Hoy he vivido ciertas cosas y volvi a leer algo que escribi.
Sigo experimentando las mismas sensaciones.
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¿DE QUE ME ESTAN HABLANDO?
A seis meses de la tragedia de Cromañon, que desgarró a los argentinos y al mundo, me permito escribirles con toda conciencia sobre los acontecimientos que sucedieron al incendio, ya que, estuve presente allí, desde las primeras horas.
Lo que se vivió fue realmente dantesco.
Primero el desconcierto y la desesperación, los gritos, el llanto, el estupor, la incredulidad al ver los cuerpos de decenas de jóvenes que yacían en el piso, y mucho mayor espanto el de los niños que, una vez más, fueron los "no privilegiados".
Los presentes ayudábamos en lo que podíamos sin distinguirnos en profesiones.
Las ambulancias,personal de la salud, la policía, bomberos, los hombres de prensa y ciudadanos solidarios, hicimos lo imposible por salvar gente.
Ya con la madrugada comenzaron a llegar familiares y amigos en busca de los asistentes al recital. Y allí fue otro calvario. No teníamos las listas de los accidentados ni sus destinos. Es así que, llegada la mañana me dispuse a llevar a los familiares en ese intenso peregrinaje de hospital en hospital en búsqueda de sus seres queridos.
Escasas eran las noticias, erróneas algunas, terribles otras, algunas felices o al menos esperanzadoras.
El calor era infernal, aun así, siempre hubo gente ayudando.
Luego, ya en el CGP, vi como recibían la noticia varias personas sobre el fallecimiento de sus hijos. Desgarradas por el dolor caminaban casi sin rumbo y parecía que no escuchaban lo que se les decía.
La noche me sorprendió nuevamente en la morgue.
La calle Viamonte, que transito diariamente para ir a los Tribunales, estaba impregnada de un olor ácido. Nunca más patente la muerte estaba allí. El patio era una sucesión de cuerpos.
En las paredes, las fotos de los que habían sido sometidos a autopsia.
Cruel, no?, pero real.Y porque callarlo si los familiares lo padecieron, lo vieron tal cual lo vi yo, con el agravante del dolor que los embargaba.
Psicólogos sociales, pastores evangelistas y vecinos acercaban agua y contención .
La sensación de impotencia fue terrible.
Hay rostros que seguramente nunca olvidaré, gritos que jamás quiero volver a escuchar, llantos y dolores que aun siento en mi corazón.
Muchos me preguntaron, y aun lo hacen, ¿porqué fuiste?. ¿Hace falta responderles?.
Si,creo que sí,- fui porque aun me conmuevo con la desgracia ajena, con el sufrimiento de mis semejantes, con la apatía de un sector que todavía vive en el individualismo egoísta y desprovisto del más elemental sentido de cooperación.
Porque vi a "los de siempre" cooperando y sentí la ausencia de quienes "nunca están en el momento justo ni el lugar indicado". Ineptos y presuntuosos, siempre encuentran la manera de no participar.
Luego el silencio, las salas de terapia, la despedida definitiva de los cuerpos, la soledad y el darse cuenta.
A seis meses me parece tan patente todo lo que viví, que será muy difícil olvidar.
Y por eso digo cuando opinan sobre lo sucedido quienes ni siquiera se acercaron a Once,"¿De qué me están hablando?".