Fuente: Diario La Nación, Sección Suplemento adn, Edición del día Sábado 09 de febrero de 2008.
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Crónica | Pasión y furor
Las dos muchachas que amaban al mismo asesino
En este texto, la prestigiosa escritora italiana Dacia Maraini relata, a la manera de Capote en A sangre fría, dos asesinatos cometidos por un hombre enfermo de celos. El caso, que conmovió a todo un país, forma parte de una serie de crímenes cuyos autores tienen como rasgos comunes la ternura y la "cara del ángel"
Luca Delfino aparece descrito como un muchacho "dulce y protector". Así se presentaba a las mujeres cuando las cortejaba. Había deslumbrado a Luciana Biggi, la había conquistado con sus modales de muchacho generoso y educado, para después agredirla a la primera ocasión y golpearla ferozmente. Pero las mujeres, cuando se enamoran, son presas de la manía de actuar como redentoras.
Ante los hombres de mala voluntad que beben y golpean, se transforman en madres aprensivas, seguras de poder redimir al niño maligno a fuerza de amor y abnegación. Desafortunadamente, el hombre violento, tratado como un niño al que se debe corregir y salvar, se torna aún más inquieto y a la primera ocasión se subleva, furibundo, para morder la mano que quería acariciarlo.
Delfino ha dicho que amaba a su primera novia y todos le creyeron. Probablemente era sincero. Solo que su idea del amor es aberrante: canibalística, esclavista, rápida para pasar de la caricia al golpe, del beso a la agresión. ¿Se puede llamar amor a ese conjunto de comportamientos egoístas y contradictorios? Por desgracia, es un cuadro muy difundido y común. Y no se trata de una innata maldad masculina, sino más bien de una manera de ver las cosas arraigada en una cultura antigua y decadente. Para los hombres que se enamoran a la manera de Delfino, el sentimiento hacia el otro se identifica con la posesión más brutal (Eres mía y hago contigo lo que quiero). Y si la amada responde con un gesto de independencia, el amante entiende, en términos arcaicos, que se trata de una herida inaceptable para su identidad de macho, una ofensa que merece la venganza más cruel.
El sentimiento monstruoso
Es monstruoso llamar amor a un sentimiento de esta clase, alimentado de odio y espíritu de venganza, pero como en su momento estuvo acompañado de una forma de seducción recíproca, él se siente con derecho a considerarlo amor. Recuerda al cariño despótico y cruel que algunos propietarios de animales domésticos sienten por sus perros y gatos: si el animal desobedece una vez, lo castigan con un bastonazo, pero si desobedece dos o tres veces, se sienten con derecho a golpearlo brutalmente. Aunque con amor, como dicen para justificarse: "Si no, se acostumbra a desobedecer... ¡y dónde iríamos a parar!"
El rostro que engaña
Volvamos a Luca Delfino, el muchacho del trato dulce y los gestos protectores. Sabemos poco de su vida antes del momento en que su nombre se vinculó con el de Luciana Biggi, a quien se halló degollada en la noche entre el 27 y el 28 de abril de 2006, en el barrio San Bernardo, en el centro histórico de Génova. La policía va a buscarlo sabiendo que Luciana y Luca eran novios. ...l, de manera muy convincente, dice no saber nada. Ha dejado a la mujer cerca de su casa y no la ha vuelto a ver. Se lo ve preocupado, desesperado. Y participa, junto con parientes y amigos, en la búsqueda del responsable. Su aire de muchacho bueno y valiente se asemeja mucho al del joven Alberto Stasi, acusado ahora de haber apuñalado a Chiara Poggi. Una historia común en nuestros días. ¿Cuántos maridos, cuántos novios han participado, afligidos y pesarosos, de la caza del asesino de la mujer que ellos mismos han matado? ¿Cómo no pensar que se trata de un comportamiento recurrente, con una fuerte impronta social y cultural? El bello rostro inocente de Alberto Stasi que vemos en todos los periódicos es tan candoroso que no podría despertar dudas ni siquiera al más veterano investigador. Hasta la madre de Chiara se contagió. Al punto de tomarlo de la mano durante el funeral y de abrazarlo públicamente varias veces con triste confianza.
La doble cara
La duplicidad no engaña solo a las madres y las novias, sino también a los investigadores, a la policía, a los jueces. ¿Cómo se transforma un muchacho de rostro angelical, de modales amables y tímidos, en un asesino insensible y despiadado? Algunos han hablado de una doble personalidad. Existe una enfermedad llamada esquizofrenia: la persona está dividida en dos y casi se podría decir que una mitad no sabe lo que hace la otra, o que tiende a olvidarlo, con una fuerte resolución de considerarse inocente en todo sentido. ¿Delfino tiene doble personalidad? En griego, la palabra esquizofrenia significa mente dividida. Pero la verdadera esquizofrenia tiene otros síntomas que la hacen reconocible. Se habla de "desorganización" del pensamiento, de alucinaciones, de confusión del discurso verbal, de desórdenes de conducta como manía, obsesión , delirio, o "insensibilidad" afectiva y perturbación de las funciones intelectuales. Pero en el caso de la doble personalidad, la parte que predomina cotidianamente ante el mundo está bien organizada, no sufre de perturbaciones del discurso verbal ni de la conducta, no sufre de delirios, no tiene tics ni obsesiones visibles. La otra personalidad, la oscura, está tan bien oculta que se vuelve invisible. El asesino disimula con tanto arte que encanta a todo el mundo. Y eso es lo que le ocurre a Luca Delfino después del crimen de Luciana Biggi. Pero la policía sigue varias pistas y recoge algunas pruebas, una de ellas muy clara: hay un registro de un encuentro de Delfino con su novia pocos minutos antes del homicidio. La telecámara callejera, en la noche entre el 27 y el 28 de abril de 2006, ha registrado la imagen de Delfino junto a Luciana. Luego ambos salen del alcance de la cámara. Pocos minutos más tarde, se oye gritar a la muchacha y cuando acude alguien, ya no hay rastros del asesino. Interrogado, Delfino no sabe explicar cómo transcurrió ese tiempo.
La investigación y los jueces
Después de meses de investigación, el jefe de policía de Génova, Claudio Sanfilippo, sostiene haber encontrado muchos indicios que señalan como responsable a Luca Delfino y que lo identifican como persona "altamente peligrosa". Pero el procurador general de Génova, Francesco Lalla, no está convencido. Según él, los indicios no son suficientes para detener a Delfino, ni siquiera para pedir una medida cautelar. En este punto, ¿no es lógico pensar que la ley es insuficiente? De hecho, hay parlamentarios que intentan que se apruebe una regulación más rigurosa y severa contra quienes amenazan y maltratan a la persona "amada", y que hoy no pueden ser encarcelados. La ley no prevé los casos de doble personalidad, que, a juzgar por las noticias de la prensa, son cada vez más frecuentes. ¿Será una característica malsana de nuestra época esta división de esencia y apariencia?
Pero mientras tanto, ¿qué ocurre? Que Luca Delfino encuentra a otra muchacha: María Antonietta Multari, de 33 años, que trabaja como vendedora en un negocio de ropa en San Remo. Con su estilo seductor y protector, Delfino la atrae a una relación que de repente se torna muy intensa y exclusiva. Salteándose el noviazgo, ambos se van a vivir juntos en Ventimiglia.
Hace falta mucha fascinación y capacidad de suscitar confianza para convencer a una mujer decidida e íntegra como María Antonietta de irse a vivir con un hombre al que apenas conoce. Su madre y su padre, Rosa y Rocco, son hostiles a este amor. La madre dice de Delfino: "No me inspiró confianza". Mientras tanto, el padre investiga y descubre que el hombre es sospechoso de un delito. En este punto, los padres le insisten a su hija para que lo deje. Pero María Antonietta no quiere saber nada. Dice que está enamorada y quiere vivir con él. Dice que Delfino es afectuoso y tierno con ella. Y cuando la madre le enumera los indicios por los que la policía lo sigue teniendo como sospechoso, ella responde: "Yo lo conozco, sería incapaz de hacer algo así". La simulación funciona, el engaño sigue adelante.
Tampoco en los interrogatorios Luca Delfino manifiesta ningún signo de malestar o perturbación mental. Responde como una persona seria, razonable, capaz de albergar sentimientos. Demuestra distinguir entre el bien y el mal. Niega cualquier clase de participación en el crimen y parece creíble. Así, el doctor Jekyll y el señor Hyde estaban menos separados, menos divididos, eran menos impenetrables que estos dos jóvenes que convivían en un mismo cuerpo sin conocerse. Quizás la mayor diferencia radicaba precisamente en eso: el doctor Jekyll juzgaba con lucidez a su gemelo, y le temía, aunque lo consentía y lo ocultaba. Mientras que esta doble personalidad que vive en nuestras ciudades terribles parece ignorar verdaderamente al otro yo que lleva en su interior. Perfectamente doble y perfectamente entero, perfectamente mentiroso y perfectamente sincero.
Pero Luca Delfino, aunque muy hábil para mostrarle su cara buena al mundo, en su casa no consiguió sostener su juego mucho tiempo. Después de algunos meses de idilio, comienza a comportarse como un marido prepotente y suspicaz. Pretende que María Antonietta deje de ir a trabajar. Pero como ella continúa trabajando, empieza a golpearla con la excusa de los celos: "¿dónde vas?, ¿a quién ves?, ¿con quién hablas?, no te creo" y cosas por el estilo. Pirandello ha relatado muy bien la historia de los celos domésticos, cómo nacen y cómo crecen, hasta convertirse en delirio. Aunque la mujer no salga de casa, él sospecha: "No se ha encontrado con nadie, ¿pero con quién ha imaginado encontrarse?". Porque en la obsesión de los celos, incluso la imaginación -sobre todo la imaginación- es culpable.
Las preguntas de la madre
Mientras tanto, la madre descubre los magullones que la hija tiene en el cuerpo y empieza a interrogarla. Al principio, María Antonietta miente, no quiere admitir que su Lucas, por quien tanto ha luchado, es brutal y mentiroso. Probablemente también piensa, como tantas otras mujeres maltratadas, que su hombre es tan solo exageradamente posesivo, que sus celos son una manifestación de amor y que se le pasarán a fuerza de demostraciones de fidelidad y de sometimiento amoroso.
Pero Delfino, en vez de mejorar, empeora. Además de golpearla, empieza a amenazarla. En ese momento, María Antonietta comienza a sentir miedo. Sabe que es sospechoso de un delito. Y aunque antes siempre le había creído cuando él afirmaba que no sabía nada de eso, ahora comienza a albergar serias dudas. Ya no se arriesga a decir: "Lo conozco, él no haría nunca nada semejante". En realidad, tal vez no lo conoce en absoluto.
La madre y el padre están inquietos. Rosa Multari acompaña a su hija a hacer una denuncia a la policía un día en que la muchacha se refugia en el hogar paterno después de haber sido maltratada. Pero la policía le dice que no dramatice. María Antonietta no parece convencida. Y Luca, al ser interrogado, tiene la caradurez de mostrar mensajes en los que la chica les escribe a sus padres: "Ustedes son dos ignorantes, ¡déjenme en paz! Estoy casada con Luca, que es un hombre maravilloso. Quiero vivir con él". En efecto, esos mensajes provenían del celular de María Antonietta, pero Rosa sostiene que Delfino le ha sustraído el teléfono a su hija para escribir él esas palabras tranquilizadoras. Los policías no atribuyen importancia al asunto. Un lugar común muy generalizado: se considera que quien grita, aúlla, amenaza y maltrata no es capaz de matar. Alguien que desahoga su furia de esa manera difícilmente sea un asesino en potencia. Muchos comparten la idea de que un asesino es un hombre astuto, racionalmente fuerte, que prepara su trampa con meses de anticipación. Y así es como se lo presenta en casi todos los libros de género policial que llegan al gran público. Si el asesino no actuara de este modo, sería muy fácil descubrirlo. Lo único positivo que consiguió Rosa Multari fue convencer a su hija de que abandonara a Delfino y se mudara. Sin embargo, eso no basta para desalentar a Luca, quien, luego de un período de tregua, empieza a seguirla hasta que descubre su nueva vivienda. Mientras tanto, la inunda de mensajes en los que le suplica que vuelva con él. Y parecen mensajes de amor.
Flores al negocio
Pero María Antonietta ya no confía en él. No se trata solo de las palabras de la madre, que presagian una futura tragedia, sino del comportamiento de Delfino, que se hace cada día más contradictorio y delirante: le lleva flores al negocio pero al día siguiente la agrede hasta dejarle hecha trizas la chaqueta; otra vez le regala un par de aros pero a la noche salta la tapia de su nueva casa para esperarla en el zaguán. Inútilmente la mujer y sus padres siguen presentando denuncias. La perfecta duplicidad de Delfino sigue siendo convincente y lo libra de sospechas.
Pero desafortunadamente los acontecimientos se precipitan. Después de una nueva agresión y de una nueva denuncia, él le grita: "¡Me la pagarás!". Y así es. Una mañana María Antonietta sale con una amiga para ir al solarium de vía Volta, Luca la sigue sin hacerse ver hasta que de repente le corta el paso y la apuñala varias veces con un cuchillo. María Antonietta se defiende, pero no consigue evitar las estocadas más furiosas, en la garganta y en el pecho. Cae. De inmediato es socorrida por el camarero de un bar. Mientras tanto, alguien llama a la ambulancia, que aparece a los pocos minutos, pero cuando llega al hospital, la joven ya ha muerto desangrada. La policía detiene al joven que aún empuña el cuchillo manchado de sangre. Esta vez no ha podido desaparecer. Cuando lo interrogan, responde: "No es verdad que soy violento, yo amo a las mujeres, las protejo".
Por Dacia Maraini
Corriere della Sera
© Corriere della Sera
[Traducción: Mirta Rosenberg]
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La obra marcada por la causa femenina
El libro de Dacia Maraini, L amore e il delirio, relata los crímenes de San Remo y Génova, cometidos por Luca Delfino, basándose en los hechos reales. Dos mujeres y un solo destino, en manos de un hombre enfermo de posesividad.
Dacia Maraini nació en Fiesole en 1936. Debutó como escritora en 1962, con la novela La vacanza, con prólogo de Alberto Moravia, seguida de otra novela, L età del malessere. Poeta y también autora de literatura para niños, fue durante mucho tiempo compañera de Moravia, con quien vivió entre 1962 y 1983. Su intensa pasión por el teatro se entrelaza con la militancia feminista (escribió, en colaboración con Piera degli Esposti Historia de Piera). También es autora de numerosos ensayos y artículos periodísticos.
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