Relaciones en la Facultad.-
En mis años de docente en una universidad que no nombraré conocí diversas relaciones en todas las combinaciones posibles entre profesores/as y alumnos/as. Las únicas a las que se prestaba atención era a las que se daban entre docentes y alguien del alumnado. Las demás eran admisibles ya que los alumnos y las alumnas, en su mayoría, iban a la Facultad para eso, con el pretexto de estudiar una carrera. Las que se daban entre docentes, en cambio, no trascendían del secreto profesional ni se comentaban siquiera a los íntimos.
En cuanto a los/as docentes con alumnos/as la cosa cambiaba. No se trataba de relaciones ‘mere’ (qué palabra ésta, eh?) sentimentales sino que ocultaban propósitos mercantiles de la más baja estofa. Profesores que vendían la nota a la mejor postora. Y alumnas que mejoraban la mejor postura. Las revolcadas eran proporcionales a la dificultad en aprobar la materia en cuestión.
Recuerdo en particular a una chica llamada ‘Vivi’. En realidad, no se llamaba Viviana sino que el ‘Vivi’ era un apócope de ‘Vivilla’, ya se imaginarán Uds. por qué. Lo cierto es que habrá aprobado media carrera estudiando en la cama y, una vez recibida, se dedicó a enseñar ‘Instrucción Cívica’ en secundarios ya que el titular de Constitucional era gay y ésa tuvo que estudiarla. Digamos que era la única materia que conocía. De ella se decía que se había acostado con la mitad de los docentes (con la mitad masculina, claro).
Por el lado de los profesores la cosa se veía facilitada por esa relación edípica que se establecía con las minitas, que miraban embobadas al tipo que daba clase, sentadas en primera fila. De allí a la boleta no había mucho trecho.
Había profesoras que paraban el tránsito pero era raro que cazaran fuera de la sala de profesores. Esto incluía, naturalmente, a los ayudantes trepadores. Y había algunos que estaban dispuestos a treparse a lo que fuera con tal de progresar. Recuerdo, en particular, a una juez que se llamaba María Justina (a) ‘Yus’ (sus empleados la llamaban ‘jus demorandi’, por lo que tardaba en sacar resoluciones).
Y a otra, famosa entre los estudiantes porque tenía absolutamente todo lo que un joven desea: pies grandes, voz gruesa y bigotes. De nombre María del Pilar, los alumnos malintencionados afirmaban que su segundo nombre aludía a su físico, adecuado para integrar la primera línea de un pack de rugby jugando, precisamente, de pilar.
Para colmo, poco conforme la dama con la proporción de su pecho con el resto, acudió a los implantes con tan mala suerte que uno de los dos falló por un defecto de fábrica, dejándola con una sí y otra no. Hasta que el reemplazo pudo ser obtenido y colocado, parecía que caminaba de costado.
(tal vez continúe ..)
'Hay personas que estudian abogacía porque quieren saber Derecho,
y otras que estudian Derecho porque quieren ser abogados'
"La ignorancia no es otro punto de vista"