La Pasión, el Padre la vive en María .
La Virgen María me hizo comprender lo que hasta hoy yo no había podido comprender en toda su dimensión: Y es que durante la Pasión, el Espíritu Santo como que se encarna en María. Por Él, el Padre y María se unen íntimamente. La Pasión de Jesús fue también la Pasión del Padre, la Pasión del Padre fue vivida en María. El Padre, Le pide prestado, por así decirlo, su corazón humano para sufrir en Ella, con Ella, y a través de Ella, la Pasión del Hijo, en una única fusión de amor. La Pasión del Padre y la Pasión de María no son más que una sola Pasión humanizada; vivida en María con la intensidad de un amor infinito, el del propio Padre. Durante toda la Pasión de Jesús, el Espíritu Santo fue el vínculo, la unión entre Jesús y María y el Padre en Ella. Fue la Santa Trinidad que vivía la Pasión en María. Todo cuanto Jesús sufrió, todo lo que sintió en Su Cuerpo, en Su Alma, en Su corazón humano; el Espíritu Santo se lo trasmitía a María que experimentaba en seguida los mismos sufrimientos, los mismos sentimientos de desolación, de amor por el Padre, de perdón por los hombres. Al pie de la Cruz, Su maternidad, Su amor a Jesús alcanzan la plenitud; ya que en Ella el Padre vivía y la hacía compartir la perfección infinita de Su paternidad. De la misma manera, a nosotros como padres (cuán frágil es la comparación), es la muerte de uno de nuestros hijos o cuando ellos sufren que nuestro amor alcanza su mayor dimensión. Entonces el padre y la madre se acercan el uno al otro, en un solo y único amor, en un solo y único dolor, en una sola y única fusión de paternidad y maternidad, aún cuando su unión humana no sea perfecta...
La Passion de Madame R. (Rolande Lefebvre)
Editoriale Plon 1993, p. 207-208
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amen.