ricardito21 escribió:Estimado Poorlaw, son letras sueltas...-. El texto me sirvió para reflexionar sobre algunos casos de "procesos judiciales" donde el procesado -pese a la presunción de inocencia que nace del derecho penal liberal- desde un principio está sentenciado como culpable por el linchamiento mediático.
Muy bueno el cuento del león y la reflexión de Ricardo. De alguna manera me recordó aquella otra alegoría que relaciona a un mono y su pretendido cazador.
Un veterano cazador se interna en la jungla africana con el objeto que cazar un mono para su colección. Cargando su escopeta, arma habitualmente usada en estos casos, busca en la espesura de la selva su codiciada presa. De pronto, en lo alto de un árbol, comiendo tranquilamente una banana, lo ve.
-Un ejemplar excepcional- piensa.
Apunta su arma, gatilla y pum… el mono cae redondo. El cazador camina despreocupadamente hacia el lugar donde debía estar el cuerpo sin vida del simio pero no, el mono no está. Confundido, se inclina buscando el cuerpo entre la maleza cuando sorpresivamente, el astuto primate acercándose por datrás, lo despoja rápidamente de sus ropas y le pega una empomada como para 36 cubiertos.
Recuperado y sumamente indignado, el cazador regresa al campamento. Carga un fusil con mira de alta precisión y retorna en busca del mono. Luego de unas horas logra dar con el. Otra vez en lo alto de un árbol. Otra vez comiendo una banana.
Nuevamente apunta su arma y paf … el mono cae como una bolsa de papas.
–Esta vez si, mono de mierda- piensa el cazador que aún no sabe cuán equivocado está. Camina sigilosamente rumbo a su víctima pero unos pasos antes de llegar el sagaz simio lo primerea y, colocándolo en cuatro patas, se lo emperna nuevamente.
Más ofuscado y adolorido que antes, el cazador retorna a su campamento en busca de su mejor arma: un rifle de largo alcance con mira telescópica de esas que dibujan un punto rojo en el objetivo. Vuelve rápidamente a la jungla en busca del rebelde simio. Como era de esperar lo encuentra placidamente sentado en un árbol. Como era de esperar, comiendo una banana. Tomándose todo el tiempo del mundo, el cazador dirige su arma hacia la cabeza del mono, respira profundamente, sigue todos y cada uno de sus movimientos.
-Ahora vas a ver… ahora vas a ver, mono hijo de puta-
Pum!
El mono cae estridentemente. El cazador se acerca lentamente hacia el primate. Abre con sus manos la exuberante vegetación y totalmente pasmado, lo ve cómodamente recostado en la hierba, fumando un cigarrillo. El mono lo mira fijamente, apaga lentamente el cigarro y sentencia:
-Como te gusta la chota, ehh –
El cuento, mas allá de las innecesarias pero didácticas vulgaridades, invita a una profunda reflexión. Fácilmente podemos encontrar elementos simbolizantes de procesos, conductas y sentimientos que habitan en cada uno de nosotros. El mono como deseo, como meta, como proyección ideal: la felicidad inalcanzable, el amor esquivo, la ilusoria paz. La paciencia y tenacidad del cazador significando la virtud de caminar el camino y no tanto de llegar y finalmente la aparente frustración del regreso “con la frente marchita” (por decirlo de alguna manera) como visión primaria del retorno al útero materno, a la seguridad del campamento. Es ilusoria la frustración y allí reside la parábola edificante, ya que el cazador no se rinde a pesar de la “desgarradora” experiencia. Regresa y esa capacidad de sublimar el desengaño representa una verdadera superación evolutiva. Sin embargo, el desenlace es poco alentador. El mono nunca es cazado, la felicidad es inalcanzable; el amor es esquivo; la paz, ilusoria. Y quienes pretenden lo contrario terminan con el culo roto.
En fin, mañana vamos a analizar el cuento del borracho que se quedó sin plata, su estigmatización y su vinculación con los paradigmas socio-económicos del siglo XXI.
Me voy a dormir la mona
Karadagian,
buscando la roja directa 