Alguien recuerda el post denominado la TAVERNA DE LAS LETRAS?"
Pues bien, escribo las presentes palabras para dejar constancia del deleznable e inexplicable acto de censura sufrido (toda vez que nunca se subió al post en cuestión obra completa que no fuera de dominio público).
Hoy, en ocasión de intentar postear una obra en el mismo es que advierto con encono y pesar su desaparición.
En fin, calculo que el elevado intelecto de su censor determinó que era el final de su tiempo.
¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si
quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo
sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado;
y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no
habría tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro,
¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es y el futuro todavía no
es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase a
ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad. Si, pues, el presente,
para ser tiempo es necesario que pase a ser pretérito, ¿cómo
deciros que existe éste, cuya causa o razón de ser está en dejar de
ser, de tal modo que no podemos decir con verdad que existe el
tiempo sino en cuanto tiende a no ser?”.
San Agustín de Hipona. Cfr. Confesiones. Xl, 14, 17.
Ahora bien, mis queridos colegas de letras muertas, dejo la sinopsis de algo que más que una taverna de las letras parece un bar del infierno y me despido sin poder dejar de pensar si es que acaso algún día existimos...
El cafetín es un laberinto.Nuestro destino es extraviarnos en sus encrucijadas.Pero algunos presienten una verdad aún más terrible: no se puede salir del bar, no por la falta de puertas, sino porque no hay otra cosa que el bar. El afuera no existe.
El hombre a quien llaman el Narrador de Historias está obligado a contar un cuento cada noche, cuando el reloj da las doce. Nadie le presta atención. Anda siempre con unos libros grasientos. En ellos hay -según se dice- infinitos relatos.
Amores imposibles de la provincia de Buenos Aires, ciudades lejanas gobernadas por jaurías, santos levitadores, mendigos impiadosos y seres insaciables que se devoran a sí mismos integran el curioso repertorio.
Pero el Narrador es también personaje de otra historia que lo muestra involucrado en una conspiración para salir del bar., del tiempo o del lenguaje. Otros sujetos vendrán-a su turno- a duplicar o a triplicar los relatos: el coro, que traduce cada suceso a una obtusa lengua poética, y los loros heréticos, cuya misión es tergiversar.
Un lector melancólico podría hallar en estos textos unas ponencias intimidatorias:
*No tenemos tiempo de ser nadie.Todos los destinos son el mismo.
*Expresados en fórmulas, los episodios más dramáticos de nuestra vida son irremediablemente banales.
*No importa lo que hagamos. Se llega al infierno por casualidad.
* Toda comunicación es imposible.Nadie ha conocido a nadie.
Pero si uno alcanza a leer con la luz adecuada, el libro dice que para salir del infierno hay que amar más allá de las meras preferencias filisteas.
O acaso lo que dice es que la única esperanza es cantar bien.
Extracto del libro Bar del Infierno de Alejandro Dolina
Pues bien, escribo las presentes palabras para dejar constancia del deleznable e inexplicable acto de censura sufrido (toda vez que nunca se subió al post en cuestión obra completa que no fuera de dominio público).
Hoy, en ocasión de intentar postear una obra en el mismo es que advierto con encono y pesar su desaparición.
En fin, calculo que el elevado intelecto de su censor determinó que era el final de su tiempo.
¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si
quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo
sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado;
y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no
habría tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro,
¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es y el futuro todavía no
es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase a
ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad. Si, pues, el presente,
para ser tiempo es necesario que pase a ser pretérito, ¿cómo
deciros que existe éste, cuya causa o razón de ser está en dejar de
ser, de tal modo que no podemos decir con verdad que existe el
tiempo sino en cuanto tiende a no ser?”.
San Agustín de Hipona. Cfr. Confesiones. Xl, 14, 17.
Ahora bien, mis queridos colegas de letras muertas, dejo la sinopsis de algo que más que una taverna de las letras parece un bar del infierno y me despido sin poder dejar de pensar si es que acaso algún día existimos...
El cafetín es un laberinto.Nuestro destino es extraviarnos en sus encrucijadas.Pero algunos presienten una verdad aún más terrible: no se puede salir del bar, no por la falta de puertas, sino porque no hay otra cosa que el bar. El afuera no existe.
El hombre a quien llaman el Narrador de Historias está obligado a contar un cuento cada noche, cuando el reloj da las doce. Nadie le presta atención. Anda siempre con unos libros grasientos. En ellos hay -según se dice- infinitos relatos.
Amores imposibles de la provincia de Buenos Aires, ciudades lejanas gobernadas por jaurías, santos levitadores, mendigos impiadosos y seres insaciables que se devoran a sí mismos integran el curioso repertorio.
Pero el Narrador es también personaje de otra historia que lo muestra involucrado en una conspiración para salir del bar., del tiempo o del lenguaje. Otros sujetos vendrán-a su turno- a duplicar o a triplicar los relatos: el coro, que traduce cada suceso a una obtusa lengua poética, y los loros heréticos, cuya misión es tergiversar.
Un lector melancólico podría hallar en estos textos unas ponencias intimidatorias:
*No tenemos tiempo de ser nadie.Todos los destinos son el mismo.
*Expresados en fórmulas, los episodios más dramáticos de nuestra vida son irremediablemente banales.
*No importa lo que hagamos. Se llega al infierno por casualidad.
* Toda comunicación es imposible.Nadie ha conocido a nadie.
Pero si uno alcanza a leer con la luz adecuada, el libro dice que para salir del infierno hay que amar más allá de las meras preferencias filisteas.
O acaso lo que dice es que la única esperanza es cantar bien.
Extracto del libro Bar del Infierno de Alejandro Dolina
Acompañando el proyecto nacional y popular.
Subcomandante Insurgente "Campanita".
Ejército Comarquista para la Liberación Nacional
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