De interés:
La historia del Falcon Verde:
A uno, a veces, le invade la intrusa sensación de que es un marciano. Pasa, cuando uno ve las cosas blancas y para la mayoría son negras o a la inversa. Desde hace décadas, por ejemplo, se insiste en que la dictadura militar llevó adelante un genocidio y que en este país, en la década de los 70, no hubo ninguna guerra. Ambas afirmaciones, en mi opinión, son patentemente falsas. De que fue una guerra y declarada, lo evidencian hasta el empacho todos los diarios, revistas, comunicados y proclamas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y de la organización armada Montoneros.
Se podrá discutir si fue sucia; mas, no si lo fue. Por otro lado, la propia ideología marxista, cuando sostiene que la Historia es el resultado de la guerra de clases no deja margen alguno a la duda. Roberto Santucho, Roberto Quieto, Mario Firmenich, Rodolfo Walsh y todos los violentos que se levantaron en armas contra el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón y de Isabel Perón estaban absolutamente convencidos, como que públicamente lo manifestaban, de que estaban en guerra contra el capitalismo y sus personeros. Más aún, ese hecho bélico es el principal justificativo que esgrimen a la hora de explicar la adopción del asesinato como principal metodología ofensiva para asaltar el poder (si no estaban guerreando, entonces habría que pensar que se trataba de bandas de criminales seriales que mataban por el gusto de matar).
El gobierno constitucional, en cambio, al ordenar a las Fuerzas Armadas “aniquilar la subversión” procedió de manera defensiva. Es decir, su acción fue la de reprimir a los sediciosos suministrándoles su propia medicina. El gobierno peronista convocó a las FFAA, a la Gendarmería Nacional, a la Policía Federal, a las policías provinciales y a los agentes de servicio penitenciario (también, a la Triple A), no precisamente, para una campaña de catequesis de los que se le levantaron en armas. Fue el presidente provisional, Italo Luder (Isabel Perón estaba con licencia médica), él que mandó a su subordinado, el general Jorge Rafael Videla, a que diseñara y dirigiera un plan de represión del terrorismo. Ese y no otro, es el origen de la intervención de las FFAA en la guerra contra el terrorismo.
Dicha política, continuó después del golpe de estado. De allí que resulta inexplicable que, en el juicio por la desaparición y muerte del exgobernador de Salta, el Dr. Miguel Ragone, ocurrida el 11 de marzo de 1976 durante el gobierno justicialista (nacional y provincial), no haya sido acusado y ni siquiera sospechado por la querella, ni una sola autoridad política justicialista de ese entonces. Porque es ostensiblemente obvio, que en esa época, como hoy, el Ejército y la Policía estaban sometidos al poder político. Así las cosas, es obligado concluir que no solo están esquivando el bulto y que se pretende endilgar la responsabilidad del crimen exclusivamente a las FFAA y a la Policía, sino que, además, el justicialismo gobernante se arroga el rol de acusador y justiciero. También, resulta patético contrastar la pasividad que exhibieron algunos de los integrantes de los poderes Judicial y Legislativo en el momento en que el gobierno peronista dio “carta blanca” a las FFAA, con la encarnizada militancia que exhiben, esos mismos, contra los militares y policías represores del terrorismo. El actual juez de la Corte Suprema de Justicia, Dr. Eugenio Zaffaroni, por ejemplo, durante el gobierno militar de facto fue un juez (sí, leyeron bien, fue juez del Proceso de Reorganización Nacional) que rechazaba recursos de hábeas corpus a familiares de desaparecidos.
Hoy, en cambio, refiriéndose a familiares de militares presos que protestaron ante el juez Lorenzetti, dijo: “Si las personas procesadas o condenadas a quien esta gente está defendiendo estuviesen en el poder y nosotros quisiéramos hacer lo mismo terminaríamos en el baúl de un Falcon verde”. Ahora bien, señor juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación: ¿por qué no dijo, esto mismo, en el gobierno del General Videla? Chapear de valiente y pegarles a los militares por estos tiempos –decía una amiga– es como “patear un caballo muerto”. En la guerra contra la subversión, usted no renunció a su cargo de juez; por lo tanto, avaló y fue parte de los “Falcon verdes”. He leído algunos de sus escritos y todavía no logro entender a qué se debe su fama de jurista internacional. En fin, tal vez sí haya contribuido al Derecho con algo que mi ignorancia y/ o mis limitaciones intelectuales no me permiten advertir. Sin embargo, de lo que sí estoy seguro es: que cuando usted arremete contra los Falcon verdes, escupe para arriba.
Saludos.-
La 7° Brigada de Caballería, fue mia... incluyendo los caballos...