Era la tercera materia que rendía: Derecho Político, con la cátedra de Bidart Campos.
Yo venia con un 10 en la primera materia y con un 9 en la segunda. Y necesitaba una nota similar para entrar en cursos y no seguir dando en forma libre.
Realmente, sabía muchísimo, pero había dejado “colgada” una bolilla, que era más o menos como la mitad de todo la materia. Era la bolilla 4.
Llega el día, y voy a sacar bolilla. La primera, la 2, la segunda…….la 4.
Cuando me siento en capilla, me miran mis amigos y me hacen señas para que les diga cuales eran las bolillas que me habían tocado. Cuando les indico con la mano que me había tocado la 4, se agarraban la cabeza.
No lo podían creer, además ellos sabían que esa bolilla yo no la había tocado.
Llega mi turno. Me siento y el profesor adjunto me dice: ¿Qué bolillas sacó?.
Yo le respondo: “la dos y la cinco”. No sé como, pero no se dieron cuenta de que les había cambiado la bolilla, y me dijo el adjunto, ¿Qué bolilla elige?.
Le respondo: la dos. Me dicen que hable sobre el tema que quiera, y yo me largo a hablar hasta por los codos.
Asombrados, y sonriéndose, los profesores me dicen: “Bueno, ahora pasemos a la otra bolilla ¿Cuál era?, me preguntan. “La cinco”, les contesto.
Entonces me dicen: “Háblenos un poco sobre Polibio, díganos cual fue su obra más importante” .
Yo empiezo a hablar sobre Polibio, detallando el día de su nacimiento, su vida, sus amigos, su obra, y veo que los profesores se empiezan a reír, y uno de ellos me dice: “Pare, pare un poco, solo le pregunté sobre su obra más importante”.
Yo le respondo: “La teoría de los ciclos políticos”, y me responden, siempre riendo: “Está bien, es suficiente”.
Cuando me retiro, con mi pila de libros a cuestas, les digo a mis amigos: “Rajemos, que les cambie la bolilla”.
Al terminar, recibo la libreta con la nota: un diez.
Cuando me retiraba de la Facultad, bajando las escaleras, veo que detrás de mí viene uno de los profesores que me había interrogado, con una mujer a la que le dice: “Este muchacho dio un examen extraordinario”.
Así fue como, trampita mediante, llegué a mi 9,66 de promedio. Que luego comenzaría a bajar, pero eso es otra historia.
Saludos.
Hoy, somos todos estudiantes. (Augusto Mario Morello).