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  • Charlas de café. Hilo social y cualquier tema de interés o entretenimiento.
Charlas de café. Hilo social y cualquier tema de interés o entretenimiento.
 #432336  por DoctorPiccafeces
 
Este es un espacio destinado para que aquellos a los que nos gusta escribir algo de vez en cuando -olvidemos los escritos de la profesión- los pongamos aquí y, de ese modo, molestemos la lectura del resto :D

Suelo publicarlos en mi feisbuc o algún blog o foro y vi que este foro está virgen aún de mi virus literario, así que vamos a contaminarlo un poco.

Voy a ir copiando las pavadas que escribo en mi feisbuc, quien escriba algo, cópese y posteelo:

La permanente falta de tiempo del hueveador online

El Mié a las 22:29 | Editar nota | Eliminar

Hace poco entré sin anunciarme a la oficina de un amigo que tenía su computadora encendida. Apenas me vio, el tipo se alteró. Empezó a cerrar ventanas de la computadora con velocidad. Tiempo atrás, esa reacción me había sugerido que el tipo tenía en pantalla la planilla de Excel con sus ingresos en negro, pero lo que estaba haciendo –no pude dejar de preguntarle por su reacción- era chequear su Facebook.

Hay quien se siente culposo por perder el tiempo que pagan las empresas en esta sociedad donde el hueveo online pasó de ser un mero desorden a ser una patología masiva. En estas épocas, en que buscamos nuevos significados a todo lo viejo, el hueveador online reemplazó al vago y al irresponsable.

Incluso hasta puede resultar copado si escribe algo interesante.

Los hueveadores online –me reconozco uno de ellos, aunque sin hacerle perder tiempo pago a nadie- estamos emparentados con los que pagan los impuestos el último día, o están de joda los veinte días previos al exámen final y se ponen las pilas la noche anterior a la mesa de exámen. La esencia del hueveador online es la misma desde hace añares.

Cualquiera, todos, encontramos excelentes excusas para postergar lo impostergable. Elegimos volvernos triviales, vivir en un mundo líquido y posmoderno de sentimientos inestables que nunca llegan a cristalizar.

Una responsabilidad, una decisión, es algo casi inmoral para un hueveador online. El placer vence a la obligación. Cada vez precisa moverse menos para una mas efectiva pérdida de tiempo, Facebook te regala una comunidad inmediata, hay foros de lo que mas te guste con miles de fulanos por cada foro y para los hipercomunicados, Twitter y el MSN. Porque el hueveo online es masivo y comunitario, se trata de un acto individual pero compartido con amplias masas alrededor del planeta, milagro satelital mediante. Es como tomar un buen vino, hay que beberlo acompañado ya que en soledad, pierde gracia.

"No tengo tiempo", es lo que suele decir el hueveador online. Es que esto es adictivo. Yo se que en este momento debería estar tecleando algo mas relevante que esta nota destinada a perderse en el ciberespacio, pero sin embargo estoy en la cama con el sonido de fondo de Petinatto -y creo Bonadeo- en la tele y esta compu abierta, con cinco páginas web abiertas a la abiertas a la vez que incluyen a este Facebook, foros, un diario y el mail. Elijo eso a ponerme las pilas como se debe y encarar mis obligaciones. Podría empezar a escribir ahora y con buen ritmo, terminar mi trabajo a eso de las 11 de la noche, pero elijo meterme a ver a mi mascota Stich en el Pet Society, en darle reload a la página de La Nación, buscar en youtube aquella melodía perdida o -si el mundo virtual es un páramo- pasear por los 80 canales de tele y concluir que no hay nada para ver. Ver emails una y otra vez, releerlos, entrar a uno de tantos foros, cualquier cosa con tal de postergar el trabajo.

Cuestión que hoy por la tarde volví de trabajar con toda la intención de revisar en casa un documento que tendría que presentar la semana próxima. Incluso abrí el word y lo imprimí. Pero en ese momento cuando me acomodé tranquilo a leer, recordé con una sonrisa de placer que ayer un alma caritativa me pasó una página para escuchar un tema de David Pack que no encontraba en Youtube y no pude resistir la tentación de abrir la compu y ponerlo una y otra vez, dejando al documento impreso arriba del escritorio.

Quedará para mañana.

Sucede que, como todo hueveador online, no tengo tiempo.
 #432337  por DoctorPiccafeces
 
Odio los domingos

El Domingo, 20 de septiembre de 2009 a las 21:52 | Editar nota | Eliminar

Odio los domingos porque los diarios del domingo engordan mas, pero son mas innecesarios, con una serie de suplementos destinados a ser combustible del asado del próximo domingo. El domingo es el día en que Dios bajó los brazos y se dejó de crear cosas, seguramente deprimido por la perspectiva del lunes por venir. Los domingos los accesos a Buenos Aires se taponan con todos los que regresamos del conurbano y el tránsito suele ser insoportable, lo que agrega una cuota de desesperación al dominguero en su vuelta a casa.

Odio los domingos porque al caer las seis de la tarde, tomamos conciencia de que es inexorable que el lunes va a venir –el tiempo es una de las pocas variables fijas que tenemos- y el lunes puede ser exorcizado haciendo cosas que nos distraigan o mantengan ocupados, pero el interregno entre el domingo a la tardecita y el lunes es tiempo muerto, en el que solo podemos pensar, amargamente, que se terminó el descanso de la semana. Y todos sabemos que pensar demasiado no es saludable para ninguna persona en su sano juicio, mucho menos pensar en el fin del descanso.

Odio los domingos porque todo lo que venimos comiendo y tomando desde el viernes a la noche comienza a hacer un lento y pausado proceso explosivo en el cuerpo que, si bien se manifiesta el lunes al levantarse –tomar un subte un lunes a la mañana es exponerse peligrosamente a los desarreglos digestivos de todo el vagón- da su primer alerta el domingo por la tarde, avisando al cuerpo entero que se acabó la joda y que vamos a precisar buscapina como complemento del desayuno de lunes.

Odio los domingos porque es inevitable el detenerse a pensar, a eso de las seis de la tarde y hasta que el sueño nos vence, en la inmensa cantidad de cuestiones que deberemos tratar de resolver en la semana, con lo que en esos momentos –en los que no podemos hacer nada práctico respecto de eso, mas que pensar y repensar- se transforman en un cadalso de lo que nos espera, una antesala macabra de una semana de ocupaciones.

Odio los domingos, excepto cuando estoy de vacaciones y no existe el calendario.

Claro, esos no son domingos.
 #432338  por DoctorPiccafeces
 
Me gustan los viernes

El viernes, 18 de septiembre de 2009 a las 10:24 | Editar nota | Eliminar

Me gustan los viernes porque si algo se rompe y no es vital, no es necesario salir a buscarlo un repuesto o reemplazo ya, podemos esperar hasta el lunes.

Soy de la clase de desobligados que no marca tarjeta en una oficina, por lo que puedo disponer del viernes como un sábado postizo y quedarme en mi casa o salir a pasear –lo que en este día de lluvia se complica, es cierto-. El viernes Dios comenzó a tomar conciencia que la creación compulsiva iba a traer mas problemas que beneficios y, tras un sábado a media máquina, el domingo bajó los brazos.

No hay presión de terminar cosas, porque se viene el fin de semana y, en definitiva, nada es tan urgente que no pueda esperar al lunes.
Salvo cubrir los bancos, pero todos sabemos que los bancos, el dinero, los impuestos y todo lo que gira a su alrededor son un invento del demonio, vamos a dejar eso aparte.

Me gustan los viernes porque la ciudad tiene un ritmo de relajo, sabiendo todos que se viene el fin de semana y que lo que no se pudo hacer en cuatro días, no se va a poder hacer en las cuatro horas útiles hasta el sábado, que abre un paréntesis hasta el lunes. Me encantan los viernes por la perspectiva de dos días de placidez –que transformo en tres- que predispone bien a cualquier persona en sus cabales.

Tiene su placer el viernes porque, por la noche, la gente empieza en un ciclo gastronómico de comer y tomar cosas raras que recién hacen eclosión en el estómago durante la semana hábil, permitiendo el disfrute del fin de semana. La buscapina es para los lunes. El ritmo de las personas los viernes es plácido, a punto tal que podés ir a una guardia hospitalaria un viernes por la tarde y te atiende un médico que, si no sabe si estás enfermo o no, te mantiene en cuidadosa ignorancia en observación hasta el lunes, justamente porque es viernes.

Dejo a salvo a todos los tiroteos con señoritas porque los casados no sabemos de esas cosas, pero supongo que los solteros encontrarán una razón mas para adorar a los viernes.

Pero también me gustan los viernes porque ese día la luz cambia, ya que el sol sabe que es viernes.
 #432343  por DoctorPiccafeces
 
De fotos sonrientes y recuerdos falseados

El viernes, 13 de marzo de 2009 a las 12:44 | Editar nota | Eliminar

En la soledad de mi oficina, después de una mañana de trabajo y antes de volver a mi casa, miro unas fotos que tengo sobre un anaquel, enmarcadas y bien visibles, a fin de recordar buenos viejos tiempos y, de ese modo, escapar de la realidad al menos por un instante.

Entre otras, se ve una foto enmarcada de un viaje a Ushuaia por el 2002 o 2003 donde aparece un tipo sonriente (yo) con traje de esquiador en el Cerro Castor. De fondo, una aerosilla y el cielo nublado, porque en ese momento nevaba. Cualquiera que mira esa foto piensa, por lo pronto, “este tipo esquía” y, además “a este tipo le gusta esquiar, porque está sonriendo”

La verdad es diametralmente opuesta.

En ese momento me estaba congelando y, de hecho, minutos después cuando intenté hacer algo mas productivo con los esquíes que pararme como un monigote sonriente frente a una cámara fui a dar de culo a la nieve dos o tres veces, para tristeza del instructor que no consiguió que avanzara mas de dos metros sin tambalear y caerme. En un punto dado, el pobre muchacho –que ya había cobrado su clase por adelantado y que se veía desolado porque tenía a una baldosa como alumno- me sugirió que quizá debería empezar en el “tontódromo” -que el llamaba “de principiantes” por piadosa cortesía- donde podía verse a muchachitos de diez, once o doce años manejarse con cierta destreza en los esquís.

Al menos, no se caían al piso como yo cada vez que intentaban avanzar, lo que ya era bastante.

La perspectiva de fracturarme una pierna en el tontódromo con un grupo de muchachitos alrededor pensando “viejo imbécil, dedicate a las bochas” me disuadió de la idea del esquí, por lo cual le di una palmadita en el hombro al instructor, le dije un “no te preocupes” con media sonrisa y lo dejé con mi esposa, que ella usó el traje de esquí para esquiar, y no para sacarse una foto. .

Resueltamente me saqué los esquís y me encaminé hacia el refugio, de donde guardo mis mejores recuerdos del Cerro Castor, a saber, dos whiskys mirando a los esquiadores por los enormes ventanales y esperando a que mi esposa terminara su clase.

¿Las pistas? Desconocidas, vistas a la distancia. Es como haberlas visto en el Google.

Es mas, todo eso tiene una génesis previa.

Cuando el micro nos dejó en la base del cerro, subimos alegres en la aerosilla y lo que era un frío aceptable en la palma de la mano se fue transformando en una sensación de congelamiento polar, ya que toda persona cauta sabe que precisa guantes para subir a una montaña nevada, mucho mas si planifica esquiar, y yo había alquilado todo el set del esquiador, a precio de oro, pero nadie me había hablado de guantes y tampoco soy una persona cauta, por lo cual al bajar de la aerosilla tomé conciencia de mi estupidez.

“Alejandro, tengo frío y no tenemos guantes” me dice mi esposa mirandome seriamente, que al parecer tampoco fue muy previsora al respecto, buscando que yo fabricara guantes de nieve o rezara al Dios de los imbéciles para que se apiadara de mi -de los dos- y en vez de maná del cielo, llovieran guantes.

Ese planteo, en la ciudad, es razonable en porque uno va a una tienda cualquiera y compra guantes y se acabó la cuestión, pero en la cota del cerro, arriba de todo, ese planteo es asimilable al del piloto que salió en vuelo a Córdoba y a la altura de Rosario se da cuenta que se olvidó de cargarle suficiente nafta al avión y que probablemente se estrelle a la altura de Río Cuarto.

Recordé que en la base del cerro había visto un local, justo al lado de donde alquilé el equipo de esquí (sin los guantes) con un enorme cartel de Columbia. Columbia es una marca de heladeras y de guantes y es poco probable que vendan heladeras aquí, pensé yo, así que bajé ahí por los guantes.

En ese lugar se aplica la ley del desierto: Una botella de agua cuesta una fortuna. Un par de guantes en la base del cerro, cuesta un dineral, y dos pares, dos dinerales. Los guantes son de marca y de esquí, por lo que no podía haber la berretada de comprar dos pares de guantes tejidos al crochet, como los que hacía mi finada abuelita. Ese concepto ahí no se maneja. Es como ir a cenar a Tomo I y pedir arroz con manteca y queso. Simplemente no va. Volví a la aerosilla, bajé hasta la base del cerro –con manos tiritando del frío- y encaré al local de Columbia donde, a la distancia, la vendedora me vio venir con las manos violetas, mi cara de imbécil y sonrió pensando que tenía la venta del día asegurada.

Un par de guantes en ese lugar tenía un precio de espanto, pero era eso o la congelación de las falanges –propias y de mi esposa- asi que desembolsé la pequeña fortuna que me pidió y volví a subir (con guantes) hasta el cerro, donde me esperaba mi esposa con el instructor que había contratado para los dos.

Luego vino la fotito sonriente y todo lo que relaté arriba.

El tema es, ¿lo que muestran las fotos realmente refleja la realidad de la circunstancia?

Porque cuando me sacaron la foto, estaba puteando a la nieve, al frío, a la vendedora de guantes, a la aerosilla que es bonita para subir una vez, quedarse en la cumbre un rato largo y bajar a las horas pero pierde encanto si hay que subir y bajar una y otra vez, mas porque me olvidé de algo que cualquier tipo lúcido no hubiera olvidado y con las manos a punto de congelamiento, puteaba a Ushuaia y, en particular, a mi mismo por no haberme quedado en la pileta cubierta del hotel. Y minutos después puteaba a la misma nieve, al mismo frío y a mi mismo por todo lo anterior y, además, por caerme una y otra vez al piso, a pesar de los esfuerzos del instructor y por haber tenido la maldita idea de ir a hacer ski cuando no se esquiar, no me interesaba esquiar y, de hecho, tenía la habilidad de un bloque de granito para la nieve.

Sin embargo, a pesar de todo, esa foto transmite una imagen apacible de paz y tranquilidad y no faltó la ocasión en que algún cliente al irse mira la foto en el anaquel y sugiere un “¿Le gusta esquiar?”. “Pero por supuesto –le respondo- ¿no ve la cara de felicidad que tengo en la foto?”

Porque, a pesar que lo que se ve no necesariamente refleja lo que fue, esa foto sigue trayéndome una sensación de paz, como si todo lo tragicómico que ocurrió en torno a esa foto, antes y después, no hubiera existido.

Va a llegar un momento en que podamos programar nuestros recuerdos para que solo queden almacenados los buenos momentos y en ese momento, voy a guardar el recuerdo del calorcito del refugio, de los turistas sonrientes y felices en cien idiomas, y voy a desactivar a todo el resto.

En especial a la vendedora de guantes.

Por ahora, me quedo con el recuerdo falseado de la foto sonriente.
 #434284  por Amorina
 
Lo felicito, Dr! Muy buenos sus escritos. Su imagen en la nieve me hizo acordar la foto que tengo arriba de un caballo, y que aparenta una felicidad extrema cuando en verdad les tengo pánico y duré hasta que el tarado que tenía que sacar la foto terminó su tarea arriba del animalito (del caballo, obvio). Cómo engañan las fotos, eh!!!!
 #440615  por DoctorPiccafeces
 
Me gustan los viernes
El viernes, 18 de septiembre de 2009 a las 10:24 | Editar nota | Eliminar

Me gustan los viernes porque si algo se rompe y no es vital, no es necesario salir a buscarlo un repuesto o reemplazo ya, podemos esperar hasta el lunes. Soy de la clase de desobligados que no marca tarjeta en una oficina, por lo que puedo disponer del viernes como un sábado postizo y quedarme en mi casa o salir a pasear –lo que en este día de lluvia se complica, es cierto-.

El viernes Dios comenzó a tomar conciencia que la creación compulsiva iba a traer mas problemas que beneficios y, tras un sábado a media máquina, el domingo bajó los brazos. No hay presión de terminar cosas, porque se viene el fin de semana y, en definitiva, nada es tan urgente que no pueda esperar al lunes. Salvo cubrir los bancos, pero todos sabemos que los bancos, el dinero, los impuestos y todo lo que gira a su alrededor son un invento del demonio, vamos a dejar eso aparte.

Me gustan los viernes porque la ciudad tiene un ritmo de relajo, sabiendo todos que se viene el fin de semana y que lo que no se pudo hacer en cuatro días, no se va a poder hacer en las cuatro horas útiles hasta el sábado, que abre un paréntesis hasta el lunes. Me encantan los viernes por la perspectiva de dos días de placidez –que transformo en tres- que predispone bien a cualquier persona en sus cabales.

Tiene su placer el viernes porque, por la noche, la gente empieza en un ciclo gastronómico de comer y tomar cosas raras que recién hacen eclosión en el estómago durante la semana hábil, permitiendo el disfrute del fin de semana. La buscapina es para los lunes. El ritmo de las personas los viernes es plácido, a punto tal que podés ir a una guardia hospitalaria un viernes por la tarde y te atiende un médico que, si no sabe si estás enfermo o no, te mantiene en cuidadosa ignorancia en observación hasta el lunes, justamente porque es viernes.

Dejo a salvo a todos los tiroteos con señoritas porque los casados no sabemos de esas cosas, pero supongo que los solteros encontrarán una razón mas para adorar a los viernes.

Pero también me gustan los viernes porque ese día la luz cambia, ya que el sol sabe que es viernes.
 #440618  por DoctorPiccafeces
 
Los pensadores pueden irse al cuerno.
El miércoles, 15 de julio de 2009 a las 1:29 | Editar nota | Eliminar

El problema de los pensadores es que ya abandonaron su rol desestabilizador y ese impulso del cuestionamiento inmediato de la realidad -como un fósforo que se enciende- para apagarse en el rigorismo, en lo metódico. Los cuestionamientos dejaron de ser espontáneos e inmediatos y desde hace un tiempo a esta parte se amuchan entre tesis, entre sombras, en embolantes y aburridos proyectos de investigación financiados por fundaciones cuyo único interés es desgravar ganancias.

Las preguntas de los pensadores ya no van delante de los hechos sino que los persiguen, van por atrás, tras el hecho consumado y encima tienen el descaro de plantear sus problemas inocuos, que a nadie le interesan, sin movilizar espíritus ni mucho menos corazones.

Además, a esa gente le falta enojo, bronca, insolencia, van como paralíticos buscando muletas de prueba (¿porqué todo tiene que tener forzosamente un correlato probatorio, vamos a poner a un pensador en el mismo plano de un abogaducho que solo pelea por intereses ajenos y precisa prueba de todo para que un juez le de la razón?), niegan a la risa porque son gente seria y conspicua y encima se animan a defender que al hombre pueda salvarlo su propio pensamiento, cuando no existe nada mas imperfecto y ruin que el pensamiento humano. Siguen creyendo en la coherencia -como si existiera eso en forma pura- y, al ir a la raíz de las cosas –al pretender ir a la raíz de las cosas- terminan yéndose por las ramas.

De hilar tan fino, de dar tantas vueltas no terminaron de escribir sus reflexiones finales, buscan ser los dueños del átomo del conocimiento, de una parcela propia del saber que lleve su nombre y los perpetúe en el tiempo y eso les lleva temporadas enteras entre críticas y contracríticas -que se formulan ellos mismos- que por lo abstracto y críptico terminan donde empezaron, sin ver que el tren de lo urgente pasa ante ellos como el Marplatense. Y no para.

Tampoco tienen mucho sentido porque se han cerraron en dejar pasar solo un hilito de razón por sus mentes cerrándola a toda sugerencia, mito, insinuación, fantasía. Ahí vamos al tema de la prueba que escribí mas arriba.

Menos tienen verguenza, cómodos en esos congresos/vacaciones pagas por esas mismas fundaciones de las que escribí arriba, meditando en una masturbación intelectual colectiva total y absolutamente inocua para la sociedad, que no construye nada, ni siquiera una anticrítica, algo que destruya para construir encima. Se aplauden entre ellos -y por dentro se desprecian los unos a los otros porque en el fondo de sus pensamientos se creen la reencarnación de Platón- y de ahí no queda nada que eleve o movilice a la sociedad -el fin del pensador- un poquito. Nada.

Hace añares que ningún pensador se cae a un pozo mirando las estrellas. Ya dejaron de inventar un nuevo futuro y se limitan a vivir el presente que les toca con críticas banales e inofensivas para el sistema o para el hombre como individuo, comentariosy conclusiones inocuas como un vaso de agua o con la misma resistencia al razonamiento que un libro de Bucay o Stamateas, todo para justificar su rótulo de pensadores y -quizá- que algún descolgado les endilgue el título de filósofo.

Se que si existe el mas allá, todos los pensadores que gastaron su neurona para que nosotros tengamos en que ejercitarla (desde Aristóteles hasta Marx) están complotando en algún lugar del universo para vengarse de esta raza en algún momento.

Los gramáticos pueden irse al cuerno

El Domingo, 12 de julio de 2009 a las 20:25 | Editar nota | Eliminar

En otras épocas lo único que había que saber de la gramática era el sujeto, verbo y predicado. Los culturritos de la escuela sabían algo mas, podían hablar de artículos, tiempos pretéritos y adjetivos. Todo lo demás era el lenguaje común, y consistía en comunicarse con las palabras.

Mas adelante, ese mismo lenguaje común y las ganas de conocer mas depositaban al chico en el hermoso mundo de la literatura. Sin traumas ni misterios y sin que la gramática hubiera espantado a nadie. El libro, entonces, empezaba a pelear contra la tele y contra Internet.

¿Es fácil, no? Por eso Satanás inventó a los gramáticos, a los dictadores de la coma transpuesta. Esa gente empezó a complicar lo que era sencillo y a convertir esa disciplina, que solo buscaba poner algo de coherencia en lo literario, en una pequeña dictadura de las comas y los acentos, derivando en una metodología cuasi aritmética para algo puramente poético.

Después, vinieron otros mas que, abundando en la dictadura de la gramática, empezaron a descuartizar frases. “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…” no es para esa gente como empieza Cien Años de Soledad, sino “un grupo sintáctico” pasible de análisis, como un cadáver sobre una mesa de autopsia. O algo así.

Al final, cayeron los que remedan a Chomsky, y ahí se vislumbra el comienzo del fin del disfrute placentero de la literatura y de la escritura, con la “gramática transformacional generativa” –asi se llama, sí- cuyo nombre de solo mencionarlo ya le da ganas al mas entusiasmado con la escritura de cerrar el libro e irse a boludear al Facebook y que haría que toda el aula de una escuela cerrara resueltamente el libro y se fuera a jugar un picado.

“Gramática Transformacional Generativa”, ¿Que es eso, como se come? ¿Qué tiene que ver eso con la sensación que dan los cuatro últimos renglones de “Two Roads” de Frost –mi favorito, no lo voy a poner aquí, si te interesa googlealo- que es lo nos motiva a leer poesía, prosa, lo que sea, esa sensación en el pecho.

Decime donde engancha la “Gramática Transformacional Generativa” en los poemas de Alejandra Pizarnik, que en una primer aproximación no tienen ni pies ni cabeza, ni siquiera sincronía entre versos y que, sin embargo, son algo emotivo y consiguen plasmar la sensación de angustia y asfixia que ella sentía de modo claro, concreto y –sobre todo- elevado. No hubo otra como ella, que prescindió de ese mamarracho gramático.

No a la “Gramática Transformacional Generativa”, eso es el Raid de los lectores nóveles.

No, no, no. Asi no es.

¿Cómo pretenden que los chicos se enganchen en lo literario con esa gramática mas parecida a un algoritmo, a un cálculo matemático, a una fórmula de trigonometría, llena con nombres pomposos que tira al cuerno toda posibilidad de diversión hasta convertir una de las mayores felicidades que tiene esta bola de barro llamada Planeta Tierra –que ofrece, de por sí, tontas alegrías y amarguras espesas- como es sentarse a disfrutar de un libro o sentarse a escribir algo, en una pesadilla macabra que no soportarían ni los pesados hombros de Arlt quien, de seguro, de haber existido eso en su época se habría dedicado a vender fideos frescos en una casa de pastas en lugar de dedicarse a la literatura.

Señores culturritos de la gramática, personajes pomposos con el dedido índice levantado y que le corregirían a Bioy una coma transpuesta, ustedes son unos soretes –licencia poética- que conspiran contra el placer gozoso de la lectura y de la escritura, buscan que el bosque de la literatura se transforme en un espinar y podría apostar mi cafetera espresso –tomar buen café es, justamente, uno de los pocos placeres de esta bola de barro- a que solo buscan separar a los chicos de la literatura y llevarlos para el campo de los jueguitos electrónicos, o de las drogas duras.

Me comí un par de acentos en el texto. Lo se. Fue adrede, es mi modo de rebelión.
 #440683  por Tuiti
 
DoctorPiccafeces escribió:Me gustan los viernes
El viernes, 18 de septiembre de 2009 a las 10:24 | Editar nota | Eliminar

Me gustan los viernes porque si algo se rompe y no es vital, no es necesario salir a buscarlo un repuesto o reemplazo ya, podemos esperar hasta el lunes. Soy de la clase de desobligados que no marca tarjeta en una oficina, por lo que puedo disponer del viernes como un sábado postizo y quedarme en mi casa o salir a pasear –lo que en este día de lluvia se complica, es cierto-.

El viernes Dios comenzó a tomar conciencia que la creación compulsiva iba a traer mas problemas que beneficios y, tras un sábado a media máquina, el domingo bajó los brazos. No hay presión de terminar cosas, porque se viene el fin de semana y, en definitiva, nada es tan urgente que no pueda esperar al lunes. Salvo cubrir los bancos, pero todos sabemos que los bancos, el dinero, los impuestos y todo lo que gira a su alrededor son un invento del demonio, vamos a dejar eso aparte.

Me gustan los viernes porque la ciudad tiene un ritmo de relajo, sabiendo todos que se viene el fin de semana y que lo que no se pudo hacer en cuatro días, no se va a poder hacer en las cuatro horas útiles hasta el sábado, que abre un paréntesis hasta el lunes. Me encantan los viernes por la perspectiva de dos días de placidez –que transformo en tres- que predispone bien a cualquier persona en sus cabales.

Tiene su placer el viernes porque, por la noche, la gente empieza en un ciclo gastronómico de comer y tomar cosas raras que recién hacen eclosión en el estómago durante la semana hábil, permitiendo el disfrute del fin de semana. La buscapina es para los lunes. El ritmo de las personas los viernes es plácido, a punto tal que podés ir a una guardia hospitalaria un viernes por la tarde y te atiende un médico que, si no sabe si estás enfermo o no, te mantiene en cuidadosa ignorancia en observación hasta el lunes, justamente porque es viernes.

Dejo a salvo a todos los tiroteos con señoritas porque los casados no sabemos de esas cosas, pero supongo que los solteros encontrarán una razón mas para adorar a los viernes.

Pero también me gustan los viernes porque ese día la luz cambia, ya que el sol sabe que es viernes.
¿ Fue un bis adrede o culpa del alemán ? :oops:
 #443370  por DoctorPiccafeces
 
Hacete una ONG que te proteja a vos y que trabaje otro!
El viernes, 24 de julio de 2009 a las 20:43 | Editar nota | Eliminar

Hola. Soy yo. Se me ocurrió una idea.

Básicamente se trata de que labure otro.

Vamos a ser honestos, el valor ético y moral del trabajo está sobrevalorado y no hay relación entre transpirar o bancarse a un jefe y la dignidad. Por suerte, estos tiempos modernos disponen de una herramienta para evitar sufrir en una oficina, y esa herramienta se llama ONG.

Son geniales, porque te evita el tener que salir a trabajar. Como es independiente de los gobiernos y tiene un marco legal que la hace blindada a casi cualquier tipo de reclamo fiscal, es genial para evitar el suplicio de las 8 horas de oficina. Es mas, siempre vas a encontrar a chicos y chicas jóvenes dispuestas a trabajar en forma voluntaria –mas vale- para vos.

Si, es cierto que las ONG existen para las causas buenas y, te hago una pregunta, ¿vos no sos una buena causa? ¿Eh?. ¿Cómo?. Bueno, hagamos de cuenta que sos una buena causa.

La clave es armarte una ONG que te brinde una existencia plácida, y yo lo veo así.

1. Declarate una Raza. Todos somos únicos y haciendo una búsqueda genealógica, seguro que vas a dar con el ascendiente negro o zambo (buscalo en el diccionario, je) que le dio una alegría a una tatarabuela lejana y te da soporte cromosómico para reivindicarte a vos mismo como el último representante de tu raza. Pedi tierra (puede ser la plaza de la esquina o el estacionamiento del Jumbo) y planteá que en ese lugar es donde tus antepasados celebraban sus rituales. No tomes la idea del cementerio indio, a ver si empiezan a excavar, se encuentran con los caños de gas y se te pincha el negocio. Bien manejado, ahí tenés una punta para hacerte de propiedad inmueble sin comprarla, heredarla o usurparla, los tres modos como la gente adquiere propiedades a lo largo de su vida.

2. Ponete las pilas y buscá alguna causa a la que nadie le de bola. La gente se organiza en torno a los derechos de enfermedades varias, en algunos casos porque hay real interés y en otros porque es políticamente correcto, asi que buscate una que no tenga suficiente prensa y abrazala con pasión (a la causa, no a la enfermedad). Registra la Fundación Argentina para la Ayuda al que Tiene Halitosis, o la Liga de Protección del Enfermo Hemorroidal, por ejemplo. Apurate, en este punto cocodrilo que se duerme es cartera, ya deben haber registrado como tres fundaciones desde que empezaste a leer esto.

3. Sacale jugo a tu personalidad rara. Sabemos que, visto de cerca, nadie es normal. Tenés que sacarle fruto a eso, porque es tu oportunidad para salir de proletario y pasar a ser propietario. Hacé un conteo de tus defectos, que son varios, e incluí tus fetichismos sexuales. Un tipo raro como vos tiene derecho a realizarse íntegramente como individuo, a no ser discriminado por tu rareza –por objetables que sean tus fetiches sexuales- y un aporte económico a la ONG que te protege no solo es deducible de impuestos, sino que te permite pagar las cuentas sin trabajar (ese es el objeto central de todo esta sarasa, por si aún no te has dado cuenta). Un “me discriminan por mi mal aliento” o un “mi pasión sexual por los animales domésticos me impide trabajar” puede ser un buen rebusque para conseguir donantes.

4. Proponé proyectos de investigación. Pensá que nadie sabe todo lo que hay que saber, por suerte, lo que te permite fabricar bajo el amparo de tu ONG un instituto de investigación sobre lo que se te de la gana. No nos mintamos mas, los grandes centros académicos necesitan de vos como vos de ellos. Ellos también viven de las donaciones –deducibles de impuestos, creo que ya lo dije- que les hacen, tienen presupuestos, sueldos y hay que justificar su existencia. Tenés que entusiasmarlos con algo que tu imaginación frondosa invente para que te depositen los aportes a tu instituto de investigación. Como contrapartida vas a tener que estudiar algo ajeno a todo tipo de practicidad o destreza mental, pero no por ello menos interesante. Por ejemplo, como ideas, ¿Qué pasaría si todos los habitantes del planeta eructaran a la vez? ¿O si tuvieran gases todos a la vez? Recordá que tus propuestas deben poder ser resueltas en una oficina por tus voluntarios –gratis- ya que la idea central es no laburar. Yo he leído hace tiempo que se hizo un estudio respecto de que pasaría si todos los habitantes saltaran a la vez, y eso fue rubricado por académicos y demás ladris que vieron este negocio antes que yo (se que no soy un visionario) pero en inglès, porque en el primer mundo estos negocitos los ven mas rápido.

Por algo son el primer mundo, pst.

Bueno, confío en haber hecho un modesto aporte para mejorar tu calidad de vida sin laburar, y a controlar a los voluntarios de la ONG que te protege, a ver si encima se quedan con los aportes...
 #443373  por DoctorPiccafeces
 
Como levantar mujeres por su profesión. Hoy, la maestra jardinera y la mujer policía.
El Sábado, 16 de mayo de 2009 a las 16:31 | Editar nota | Eliminar

La maestra jardinera

Línea de enganche

La profesión de ustedes está poco valorada, porque siempre es mejor educar a los niños en la virtud en su mas tierna infancia, como lo hacés vos, y no cuando ya están podridos de grandes.

Modus operandi

Averiguá a que jardín de infantes va tu sobrinito y arreglá con tu cuñado de ir a buscarlo. Si te dice que va el personalmente no le insistas, probablemente el también esté buscando desabotonar el delantal cuadrillé a la seño. En ese caso, conseguite algún amigo con hijo y si no tenés ninguno o todos tus amigos saben que sos un ser ruin y despreciable y te alejan de sus hijos, inventate un hijo y con esa excusa andá al jardilín a la hora de la salida. Una vez ahí, hablá con la seño, empezá con la línea de enganche –la vas a sorprender- e invitala a tomar algo. Te va a hablar en diminutivo, como si fueras uno de sus chicos del jardín, y vos lo vas a sobrellevar con una sonrisa de caballero.

El punto de enganche se da después de la segunda botella de vino, cuando los dos se están riendo y le decís “aca abajo tengo a un chiquitito que necesita atención”.

La mujer policía

Línea de enganche

La profesión de ustedes está poco valorada, los que dicen que las mujeres policías son todas lesbianas nunca tuvieron la suerte de verte a vos con esa belleza que a su vez impone respeto y ganas de que esposes mi deseo y me metas en la cárcel de tu corazón.

Modus operandi.

Hacete el niño rico y estacioná mal el auto. Cuando ella se acerque con el talonario poné tu mejor cara de Sandro a punto de cantar Arrancame la Vida y decile que no sabías que estabas estacionando mal, que te sentís seguro en la calle sabiendo que la policía funciona, que es un gusto que alguien con tanta belleza te haga la boleta y sin dejar de hacerte ese tipo cordial y simpático que los dos sabemos no sos, invitala a tomar un café después de que termine el turno. Cuando estés en el café, no hables de armas –va a pensar que sos chorro y si realmente lo sos, que no lo piense ahora al menos- ni de actualidad –son todas policiales y a la mina eso la va a aburrir- y medio intimista –pensá que ella está todo el día laburando con gente que tiene la cara de Patti, vos le vas a parecer un Brad Pitt nacional- tirá la línea de enganche. Cuando estés en el telo mas cercano, podés pedirle que se deje la gorra puesta y que te ponga las esposas por la espalda sin temor a quedar como un perverso, porque ella ya habrá hecho eso miles de oportunidades.

Sacá fotos y subilas al feisbuc.
 #443375  por DoctorPiccafeces
 
Yo pienso en positivo
El Domingo, 03 de mayo de 2009 a las 2:08 | Editar nota | Eliminar

Hola. Soy yo. Yo tengo una amiga con un hijo. El mocoso está dejando de ser un pendejo molesto para pasar a ser un estudiante de secundario. Va a seguir siendo un pendejo molesto, pero con mañas de adolescente. Mi amiga me pidió que la acompañe a visitar colegios ya que esa es una labor que suele hacerse de a dos –cuatro ojos ven mas que dos, y suelen ser los del papá y la mamá- y como no hay papá para acompañarla y no quiere incorporar al chongo que tiene ahora a su vida personal –lo cual es mas que razonable- y por lo demás, según sus palabras, doy apariencia de tipo serio, al menos en comparación con sus otras amistades, ahora mismo estoy en una reunión en un colegio.

Somos una catarata de padres, tutores, encargados y colados reunidos ante el staff de un colegio que ofrece al mundo cuarenta plazas escolares. Los niños que pretenden calzarse el blazer azul son ciento cincuenta. La cosa suena a drama. Pero no hay drama. Nos comportamos como si no hubiera ningún problema. Los papás y las mamás, en vez de preguntar la pregunta del millón –“esto no funciona, ¿no?”– preguntan por el sistema de aprendizaje de la lectura, por las clases de natación o por las clases de computación (para qué, si los pibes saben mas de PCs que los adultos, pero siempre queda bien hacerse el moderno y preguntar eso).

Lamentablemente no vivimos en Suecia, donde todo funciona y encaja, sino en un punto del planeta con cuarenta plazas escolares por cada catarata de ciudadanos. ¿En qué momento el país decidió ser sueco? Ni idea. Para entretenerme, dado lo insípido de la reunión, miro a mi alrededor. Estamos sentados en círculo sueco, de manera que todos nos vemos las caras. Descripción: diversos papás (o amigos, o tios, o padrastros, o escorts de las madres, o vaya a saber que), diversas mamás y una mamá que no es diversa sino singular –está que se parte de buena– y que se sienta frente a mí con las piernas involuntariamente semiabiertas, mostrándome sin querer lo blanco de su bombacha.

Encima de ella, colgado en la pared, está el decálogo pedagógico de la escuela. Me impresiona el punto tercero: es un resumen poético de todo el compendio. Es la bombacha del decálogo. Es, en fin, el siguiente: “No tengas pensamientos negativos”. Un aviso que, por otra parte, leo demasiado tarde. La madre de la bombacha ya me ha provocado 2.345 pensamientos negativos. Llego a tener veinticinco años menos y me dejan sin recreo todo el día.

El cartel no-tengas-pensamientos-negativos es un golpe de genialidad. Su genialidad penetra en mi cabeza y me rompe la frente, de manera que lo veo claro. Veo, así, que el cartel condensa el resto de decálogos del colegio, imposibles de recordar, devorados por éste. Es más: condensa cualquier otro decálogo. Incluso diría que lo condensa todo. Condensa los diez mandamientos con los que me dieron duro los curas en la escuela, si un Post-Moisés descendiera del Post-Sinaí con las post-tablas de la ley, las post-tablas de la ley serían un reproductor Mp3, y los mandamientos, sólo uno: “No-tengas-pensamientos-etc”. Uno no sabe muy bien lo que significa la alocución pensamientos-negativos. Pero es efectiva. Crea culpabilidad.

Ahora mismo estoy mirando de reojo la bombacha de la mamá, con la mirada reprobatoria y de costado de mi amiga que me adivina los pensamientos, como si en realidad mirara el cartel de “no-tengas-etc”. La culpabilidad es esa cosa que aprendés en el colegio o no la aprendés nunca. De hecho, estamos reunidos para abogar por nuestro derecho a que los pibes se sientan a partir del próximo curso en la tesitura de no-tener-pensamientos-etc. Los colegios, enseñen lo que enseñen, enseñan sobre todo los diez mandamientos. Los diez mandamientos cambian cada varios miles de años. En la versión 0.0 te obligaban a casarte con la mujer de tu hermano mayor si a tu hermano mayor lo atropellaba un mamut. Esta mañana a primera hora los diez mandamientos se han depurado en un único mandamiento-bombacha, en el que caigo ahora. No obstante, es posible que lo enseñen desde hace varias generaciones.

De hecho, el aluvión de padres/tutores/encargados/colados como yo que estamos reunidos en esta sala positiva/sueca carecemos de pensamientos negativos. Hasta el punto de que a pesar de que sabemos que no tendremos plaza en este colegio, que el sistema no funciona, que el sistema tiene unos pensamientos negativos tales que le impiden haber pensado positivamente en nosotros para el próximo curso, nos comportamos con espíritu positivo.

Un espíritu positivo que nos impide la negatividad de levantarnos, gritar a los cuatro vientos que esto no funciona, susurarrle a mi amiga que se ocupe ella de su hijo –yo ya tengo al mío- e invitar a la de la bombacha blanca a tomar un café e irnos a la calle.

Total, todos sabemos que no va a haber lugar en ese colegio positivo.
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