando no hubiera ninguna disposición judicial al respecto.
En agosto pedí que me dejaran al menos ver por espacio de dos horas a mi hija pero lo negaron. Intenté verla por lo que fui hasta su casa para al menos hablar un rato por la ventana. Pero la madre mandó a llamar a su hermano para que se hiciera presente quien me provocó lesiones que están certificadas por médicos legistas (intentó asfixiarme por ahorcamiento). Se hizo presente la policía y la madre, el hermano y la novia del hermano dijeron que me había presentado a amenazas. Mi hija fue quien salió en mi defensa y dijo a los de azul que todo lo que se decía de mi era mentira, que sólo estábamos hablando y que su tío sin mediar palabra su puso a agredirme.
Después de esta última negación verla por espacio de dos, de tal situación de ilegalidad y la agresión de parte del hermano de la madre de mi hija, no voy a mentir (soy de los que dicen la verdad por amarga que sea y aun contra mí mismo), me sacó al punto de ponerme intimidar, amedrentar, amenazar.
A raíz de mi conducta la madre de mi hija hizo una nueva presentación en el Juzgado que todavía no tuve a la vista.
La abogada renunció al patrocinio de la madre el 10 de noviembre de 2009
Y acá lo extraordinario de todo este culebrón.
Dos semanas después de la renuncia de su abogada y como del Juzgado demoraba la contestación a lo por ellos presentado (deben exigir desde un psico diagnóstico de parte del Cuerpo Médico Forense y hasta tanto como sea posible pedir), la madre propuso un régimen de visita asistido por su propio hermano.
Ya dije algo sobre el tío mi hijo, cabe agregar que en una oportunidad se presentó en mi domicilio con un cuchillo en la cintura como una invitación a resolver la cuestión como en tiempos que relata Borges, en otra lo hizo con arma calibre 22 y durante meses se sirvió de una identidad falsa para amenazar aun antes de que yo imitara esta práctica.
Ya transcurrieron tres encuentros asistidos por el hermano del que me olvidaba decir que es un adicto en recuperación –se daba aun cuando estaba al cuidado de su propia hija- y confiesa pegarse un saque cada tanto.
A la madre le comenté que me recomendaron asistentes sociales que podrían asistir las visitas, que resultaría una erogación de mi parte pero rechaza la oferta porque se demostraría en poco tiempo mi capacidad.
Es claro a la vista de cualquiera que hay un grado de responsabilidad en cada una de las partes en todo esto, a la madre le exijo un acto de desagravio por la denuncia de violencia doméstica y que asuma parte de culpa, pero se niega.
Le expliqué que su matriz de acción es la de la antidialogicidad que sirve a la manipulación, que no me costaría demasiado explicarme y presentar a la vista de todos que los suyos no pueden en todos los casos tomarse como movimientos pacíficos para mantener sano al padre para su hija, hay cosas que ni siquiera traspasan el umbral de su conciencia. Y que hasta podría poner en cuestión su sano juicio.
Esta piba me enfermó con sus planteamientos deficientes, omisiones, falsedades, etc y se convirtió en un fantasma para mi hija.
Le repito que nada le haga pensar que no tenga que dar algún día explicaciones sobre todo lo pasado porque si un día compartió la opinión de la escoria intelectual que la patrocinaba respecto de la necesidad de hacer un borrón y cuenta nueva y asumir como de pasada que a todas las partes esto se les había ido de las manos, no puede entenderse la propuesta y confesión sino como que hay un grado de responsabilidad compartida en que todo haya degenerado a este punto
Al padrino de mi hija le escribía sobre esta cuestión que nunca podrán convidarme, como pretendió Julieta Sabatino (pongo el nombre y apellido de esta mujer porque tengo suficiente como para presentar denuncia ante el Tribunal de Disciplina del CPACF) con su borrón y cuenta nueva, a comportarme como si no existiera algo en lo pasado sobre lo que no tuvieran que intentar explicarse; aceptar la propuesta sería ciertamente para mí una falta contra la memoria, contra esa mnemosyne, que ya desde Platón es el nervio del pensamiento.
No quepan dudas de hay mucho más en esta cuestión de familia pero daría para un libro.
Ahora bien si la madre rechaza la asistencia de un profesional competente en la materia, ¿a quién le pido un informe acerca del desarrollo y resultado del régimen de visitas en cuestión, en el que se destaque la actitud asumida por este padre y su hija, que incluya al mismo tiempo detalles sobre el aspecto habitacional en que se dan los encuentros, una valoración funcional y psicosocial y todo lo que quepa evaluar de estas visitas?
Mi intención no es litigar, ya dije que ni siquiera presenté defensa o descargo, pero cada día me dan más ganas de presentarme en el Juzgado y poner en evidencia que en lugar del criterio que impone la madre, en mi opinión debería operar otro como norma para conocer la verdad.
Sé que el juicio del juez que entiende en la causa no es el que nos espera.
Mi hija tiene 11 años, me recrimina haberme mandado cagadas, pero sabe que no miento y pide trasladar su palabra al Juez, yo no le quiero hacer aparecer a su madre como lo que en verdad es.