Era una mañana primaveral, y venia cruzando la plaza San Martin (plaza principal en de cordoba), los pájaros canturreaban al nuevo día, mientras el sol comenzaba a entibiar el fresco que emanaban los árboles por el rocío matutino. Me detuve un segundo… e inspiré profundamente el dulce aroma de las flores, convinada delicadamente con el fresco, mientras dejaba que el sol iluminara mi rostro. Y ahí, como recuerdo permanente de cuatro siglos, tres campanadas anunciaron la misa de 8.
Yo volvía de una inmerecidas vacaciones de unos días, y si… era uno de esos días en que me sentía feliz…, contento…, alegre…, optimista…, y lo mejor de todo… con ¡ganas de trabajar!. Te habrá pasado, uno de esos días que hasta te ves lindo en el espejo. En fin… entre sonriente al anses… pero no era la sonrisa operada, era verdadera, como será el aura que debo haber irradiado que hasta el federal de la puerta, después de tantos años me saludo él primero.
Me abri paso entre la gente y me dirigi al fondo, al puesto de atención profesional…. Pero algo no estaba bien…, había unos 20 abogados todos parados y ensimismados al box. Era raro, si, pero lo más raro de todo fue ver a tres colegas, esos … que no ves nunca, esos… que mueven millones de jubilaciones, y que tienen miles de secretarios, esos… que si no fuera que los conoces, dirías que forman parte de la mitología griega, esos…., que solo los ves cuando salen del despacho del director del anses, mientras vos andas golpeando las puertas como un mendigo buscando un alma caritativa que te diga porque te rechazaron la jubilación…
Ver los fue un signo de interrogación… pero al acércame…, un presentimiento me invadió de la nada, algo, definitivamente, no estaba bien. Un colega me saludo y me dijo algo al oído-no le prestación, no le quise prestar atención me resistí a creerlo-, pero mis propios ojos los vieron… la Sra. “A” no estaba allí. No podía sobreponerme a mi incredulidad…, verla, a esta Sra. Que podemos denominar “Z”, me impacto. ¡Su rostro!...¡Su rostro!….. lo decía todo…. Un escalofrío recorrió mi espalda…, se me seco la boca y tenía taquicardia, se me bajo la presión, y se me aflojaron las piernas… Estaba aturdido, un sentimiento de terror invadió mi cuerpo. ¡Su rostro!..., su rostro era el signo indeleble del nuevo giro que tomarían las cosas… ¡Su rostro!..., su rostro se asemejaba a las pétreas esfinges de mármol, duras, frías, apáticas, omnipresentes y perennes… no había gestos, no había manera de dilucidar un sentimiento tras sus facciones. Parecía que el mismo diablo había ocultado rasgo alguno de humanidad en su rostro para el eterno castigo de los abogados previsionalistas de cordoba.
Quise hallar esperanza…, pero encontré caras desoladas que reflejaban la mía, me sume a un intento frustrado de nota. Pero no, ¡alea jacta es!, la suerte estaba hechada…
Me sentí tan perdido y desamparado como noble que volvía a París días después de la toma de la Bastilla y se anoticiaba que la familia real había sido pasada por guillotina. ¡ Ahora vendrían por mi!.....
A veces la vida del previsionalista, se asemeja a los acontecimientos que marcaron la historia… mañana les contaré que ocurrió con el nuevo orden instaurado.
Yo volvía de una inmerecidas vacaciones de unos días, y si… era uno de esos días en que me sentía feliz…, contento…, alegre…, optimista…, y lo mejor de todo… con ¡ganas de trabajar!. Te habrá pasado, uno de esos días que hasta te ves lindo en el espejo. En fin… entre sonriente al anses… pero no era la sonrisa operada, era verdadera, como será el aura que debo haber irradiado que hasta el federal de la puerta, después de tantos años me saludo él primero.
Me abri paso entre la gente y me dirigi al fondo, al puesto de atención profesional…. Pero algo no estaba bien…, había unos 20 abogados todos parados y ensimismados al box. Era raro, si, pero lo más raro de todo fue ver a tres colegas, esos … que no ves nunca, esos… que mueven millones de jubilaciones, y que tienen miles de secretarios, esos… que si no fuera que los conoces, dirías que forman parte de la mitología griega, esos…., que solo los ves cuando salen del despacho del director del anses, mientras vos andas golpeando las puertas como un mendigo buscando un alma caritativa que te diga porque te rechazaron la jubilación…
Ver los fue un signo de interrogación… pero al acércame…, un presentimiento me invadió de la nada, algo, definitivamente, no estaba bien. Un colega me saludo y me dijo algo al oído-no le prestación, no le quise prestar atención me resistí a creerlo-, pero mis propios ojos los vieron… la Sra. “A” no estaba allí. No podía sobreponerme a mi incredulidad…, verla, a esta Sra. Que podemos denominar “Z”, me impacto. ¡Su rostro!...¡Su rostro!….. lo decía todo…. Un escalofrío recorrió mi espalda…, se me seco la boca y tenía taquicardia, se me bajo la presión, y se me aflojaron las piernas… Estaba aturdido, un sentimiento de terror invadió mi cuerpo. ¡Su rostro!..., su rostro era el signo indeleble del nuevo giro que tomarían las cosas… ¡Su rostro!..., su rostro se asemejaba a las pétreas esfinges de mármol, duras, frías, apáticas, omnipresentes y perennes… no había gestos, no había manera de dilucidar un sentimiento tras sus facciones. Parecía que el mismo diablo había ocultado rasgo alguno de humanidad en su rostro para el eterno castigo de los abogados previsionalistas de cordoba.
Quise hallar esperanza…, pero encontré caras desoladas que reflejaban la mía, me sume a un intento frustrado de nota. Pero no, ¡alea jacta es!, la suerte estaba hechada…
Me sentí tan perdido y desamparado como noble que volvía a París días después de la toma de la Bastilla y se anoticiaba que la familia real había sido pasada por guillotina. ¡ Ahora vendrían por mi!.....
A veces la vida del previsionalista, se asemeja a los acontecimientos que marcaron la historia… mañana les contaré que ocurrió con el nuevo orden instaurado.