El leer algunos cuento en el portal, me hizo revivir otras épocas en las cuales escribí algunas cosas y renacer el deseo de escribir ficción (más allá de la que se escribe en la profesión
) aquí va un cuento de hace algunos años inspirado en los cuentos de robosts de Isaac Asimov:
JAN
La vida-muerte, ese estado semiconsciente en el que todos nos hemos encontrado alguna vez, se había apoderado de su ser. Ruma y Atlon se habían ido a uno de esos fines de semana, de los cuales él –quizá porque era muy conservador y ya se estaba haciendo viejo- no podía terminar de aprobar.
Se había prometido no sufrir durante las 50 (¿o 51?) horas de ausencia de Ruma, a tal fin había organizado hasta el más leve detalle todas sus actividades: teatro, cocer y comer una buena comida, buenas lecturas, momentos de relax y otras cosas por el estilo.
Pero, la hora de regreso se había cumplido y Ruma no llegaba, levantó el intercomunicador y le preguntó a Cecil si había novedades, “no” fue la lacónica respuesta.
Llegó, pues, adonde no quería, a ese estado vida-muerte donde el pasado, el futuro y el presente se funden. Donde la “realidad” no existe. Donde el contacto con los otros seres se hace intenso y difuso a su vez. Así vio a Ruma, la amó como nunca lo había hecho, pudo –por unos instantes- mezclarse con ella, sintió todos sus deseos, vivió todas sus fantasías, conoció sus lugares más recónditos. Luego, de golpe, todo se hizo silencio, oscuridad. ¿Esa era Ruma? ¿Quién era él, Jan? Esta última pregunta no podía ser respondida tan fácilmente, el dispositivo vida-muerte todavía estaba en su etapa experimental y no podía hacer que una persona pudiera conectarse tan cercanamente consigo misma.


JAN
La vida-muerte, ese estado semiconsciente en el que todos nos hemos encontrado alguna vez, se había apoderado de su ser. Ruma y Atlon se habían ido a uno de esos fines de semana, de los cuales él –quizá porque era muy conservador y ya se estaba haciendo viejo- no podía terminar de aprobar.
Se había prometido no sufrir durante las 50 (¿o 51?) horas de ausencia de Ruma, a tal fin había organizado hasta el más leve detalle todas sus actividades: teatro, cocer y comer una buena comida, buenas lecturas, momentos de relax y otras cosas por el estilo.
Pero, la hora de regreso se había cumplido y Ruma no llegaba, levantó el intercomunicador y le preguntó a Cecil si había novedades, “no” fue la lacónica respuesta.
Llegó, pues, adonde no quería, a ese estado vida-muerte donde el pasado, el futuro y el presente se funden. Donde la “realidad” no existe. Donde el contacto con los otros seres se hace intenso y difuso a su vez. Así vio a Ruma, la amó como nunca lo había hecho, pudo –por unos instantes- mezclarse con ella, sintió todos sus deseos, vivió todas sus fantasías, conoció sus lugares más recónditos. Luego, de golpe, todo se hizo silencio, oscuridad. ¿Esa era Ruma? ¿Quién era él, Jan? Esta última pregunta no podía ser respondida tan fácilmente, el dispositivo vida-muerte todavía estaba en su etapa experimental y no podía hacer que una persona pudiera conectarse tan cercanamente consigo misma.
“Haz en ti los cambios que quisieras ver en el mundo” Mahatma Gandhi.