SEXTO CUENTO
Doce casacabeles
lleva mi caballo
por la carretera.
Y un par de claveles al pelo prendio
lleva mi romera.
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La estrofas de este pasodoble resonaban en la sala de la casa de Lucía.
Una y otra vez posaba la pua en el comienzo del disco de pasta para escuchar por millonésima vez a Joselito cantar.
Acomodaba el mantón de Manila sobre el piano mientras canturreaba con original entonación esa canción.
--No me digas que no es hermosa!!?, le gritó a Manuel ,quien desde la cocina asentía con la cabeza, también, "por millonésima vez!.
Lucía abría las ventanas que daban a la calle Azopardo, de par en par como si quisiera que todo el barrio supiera que ella estaba contenta.
El combinado Ranser tenía poca potencia, pero a ella le bastaba saber que algunos acordes llegaban a oidos de sus vecinas.
Margarita y Teresa eran las más audaces y solapadas, quienes espiaban por la mirilla y persianas a Lucía con inusual interés.
Siempre les intrigaba el por qué siendo hija de italianos, precisamente venecianos, escuchaba tanta música española
Es que no sabían que la culpa la tenía Cándida, una guapa madrileña casada con Paco que habían tenido en el barrio una panadería. Allí, concurría de niña Lucía junto con su madre, todos los días a comprar pan y para ella era como una fiesta la cristalina voz de Cándida siempre cantando pasodobles, fados y todo aquello que le recordara su amado terruño.
Allí, en esa panadería, Lucía sintió el sabroso aroma del pan recién horneado,conoció de manos de Paco la cuadrilla con adoquines que seguía hasta el enorme horno del cual salía un calor abrazador.
En la navidades su padre solía llevar el lechón para ser cocinado.
Y fue precisamente en la Navidad de 1953 cuando escuchó por primera vez a Joselito cantar "Doce cascabeles".
Entre los brindis improvisados de los panaderos y el sabor del pan dulce madrileño, ella supo que algo estaba sucediendo, que algo estaba cambiando.
Una sensación maravillosa experimentaba.
Jamás había escuchado una canción que la hiciese"volar" así.
Cándida notó algo en Lucía y comenzó a canturrearla de manera que se animara también la pequeña.
Y así fue.Primero Cándida, luego Lucía y sucesivamente los demás integrantes del local.
Qué extasís, qué momento inolvidable.
El azahar de los panes y la canela se mezclaban incomprensiblemente con la melodía de este pasodoble.
Y ,... sí,... Lucía se había enamorado de esa voz.
Parece muy simple así contarlo, pero cómo describir lo que se siente la primera vez que uno "se enamora"?.