ariel648 escribió:ariel648 escribió:ariel648 escribió:José cursaba el quinto año de la carrera de abogacía en la Universidad de La Plata y tenía una compañera que se llamaba Claudia, por aquel tiempo ambos cursaban Derecho Comercial en lo referido a Concurso y Quiebras.
Les había tocado en suerte un profesor, que era un prestigioso letrado y juez de la justicia local, el sujeto en cuestión tendría unos cuarenta años y era bastante exigente en relación a las clases y los parciales que tomaba.
Cierto día José y Claudia charlaban en la facultad.
- Cada día odio más cursar la materia con el Dr. Cuervollatti
- Porque decís eso José.
- No me gusta la forma en que da la materia.
- Yo no he tenido problemas, y me va bien.
- Eso si que es raro, todos los compañeros se quejan de que como da las clases y vos sos la única que no se queja.
- Hay que estudiar.
- Yo estudio.
- O será que no te da la cabeza para ser abogado.
- Claudia me extrañas que me digas eso, siempre he andado bien en el resto de las materias y más de una vez te he sacado las papas del fuego cuando no entendías.
- Eso fue en el pasado, ahora soy mas estudiosa.
- Hum.... nadie cambia de la noche a la mañana. vos andás en algo raro.
- Suposiciones tuyas.
La joven se despidió de José, este la siguió con la mirada hasta que se perdió entre la multitud de la gente.
Sospechaba que en algo raro andaba la mujer e incluso se había enamorado de ella pero un sexto sentido parecía advertirle que era una hembra de cuidado. Por eso la estudiaba y la observaba desde hace un tiempo largo y veía que ya no era la misma persona de la que se había enamorado.
Cuando iba a clases, se vestía bien provocativa, con una minifalda bien corta y una blusa con escote generoso que permitía entrever sus bellos atributos que la madre naturaleza la había dotado tan gracilmente.
Y unos cuantos la miraban en clase y entre ellos el Dr. Cuervollatti.
Con semejante mujer de bandera, dirían los españoles, más de uno la miraba y en su mente hervían los más ocultos deseos por querer tener a su lado a aquella mujer.
Y recordó de pronto que cierta vez Claudia se acercó al escritorio de Cuervollatti, el letrado estaba sentado en un extremo del escritorio y ella se acercó por el otro usaba una musculosa con un prominente escote, lo cuál Cuervollatti pudo contemplar tan sensual panorama que se le ofrecía ante sus ojos.
- Doctor, puedo preguntarle algo.
- Lo que quiera- dijo el letrado y no le quitaba la mirada del escote.
- Como realizan la verificación de los créditos los síndicos del concurso?- preguntó ella astutamente sabiéndose mirada por el hombre.
- Y estudiando profundamente cada detalle, sin dejar nada oculto a la vista.
- Que yo sepa Doctor los créditos no se miran- dijo ella irónicamente
- En este caso si.- contestó el y diose cuenta de que era observado- Perdón....
Luego dió las explicaciones del caso, pero Cuervollatti había caído bajo los hechizos de los encantos de Claudia.
Y después de observar aquello, José diose cuenta que Claudia estaba jugando con sus encantos y que estaba comenzando ejercer influencia sobre el profesor Cuervolatti.
Y se notaba que el hombre parecía un potro corriendo por primera vez detrás de una yegua joven y bonita, que le llamaba la atención.
Dejó de pensar en su amiga y volvió a clase.
Transcurrieron los días y con ellos las semanas y los meses, la historia de amor entre el profesor y la estudiante siguió su curso, con encuentros furtivos, regalos costosos y favores en materia de estudio.
Pero alguien comenzó a sospechar de que algo raro pasaba y era Nancy, la esposa de Cuervolatti.
Cierto día cuando recogió la ropa de su esposo, encontró manchas de pintura labial en la camisa blanca de el.
- Con que pintura labial?. Este anda en algún bulín con alguna loca por ahi. Deberé averiguar por mi misma con quién anda. Con razón han aumentados los gastos de mi tarjeta de crédito, lo veo mal humorado..... hay otra que me quiere quitar el asado. Pero quién?.
Nancy al otro día, compró el diario y decidió contratar a un detective privado.
Nancy se dirigió hacia la agencia del detective privado de un tal Diómedes Averiguaré, un correntino que hacia ya un par de años que se dedicaba a la investigación privada.
Ingresó al lugar y allí estaba el detective con un termo sobre el escritorio, tomando unos tereres.
- Que desea chamiga? Bebé un verde?.
- No. Gracias. Vengo a contratar sus servicios.
- De que se trata el asunto señora.
En pocas palabras, Nancy narró a Diomedes sobre los hechos. El detective la miró a la señora.
- En poquito tiempo tendrá noticias mías.
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Diomedes comenzó a seguir los pasos de Cuervollatti en la Facultad de Derecho, en su primer día vió que el letrado concurría a dar clases, y le llamó la atención que una mujer joven se acercara al hombre.
El detective sabía leer los labios y se percató del dialogo que llevaban a cabo los dos.
- Bicho, me tendrías que dar una tarjeta de crédito. No me alcanza que vos compres lo que necesito con tu tarjeta.
- Bomboncito, tengo que acomodar mis cosas, creo que mi señora sospecha algo.
- Porque decís eso Bichi.
- Después que estuvé en tu casa, no me percaté de la mancha de labial que me dejaron tus besos.
- Te dije que te la quería lavar. Pero no decidiste ir a jugar el truco con tus amigos.
- No podía fallarle a los muchachos.
- Pero estás haciendo todo mal.
- No me importa, yo te amo bomboncito.
- yo también.
Y la mujer besó al hombre y este le correspondió
El detective tomó nota de lo que veía.
- Con que pirata, el Doctor. Lo van a terminat hundiendo.