Simplemente una humilde publicación para ser criticada desde lo más cruel del pensamiento o aceptada con el cariño más amplio que se le pueda tener.
Décadas de política y órdenes gubernamentales han pasado a través de nuestros sentidos. El tacto en el marco jurídico parece irse alejando de toda realidad actual y social. Las normas pierden su valor y congruencia a medida que el tiempo se va escapando. Y hablamos de escapar pero quisiera decirles que todo aquello que no esta al alcance de nuestras manos no necesariamente deba considerarse ajeno. Aquella sociedad de personas en convivencia con las leyes que vemos desde una perspectiva subjetiva nos parece estar tan lejos. Que ni siquiera le damos lugar a un último intento para introducirnos en ella. Parece ser un estamento tan inalcanzable, irrazonable e injusto. Por otra parte muchos creen que la Doctrina ha enterrado con ella y con sus grandes Autores el verdadero sentido de la verdad y la justicia. Pero algunos pocos creen que la doctrina se encuentra buscando su fundamento hasta en la más pequeña de las frases de alguno de nuestros héroes que pueden convertirse en nuestros aliados o enemigos con el solo hecho de poner en tela de juicio a la figura de ellos. El prejuicio rodea a la palabra, la palpita pero nunca la deshace. La palabra es fuerte y única como una Reina comandante de un ejército de mil soldados. Las personas se corrompen y algunas frases pueden llegar a ser simples errores que desaparecerán con el correr de los años; porque el tiempo hace al error, y el error a la experiencia. Y no hay experiencia más grata que la misma adquirida por error. Los personajes se encierran y algunos se olvidan pero los ideales raramente son juzgados correctamente. No se juzga una carátula ni a un título; sino a una persona, y ni siquiera llamarlo individuo. La norma no se ajusta al sensacionalismo ni a las máximas expresiones. No distingue clases ni prerrogativas de sangre. No busca un fin político sino la templanza social. La norma no permite ser menospreciada y sumergida en las ambiciones de los intereses particulares de aquellos que suponen manejarla. La norma es pura en su sentido y forma. Hecha por el hombre y mantenida por el Pueblo. La norma no es débil, absoluta y perfecta pero aprende a convivir con los que realmente la necesitan. No es una herramienta más de un sistema alimentado por su misma subsistencia. La Norma y el Hombre son las figuras principales de nuestras vidas. Sin hombres no hay Norma pero sin Norma no hay hombres.
Décadas de política y órdenes gubernamentales han pasado a través de nuestros sentidos. El tacto en el marco jurídico parece irse alejando de toda realidad actual y social. Las normas pierden su valor y congruencia a medida que el tiempo se va escapando. Y hablamos de escapar pero quisiera decirles que todo aquello que no esta al alcance de nuestras manos no necesariamente deba considerarse ajeno. Aquella sociedad de personas en convivencia con las leyes que vemos desde una perspectiva subjetiva nos parece estar tan lejos. Que ni siquiera le damos lugar a un último intento para introducirnos en ella. Parece ser un estamento tan inalcanzable, irrazonable e injusto. Por otra parte muchos creen que la Doctrina ha enterrado con ella y con sus grandes Autores el verdadero sentido de la verdad y la justicia. Pero algunos pocos creen que la doctrina se encuentra buscando su fundamento hasta en la más pequeña de las frases de alguno de nuestros héroes que pueden convertirse en nuestros aliados o enemigos con el solo hecho de poner en tela de juicio a la figura de ellos. El prejuicio rodea a la palabra, la palpita pero nunca la deshace. La palabra es fuerte y única como una Reina comandante de un ejército de mil soldados. Las personas se corrompen y algunas frases pueden llegar a ser simples errores que desaparecerán con el correr de los años; porque el tiempo hace al error, y el error a la experiencia. Y no hay experiencia más grata que la misma adquirida por error. Los personajes se encierran y algunos se olvidan pero los ideales raramente son juzgados correctamente. No se juzga una carátula ni a un título; sino a una persona, y ni siquiera llamarlo individuo. La norma no se ajusta al sensacionalismo ni a las máximas expresiones. No distingue clases ni prerrogativas de sangre. No busca un fin político sino la templanza social. La norma no permite ser menospreciada y sumergida en las ambiciones de los intereses particulares de aquellos que suponen manejarla. La norma es pura en su sentido y forma. Hecha por el hombre y mantenida por el Pueblo. La norma no es débil, absoluta y perfecta pero aprende a convivir con los que realmente la necesitan. No es una herramienta más de un sistema alimentado por su misma subsistencia. La Norma y el Hombre son las figuras principales de nuestras vidas. Sin hombres no hay Norma pero sin Norma no hay hombres.
Un abogado sensible con el caso de su cliente... es más perjudicial que un médico horrorizarse al ver la sangre de su paciente.