Amit y los senos de la reina
Amit era un alto funcionario de la corte del Rey Akbar. Hacía mucho tiempo estaba obsesionado con el deseo incontrolable de chupar los voluptuosos senos de la reina hasta hartarse. Por supuesto, nunca había podido hacerlo.
Un día reveló su deseo a Birbal, principal consejero y Abogado de la Corona, y le pidió que hiciese algo para ayudarlo. Birbal, después de mucho pensar, acordó, con la condición de que Amit le pagara mil monedas de oro.
Amit aceptó el acuerdo.
Al día siguiente Birbal preparó un líquido que causaba picazón y lo derramó en el sutien de la reina mientras ésta tomaba un baño. Pronto el escozor comenzó y fue aumentando en intensidad, dejando al rey preocupado y a la reina muy molesta. Se hicieron consultas a los médicos, y ante la falta de respuesta de éstos Birbal dijo que a su entender sólo una saliva especial, aplicada por cuatro horas, curaría el mal. Birbal también dijo que esa saliva tan especial podría ser encontrada en la boca de Amit. El Rey Akbar se puso muy feliz y llamó a Amit, quien durante las cuatro horas siguientes se cansó de chupar a voluntad los suculentos y deliciosos pezones de la reina. Lamió, mordió, apretó y acarició, en fin, hizo todo lo que siempre había deseado.
Con su deseo ya plenamente realizado y su libido satisfecha, Amit se negó a pagarle a Birbal lo que habían convenido; además se burló de él y se le rió en la cara. Sabía que, naturalmente, Birbal nunca podría contar el hecho al rey. Pero Amit había subestimado al Abogado de la Corona, hombre de muchos recursos como todos los de su profesión.
Al día siguiente Birbal colocó el mismo líquido en los calzoncillos del rey.
Moraleja: Nunca dejes de pagarle a tu abogado
Amit era un alto funcionario de la corte del Rey Akbar. Hacía mucho tiempo estaba obsesionado con el deseo incontrolable de chupar los voluptuosos senos de la reina hasta hartarse. Por supuesto, nunca había podido hacerlo.
Un día reveló su deseo a Birbal, principal consejero y Abogado de la Corona, y le pidió que hiciese algo para ayudarlo. Birbal, después de mucho pensar, acordó, con la condición de que Amit le pagara mil monedas de oro.
Amit aceptó el acuerdo.
Al día siguiente Birbal preparó un líquido que causaba picazón y lo derramó en el sutien de la reina mientras ésta tomaba un baño. Pronto el escozor comenzó y fue aumentando en intensidad, dejando al rey preocupado y a la reina muy molesta. Se hicieron consultas a los médicos, y ante la falta de respuesta de éstos Birbal dijo que a su entender sólo una saliva especial, aplicada por cuatro horas, curaría el mal. Birbal también dijo que esa saliva tan especial podría ser encontrada en la boca de Amit. El Rey Akbar se puso muy feliz y llamó a Amit, quien durante las cuatro horas siguientes se cansó de chupar a voluntad los suculentos y deliciosos pezones de la reina. Lamió, mordió, apretó y acarició, en fin, hizo todo lo que siempre había deseado.
Con su deseo ya plenamente realizado y su libido satisfecha, Amit se negó a pagarle a Birbal lo que habían convenido; además se burló de él y se le rió en la cara. Sabía que, naturalmente, Birbal nunca podría contar el hecho al rey. Pero Amit había subestimado al Abogado de la Corona, hombre de muchos recursos como todos los de su profesión.
Al día siguiente Birbal colocó el mismo líquido en los calzoncillos del rey.
Moraleja: Nunca dejes de pagarle a tu abogado