Fuente: Diario Pagina12, Sección Cultura - Espectaculos, Edición del día Sábado, 09 de Febrero de 2008
Link de acceso a la nota : http://www.pagina12.com.ar/diario/suple ... 02-09.html
EXCLUSIVO: JOANNE K. ROWLING HABLA DE “HARRY POTTER”, LA FAMA, EL ROL DE LAS MUJERES EN POLITICA, LA SOLEDAD Y LA MELANCOLIA
“Todo lo que hacemos es un intento de negar la muerte”
Dada su resistencia a jugar el papel de performer pública que parecería exigir su carácter de estrella, la escritora admite que “hacerse invisible sería lo mejor”. Una charla a fondo con la mujer que ideó la historia del niño mago para “salvar mi vida” y dejó una marca indeleble en la literatura infanto-juvenil, atrayendo incluso a los adultos.
Por Juan Cruz *
desde Edimburgo
J. K. Rowling (nacida en Bristol, Inglaterra, 1965), Jo para los amigos, tiene la misma mirada, aterrada y feliz, de Harry Potter, su personaje de ficción. Escribió el primer libro porque lo necesitaba, y siguió escribiendo, hasta el número siete, cuya versión en español aparece el próximo 21 de febrero (en el sello Salamandra), sin mirar a los lados, sin fijarse en el gigantesco volumen de adictos, niños, jóvenes, adultos, que han hecho de este enorme libro de magia y realidad acaso el best seller más grande de la historia. Harry Potter es su héroe; lo salvó, y le dejó una secuela emocionante: lo abandonó, pero no puede vivir sin él. Lo dijo el martes pasado por la mañana en Edimburgo, donde vive desde hace años, en la única entrevista que ha concedido a un medio español. Le llevamos un queso asturiano, para recordarle su Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, y saludos de la fundación que convoca esos galardones.
Alguna vez ha hablado, en sus entrevistas, de otro gran solitario como ella, de Francis Scott Fitzgerald. Por eso parece oportuno empezar por aquí, hablar con ella de la soledad y de la muerte, y de la melancolía, que son los asuntos que dominan en el último período de Harry Potter, acaso su alter ego.
P–Usted suele hablar de Scott Fitzgerald, un melancólico.
R–Sí, he hablado de él para hacer una distinción entre un escritor que por naturaleza y talento tuvo el impulso de escribir y que no pudo compaginar esa necesidad de escribir con su vida social. Lo mencioné porque en estos días tan mediáticos parece que existe la obligación de que el escritor sea un personaje público. En mi caso, la gente piensa que, como soy una escritora reconocida, debería ser buena dando entrevistas y saliendo en cámara. La gente espera verte disfrutar en programas de televisión y que te guste ser un personaje público, un performer. Pero no lo soy. Me gusta la vida del escritor. Disfruto de la soledad.
P–Es curioso: a veces en Harry Potter, sobre todo en las últimas entregas, hay un grado de melancolía, y de soledad, que recuerda a Fitzgerald.
R–Indudablemente. Es la melancolía que nace de una pesadumbre. Y Scott Fitzgerald tuvo dos pesadumbres: la pesadumbre de su talento y su necesidad de crear y la pesadumbre de su vida privada, que era catastrófica. Esas dos pesadumbres son suficientes como para llevar al alcoholismo a cualquiera.
P–Esas pesadumbres pueden venir de esa época entre la infancia y la adolescencia, cuando llegan los fantasmas y se quedan con uno para siempre.
R–Sí, creo que los adolescentes están muy cercanos a la muerte. Sienten que se los presiona tanto que, para ellos, la muerte está a un paso. Son personas muy frágiles. En Gran Bretaña hay una cultura de miedo hacia los adolescentes, hacia la juventud en general. Y no debería ser así. Tendríamos que estar protegiéndolos en lugar de protegernos de ellos.
P–Habla de la muerte. En los libros seis y siete de Harry Potter la muerte aparece no sólo como palabra o pensamiento, sino como una posibilidad, una evidencia y una realidad.
R–El plan siempre fue ése, que la muerte apareciera ahí. Desde que es niño hasta el capítulo 34 del séptimo libro, a Harry se le exige ser un hombre mayor, en cuanto que se lo obliga a que asuma la inevitabilidad de su propia muerte. El plan de la serie de novelas era que él debía tener contacto con la muerte, y con la experiencia de la muerte. Y siempre fue Harry, solo, el que debería tener esa experiencia. Todo me lo planteé a conciencia, porque el héroe tiene que vivir cosas, hacer cosas, ver cosas por su cuenta. Es parte de ese aislamiento y de esa melancolía que conlleva ser un héroe.
P–Ese capítulo 34 (“Tumbado boca abajo, con la cara sobre la polvorienta alfombra del despacho donde una vez creyó estar aprendiendo los secretos de la victoria, Harry comprendió que no iba a sobrevivir”) suena al comienzo de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez...
R–Es muy halagador.
P–Es un libro sobre la muerte, y obviamente sobre la soledad, como el suyo... El personaje de Cien años de soledad acompaña a su abuelo a ver el hielo y usted lleva a Harry a visitar la muerte...
R–Para mí ese capítulo es la clave de todos los libros. Todo, todo lo que he escrito, fue pensado para el preciso momento en que Harry se adentra en el bosque. Ese es el capítulo que yo había planificado durante 17 años. Ese momento es el corazón de todos los libros. Y para mí es el verdadero final de la historia. Aunque Harry sobrevive –de eso nunca hubo dudas–, él llega a alcanzar ese estado único y muy raro que es aceptar su propia muerte. ¿Cuántas personas tienen la posibilidad de aceptar su muerte antes de morir?
P–Es una experiencia cercana a todos. Cuando uno ha visto la muerte en una persona próxima, se pregunta cómo será esa mirada que ya nunca veremos, qué pasará después.
R–Definitivamente. Y me resulta extraordinario que, a pesar de que todos sabemos que vamos a morir, la muerte sigue siendo un misterio. Pensamos que la muerte es como algo secreto que le ocurre a muy poca gente. Y de pronto alguien cercano se muere y entonces cae la bomba. Harry tiene un entendimiento precoz de la muerte, mucho antes de ese capítulo 34. Y eso tiene un evidente paralelismo con mi vida. Si alguien de tu vida cercana se muere, como se murió mi madre, se vuelve explícito el hecho de que la muerte nos llega a todos. Y es algo con lo que has de vivir siempre.
P–Vivimos en épocas oscuras y tristes, lo dice en sus libros, y en éste especialmente. ¿Cómo vive usted esta época?
R–Tengo que creer en la bondad de la gente. Creo que la gente es, por naturaleza, buena. Pero actualmente sigo muy de cerca la política americana. Estoy obsesionada con las elecciones en Estados Unidos. Porque tendrá efectos profundos en el resto del mundo. La política exterior de Estados Unidos en los últimos años ha afectado, para mal, tanto a su país como al mío.
P–¿Y si tuviera una varita mágica, qué haría?
R–Quiero a un demócrata en la Casa Blanca. Y me parece una lástima que Clinton y Obama tengan que ser rivales porque ambos son extraordinarios.
P–Esta mañana, al entrar en el hotel, llevaba The Times en la mano, y en la portada había una foto de Hillary Clinton llorando.
R–Bueno, era una lágrima pequeñita. Y ella se puede permitir una lágrima de vez en cuando. La vida política es muy dura para una mujer. Si no llorás, sos una hija de puta. Y si llorás sos débil. Es difícil. En cambio, es aceptable llorar para el hombre.
P–Soledad, muerte: estamos hablando de cosas oscuras. A lo mejor la literatura va de eso.
R–Bueno, creo que fue J. R. R. Tolkien quien dijo que todos los libros importantes tratan sobre la muerte. Y hay algo de verdad en eso, porque la muerte es nuestro destino y debemos afrontarlo. Todo lo que hacemos en la vida es un intento de negar la muerte.
P–Usted dijo que veía su alma como algo imperecedero.
R–Sí, es cierto. Pero también he dicho que tengo muchas dudas acerca de la religión. Me siento muy atraída por la religión, pero al mismo tiempo siento mucha incertidumbre. Vivo en un estado de flujo espiritual. Creo en la permanencia del alma. Y eso queda reflejado en el último libro.
P–¿Qué la hace feliz?
R–La familia y el trabajo, obviamente. Me considero tan afortunada de tener una familia... Mis hijos son, por encima de cualquier cosa, lo más importante. Aunque es muy difícil compatibilizar el escribir con ser madre.
P–Antes de venir a verla le pedí al guionista español Rafael Azcona que me diese una pregunta para hacerle, y él me contestó que se lo preguntaría a su nieta Sara, de seis años, que es adicta a Harry Potter.
R–Eso es genial.
P–Pero usted dice que hay que leer sus libros a partir de los siete años.
R–Bueno, mi hija mayor tenía seis cuando empezó a leerlos. Siempre supe adónde iba con los libros. Así que sí, pienso que un niño de seis puede entender el primer libro (Harry Potter y la piedra filosofal), aunque el final es bastante tenebroso. El quinto libro es el más oscuro de todos porque hay una ausencia de esperanza, hay una atmósfera opresiva. Y creo que por eso a la gente no le gustó tanto. Aunque hay lectores que prefieren ese libro a todos los demás, pero son una extraña minoría. El quinto, el sexto y este último no creo que sean adecuados para un niño de seis años.
P–¿Y cuando escribió el primero, pensó en un lector determinado?
R–Ese es el problema. Yo lo llamaba cuento infantil porque el personaje principal era un niño. Pero siempre fue un niño que quise hacer mayor. Y al final es un hombre, un hombre joven pero un hombre. Eso es lo inusual en libros infantiles: que el protagonista crezca. Y me alegra enormemente que la gente siga leyendo y disfrutando de los libros. Ellos se hicieron mayores con Harry Potter. Pero nunca pensé en los adultos como posibles lectores.
P–Peter Mayer, el editor, que fue el primero al que escuché hablar de Harry Potter en España, dice que la clave del éxito es que la serie se haya convertido en lectura para adultos.
R–Sí, es increíble. Sólo ahora soy capaz de mirar atrás y darme cuenta de todo. Durante diez años no me permití pensar en ello. Creo que lo hice para protegerme. Es muy difícil vivir con esa presión, pero vivía negando los hechos, constantemente. Después de cada publicación hice un esfuerzo para no leer ninguna crítica.
P–La literatura salva a la gente, o ayuda a salvarse. ¿Cómo la afectó a usted escribir?
R–Le diré una cosa. A mí me salvó la vida el mero hecho de escribir el primer libro. Siempre me dicen que el mundo que inventé es irreal; fue eso lo que me sirvió para evadirme. Sí, es cierto, es irreal hasta un punto. Pero no porque mi mundo fuera mágico, sino porque todos los escritores se evaden. Además, yo no lo hacía sólo para evadirme sino porque buscaba aclararme con asuntos que me preocupaban. Asuntos como el amor, la pérdida, la separación, la muerte... Y todo eso queda reflejado en el primer libro.
P–¿Y qué más le dio ese primer volumen?
R–Puestos en un nivel prosaico, escribir ese libro me dio la disciplina, el enfoque y la ambición, que en aquel entonces se reducía simplemente a ver el libro publicado.
P–¡Cómo habrá sido el día de la publicación!
R–Vi mi sueño hecho realidad. Fue un momento extraordinario. No lo creía, estaba extasiada. Y de forma casi inmediata sentí como si un tren me estuviera empujando a toda velocidad por detrás, como en un dibujo animado. Pensé: “¿Qué me ha pasado?”. Tres meses más tarde recibí un adelanto astronómico, según mis estándares de entonces. En esa época alquilaba un piso, no tenía seguro, ni ahorros. Llevaba ropa de segunda mano. Ya sabe, el dinero escaseaba, y tener ese dinero de repente fue extraordinario. Esa noche no pude dormir. Al día siguiente empezaron a aparecer periodistas, me dieron un premio importante, me llamaron de The Sun para comprar los derechos sobre la historia de mi vida y los periodistas empezaron a rondar por delante de mi casa. La verdad, aquello me dio mucho miedo.
P–¿Por eso teme a los periodistas aún ahora?
R–No, no les temo. Recuerdo a un par de periodistas en particular que intuyeron mi incredulidad y mi vulnerabilidad y me ayudaron. Uno de ellos me dijo que tenía todo el derecho a mantener a mi hija aislada de la prensa, porque siempre me negué a llevarla conmigo a las entrevistas y a que le sacaran fotos. Le estoy hablando de la prensa del Reino Unido. Así es como funciona.
P–Sus libros parece que están llenos de claves personales.
R–Tiendo a usar fechas significativas. Cuando necesito una fecha o un número, uso algo que está relacionado con mi vida personal. No sé por qué hago eso, es un tic. El cumpleaños de Harry es el mío, por ejemplo. Los números que aparecen o las fechas que vienen en los libros tienen relación conmigo.
P–Escribir su primer libro la extasió. ¿Y la presionó el éxito, saber que millones de personas esperaban sus textos?
R–Me tomé muy en serio no pensar en ello. Obviamente, hubo momentos en los que algunas noticias se filtraban, sobre todo durante los libros cuatro y cinco. Ahí sí que noté la presión, y creo que se hace evidente en la escritura.
P–¿Cómo se encontraba?
R–Cuando llegué al cuarto libro estaba muy quemada. Había producido un libro por año durante cuatro años, mientras criaba a mi hija sola, sin niñera ni ayuda de ningún tipo. Me sentía exhausta. Y realmente pensé: “Ya no puedo más, tengo que parar”. Y se lo dije a mi editor, que si seguía así no iba a poder seguir escribiendo. Y entonces conocí al que es ahora mi segundo marido.
P–Usted es Harry Potter. Y usted misma lo dice: “Harry es mío”. ¿Siempre supo cómo iba a acabar? ¿Siempre supo que iban a ser siete libros?
R–Siempre supe lo que le iba a pasar. Desde el principio tenía toda la trama esbozada, sin los detalles, pero siempre supe que su historia se iba a terminar. Y ha terminado, aunque muchos fans están muy disgustados. No hay forma de hacer resurgir la historia de Harry. Su historia ha terminado. Pero terminarlo fue muy duro. Fue devastador.
P–El final es conmovedor: “La cicatriz seguía allí y después de 19 años ya no dolía”.
R–Es simbólico. Todos repetimos la mentira una y otra vez: que el tiempo lo cura todo. Y no es verdad. Hay cosas que no se curan, como cuando alguien a quien quieres muere.
P–Escribe también: “Harry Po-tter, el niño que sobrevivió”. Lo dice el maestro, y dice que sobrevivió porque fue fiel a sus convicciones, gracias a ello venció a Voldemort. ¿Usted es así?
R–Me gustaría poder decir que sí porque creé un héroe con atributos heroicos. Leí en algún sitio: “Un héroe no es más valiente que los demás. Es tan sólo valiente durante cinco minutos más”... Harry es así.
P–En todos los libros hay la conciencia de que uno se puede salvar si tiene amigos, pero la historia de Harry es también una historia de soledad.
R–Estoy totalmente de acuerdo. Le di a Harry mi defecto, que es una tendencia a encerrarme, a aislarme cuando estoy bajo presión, triste o feliz. Tiendo a aislarme. Pero sé que eso no está bien, que no es saludable. Y eso se lo di a Harry. Aunque eso sea también lo que lo hace heroico, lo que lo prepara para actuar por sí solo.
P–¿Harry es su héroe?
R–Sí, bueno, en la vida real mi héroe es Robert F. Kennedy. Creé a un niño que intenta actuar con moralidad, que a pesar de haber sido agredido y lastimado física y mentalmente aún sigue atraído por el lado bueno de las cosas. Y es genuino y leal, y yo encuentro heroicas todas esas cosas.
P–La gente se fija en las cifras de su vida, en lo rica que es, pocas veces en el ser humano; parece que la ven con la varita mágica, como Harry Potter.
R–Lamentablemente es así. Cuando veo mi nombre en listas de gente poderosa, cosa que hago poco, lo pienso. El poder no es algo que deseara, y además no tengo poder. Rica, sí, lo soy.
P–Imagínese que por un instante tuviera la capacidad de hacerse invisible, como Harry con su manto.
R–¿Hacerse invisible? Eso sería lo mejor...
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
Link de acceso a la nota : http://www.pagina12.com.ar/diario/suple ... 02-09.html
EXCLUSIVO: JOANNE K. ROWLING HABLA DE “HARRY POTTER”, LA FAMA, EL ROL DE LAS MUJERES EN POLITICA, LA SOLEDAD Y LA MELANCOLIA
“Todo lo que hacemos es un intento de negar la muerte”
Dada su resistencia a jugar el papel de performer pública que parecería exigir su carácter de estrella, la escritora admite que “hacerse invisible sería lo mejor”. Una charla a fondo con la mujer que ideó la historia del niño mago para “salvar mi vida” y dejó una marca indeleble en la literatura infanto-juvenil, atrayendo incluso a los adultos.
Por Juan Cruz *
desde Edimburgo
J. K. Rowling (nacida en Bristol, Inglaterra, 1965), Jo para los amigos, tiene la misma mirada, aterrada y feliz, de Harry Potter, su personaje de ficción. Escribió el primer libro porque lo necesitaba, y siguió escribiendo, hasta el número siete, cuya versión en español aparece el próximo 21 de febrero (en el sello Salamandra), sin mirar a los lados, sin fijarse en el gigantesco volumen de adictos, niños, jóvenes, adultos, que han hecho de este enorme libro de magia y realidad acaso el best seller más grande de la historia. Harry Potter es su héroe; lo salvó, y le dejó una secuela emocionante: lo abandonó, pero no puede vivir sin él. Lo dijo el martes pasado por la mañana en Edimburgo, donde vive desde hace años, en la única entrevista que ha concedido a un medio español. Le llevamos un queso asturiano, para recordarle su Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, y saludos de la fundación que convoca esos galardones.
Alguna vez ha hablado, en sus entrevistas, de otro gran solitario como ella, de Francis Scott Fitzgerald. Por eso parece oportuno empezar por aquí, hablar con ella de la soledad y de la muerte, y de la melancolía, que son los asuntos que dominan en el último período de Harry Potter, acaso su alter ego.
P–Usted suele hablar de Scott Fitzgerald, un melancólico.
R–Sí, he hablado de él para hacer una distinción entre un escritor que por naturaleza y talento tuvo el impulso de escribir y que no pudo compaginar esa necesidad de escribir con su vida social. Lo mencioné porque en estos días tan mediáticos parece que existe la obligación de que el escritor sea un personaje público. En mi caso, la gente piensa que, como soy una escritora reconocida, debería ser buena dando entrevistas y saliendo en cámara. La gente espera verte disfrutar en programas de televisión y que te guste ser un personaje público, un performer. Pero no lo soy. Me gusta la vida del escritor. Disfruto de la soledad.
P–Es curioso: a veces en Harry Potter, sobre todo en las últimas entregas, hay un grado de melancolía, y de soledad, que recuerda a Fitzgerald.
R–Indudablemente. Es la melancolía que nace de una pesadumbre. Y Scott Fitzgerald tuvo dos pesadumbres: la pesadumbre de su talento y su necesidad de crear y la pesadumbre de su vida privada, que era catastrófica. Esas dos pesadumbres son suficientes como para llevar al alcoholismo a cualquiera.
P–Esas pesadumbres pueden venir de esa época entre la infancia y la adolescencia, cuando llegan los fantasmas y se quedan con uno para siempre.
R–Sí, creo que los adolescentes están muy cercanos a la muerte. Sienten que se los presiona tanto que, para ellos, la muerte está a un paso. Son personas muy frágiles. En Gran Bretaña hay una cultura de miedo hacia los adolescentes, hacia la juventud en general. Y no debería ser así. Tendríamos que estar protegiéndolos en lugar de protegernos de ellos.
P–Habla de la muerte. En los libros seis y siete de Harry Potter la muerte aparece no sólo como palabra o pensamiento, sino como una posibilidad, una evidencia y una realidad.
R–El plan siempre fue ése, que la muerte apareciera ahí. Desde que es niño hasta el capítulo 34 del séptimo libro, a Harry se le exige ser un hombre mayor, en cuanto que se lo obliga a que asuma la inevitabilidad de su propia muerte. El plan de la serie de novelas era que él debía tener contacto con la muerte, y con la experiencia de la muerte. Y siempre fue Harry, solo, el que debería tener esa experiencia. Todo me lo planteé a conciencia, porque el héroe tiene que vivir cosas, hacer cosas, ver cosas por su cuenta. Es parte de ese aislamiento y de esa melancolía que conlleva ser un héroe.
P–Ese capítulo 34 (“Tumbado boca abajo, con la cara sobre la polvorienta alfombra del despacho donde una vez creyó estar aprendiendo los secretos de la victoria, Harry comprendió que no iba a sobrevivir”) suena al comienzo de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez...
R–Es muy halagador.
P–Es un libro sobre la muerte, y obviamente sobre la soledad, como el suyo... El personaje de Cien años de soledad acompaña a su abuelo a ver el hielo y usted lleva a Harry a visitar la muerte...
R–Para mí ese capítulo es la clave de todos los libros. Todo, todo lo que he escrito, fue pensado para el preciso momento en que Harry se adentra en el bosque. Ese es el capítulo que yo había planificado durante 17 años. Ese momento es el corazón de todos los libros. Y para mí es el verdadero final de la historia. Aunque Harry sobrevive –de eso nunca hubo dudas–, él llega a alcanzar ese estado único y muy raro que es aceptar su propia muerte. ¿Cuántas personas tienen la posibilidad de aceptar su muerte antes de morir?
P–Es una experiencia cercana a todos. Cuando uno ha visto la muerte en una persona próxima, se pregunta cómo será esa mirada que ya nunca veremos, qué pasará después.
R–Definitivamente. Y me resulta extraordinario que, a pesar de que todos sabemos que vamos a morir, la muerte sigue siendo un misterio. Pensamos que la muerte es como algo secreto que le ocurre a muy poca gente. Y de pronto alguien cercano se muere y entonces cae la bomba. Harry tiene un entendimiento precoz de la muerte, mucho antes de ese capítulo 34. Y eso tiene un evidente paralelismo con mi vida. Si alguien de tu vida cercana se muere, como se murió mi madre, se vuelve explícito el hecho de que la muerte nos llega a todos. Y es algo con lo que has de vivir siempre.
P–Vivimos en épocas oscuras y tristes, lo dice en sus libros, y en éste especialmente. ¿Cómo vive usted esta época?
R–Tengo que creer en la bondad de la gente. Creo que la gente es, por naturaleza, buena. Pero actualmente sigo muy de cerca la política americana. Estoy obsesionada con las elecciones en Estados Unidos. Porque tendrá efectos profundos en el resto del mundo. La política exterior de Estados Unidos en los últimos años ha afectado, para mal, tanto a su país como al mío.
P–¿Y si tuviera una varita mágica, qué haría?
R–Quiero a un demócrata en la Casa Blanca. Y me parece una lástima que Clinton y Obama tengan que ser rivales porque ambos son extraordinarios.
P–Esta mañana, al entrar en el hotel, llevaba The Times en la mano, y en la portada había una foto de Hillary Clinton llorando.
R–Bueno, era una lágrima pequeñita. Y ella se puede permitir una lágrima de vez en cuando. La vida política es muy dura para una mujer. Si no llorás, sos una hija de puta. Y si llorás sos débil. Es difícil. En cambio, es aceptable llorar para el hombre.
P–Soledad, muerte: estamos hablando de cosas oscuras. A lo mejor la literatura va de eso.
R–Bueno, creo que fue J. R. R. Tolkien quien dijo que todos los libros importantes tratan sobre la muerte. Y hay algo de verdad en eso, porque la muerte es nuestro destino y debemos afrontarlo. Todo lo que hacemos en la vida es un intento de negar la muerte.
P–Usted dijo que veía su alma como algo imperecedero.
R–Sí, es cierto. Pero también he dicho que tengo muchas dudas acerca de la religión. Me siento muy atraída por la religión, pero al mismo tiempo siento mucha incertidumbre. Vivo en un estado de flujo espiritual. Creo en la permanencia del alma. Y eso queda reflejado en el último libro.
P–¿Qué la hace feliz?
R–La familia y el trabajo, obviamente. Me considero tan afortunada de tener una familia... Mis hijos son, por encima de cualquier cosa, lo más importante. Aunque es muy difícil compatibilizar el escribir con ser madre.
P–Antes de venir a verla le pedí al guionista español Rafael Azcona que me diese una pregunta para hacerle, y él me contestó que se lo preguntaría a su nieta Sara, de seis años, que es adicta a Harry Potter.
R–Eso es genial.
P–Pero usted dice que hay que leer sus libros a partir de los siete años.
R–Bueno, mi hija mayor tenía seis cuando empezó a leerlos. Siempre supe adónde iba con los libros. Así que sí, pienso que un niño de seis puede entender el primer libro (Harry Potter y la piedra filosofal), aunque el final es bastante tenebroso. El quinto libro es el más oscuro de todos porque hay una ausencia de esperanza, hay una atmósfera opresiva. Y creo que por eso a la gente no le gustó tanto. Aunque hay lectores que prefieren ese libro a todos los demás, pero son una extraña minoría. El quinto, el sexto y este último no creo que sean adecuados para un niño de seis años.
P–¿Y cuando escribió el primero, pensó en un lector determinado?
R–Ese es el problema. Yo lo llamaba cuento infantil porque el personaje principal era un niño. Pero siempre fue un niño que quise hacer mayor. Y al final es un hombre, un hombre joven pero un hombre. Eso es lo inusual en libros infantiles: que el protagonista crezca. Y me alegra enormemente que la gente siga leyendo y disfrutando de los libros. Ellos se hicieron mayores con Harry Potter. Pero nunca pensé en los adultos como posibles lectores.
P–Peter Mayer, el editor, que fue el primero al que escuché hablar de Harry Potter en España, dice que la clave del éxito es que la serie se haya convertido en lectura para adultos.
R–Sí, es increíble. Sólo ahora soy capaz de mirar atrás y darme cuenta de todo. Durante diez años no me permití pensar en ello. Creo que lo hice para protegerme. Es muy difícil vivir con esa presión, pero vivía negando los hechos, constantemente. Después de cada publicación hice un esfuerzo para no leer ninguna crítica.
P–La literatura salva a la gente, o ayuda a salvarse. ¿Cómo la afectó a usted escribir?
R–Le diré una cosa. A mí me salvó la vida el mero hecho de escribir el primer libro. Siempre me dicen que el mundo que inventé es irreal; fue eso lo que me sirvió para evadirme. Sí, es cierto, es irreal hasta un punto. Pero no porque mi mundo fuera mágico, sino porque todos los escritores se evaden. Además, yo no lo hacía sólo para evadirme sino porque buscaba aclararme con asuntos que me preocupaban. Asuntos como el amor, la pérdida, la separación, la muerte... Y todo eso queda reflejado en el primer libro.
P–¿Y qué más le dio ese primer volumen?
R–Puestos en un nivel prosaico, escribir ese libro me dio la disciplina, el enfoque y la ambición, que en aquel entonces se reducía simplemente a ver el libro publicado.
P–¡Cómo habrá sido el día de la publicación!
R–Vi mi sueño hecho realidad. Fue un momento extraordinario. No lo creía, estaba extasiada. Y de forma casi inmediata sentí como si un tren me estuviera empujando a toda velocidad por detrás, como en un dibujo animado. Pensé: “¿Qué me ha pasado?”. Tres meses más tarde recibí un adelanto astronómico, según mis estándares de entonces. En esa época alquilaba un piso, no tenía seguro, ni ahorros. Llevaba ropa de segunda mano. Ya sabe, el dinero escaseaba, y tener ese dinero de repente fue extraordinario. Esa noche no pude dormir. Al día siguiente empezaron a aparecer periodistas, me dieron un premio importante, me llamaron de The Sun para comprar los derechos sobre la historia de mi vida y los periodistas empezaron a rondar por delante de mi casa. La verdad, aquello me dio mucho miedo.
P–¿Por eso teme a los periodistas aún ahora?
R–No, no les temo. Recuerdo a un par de periodistas en particular que intuyeron mi incredulidad y mi vulnerabilidad y me ayudaron. Uno de ellos me dijo que tenía todo el derecho a mantener a mi hija aislada de la prensa, porque siempre me negué a llevarla conmigo a las entrevistas y a que le sacaran fotos. Le estoy hablando de la prensa del Reino Unido. Así es como funciona.
P–Sus libros parece que están llenos de claves personales.
R–Tiendo a usar fechas significativas. Cuando necesito una fecha o un número, uso algo que está relacionado con mi vida personal. No sé por qué hago eso, es un tic. El cumpleaños de Harry es el mío, por ejemplo. Los números que aparecen o las fechas que vienen en los libros tienen relación conmigo.
P–Escribir su primer libro la extasió. ¿Y la presionó el éxito, saber que millones de personas esperaban sus textos?
R–Me tomé muy en serio no pensar en ello. Obviamente, hubo momentos en los que algunas noticias se filtraban, sobre todo durante los libros cuatro y cinco. Ahí sí que noté la presión, y creo que se hace evidente en la escritura.
P–¿Cómo se encontraba?
R–Cuando llegué al cuarto libro estaba muy quemada. Había producido un libro por año durante cuatro años, mientras criaba a mi hija sola, sin niñera ni ayuda de ningún tipo. Me sentía exhausta. Y realmente pensé: “Ya no puedo más, tengo que parar”. Y se lo dije a mi editor, que si seguía así no iba a poder seguir escribiendo. Y entonces conocí al que es ahora mi segundo marido.
P–Usted es Harry Potter. Y usted misma lo dice: “Harry es mío”. ¿Siempre supo cómo iba a acabar? ¿Siempre supo que iban a ser siete libros?
R–Siempre supe lo que le iba a pasar. Desde el principio tenía toda la trama esbozada, sin los detalles, pero siempre supe que su historia se iba a terminar. Y ha terminado, aunque muchos fans están muy disgustados. No hay forma de hacer resurgir la historia de Harry. Su historia ha terminado. Pero terminarlo fue muy duro. Fue devastador.
P–El final es conmovedor: “La cicatriz seguía allí y después de 19 años ya no dolía”.
R–Es simbólico. Todos repetimos la mentira una y otra vez: que el tiempo lo cura todo. Y no es verdad. Hay cosas que no se curan, como cuando alguien a quien quieres muere.
P–Escribe también: “Harry Po-tter, el niño que sobrevivió”. Lo dice el maestro, y dice que sobrevivió porque fue fiel a sus convicciones, gracias a ello venció a Voldemort. ¿Usted es así?
R–Me gustaría poder decir que sí porque creé un héroe con atributos heroicos. Leí en algún sitio: “Un héroe no es más valiente que los demás. Es tan sólo valiente durante cinco minutos más”... Harry es así.
P–En todos los libros hay la conciencia de que uno se puede salvar si tiene amigos, pero la historia de Harry es también una historia de soledad.
R–Estoy totalmente de acuerdo. Le di a Harry mi defecto, que es una tendencia a encerrarme, a aislarme cuando estoy bajo presión, triste o feliz. Tiendo a aislarme. Pero sé que eso no está bien, que no es saludable. Y eso se lo di a Harry. Aunque eso sea también lo que lo hace heroico, lo que lo prepara para actuar por sí solo.
P–¿Harry es su héroe?
R–Sí, bueno, en la vida real mi héroe es Robert F. Kennedy. Creé a un niño que intenta actuar con moralidad, que a pesar de haber sido agredido y lastimado física y mentalmente aún sigue atraído por el lado bueno de las cosas. Y es genuino y leal, y yo encuentro heroicas todas esas cosas.
P–La gente se fija en las cifras de su vida, en lo rica que es, pocas veces en el ser humano; parece que la ven con la varita mágica, como Harry Potter.
R–Lamentablemente es así. Cuando veo mi nombre en listas de gente poderosa, cosa que hago poco, lo pienso. El poder no es algo que deseara, y además no tengo poder. Rica, sí, lo soy.
P–Imagínese que por un instante tuviera la capacidad de hacerse invisible, como Harry con su manto.
R–¿Hacerse invisible? Eso sería lo mejor...
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
"2017, te espero - UNITE".