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Las relaciones sin nombre
Por Ricardo Coler
Para LA NACION
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Madrastras y hermanastras tuvieron su momento de gloria en tiempos de la Cenicienta. Pero hoy, en otras circunstancias, a los nuevos vínculos del amor todavía se los sigue llamando con los nombres del miedo.
Si no es uno mismo ¿quién no tiene un familiar o un amigo que integra una familia no tradicional? Divorciados, vueltos a casar, convivientes, estos nuevos vínculos tan frecuentes todavía carecen de nombres apropiados, de nombres más justos. Mientras que la computación adquiere sin problemas formas razonables de designar cualquiera de sus novedades, las relaciones de familia carecen de la misma suerte. Un problema para la vida privada y para otras cuestiones que se vuelven de orden público.
Supongamos que una mujer se queda sola con su hijo pequeño y decide volver a casarse. Lo hace con un hombre que se encuentra en su misma situación; solo y con un hijo a su cargo. Se llevan bien y viven juntos para siempre. Los chicos de cada uno de ellos no son ni del mismo padre ni de la misma madre, pero crecen juntos, pertenecen a un mismo hogar. Pero ¿qué son entre ellos? Nada. A lo sumo hermanastros. Y hermanastro fue siempre el peyorativo de hermano. Una palabra poco feliz para nombrar un vínculo que podría llegar a funcionar como un vínculo de sangre. Sin embargo, cada vez que les pregunten qué relación los une, contestarán con una palabra incómoda, áspera e injusta: hermanastros. La única palabra que tiene el idioma para este parentesco suena a algo que salió mal, defectuoso y poco confiable. Además, no tiene sinónimos. Y ni hablar del lazo que une al hijo de esa mujer con su actual pareja. Aunque el padre biológico sea un padre ausente y el marido de la madre sea el que lo protegió, cuidó, el que le puso límites y, sobre todo, el que lo quiso, el chico no tiene otra forma de llamarlo que padrastro. El lenguaje muestra que, a veces, tiene mal gusto. Padrastro, una palabra que tendría que nombrar una relación de afecto, significa mal padre y obstáculo que hace daño.
Padre, madre y hermano son términos que nunca habría que modificar y que deben quedar en manos de quienes corresponden. Pero la verdad es que se podría ser un poco más generoso con los nuevos vínculos. En lugar de mostrar buena disposición para incluir a alguien es cómo si optáramos por recibirlo con desprecio. Para decirlo con todas las letras: tener un nombre despectivo por la posición que se ocupa en una familia es a las claras discriminatorio. En nada se diferencia de otras formas de discriminación que durante tanto tiempo pasaron inadvertidas. Quizá por eso son pocos los que usan los términos padrastro, madrastra y hermanastro. Por eso, estas relaciones que, para bien o para mal, son fundamentales, se quedan sin nombre. No hay otro para designarlas. Parece una tontería, pero éstos son vínculos básicos en muchos hogares. Es extraño que nos adaptemos a vivir con algo tan incómodo sin siquiera darnos cuenta. Más extraño aun que no se nos plantee como un inconveniente.
Los hijos de mismo padre pero de distinta madre son medios hermanos. Imaginemos que voy a presentarles a mi medio hermano. Es como anunciar a un familiar que tiene un solo ojo, un solo brazo y una sola pierna.
¿Por qué esto es un problema? Además de la cuestión propia de las relaciones familiares no hay que olvidarse de que, para ellas, también corren las generales de la ley.
La hija adoptiva de Mia Farrow -la esposa de Woody Allen- es Soon Yi. Cuando tomó estado público el tipo de lazo que la unía al marido de su madre (Woody) fue un verdadero escándalo. ¿Era o no incesto? Imposible saberlo, por eso no hubo condena. Para la ley era una relación inexistente, sin nombre y que no figuraba en ningún lado. Y saber a quién le corresponde la prohibición del incesto es algo que debería ser claro de antemano y nunca una cuestión de debate. Si ese vínculo hubiera tenido un nombre habría sido posible saber quién es quién en esa casa. Por supuesto que un nombre no es garantía, pero ayuda con los ajustes.
Pero eso no es todo. La muerte de nuestro cónyuge nos vuelve viudos, pero la de un hermano ¿en qué nos transforma? En nada. En ese caso el idioma mira para otro lado. Hijos y esposos cambian de estado frente a la muerte. Se vuelven huérfanos y viudos. Padres y hermanos no. La pérdida de un hijo -la más terrible de todas las pérdidas-, así como la de un hermano, nos deja en la misma situación que antes. Sin nombre. No hay huérfanos de hijos ni viudos de hermanos. Carecer de una palabra que pueda representarnos hace mucho más complicado el acceso al duelo.
Relaciones sin nombre, el lugar donde el habla se vuelve afónica.
El autor escribió El reino de las mujeres y Ser una diosa .
"La paciencia es la fortaleza del débil y la debilidad del fuerte" Proberbio.