A comienzos de la “era K” tuve la oportunidad de escuchar una disertación del entonces ministro de Justicia (duró poco), quien refiriéndose a nuestros problemas como sociedad, recordó aquella frase del filósofo Ortega y Gasset: “…¡Qué mal que debemos andar, que a cada paso tenemos que recordar lo obvio…! Y, sí…Parece que tenemos que recordar a cada paso que la sal es salada y sala, que el azúcar es dulce y endulza, que el vinagre es ácido y acidula…y que no se puede intrusar y ocupar de prepo una propiedad pública o ajena, y comportarse en ella como legítimo dueño.
Pero no hay caso: hay que explicarlo, y sostener largas y sesudas disquisiciones sobre los imperativos sociales que dan al traste con todas las leyes: que si es delito o no es delito, que si es contravención y no delito, y qué sé yo cuántas pavadas más.
Un principio del derecho dice que “la ley se presume sabida”. Esto se traduce en nuestro Código Civil, cuando dice en su artículo 20 que “…La ignorancia de las leyes no sirve de excusa, si la excepción no está expresamente autorizada por la ley”. O sea: nadie puede violar la ley diciendo que no la conocía. Y si la viola, a menos que tenga significativos atenuantes o eximentes, configura el delito. No es necesario que se lo diga un juez, como he escuchado mudo de asombro decir a un funcionario del gobierno nacional.
Ahora bien: cualquier abogado sabe que nadie, ni siquiera él mismo, con todo su bagaje universitario, conoce al dedillo toda la ley en su globalidad. Entonces, lo que se necesita en la sociedad es que cada individuo haya incorporado, haya “mamado” la ley a través del ejemplo y las conductas de sus referentes sociales: sus padres primero, sus maestros después, y el Estado a través de toda su administración en todo momento.
Pero…¿qué clase de ley incorporará el ciudadano, si aprecia que las normas pueden ser violadas impunemente, con tal que lo sean en masa de populacho, con palos, piedras, y capuchas? ¿Y qué sentirá cuando una contribución municipal impaga le venga con recargo, mientras mira por televisión cómo hordas salvajes se apoderan de terrenos públicos en los que jamás pagarán tasa ni contribución ninguna, y aún exigirán todo tipo de exenciones y beneficios como legítimos dueños de lo saqueado?
¿Saben lo que sentirá ese señor contribuyente, mientras toma mate en la vereda de la casita que construyó con el sudor de su frente y largos años de amortización en cuotas…?
La sal es salada, el azúcar es dulce…
Adivina, adivinador…
Pero no hay caso: hay que explicarlo, y sostener largas y sesudas disquisiciones sobre los imperativos sociales que dan al traste con todas las leyes: que si es delito o no es delito, que si es contravención y no delito, y qué sé yo cuántas pavadas más.
Un principio del derecho dice que “la ley se presume sabida”. Esto se traduce en nuestro Código Civil, cuando dice en su artículo 20 que “…La ignorancia de las leyes no sirve de excusa, si la excepción no está expresamente autorizada por la ley”. O sea: nadie puede violar la ley diciendo que no la conocía. Y si la viola, a menos que tenga significativos atenuantes o eximentes, configura el delito. No es necesario que se lo diga un juez, como he escuchado mudo de asombro decir a un funcionario del gobierno nacional.
Ahora bien: cualquier abogado sabe que nadie, ni siquiera él mismo, con todo su bagaje universitario, conoce al dedillo toda la ley en su globalidad. Entonces, lo que se necesita en la sociedad es que cada individuo haya incorporado, haya “mamado” la ley a través del ejemplo y las conductas de sus referentes sociales: sus padres primero, sus maestros después, y el Estado a través de toda su administración en todo momento.
Pero…¿qué clase de ley incorporará el ciudadano, si aprecia que las normas pueden ser violadas impunemente, con tal que lo sean en masa de populacho, con palos, piedras, y capuchas? ¿Y qué sentirá cuando una contribución municipal impaga le venga con recargo, mientras mira por televisión cómo hordas salvajes se apoderan de terrenos públicos en los que jamás pagarán tasa ni contribución ninguna, y aún exigirán todo tipo de exenciones y beneficios como legítimos dueños de lo saqueado?
¿Saben lo que sentirá ese señor contribuyente, mientras toma mate en la vereda de la casita que construyó con el sudor de su frente y largos años de amortización en cuotas…?
La sal es salada, el azúcar es dulce…
Adivina, adivinador…