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Charlas de café. Hilo social y cualquier tema de interés o entretenimiento.

 #178518  por pasto
 
No me achique.
Esta noche lo sigo. :lol:

 #178525  por usuario
 
pasto escribió:No me achique.
Esta noche lo sigo. :lol:
Veremos!!!

 #178664  por doctoreduardo
 
usuario escribió:
LOLA64 escribió:
domingoarena escribió: Elisa y Javier, padres de Carlos se habían casado en Mercedez . ciudad natal de ambos.
Fue uno de esos casamientos, "por aburrimiento", ya que los paseos por el pequeño centro y las interminables tardes en casa de sus respectivos padres se hizo insoportable.
Aún así se hacían alguna escapada a Capital.
Y fue en una de esas salidas que concibieron al único hijo.
Digamos que no fue un casamiento por amor. En realidad Elisa amo siempre a su primo segundo "Carlitos".
Tuvo que utilizar todo su ingenio para ponerle "ese nombre" a su hijo y para que Javier no sospechara.
Pueblo chico infierno grande!!!!todos sabian, incluido Javier, de su adoración por su primo que, coincidentemente vivia en la misma cuadra .
Javier sabiendolo todo se traslado con su nueva familia a Capital .
Y fue así como se instalaron en un chalecito de la calle Bogotá.
Javier , ayudante de contador, comezó a trabajar con los Galindez y siempre le tuvieron un aprecio mayúsculo. Tal es así que las Navidades las pasaban juntos.
En casa de ellos, Carlitos, vio por primera vez a Papa Noel dejando regalitos en el arbol del jardín, engalanado a tal efecto.
Alli aprendió a andar en bicicleta y sus primeros patines los recibió de manos del contador Galindez.
Admiraba a éste casi de igual forma que a su padre. Y, que coincidencia, también usaba mocasines!!.Eso le significaba toda una garantía de poder y adultez.
Cierta tarde escuchó una conversación entre su madre y la Sra. Galindez.Una confidencia que lo dejo perplejo.
Elisa le dijo con tono apenado que suponía que Javier le era infiel.
Tita Galindez trató de disuadirla sobre la base de que no tenía tiempo y que era un buen padre.
Ella respondió.- O sea que si tuviese tiempo, Ud. cree que me sería infiel?
Yo no quise decir eso, replicó Tita mientras tomaba su té con parcimonia.
-Mirá hijita, prosiguió, -si fuera así te aconsejo que no te des por aludida.
Acá, como me ves, yo he tenido que soportarle varias escapadas a mi marido, pero mantengo mi matrimonio y, con Uds., una familia-
Esa charla quedó grabada en la mente de Mincho.
"Los hombres podían hacer lo que quisiesen y las mujeres callarse."
—¿Quieres abrir esa ventana? Esta noche parece que faltara el aire... Esta noche he vuelto a sentir que me ahogo, como en los primeros años en que llegué a esta ciudad.
Precisa, silenciosa, con la rapidez y la perfección que son características en ella, Elisa ha abierto la ventana de la amplia alcoba de Tita, pero en nada cambia el ambiente de la lujosa casa, no hay una ráfaga de viento, no hay una nube en el oscuro cielo tachonado de estrellas. Es una de esas noches sin luna en que se entretejen los luceros, tan apretados como una red de plata, sobre el terciopelo del firmamento. Con suave paso, se acerca a la ventana, y el cuerpo delgado, oscuro y vibrante de Elisa retrocede un paso cediéndole el sitio respetuosamente.
—Durante muchos años aborrecí esta ciudad hasta en lo que tiene de más hermoso: su cielo, su sol de fuego, sus noches inmóviles... ¡Cuántas noches como ésta creí asfixiarme y eché a andar desesperada por esas calles!
Tita ha extendido la mano hacia los oscuros cielos silenciosos, mientras se siente como invadida, como golpeada por una marejada de recuerdos... ardientes recuerdos de sus primeros meses de casada, amargas memorias de los largos años en que esperara cada noche a Enrique Lloveras, calculando con áspero despecho en qué brazos olvidaría su nombre, en qué labios estaría bebiendo la miel de un amor que a ella sólo llegaba ya como una sonrisa, como una ternura deferente, como un amable y frío respeto...
—¿No va usted a acostarse, Tita? Necesita descansar...
—Esta noche no tengo sueño. Hemos de hablar, Elisa. ¿Quieres escucharme?
—Desde luego, Tita.
Elisa ha inclinado la cabeza con aquel gesto de frío respeto que suele hacer como una autómata, pero las manos temblorosas se juntan, apretándose sobre el pecho, y tiembla más al contacto de aquella carta. Allí tiene la prueba, el arma terrible, el puñal con que puede de un golpe certero destronar a su odiada rival... Pero, ¿rival en qué? Al bajar la cabeza se ha mirado a si misma, contemplando a su pesar el traje sencillo con que se viste; la falda de tela floreada y vuelve a mirar también, como otras veces, sus delgadas manos morenas... Son finas y bellas, cuidadas con esmero... manos color de cobre claro, forzadamente castas, que se crispan en el ansia, que se cierran como queriendo atrapar un anhelo imposible. manos a la vez puras y lúbricas, generosas y perversas... manos que al fin se saben dueñas de su propio destino...
—¿Estás cansada? Siéntate, Elisa...
—No, Tita, no estoy cansada —afirma Elisa refrenando a duras penas su impaciencia—. Pero temo que usted... que usted si se fatigue más de la cuenta...
—Sí... Mi corazón marcha despacio... Ha amado y ha sufrido demasiado. Es natural... Pero dejemos eso; quiero hablar de mi delicado esposo... Por él, y para él, necesito que haya paz absoluta en esta casa. Ruben la necesita; es el único ambiente en el que respira su corazón tan sensible, tan tierno... y tan apasionado también. Rubén es como un niño, Elisa... y contra sus años, contra su fuerza y contra su orgullo de hombre, como a niño tengo que defenderlo. No sé si me comprendes; pero necesito que me comprendas para que no te parezca una ingratitud lo que voy a decirte... Es preciso que Javier y que tú misma, se alejen de esta casa...

 #178730  por usuario
 
BUENISIMO, doctoreduardo!!
A ver como lo seguimos!!!!

 #179006  por pasto
 
usuario escribió:BUENISIMO, doctoreduardo!!
A ver como lo seguimos!!!!
Ahora sí que estoy en el horno. :cry:

 #179100  por LOLA64
 
Y ahora como sigue esto,se complico la cosa!!!!!!


LOLA :P

 #179107  por LOLA64
 
Me va a costar ,pero le voy a encontrar la vuelta.


LOLA :P

 #179131  por LOLA64
 
usuario escribió:
LOLA64 escribió:Y quien lo sigue :?:
Qué te parece vos, Lola?
USUARIO...Una manito urgente!!!!!
Complicadito..

LOLA :P

 #179410  por doctoreduardo
 
Si quieren lo sigo, sin ofender, pues el lìo lo generè yo... :oops: :oops: :oops:

 #179419  por usuario
 
doctoreduardo escribió:
usuario escribió:
LOLA64 escribió: Digamos que no fue un casamiento por amor. En realidad Elisa amo siempre a su primo segundo "Carlitos".
Tuvo que utilizar todo su ingenio para ponerle "ese nombre" a su hijo y para que Javier no sospechara.
Pueblo chico infierno grande!!!!todos sabian, incluido Javier, de su adoración por su primo que, coincidentemente vivia en la misma cuadra .
Javier sabiendolo todo se traslado con su nueva familia a Capital .
Y fue así como se instalaron en un chalecito de la calle Bogotá.
Javier , ayudante de contador, comezó a trabajar con los Galindez y siempre le tuvieron un aprecio mayúsculo. Tal es así que las Navidades las pasaban juntos.
En casa de ellos, Carlitos, vio por primera vez a Papa Noel dejando regalitos en el arbol del jardín, engalanado a tal efecto.
Alli aprendió a andar en bicicleta y sus primeros patines los recibió de manos del contador Galindez.
Admiraba a éste casi de igual forma que a su padre. Y, que coincidencia, también usaba mocasines!!.Eso le significaba toda una garantía de poder y adultez.
Cierta tarde escuchó una conversación entre su madre y la Sra. Galindez.Una confidencia que lo dejo perplejo.
Elisa le dijo con tono apenado que suponía que Javier le era infiel.
Tita Galindez trató de disuadirla sobre la base de que no tenía tiempo y que era un buen padre.
Ella respondió.- O sea que si tuviese tiempo, Ud. cree que me sería infiel?
Yo no quise decir eso, replicó Tita mientras tomaba su té con parcimonia.
-Mirá hijita, prosiguió, -si fuera así te aconsejo que no te des por aludida.
Acá, como me ves, yo he tenido que soportarle varias escapadas a mi marido, pero mantengo mi matrimonio y, con Uds., una familia-
Esa charla quedó grabada en la mente de Mincho.
"Los hombres podían hacer lo que quisiesen y las mujeres callarse."
—¿Quieres abrir esa ventana? Esta noche parece que faltara el aire... Esta noche he vuelto a sentir que me ahogo, como en los primeros años en que llegué a esta ciudad.
Precisa, silenciosa, con la rapidez y la perfección que son características en ella, Elisa ha abierto la ventana de la amplia alcoba de Tita, pero en nada cambia el ambiente de la lujosa casa, no hay una ráfaga de viento, no hay una nube en el oscuro cielo tachonado de estrellas. Es una de esas noches sin luna en que se entretejen los luceros, tan apretados como una red de plata, sobre el terciopelo del firmamento. Con suave paso, se acerca a la ventana, y el cuerpo delgado, oscuro y vibrante de Elisa retrocede un paso cediéndole el sitio respetuosamente.
—Durante muchos años aborrecí esta ciudad hasta en lo que tiene de más hermoso: su cielo, su sol de fuego, sus noches inmóviles... ¡Cuántas noches como ésta creí asfixiarme y eché a andar desesperada por esas calles!
Tita ha extendido la mano hacia los oscuros cielos silenciosos, mientras se siente como invadida, como golpeada por una marejada de recuerdos... ardientes recuerdos de sus primeros meses de casada, amargas memorias de los largos años en que esperara cada noche a Enrique Lloveras, calculando con áspero despecho en qué brazos olvidaría su nombre, en qué labios estaría bebiendo la miel de un amor que a ella sólo llegaba ya como una sonrisa, como una ternura deferente, como un amable y frío respeto...
—¿No va usted a acostarse, Tita? Necesita descansar...
—Esta noche no tengo sueño. Hemos de hablar, Elisa. ¿Quieres escucharme?
—Desde luego, Tita.
Elisa ha inclinado la cabeza con aquel gesto de frío respeto que suele hacer como una autómata, pero las manos temblorosas se juntan, apretándose sobre el pecho, y tiembla más al contacto de aquella carta. Allí tiene la prueba, el arma terrible, el puñal con que puede de un golpe certero destronar a su odiada rival... Pero, ¿rival en qué? Al bajar la cabeza se ha mirado a si misma, contemplando a su pesar el traje sencillo con que se viste; la falda de tela floreada y vuelve a mirar también, como otras veces, sus delgadas manos morenas... Son finas y bellas, cuidadas con esmero... manos color de cobre claro, forzadamente castas, que se crispan en el ansia, que se cierran como queriendo atrapar un anhelo imposible. manos a la vez puras y lúbricas, generosas y perversas... manos que al fin se saben dueñas de su propio destino...
—¿Estás cansada? Siéntate, Elisa...
—No, Tita, no estoy cansada —afirma Elisa refrenando a duras penas su impaciencia—. Pero temo que usted... que usted si se fatigue más de la cuenta...
—Sí... Mi corazón marcha despacio... Ha amado y ha sufrido demasiado. Es natural... Pero dejemos eso; quiero hablar de mi delicado esposo... Por él, y para él, necesito que haya paz absoluta en esta casa. Ruben la necesita; es el único ambiente en el que respira su corazón tan sensible, tan tierno... y tan apasionado también. Rubén es como un niño, Elisa... y contra sus años, contra su fuerza y contra su orgullo de hombre, como a niño tengo que defenderlo. No sé si me comprendes; pero necesito que me comprendas para que no te parezca una ingratitud lo que voy a decirte... Es preciso que Javier y que tú misma, se alejen de esta casa...
Enrique Lloveras era el socio de Rubén Galindez, esposo de Tita.
Enrique había comenzado a tabajar con Rubén desde muy joven , y como su lugar de origen era Junín, se convino que viviría con los Galindez.
Era apuesto y seductor y no tardó en ganarse el afecto de Tita , quien acepataba sus galanteos a los efectos de sobrellevar las infidelidades de su esposo a quien ella catalogaba como a un niño inmaduro y por ello perdonaba sus escapadas y deslices.
Nunca llegaron a nada con Enrique, pero el sólo verlo la mantenía viva, radiante, actualizada.

 #179584  por usuario
 
Dreduardo.
Su turno....

 #179659  por domingoarena
 
usuario escribió:Dreduardo.
Su turno....
¿Qué es esto?
¿Y a mi, no me invitan?

 #179826  por doctoreduardo
 
usuario escribió:
doctoreduardo escribió:
usuario escribió: Y fue así como se instalaron en un chalecito de la calle Bogotá.
Javier , ayudante de contador, comezó a trabajar con los Galindez y siempre le tuvieron un aprecio mayúsculo. Tal es así que las Navidades las pasaban juntos.
En casa de ellos, Carlitos, vio por primera vez a Papa Noel dejando regalitos en el arbol del jardín, engalanado a tal efecto.
Alli aprendió a andar en bicicleta y sus primeros patines los recibió de manos del contador Galindez.
Admiraba a éste casi de igual forma que a su padre. Y, que coincidencia, también usaba mocasines!!.Eso le significaba toda una garantía de poder y adultez.
Cierta tarde escuchó una conversación entre su madre y la Sra. Galindez.Una confidencia que lo dejo perplejo.
Elisa le dijo con tono apenado que suponía que Javier le era infiel.
Tita Galindez trató de disuadirla sobre la base de que no tenía tiempo y que era un buen padre.
Ella respondió.- O sea que si tuviese tiempo, Ud. cree que me sería infiel?
Yo no quise decir eso, replicó Tita mientras tomaba su té con parcimonia.
-Mirá hijita, prosiguió, -si fuera así te aconsejo que no te des por aludida.
Acá, como me ves, yo he tenido que soportarle varias escapadas a mi marido, pero mantengo mi matrimonio y, con Uds., una familia-
Esa charla quedó grabada en la mente de Mincho.
"Los hombres podían hacer lo que quisiesen y las mujeres callarse."
—¿Quieres abrir esa ventana? Esta noche parece que faltara el aire... Esta noche he vuelto a sentir que me ahogo, como en los primeros años en que llegué a esta ciudad.
Precisa, silenciosa, con la rapidez y la perfección que son características en ella, Elisa ha abierto la ventana de la amplia alcoba de Tita, pero en nada cambia el ambiente de la lujosa casa, no hay una ráfaga de viento, no hay una nube en el oscuro cielo tachonado de estrellas. Es una de esas noches sin luna en que se entretejen los luceros, tan apretados como una red de plata, sobre el terciopelo del firmamento. Con suave paso, se acerca a la ventana, y el cuerpo delgado, oscuro y vibrante de Elisa retrocede un paso cediéndole el sitio respetuosamente.
—Durante muchos años aborrecí esta ciudad hasta en lo que tiene de más hermoso: su cielo, su sol de fuego, sus noches inmóviles... ¡Cuántas noches como ésta creí asfixiarme y eché a andar desesperada por esas calles!
Tita ha extendido la mano hacia los oscuros cielos silenciosos, mientras se siente como invadida, como golpeada por una marejada de recuerdos... ardientes recuerdos de sus primeros meses de casada, amargas memorias de los largos años en que esperara cada noche a Enrique Lloveras, calculando con áspero despecho en qué brazos olvidaría su nombre, en qué labios estaría bebiendo la miel de un amor que a ella sólo llegaba ya como una sonrisa, como una ternura deferente, como un amable y frío respeto...
—¿No va usted a acostarse, Tita? Necesita descansar...
—Esta noche no tengo sueño. Hemos de hablar, Elisa. ¿Quieres escucharme?
—Desde luego, Tita.
Elisa ha inclinado la cabeza con aquel gesto de frío respeto que suele hacer como una autómata, pero las manos temblorosas se juntan, apretándose sobre el pecho, y tiembla más al contacto de aquella carta. Allí tiene la prueba, el arma terrible, el puñal con que puede de un golpe certero destronar a su odiada rival... Pero, ¿rival en qué? Al bajar la cabeza se ha mirado a si misma, contemplando a su pesar el traje sencillo con que se viste; la falda de tela floreada y vuelve a mirar también, como otras veces, sus delgadas manos morenas... Son finas y bellas, cuidadas con esmero... manos color de cobre claro, forzadamente castas, que se crispan en el ansia, que se cierran como queriendo atrapar un anhelo imposible. manos a la vez puras y lúbricas, generosas y perversas... manos que al fin se saben dueñas de su propio destino...
—¿Estás cansada? Siéntate, Elisa...
—No, Tita, no estoy cansada —afirma Elisa refrenando a duras penas su impaciencia—. Pero temo que usted... que usted si se fatigue más de la cuenta...
—Sí... Mi corazón marcha despacio... Ha amado y ha sufrido demasiado. Es natural... Pero dejemos eso; quiero hablar de mi delicado esposo... Por él, y para él, necesito que haya paz absoluta en esta casa. Ruben la necesita; es el único ambiente en el que respira su corazón tan sensible, tan tierno... y tan apasionado también. Rubén es como un niño, Elisa... y contra sus años, contra su fuerza y contra su orgullo de hombre, como a niño tengo que defenderlo. No sé si me comprendes; pero necesito que me comprendas para que no te parezca una ingratitud lo que voy a decirte... Es preciso que Javier y que tú misma, se alejen de esta casa...
Enrique Lloveras era el socio de Rubén Galindez, esposo de Tita.
Enrique había comenzado a tabajar con Rubén desde muy joven , y como su lugar de origen era Junín, se convino que viviría con los Galindez.
Era apuesto y seductor y no tardó en ganarse el afecto de Tita , quien acepataba sus galanteos a los efectos de sobrellevar las infidelidades de su esposo a quien ella catalogaba como a un niño inmaduro y por ello perdonaba sus escapadas y deslices.
Nunca llegaron a nada con Enrique, pero el sólo verlo la mantenía viva, radiante, actualizada.
Elisa se queda mirando fríamente a Tita, sin poder esbozar un gesto, las últimas palabras de Tita han caído como un mazazo en su conciencia y le cuesta reponerse ante semejante propuesta.
—He resuelto apartarme de tu camino, Elisa. He resuelto dejar que sigas tu suerte... Mi lucha fue inútil, y la abandono. ¡Haz lo que quieras, todo lo que quieras...!
Como desplomada en la alfombra, a los pies de Elisa, está Tita, que ahora se ha incorporado, tomando desesperadamente entre las suyas las manos heladas y blancas de su amiga. Como lejana, como ausente, ha permanecido Tita sin dar muestras de que aquel dolor, verdadero o fingido, le conmoviera. Ha hecho el ademán de alejarse, de apartarse, pero Elisa, desesperada, le cierra el paso:
—Cien veces me pediste que me fuera, que te dejara en paz...
—Cien veces lo pedí, y no lo hiciste. Continuaste aquí impidiendo con tu presencia que yo resolviera mis cosas mal o bien, exasperándome, enfureciéndome... Y ahora... precisamente ahora...
—¿Pretendes echarme a mi la culpa? —le ataja indignada Elisa.
—No, amiga, no es eso... Al contrario... Mido, veo, palpo que tienes razón en todo, que tus reproches eran merecidos, que tus pronósticos eran ciertos. Como una loca seguí la ley de mis instintos. Ciega por una pasión malsana, rodé y rodé, y ahora estoy al borde del infierno... Pero no quiero caer más abajo, no quiero seguir rodando, no quiero hundirme en el cieno definitivamente, y hundir conmigo el nombre de mi esposo...
—¡Ahora piensas en tu esposo! ¡No mientas más!
—Te lo juro, Elisa... Me enloquece la idea de perderlo, de ser indigna a los ojos de él... Estoy desesperada, arrepentida ... No quiero más que a Rubén, no quiero vivir más que para él... ¡Pero Enrique no me deja! ¿No lo comprendes?
—¿Que no te deja? ¡No sigas mintiendo! ¡Tú eres quien lo busca, quien lo enloquece, quien le has jurado que lo amas a pesar de todo, que estás dispuesta a seguirle a donde quiera que él te lleve.. .!
—¡No... No... No iré con él! Antes se lo diré todo a Rubén. Si tú no me ayudas, si tú no me salvas, buscaré la muerte... Le confesaré la verdad a Rubén, y que me mate. Sí, que me mate, para acabar con todo de una vez... ¡Que venga el escándalo! ¡Que venga la muerte! ¡Yo misma le saldré al encuentro!
No quiero vivir más esta situación, por favor aleja a Javier de esta casa, tú que te has casado sin amarlo debes entenderme..!!! En cualquier momento Javier puede hablar con Enrique y la situación fácilmente se me escapará de las manos… Estando Javier lejos de esta casa me da una falsa tranquilidad que es mejor que nada.

Tita sabía que la amistad de Enrique con Javier en cualquier momento la comprometería y Rubén estaba percibiendo cambios sutiles en su casa y era cuestión de tiempo descubrir su infidelidad.

 #180077  por usuario
 
COMIENZA EL CUARTO CUENTO!!!!

-Cállese la boca, mocoso maleducado….!!
-Ya vas a ver cuando lleguemos a casa y se lo cuente a tu padre……!
Carlitos ya estaba acostumbrado a estos arranques furibundos y amenazas por parte de su madre.
Mientras caminaba casi arrastrado por ella, por la Av. Rivadavia, mascullaba su rabia e impotencia por haber sido denigrado delante de su compañerita, Zulema.
Ay, Zulema!!!!!!, con sus trencitas rubias y su guardapolvo impecable….., cuántos suspiros, cuántas flores robadas, cuántos versitos inconclusos, cuántas charlas en el patio del colegio, cuántos sentimientos despertaba entre los alumnos del 5 A.

Carlitos, o Mincho, como lo llamaban cariñosamente sus abuelos, paseaba a su perro Duque a eso de las 5 de la tarde.Sabía que a esa hora Zulema iba a clases de danza acompañada por su tía, y, aunque sólo la miraba estaciado desde la vereda de enfrente, él se sentía la persona más afortunada del mundo y EL NOVIO DE ZULEMA

Ella era absolutamente tímida y reservada. aún así correspondía a las atenciones de Mincho con miradas complices y prestándole los elementos de pintura, que siempre él olvidaba o más bien, dejaba en su casa a propósito.
-Dale, dame la mano que vamos a cruzar, gruño la mamá de Carlitos mientras el semáforo recien instalado concitaba la atención del niño.
Ya sobre la calle Condarco se atrevió a preguntarle a su madre si podría invitar a unos amigos a su casa.
De nada hubiera servido decirle que había obtenido un Excelente en matemáticas ni que lo habían elegido para cantar en el acto del 25.-ella gritó--- Ni loca, de ninguna manera, ahora vamos a la farmacia y vos directo a casa a hacer la tarea.
Carlitos agachó la cabeza y mirandose los zapatos abotinados pensó con un dejo de tristeza y resignación:"cuándo usaré mocasines, como papá?.....cuándo seré grande!!?"
Y dije "resignación", si, Carlitos, Mincho, tenía una aceptación de su realidad casi filosófica.

Elisa y Javier, padres de Carlos se habían casado en Mercedez . ciudad natal de ambos.
Fue uno de esos casamientos, "por aburrimiento", ya que los paseos por el pequeño centro y las interminables tardes en casa de sus respectivos padres se hizo insoportable.
Aún así se hacían alguna escapada a Capital.
Y fue en una de esas salidas que concibieron al único hijo.


Digamos que no fue un casamiento por amor. En realidad Elisa amo siempre a su primo segundo "Carlitos".
Tuvo que utilizar todo su ingenio para ponerle "ese nombre" a su hijo y para que Javier no sospechara.
Pueblo chico infierno grande!!!!todos sabian, incluido Javier, de su adoración por su primo que, coincidentemente vivia en la misma cuadra .
Javier sabiendolo todo se traslado con su nueva familia a Capital .


Y fue así como se instalaron en un chalecito de la calle Bogotá.
Javier , ayudante de contador, comezó a trabajar con los Galindez y siempre le tuvieron un aprecio mayúsculo. Tal es así que las Navidades las pasaban juntos.
En casa de ellos, Carlitos, vio por primera vez a Papa Noel dejando regalitos en el arbol del jardín, engalanado a tal efecto.
Alli aprendió a andar en bicicleta y sus primeros patines los recibió de manos del contador Galindez.
Admiraba a éste casi de igual forma que a su padre. Y, que coincidencia, también usaba mocasines!!.Eso le significaba toda una garantía de poder y adultez.
Cierta tarde escuchó una conversación entre su madre y la Sra. Galindez.Una confidencia que lo dejo perplejo.
Elisa le dijo con tono apenado que suponía que Javier le era infiel.
Tita Galindez trató de disuadirla sobre la base de que no tenía tiempo y que era un buen padre.
Ella respondió.- O sea que si tuviese tiempo, Ud. cree que me sería infiel?
Yo no quise decir eso, replicó Tita mientras tomaba su té con parcimonia.
-Mirá hijita, prosiguió, -si fuera así te aconsejo que no te des por aludida.
Acá, como me ves, yo he tenido que soportarle varias escapadas a mi marido, pero mantengo mi matrimonio y, con Uds., una familia-
Esa charla quedó grabada en la mente de Mincho.
"Los hombres podían hacer lo que quisiesen y las mujeres callarse."

—¿Quieres abrir esa ventana? Esta noche parece que faltara el aire... Esta noche he vuelto a sentir que me ahogo, como en los primeros años en que llegué a esta ciudad.
Precisa, silenciosa, con la rapidez y la perfección que son características en ella, Elisa ha abierto la ventana de la amplia alcoba de Tita, pero en nada cambia el ambiente de la lujosa casa, no hay una ráfaga de viento, no hay una nube en el oscuro cielo tachonado de estrellas. Es una de esas noches sin luna en que se entretejen los luceros, tan apretados como una red de plata, sobre el terciopelo del firmamento. Con suave paso, se acerca a la ventana, y el cuerpo delgado, oscuro y vibrante de Elisa retrocede un paso cediéndole el sitio respetuosamente.
—Durante muchos años aborrecí esta ciudad hasta en lo que tiene de más hermoso: su cielo, su sol de fuego, sus noches inmóviles... ¡Cuántas noches como ésta creí asfixiarme y eché a andar desesperada por esas calles!
Tita ha extendido la mano hacia los oscuros cielos silenciosos, mientras se siente como invadida, como golpeada por una marejada de recuerdos... ardientes recuerdos de sus primeros meses de casada, amargas memorias de los largos años en que esperara cada noche a Enrique Lloveras, calculando con áspero despecho en qué brazos olvidaría su nombre, en qué labios estaría bebiendo la miel de un amor que a ella sólo llegaba ya como una sonrisa, como una ternura deferente, como un amable y frío respeto...
—¿No va usted a acostarse, Tita? Necesita descansar...
—Esta noche no tengo sueño. Hemos de hablar, Elisa. ¿Quieres escucharme?
—Desde luego, Tita.
Elisa ha inclinado la cabeza con aquel gesto de frío respeto que suele hacer como una autómata, pero las manos temblorosas se juntan, apretándose sobre el pecho, y tiembla más al contacto de aquella carta. Allí tiene la prueba, el arma terrible, el puñal con que puede de un golpe certero destronar a su odiada rival... Pero, ¿rival en qué? Al bajar la cabeza se ha mirado a si misma, contemplando a su pesar el traje sencillo con que se viste; la falda de tela floreada y vuelve a mirar también, como otras veces, sus delgadas manos morenas... Son finas y bellas, cuidadas con esmero... manos color de cobre claro, forzadamente castas, que se crispan en el ansia, que se cierran como queriendo atrapar un anhelo imposible. manos a la vez puras y lúbricas, generosas y perversas... manos que al fin se saben dueñas de su propio destino...
—¿Estás cansada? Siéntate, Elisa...
—No, Tita, no estoy cansada —afirma Elisa refrenando a duras penas su impaciencia—. Pero temo que usted... que usted si se fatigue más de la cuenta...
—Sí... Mi corazón marcha despacio... Ha amado y ha sufrido demasiado. Es natural... Pero dejemos eso; quiero hablar de mi delicado esposo... Por él, y para él, necesito que haya paz absoluta en esta casa. Ruben la necesita; es el único ambiente en el que respira su corazón tan sensible, tan tierno... y tan apasionado también. Rubén es como un niño, Elisa... y contra sus años, contra su fuerza y contra su orgullo de hombre, como a niño tengo que defenderlo. No sé si me comprendes; pero necesito que me comprendas para que no te parezca una ingratitud lo que voy a decirte... Es preciso que Javier y que tú misma, se alejen de esta casa...

Enrique Lloveras era el socio de Rubén Galindez, esposo de Tita.
Enrique había comenzado a tabajar con Rubén desde muy joven , y como su lugar de origen era Junín, se convino que viviría con los Galindez.
Era apuesto y seductor y no tardó en ganarse el afecto de Tita , quien acepataba sus galanteos a los efectos de sobrellevar las infidelidades de su esposo a quien ella catalogaba como a un niño inmaduro y por ello perdonaba sus escapadas y deslices.
Nunca llegaron a nada con Enrique, pero el sólo verlo la mantenía viva, radiante, actualizada.

Elisa se queda mirando fríamente a Tita, sin poder esbozar un gesto, las últimas palabras de Tita han caído como un mazazo en su conciencia y le cuesta reponerse ante semejante propuesta.
—He resuelto apartarme de tu camino, Elisa. He resuelto dejar que sigas tu suerte... Mi lucha fue inútil, y la abandono. ¡Haz lo que quieras, todo lo que quieras...!
Como desplomada en la alfombra, a los pies de Elisa, está Tita, que ahora se ha incorporado, tomando desesperadamente entre las suyas las manos heladas y blancas de su amiga. Como lejana, como ausente, ha permanecido Tita sin dar muestras de que aquel dolor, verdadero o fingido, le conmoviera. Ha hecho el ademán de alejarse, de apartarse, pero Elisa, desesperada, le cierra el paso:
—Cien veces me pediste que me fuera, que te dejara en paz...
—Cien veces lo pedí, y no lo hiciste. Continuaste aquí impidiendo con tu presencia que yo resolviera mis cosas mal o bien, exasperándome, enfureciéndome... Y ahora... precisamente ahora...
—¿Pretendes echarme a mi la culpa? —le ataja indignada Elisa.
—No, amiga, no es eso... Al contrario... Mido, veo, palpo que tienes razón en todo, que tus reproches eran merecidos, que tus pronósticos eran ciertos. Como una loca seguí la ley de mis instintos. Ciega por una pasión malsana, rodé y rodé, y ahora estoy al borde del infierno... Pero no quiero caer más abajo, no quiero seguir rodando, no quiero hundirme en el cieno definitivamente, y hundir conmigo el nombre de mi esposo...
—¡Ahora piensas en tu esposo! ¡No mientas más!
—Te lo juro, Elisa... Me enloquece la idea de perderlo, de ser indigna a los ojos de él... Estoy desesperada, arrepentida ... No quiero más que a Rubén, no quiero vivir más que para él... ¡Pero Enrique no me deja! ¿No lo comprendes?
—¿Que no te deja? ¡No sigas mintiendo! ¡Tú eres quien lo busca, quien lo enloquece, quien le has jurado que lo amas a pesar de todo, que estás dispuesta a seguirle a donde quiera que él te lleve.. .!
—¡No... No... No iré con él! Antes se lo diré todo a Rubén. Si tú no me ayudas, si tú no me salvas, buscaré la muerte... Le confesaré la verdad a Rubén, y que me mate. Sí, que me mate, para acabar con todo de una vez... ¡Que venga el escándalo! ¡Que venga la muerte! ¡Yo misma le saldré al encuentro!
No quiero vivir más esta situación, por favor aleja a Javier de esta casa, tú que te has casado sin amarlo debes entenderme..!!! En cualquier momento Javier puede hablar con Enrique y la situación fácilmente se me escapará de las manos… Estando Javier lejos de esta casa me da una falsa tranquilidad que es mejor que nada.

Tita sabía que la amistad de Enrique con Javier en cualquier momento la comprometería y Rubén estaba percibiendo cambios sutiles en su casa y era cuestión de tiempo descubrir su infidelidad.

Usuario.-
A todo esto, Carlitos proseguía escuchando azorado pero sin entender demasiado esa trama oscura de secretos, engaños,temores, desesperación.
Por momentos creía estar viviendo las sensaciones de estas dos mujeres que en confesiones mutuas se mostraban abiertas y desgarradas.
Asi sería la vida de los grandes?, se preguntaba Carlitos.
Así, tan rebuscada e intrigante, cuando la suya transcurría entre las tareas del colegio, los coscorrones de su madre y su "amor" por Zulema, ese amor que lo liberaba del terror de la sopa de tapioca y de los retos.
Cuánta tristeza sintió Mincho en esos momentos por Tita y su madre!
Sólo se sobresaltó ante el golpe de puño que Tita profirió sobe la mesa.
-Basta , dijo rompiendo en llanto.
-Esto no dá para más.Esta noche confesaré todo, delante de todos. Desenmascarare a Rubén , a quien siempre he apañado y perdonado.Les diré que amo a Enrique y él tendrá que responder que reconocer lo que existe entre nosotros.
Posiblemente se desate un caos, por eso te pido que dejes a Carlitos en tu casa.
-Pero Tita, me parece un desatino, y que tenemos que ver tanto Javier como yo en todo esto.?
Ay!!!! querida mia, cuántas cosas ignoras!!! dijo secandose las lágrimas-
Acaso nunca sospechaste nada?, prosiguió.
-Sospechar qué? inquirió asombrada Elisa.
-Javier, tu esposo, es el hijo extramatrimonial de Ruben y una de sus tantas aventuras que falleció en el momento de dar a luz.
Fue dado a la familia de Mercedez para que lo cuidara ya que yo no lo podía aceptar, lo negaba, lo odiaba.
Nunca le faltó la mensualidad y se le costeó su carrera. Es por eso, y al sentirme yo culpable de este amor hacia Enrique, pero a su vez , fortalecida frente a la infidelidad de Rubén ,que acepté que viniese a Bs. As. y trabajase como ayudante en nuestra empresa.
El no lo sabe y quiero preservarlo .
Sabes , he llegado a quererlo como un hijo.
Tan terrible confesión dejó perpleja a Elisa.
Sólo atinó a abrazarla fuertemente sin decir palabra.
Carlitos desde su inocencia sabía que algo raro estaba pasando y no pudo contener las lágrimas.

 #180201  por usuario
 
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