El día en que Silvia Luna mató a su amiga Carola.-
Detrás de Silvia Luna y Carola Bruzzone hay una historia de amistad y desencanto. Las dos nacieron el mismo día, el 7 de noviembre, con nueve años de diferencia.
Un error de Silvia al mantener una relación con otro hombre, proveedor del restorán donde trabajaba, culminó en un video de un minuto y veintisiete segundos que cambió su futuro. Este es el relato que aparece en un capítulo de la novela «Presas de amor», del periodista Luis Beldi, próxima a salir. El sábado a las siete de la mañana Silvia fue hasta la casa de Carola a pedirle explicaciones. Ella, recién levantada y a medio cambiarse, la atendió en la puerta y le dijo que no podía hablar, que estaba Ricky en la casa.
-Lo arreglamos después en Matute.
Silvia fue en su moto a hablar con Carolina Casco. Con cara de sueño, la vendedora de DVD salió a la puerta y le respondió todas las preguntas. Le confirmó lo que todos sabían: que Carola le había comprado una buena cantidad de material y estaba haciendo copias para distribuirlas y exhibir las imágenes el próximo sábado, día de su casamiento. Le contó que además le había alquilado un reproductor de DVD y que pensaba vestirse de negro como una viuda. Había planeado que cuando la pareja de recién casados ingresara al salón se proyectara el video con el misterioso amante que para gran parte del pueblo era Ricky. Si bien el parecido del proveedor con el marido de Carola era muy leve, los fundamentalistas de las habladurías no necesitaban más que eso para armar una historia que entretuviera al pueblo. No había que permitir que la verdad arruinase un buen chimento. Para el pueblo, Silvia era amante de Ricky a espaldas de Carola.
Cuando Carolina Casco terminó el relato, Silvia llamó por el celular a Juan Prado y le dijo que renunciaba al trabajo e iba al restorán a retirar sus efectos personales.
-Pero... ¿qué hacés, Silvia? Calmate un poco -le dijo Carolina al escuchar la conversación.
-Preparate para ir a trabajar en mi lugar, yo voy a ubicar a Carola.
-Si no sabés donde está...
-A esta hora debe estar en el restorán, la voy a agarrar allá.
Enseguida se subió a su pequeña Gilera negra y partió a toda velocidad. Faltaban pocos minutos para las 8.30. Las calles estaban desiertas como corresponde a la mañana de un sábado en un pueblo.
Carolina tuvo miedo de lo que pudiera suceder. Entró en su casa, encendió el celular que casi siempre tenía apagado y llamó a Carola para advertirle que Silvia iba para allá.
-¿Qué quiere? -preguntó Carola.
-Sabe todo lo que le vas a hacer, le conté la verdad.
Carola, sin dejar de hablar por el celular, buscó refugio en el baño. Dejó la puerta abierta y se apoyó en el lavatorio. Quería ver el momento en que entrara su compañera.
Silvia llegó a los gritos y Carola interrumpió la conversación con Carolina Casco.
-¡Vos me querés traicionar! -le gritó apenas entró a la cocina.
Carolina oyó ese grito del otro lado de la línea. Luego se cortó la comunicación porque Carola cuando vio que Silvia se acercaba amenazante quiso esconder el celular donde tenía la filmación y lo arrojó al lavatorio.
-Estás loca, nada que ver... ¿quién te contó esas boludeces?
-Vengo de la casa de Caro y me contó que le encargaste un montón de DVD para hacer copias, hija de puta...
-No es cierto.
-Me dijeron que subiste el video a You Tube y que lo estás repartiendo por todo el pueblo, hasta los hijos del dueño lo vieron
-Está bien, yo fui la que hizo las copias... ¿y qué? Se las voy a mostrar a todos el día de tu casamiento para que vean quien sos, mosquita muerta.
-¿Por qué me haces esto?
-Porque te odio. Te odio... ¿entendés?
Silvia le tiró una cachetada y Carola la abrazó con toda sus fuerzas. Le inmovilizó las manos y la puso contra la pared de la cocina, al lado de las bolsas de papas. La comenzó a sacudir. Era una lucha sin golpes, donde predominaba la fuerza de Carola, que era más alta y robusta.
-Soltame, soltame... -le decía Silvia. Pero Carola temía la reacción de su compañera y la tenía inmovilizada contra las bolsas de papas cercanas a la pared.
Silvia pudo liberar una de las manos y tomó una maza para ablandar milanesas que estaba sobre las bolsas a su derecha. Alcanzó a descargarle un golpe en la cabeza que sirvió para que aflojara la presión sobre sus brazos. Para evitar otro golpe, Carola intentó arrebatarle la maza. Forcejearon, ella se quedó con el mango y Silvia con el martillo.
Miriam Idiart, otra de las meseras, escuchó los gritos y fue a separarlas. Esa mujer corpulenta de cuarenta y seis años tuvo que emplear toda su fuerza para apartarlas. Carola la quiso retener y le arrancó a Silvia una manga de su campera acolchada. La mujer aprovechó la intervención de Miriam para escapar y en su huida tiró la maza en la vereda. Carola corrió tras ella pero cuando llegó a la vereda, Silvia estaba huyendo en su moto.
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Saludos.
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